Revista Pedagogía y Saberes
Universidad Pedagógica Nacional
Pedagogía, educación
e investigación: campo
en disputa, campo
de constitución
Pedagogy, Education and Research: Field
in Dispute, Field of Constitution
Pedagogia, educação e pesquisa: campo
em disputa, campo de constituição
Para citar este artículo: Espinel-Bernal, Pedagogía y O. Saberes, (2024). Pedagogía, educación e investigación: campo en disputa, campo de constitución. (60), 58–70. https://doi.org/10.17227/pys.num60-17609
Resumen
La cercanía con otras disciplinas, saberes, problemáticas y campos de acción hacen de la pedagogía un escenario siempre móvil,
en permanente reconstrucción, así como en un continuo proceso de reconceptualización. Con esto en mente, el presente artículo
de investigación propone adelantar un mapa en torno a los debates contemporáneos en el ámbito colombiano para, desde allí,
retomar la pregunta por la pedagogía. El diagrama que se plantea hace ver la pedagogía como un campo en (re)constitución
dado su carácter plural, dinámico y heterogéneo, a la vez que propone que la pedagogía es un campo de constitución tanto de
sujetos como de prácticas, discursos y relaciones. En este artículo serán aspectos fundamentales el lugar que ocupa la investigación, la formación y la enseñanza dentro de la acción pedagógica.
Palabras clave
pedagogía; educación; investigación; formación; campo de constitución.
Abstract
The proximity to other disciplines, knowledge(s), issues, and fields of action makes pedagogy an always moving scenario, in
permanent reconstruction, as well as in a continuous process of reconceptualization. Having this in mind, this article intends
to map the contemporary debates in the Colombian context in order to retake the question regarding pedagogy. The proposed diagram highlights pedagogy as a field in (re)constitution due to its plural, dynamic and heterogeneous nature, while also
suggests that pedagogy serves as a field of the constitution of subjects, practices, discourses, and relations. In this article, key
aspects such as the place of research, training, and teaching within pedagogical action will be included.
Keywords
pedagogy; education; research; training; field of constitution.
Resumo
A proximidade com outras disciplinas, saberes, problemáticas e campos de ação fazem da pedagogia um cenário em constante
movimento, em permanente reconstrução, bem como em um contínuo processo de reconceitualização. Tendo isso em mente,
este artigo propõe-se adiantar um mapa ao redor dos debates contemporâneos no âmbito colombiano para, desde então, retomar a questão pela pedagogia. O diagrama que se propõe permite fazer ver à pedagogia como um campo em (re)construção,
dado seu caráter plural, dinâmico e heterogêneo e, por sua vez, sugere a pedagogia como um campo de constituição tanto de
sujeitos quanto de práticas, discursos e relações. Neste artigo, aspectos fundamentais incluem o lugar que ocupa a pesquisa, a
formação e o ensino dentro da ação pedagógica.
Palavras-chave
pedagogia; educação; pesquisa; formação; campo de constituição.
Introducción
Pedagogía se dice de muchas maneras; el problema
de dicha pluralidad de expresiones es que comulga
fácilmente con la disolución, la indeterminación y
la confusión. Ante la proliferación de lenguas y lenguajes sería prudente, cuando menos, tener claro
que, aunque cercanas, algunas palabras no significan
lo mismo ni pretenden lo mismo. La confusión no
resulta de la multiplicidad, sino de la ausencia de
límites a partir de los cuales pueda esclarecerse, entre
otras cosas, las relaciones que allí se tejen. Establecer o identificar los límites significa reconocer las
regiones que son propias, recorrerlas y habitarlas,
teniendo en consideración tanto los linderos propios
como los ajenos.
Inicialmente —y solo a manera de provocación—,
podrían señalarse unas cuantas maneras de referirse a la pedagogía dentro del lenguaje corriente y,
por tanto, unas cuantas maneras de acercarse a la
pregunta por esta. La primera de ellas ostenta una
preocupación epistemológica toda vez que responde
a la inquietud por la pedagogía en cuanto saber.
Desde este ángulo de la pregunta resulta imperativo
dilucidar el tipo de saber que constituye (ciencia, disciplina, saber), así como la legitimidad y validez que
la sustentan como reflexión sobre el acto educativo
o cuerpo teórico-conceptual. Una segunda manera
de aproximarse a la pregunta por la pedagogía es
aquella que la observa como práctica centrada en la
enseñanza. Esta es la preocupación que acompaña la
docencia y las posibilidades de la enseñanza en contextos concretos, con sujetos específicos y en sintonía
con los ritmos, temporalidades e intencionalidades
propias de cada escenario educativo. Allí es clara la
relación directa con la esfera de la didáctica. Una tercera manera es la que se cruza con cierta perspectiva
ético-política relacionada, grosso modo, con el acto
de formar, de conducir conductas; en otras palabras,
con el acto de incidir en la configuración de sentidos,
modos, lugares, sujetos e implicaciones. Se trata de
la pedagogía entendida como proyecto ético-político
y del pedagogizar —su forma verbalizada— como
modulación de subjetividades. En este orden de ideas,
en cuanto dispositivo de subjetivación, se acerca
también al conjunto de prácticas de socialización
promovidas con el fin de tramitar el ingreso y la
interacción de segmentos poblacionales con determinados universos simbólicos, culturales y políticos.
Un cuarto sentido que se encuentra de manera
recurrente en el uso del término tiene que ver con
las formas de proceder asociadas a determinados sujetos. Es así que la pedagogía se toma como
atributo o cualidad de alguien; es decir, como si
fuese algo que alguien (un docente, por ejemplo)
tuviese o exhibiese en el desarrollo de su actividad o en el intento de explicar algo a alguien (“¡qué
buena pedagogía tiene!”). Este sentido vincula el
atributo pedagogía con el arte de educar y con el
hacer del maestro.11
1
Andrés Klaus Runge hace ver este sentido que se da a la
pedagogía como atributo en la conferencia titulada “Estatuto
disciplinar de la pedagogía en Colombia: La pedagogía como
disciplina científica y el actuar docente como actuar profesional”, realizada el 26 de febrero del 2021 en el marco de la Lección Inaugural del Doctorado en Pedagogía de la Universidad
Católica de Oriente (Medellín, Colombia). La pedagogía tendrá que ver
entonces, desde esta óptica, con la conducción o
direccionamiento de otros de manera cualificada. Por
su parte, un quinto modo de hablar de la pedagogía
se refiere al cúmulo de técnicas empleadas para
hacer más eficientes los procesos de entrenamiento,
capacitación y masificación. Esta mirada tecnicista22
2
Alberto Martínez-Boom, Carlos Noguera y Jorge Orlando
Castro (2003) hacen un profundo recorrido por este desplazamiento que involucra, entre otros aspectos, la tecnología
educativa, el enfoque sistémico y el paradigma curricular.
pone como cimientos de la pedagogía principios de
eficiencia, eficacia y rendimiento confundiéndola,
por ejemplo, con manuales de acción, y a la didáctica
con metodologías. Por último, aunque con gran
reserva, puede encontrarse en el lenguaje común
un acercamiento a la pedagogía desde su cualidad
comunicativa. Tal vez el sentido con mayor resonancia
en ámbitos legos en medio de su expansión a otros
escenarios, intereses y cuestiones mediáticas,
informacionales y coyunturales. Esta última se usa
de manera desprevenida en el sentido de hacer
conocer políticas, campañas o direccionamientos,
avisar sobre ciertos usos o situaciones o, en general,
transmitir cúmulos de información procurando
que el mensaje cale masivamente en los sujetos.
Quizás este sea el sentido que más desdice de la
reflexión propiamente pedagógica por minimizarla
a una técnica e instrumento de transferencia de
información.
Como es de notar en el rápido sobrevuelo
expuesto, circula por doquier toda una amalgama
de sentidos y significados, unos más próximos que
otros, en torno a la pedagogía. Una compleja red
tejida a partir de los usos diarios, los imaginarios
y las comprensiones frente a esferas tan diversas
como la educación, la socialización, la instrucción,
la comunicación, la formación y la pedagogía. Es
de subrayar que cada perspectiva o ubicación de la
pregunta por la pedagogía, como ha de esperarse,
conduce por lugares distintos y horizontes disímiles
dado que expresan formas distintas de comprender
e interrogar. Parafraseando un viejo problema referido a la situación docente en Colombia durante la segunda mitad del siglo xx, se trata del movimiento
pendular entre la cuestión pedagógica y la pedagogía
en cuestión.33
3
Jorge Orlando Castro, Oscar Pulido, Diana Peñuela y Víctor
Manuel Rodríguez (2007) dedican el libro Maestro: condición
social y profesión docente en Colombia 1991-2020 al estudio
de la cuestión docente dentro del espectro colombiano.
A continuación, nos situaremos en el ángulo más epistemológico de la cuestión para desde allí diagramar el mapa de algunos de los debates contemporáneos alrededor de la pedagogía, con el ánimo de reconocer el terreno, sus recorridos, pasajes y regularidades. Para ello nos apoyaremos, inicialmente, en el trabajo de Ana Cristina León (2016), Una aproximación a las discusiones en el campo de la educación y la pedagogía: Estado de la cuestión y en algunos en los abordajes realizados en el libro El campo disciplinar y profesional de la pedagogía en Colombia de Runge et al. (2018). A partir de esta primera aproximación nos detendremos en la noción de campo44 4 La noción de campo es trabajada por Bourdieu (1983) en textos como Campo intelectual, campo de poder y hábito de clase. Mario Díaz (1993) retoma la noción en El campo intelectual de la educación en Colombia. Igualmente, Piedad Ortega, Diana Peñuela y Diana López (2009) retoman la noción para abordar lo que consideran el campo emergente de las pedagogías críticas, mientras que Runge, Hincapié, Muñoz, D. y Ospina (2018) la retomarán para referirse al campo disciplinar y profesional de la pedagogía en Colombia. Solo para referenciar otro de los trabajos en los que se emplea la noción en términos metodológicos, Espinel (2013) pone a dialogar las formulaciones de Mario Díaz en su lectura de Pierre Bourdieu y Basil Berstein con la noción de práctica discursiva de Michel Foucault para explorar el campo de la educación en derechos humanos en Colombia. como operador de agrupamiento para, desde allí, prestar especial atención a la pregunta por la investigación en la esfera de la pedagogía.
Diagramar los debates pedagógicos contemporáneos
Mapear es reconocer el terreno, las geografías
andadas y los linderos trazados. En este sentido,
diagramar es el intento de dar cuenta de los juegos
complejos generados entre sujetos, escenarios y
relaciones entre ellos. Una de las opciones para dar
cuenta de los debates contemporáneos en torno a la
pedagogía y la educación es la de rastrear las clasificaciones o agrupamientos que han surgido como
modos de organizar las discusiones y perspectivas.
Una clasificación es siempre arbitraria. Un agrupamiento es cuestión de perspectiva. De ello ya nos
da cuenta El idioma analítico de John Wilkins de
Jorge Luis Borges (1974) al registrar la división de
los animales atribuida a la Enciclopedia China o al
presentar la parcelación del universo adjudicada al
Instituto Bibliográfico de Bruselas. Guiada por esta
misma percepción, Ana Cristina León (2016) realiza
una aproximación a las discusiones en el campo de la
educación y la pedagogía partiendo de la aclaración
que toda clasificación, además de caprichosa, incluye,
excluye y diferencia (León, 2016). El asunto se hace
aún más complejo en un ámbito como el de la pedagogía en el que son protagonistas la falta de consenso,
la movilidad de las fronteras y el carácter borroso
de sus objetos y conceptos, así como la continua
interacción con disímiles disciplinas, contextos y
sujetos. A todo ello hay que sumar la ausencia en
la región y, de manera particular en nuestro país
(Noguera-Ramírez y Marín-Díaz, 2019), de una disciplina consolidada que aloje, discuta y congregue
la creciente producción en este ámbito. Ello explicaría, entre otras cosas, la proliferación de conceptos
clasificatorios que intentan relacionar y reconocer
la producción discursiva y conceptual en torno a la
pedagogía y la educación en las últimas décadas.
Según León, una manera de dar cuenta de los agrupamientos es atender al criterio empleado en la clasificación. Uno de los primeros agrupamientos identificados es el correspondiente a las tendencias pedagógicas. Los autores que integran el Centro de Estudios para el Perfeccionamiento de la Educación Superior de la Universidad de La Habana (Cepes) emplean el término tendencias pedagógicas contemporáneas para designar un
[…] conjunto de ideas relativamente sistematizadas que han tenido influencia significativa en el terreno educativo durante el siglo xx y que a partir de una concepción de hombre han elaborado una propuesta acerca de la educación, sus protagonistas, el proceso de enseñanza-aprendizaje, sus finalidades y modo de realización. (Cepes, 2000, p. 3)
Precisan los autores del colectivo cubano que
estas tendencias nunca se presentan acabadas ni
aisladas unas de otras pues, por el contrario, aparecen en continua interacción, entrecruzadas por
elementos comunes y, por tanto, en permanente
reconfiguración. De este modo, dentro del horizonte
contemporáneo los autores distinguen, entre otras, la
pedagogía tradicional, la Escuela Nueva, la tecnología
educativa, la pedagogía liberadora, el constructivismo
e, incluso, la investigación-acción como tendencia
pedagógica junto con la teoría crítica de la enseñanza.
En el ámbito colombiano, y siguiendo esta
misma línea de agrupamiento, se encuentra el trabajo de Alfonso Tamayo. Como criterio de selección,
Tamayo ha tenido en cuenta para identificarlas como
educación e investigación: campo en disputa, campo de constitución Oscar Espinel-Bernal Reflexión
tendencia pedagógica, “que estén fundamentadas, que
tengan producción escrita de suficiente consistencia,
que involucren grupos de investigadores e instituciones, y que hayan impactado en trabajos posteriores de
quienes investigan en este mismo campo” (Tamayo,
2003a, p. 14). Criterios de selección que resaltan tanto
el acento dinámico y articulador del término tendencia,
como su impacto dentro de las investigaciones en el
campo. Tamayo se concentra en cuatro tendencias: el
campo intelectual de la educación, propuesto desde la
lectura que hace Mario Díaz de la noción de campo de
Bourdieu, la arqueología de Foucault y la perspectiva
sociolingüística de Bernstein. Desde esta tendencia,
la pedagogía es vista como dispositivo de control, distribución y agenciamiento de los discursos y saberes
(León, 2016; Noguera-Ramírez y Marín-Díaz, 2019;
Tamayo, 2003a). La segunda tendencia es la del Grupo
de Historia de la Práctica Pedagógica (ghpp) liderado
por Olga Lucía Zuluaga. Con la intención de brindar
a la pedagogía un campo propio y a los maestros un
lugar teórico de enunciación —y conceptualización—,
se considera la pedagogía como disciplina en torno
a la función articuladora del concepto de enseñanza
(Zuluaga et al., 2003). El propósito es rescatar la historicidad de la pedagogía para lo cual sería necesario
construir todo un entramado teórico-metodológico
que permitiera historiar la práctica pedagógica y dar
cuerpo al saber pedagógico. A este respecto, afirma
Zuluaga: “entiendo por Pedagogía la disciplina que
conceptualiza, aplica y experimenta los conocimientos
referentes a la enseñanza de los saberes específicos,
en las diferentes culturas” (1999, p. 11). La tercera
tendencia responde a la identificación de la pedagogía como disciplina reconstructiva a partir de la
apropiación de los planteamientos habermasianos
por parte del Grupo Federici en el intento de convertir
el saber-cómo cotidiano y domeñado de los docentes en un saber-qué reflexionado y fundamentado
(Mockus et al., 1996). Por último, menciona Tamayo el
trabajo del profesor Rómulo Gallego-Badillo (2001) en
su análisis de la expansión del constructivismo en el
campo educativo. En el marco de esta cuarta tendencia
la pedagogía es vista a la luz del constructivismo y se
caracteriza por la aplicación de los planteamientos
epistemológicos —provenientes de la psicología cognitiva y las teorías del aprendizaje— dentro de los
procesos escolares y la enseñanza de saberes específicos. El constructivismo, más que una pedagogía
propiamente dicha, resalta Tamayo (2003b), es una
posición epistemológica con consecuencias didácticas.
Por su parte, Martín Suárez (citado por León
Palencia, 2016) se dispone a organizar la producción
pedagógica actual desde la noción de corrientes pedagógicas contemporáneas entendiéndolas como líneas
de investigación en conformación con implicaciones
en los procesos formativos y la labor docente (Suárez,
2000). Las “líneas de fuerza en el pensamiento y/o en
la práctica educativa” que representan las corrientes
pedagógicas recortan, exponen, posibilitan, orientan
y reconfiguran compresiones en torno a lo pedagógico en conexión con las exigencias del contexto
(Suárez, 2000, p. 42). De esta manera, en cuanto
líneas de pensamiento e investigación con cierta
consistencia conceptual alimentan, alientan y direccionan la producción teórico-práctica en el campo
pedagógico y educativo. Asimismo, en cuanto pedagógicas, las corrientes incorporan y gravitan alrededor
de una concepción particular de formación de lo cual,
como se ha señalado, se derivan “implicaciones en
la profesión docente, en la escuela, en el currículum
y en el aula de clase” (Suárez, 2000, p. 43). El autor
resalta tres corrientes pedagógicas contemporáneas
en su trabajo: el paradigma ecológico, las pedagogías
críticas y el constructivismo. Igualmente, señala la
calidad de la educación, la globalización y transversalidad curricular, y el uso de las nuevas tecnologías de
la información y comunicación en la educación como
tendencias que influyen en el proceso de reconfiguración de dichas corrientes.
El paradigma ecológico o emergente entiende
la escuela como un ecosistema social humano, es
decir, “como un complejo entramado de elementos
(población, ambiente, interrelaciones y tecnología)
y de relaciones organizativas que la configuran y
determinan como tal” (Suárez, 2000, p. 43). Esta
convergencia entre elementos y relaciones, además
de configurarse en ambientes concretos, es dinámica
y produce circuitos comunicativos y redes de significaciones a través de los cuales sus miembros interactúan entre sí y su medio. La escuela, en su calidad de
ecosistema, interactúa con otros ecosistemas como
la familia, la sociedad, los medios de comunicación,
al tiempo que se compone de microsistemas como
el aula, el patio de recreo, la sala de profesores, etc.
Las finalidades expositivas del presente mapeo no
permiten ahondar demasiado, pero baste con mencionar, por último, la acción del currículo no solo
como articulador de los elementos que componen el
ecosistema de la escuela, sino como “medio o correa
enlazante de cultura” (Suárez, 2000, p. 44). El currículo produce tecnologías que dan forma concreta al
ambiente escolar con arreglo a determinados fines
relacionados con la formación y, simultáneamente,
dinamiza y renueva los contenidos culturales dentro
del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Por su parte, las pedagogías críticas emergen como resistencia a los conflictos sociales, económicos y políticos derivados tanto de los proyectos totalitarios
de la modernidad como del sistema capitalista en
su más reciente etapa neoliberal. Autores como
P. Freire, H. Giroux, M. Apple, S. Kemmis, W. Carr,
P. McLaren, A. Hargreaves y Th. Popkewitz encuentran en la educación las posibilidades para la transformación, la emancipación y el pensamiento crítico.
Sus enfoques, planteamientos y derivas son plurales,
pero en todas ellas se encuentra como denominador
común el potencial político de la educación y la
concepción del maestro como intelectual transformador de la cultura. De manera sintética, podría
señalarse que las pedagogías críticas se movilizan en
torno a cuatro ejes: 1) Educación - Escuela-Sociedad;
2) Conocimiento - Poder-Subjetivación; 3) Institucionalización - Hegemonía; y 4) Vínculos entre teóricos
y prácticos (Suárez, 2000, p. 45). Respecto al constructivismo, tercera corriente que propone Suárez,
ya se han mencionado algunas ideas generales, pero
baste con subrayar por ahora que el constructivismo
surge de la pregunta respecto a ¿cómo aprenden los
seres humanos?; de ahí el vínculo estrecho entre los
planteamientos epistemológicos y la didáctica (general y específicas). Ya hemos mencionado a Rómulo
Gallego y la conjugación en el constructivismo de las
teorías cognitivistas, epistemológicas, lógicas, pedagógicas y didácticas (Gallego-Badillo, 1996). Piaget
y Vigotsky son los referentes básicos de corrientes
constructivistas como las de Novak, Driver, Postner,
Porlán, Ausubel, Coll, Castorina, Camilloni y Carretero, entre otros.
Una tercera apuesta de agrupamiento trabajada
por León (2016) es la propuesta por Marco Raúl Mejía
(2011), que conjuga paradigma, corriente, enfoque y
línea metodológica en una suerte de red conceptual.
La noción principal sería la de paradigma, cada uno
de los cuales estaría constituido por una tradición
educativa (León, 2016). De acuerdo con Mejía (2011),
cuatro serían los paradigmas históricamente configurados: el alemán, el francés, el anglo-americano
y el latinoamericano. Dentro de los paradigmas se
desarrollan corrientes que responden a la pregunta
por los sentidos de la educación. “Estas, con base en
una mirada de corte más conceptual y teórico, realizan dichas definiciones desde lecturas de mundo
particulares, que ubican la pregunta por el nexo
educación-escuela-pedagogía-proyecto institucional, con el destino y el futuro de la sociedad” (León,
2016, p. 95). Dentro de esta dinámica, Mejía plantea
tres corrientes que actuarían sobre los paradigmas
provocando su continua renovación: corriente clásico-tradicional, corriente modernizadora-renovadora, y corriente crítica-transformadora. En medio
de esta interacción entre paradigmas y corrientes se encuentran los enfoques, los cuales abordan
conceptualmente cuestiones directamente relacionadas con el quehacer docente tales como los procesos
de aprendizaje, las mediaciones, las relaciones intergeneracionales, los ritmos y tiempos de la educación.
Mejía identifica tres enfoques entre mediados del
siglo XIX y la primera mitad del siglo XX: la pedagogía
frontal o transmisionista, la pedagogía activa o nueva
y la pedagogía de la tecnología educativa. A lo largo
del siglo xx emergerán otros enfoques como el constructivista piagetiano, el socio–histórico de Vigotsky
y el enfoque crítico liberador. Y, por último, dentro de
este entramado conceptual se encontrarían las rutas
metodológicas asociadas a las perspectivas didácticas
encauzadas hacia la dinamización de los procesos de
enseñanza y aprendizaje.
A su vez, retomando a Popkewitz y Schriewer,
Carlos Noguera (2012) opta por la noción de tradiciones pedagógicas para dar cuenta del proceso
de configuración del discurso pedagógico moderno
y contemporáneo. De manera sucinta y quizás en
exceso esquemática, puede señalarse que la preocupación de la tradición francófona pone en el centro el
“concepto de ‘educación’ y la constitución, no de una
disciplina, sino de varias ciencias de la educación”
(Noguera, 2012, p. 212). Allí serán piezas fundamentales la sociología (con los desarrollos de Durkheim)
y la psicología (en las apropiaciones de Compayré y
su filosofía pedagógica o pedagogía filosófica) para
tratar el problema de la educación. La educación
se aborda entonces como un hecho social que debe
ser analizado en términos de causalidad y eficacia
(Noguera-Ramírez y Marín-Díaz, 2019, p. 33), mientras la formación (más tarde traducida o reducida a
aprendizaje) se aborda como un fenómeno interno
(psiqué). Los planteamientos de Rousseau en su
Emilio, respecto al niño, la libertad, el interés y el
medio serán fundantes para esta tradición y, desde
allí, para el pensamiento pedagógico moderno.
La segunda tradición, la germánica, no hablará
de ciencias de la educación (en plural), sino de la
pedagogía (en singular) como la ciencia de la educación con lo cual, a su vez, allana el camino para
entender la pedagogía en cuanto “campo disciplinar
de estudio e investigación” (Runge, 2008, p. 30). Esta
tradición pone en el centro de indagación la cuestión
de la Bildung o formación (diferente de educación
e instrucción) recuperando los lazos con la paideia
griega en la que se conjugan cultura y formación
(Jaeger, 1994). En este orden de ideas, es capital
tener presente la diferenciación entre pedagogía
(Pädagogik), más interesada en la educación en
general, y didáctica (Didactik) ocupada más de la
enseñanza y la instrucción. Desde la perspectiva de
la Bildung, que tiene como pilares a autores como
65Pedagogía, educación e investigación: campo en disputa, campo de constitución Oscar Espinel-Bernal Reflexión
Herbart y Kant, la formación permite tanto el acceso
al mundo de la cultura como su engrandecimiento.
La formación, asumida como empresa compartida y
responsabilidad individual, contribuye al progreso
de la humanidad. Allí nuevamente puede percibirse su vínculo con la paideia helénica en la que la
pertenencia al género humano prevalece sobre la
individualidad (Espinel, 2014).55
5
Esta es una cuestión ampliamente trabajada por Jaeger (1994)
y Marrou (2004), entre otros.
Por último, identifica Noguera la tradición anglosajona, de gran expansión a lo largo del siglo XX.
Su preocupación se centra en el currículo, el cual,
contrario a su reducción como plan de estudios,
se entiende como “organización de los contenidos
y de las actividades de enseñanza y aprendizaje
(learning)” (Noguera, 2010, p. 10). La preponderancia
del principio de utilidad dentro de la teoría curricular
permite explicar la centralidad que fueron asumiendo
tanto el aprendizaje como la eficacia, eficiencia,
calidad, rendimiento y la misma evaluación (control
y medición). De hecho, siguiendo en ello a Laval y
Dardot (2013), la noción de competencia tiene su
fundamento en el darwinismo social acuñado por
Spencer, el mismo en quien Noguera sitúa la procedencia del principio de utilidad dentro de la organización
curricular (2012). De este modo, poco a poco, “en una
suerte de darwinismo social, la educación empieza a
operar como mecanismo de selección y optimización
del recurso humano, mientras el capital cultural y
la habilidad para rentabilizar toda experiencia en
aprendizaje se transforman en capital (acumulable
e intercambiable)” (Espinel y Pulido, 2021b, p. 36).
Ciertamente, a pesar de sus diferencias, las tres
tradiciones intelectuales o culturas pedagógicas
(Noguera, 2010) darían lugar, en sus interacciones, a
la emergencia de un universo más amplio y, por tanto,
común: la pedagogía moderna, de la cual derivarán
las discusiones y conceptualizaciones contemporáneas. Hasta aquí, un rápido recorrido por algunas de
las discusiones en torno al carácter y trayectoria de
la producción pedagógica en el marco de lo que se ha
propuesto como diagrama de los debates pedagógicos contemporáneos.
La noción de campo como operador
Como es de notar a partir del mapeo inicial, es amplia
la producción discursiva, las posturas y recorridos de
las disímiles perspectivas, lo cual dificulta posicionar
un agrupamiento sobre los demás pues, dada la complejidad, cada uno permite resaltar o enfocar aquello
que otros dejan de lado. No obstante, lo que parece
obstáculo o defecto, actúa como riqueza. La tensión
alienta el movimiento, de la misma manera que la
diferencia posibilita el aprender y la experiencia.
Los lenguajes y gramáticas se nutren de la resistencia a la homogeneidad, a las definiciones absolutas
y a las rígidas taxonomías; de ahí que Borges señale,
de manera categórica, que “no hay clasificación
del universo que no sea arbitraria y conjetural”
(1974, p. 708). Las estrategias de agrupamiento son
eso, estrategias en medio de la dispersión y pueden
ayudar en la navegación siempre y cuando no se
olvide su carácter incompleto, operativo y conjetural.
Sin embargo, es claro que una estrategia de agrupamiento o perspectiva implica, en todo caso, una
opción, una alternativa, un rumbo a tomar. Tal vez,
en medio de la creciente proliferación de discursos,
posturas y enfoques, la noción de campo funcione
estratégicamente para dar cuenta de tales recorridos,
reconocer los trayectos y tradiciones, y pueda operar
como mecanismo ordenador, por supuesto, en el sentido de ser orientador, ofrecer una racionalidad, un
modo de interlocutar e interpelar; más que imponer
estándares, definiciones o cánones podría ofrecer
una grilla de inteligibilidad desde la cual pensar,
interrogar y examinar cuestiones como la formación
docente, la investigación y la misma configuración o
actualización del campo.
La noción de campo, entendida como metáfora
espacial, permite hacer referencia “al dominio discursivo-político que tendría efectos de control sobre
la producción, distribución y circulación de su discurso” (Díaz, 1993, p. 10). Además de constituirse
como escenario de luchas internas entre agentes e
instituciones por la hegemonía, la noción de campo
muestra el carácter convulsionado, complejo y activo
de la educación y la pedagogía. No solo Díaz (1993)
ha empleado la noción para tematizar el campo
intelectual de la educación, sino que autores como
Echeverri (2015; 2016; 2020) proponen referirse
al campo conceptual y narrativo de la pedagogía,
Martínez-Boom y Orozco (2015) hablan del campo
de agenciamiento de la educación y Noguera-Ramírez
y Marín-Díaz (2019) desarrollan la noción de campo
discursivo para desde allí interrogar a la pedagogía;
esto solo por referenciar algunos de los usos de la
noción dentro del espectro discursivo colombiano
(además de los ya citados).
Ahora bien, aunque desde la décadas de 1980 y 1990 se ha presenciado un avivamiento del debate pedagógico a partir de la emergencia del Movimiento Pedagógico, la posterior Expedición Pedagógica, el
trabajo del ghpp y las propuestas de Mario Díaz y
el Grupo Federici, Runge et al. (2018) advierten que
es muy difícil hablar abiertamente de una tradición
pedagógica colombiana debido a cierta “actitud
adánica” reinante en el país según la cual “todo el
que se plantea hablar sobre pedagogía y educación imagina inaugurar un campo y pronunciar su
primera palabra” (Garcés, 2001; Runge y Garcés,
2011, citados en Runge et al., 2018, p. 30), lo cual,
continúan los autores, “tiene varias consecuencias,
entre ellas, la imposibilidad de desarrollar una
tradición, la ausencia de diálogos críticos entre académicos en torno a problemas comunes y la descalificación de la pedagogía en el concurso de los debates
filosóficos y de las ciencias sociales y humanas”
(Runge et al., 2018, p. 30).
Ante esta situación se propone pensar la
pedagogía como campo disciplinar y profesional
que “busca ser la aclaración del campo mismo”
(Runge et al., 2018, p. 232). ¿Cómo entender la pedagogía para evitar que quede encerrada en la práctica de
aula y confinada a los procedimientos? ¿En qué sentido
hablar de investigación en pedagogía y cómo entender
su relación con la investigación en educación? ¿Cómo
dotar a la pedagogía del componente disciplinario y
académico que ostentan otras disciplinas de las ciencias sociales y humanas? ¿Cómo evitar que el carácter
“académico-universitario” y disciplinar opaque el
carácter práctico y profesional del docente? Algunas
de estas inquietudes, sobre todo las dos últimas, son
recogidas por la propuesta de un campo disciplinar y
profesional de la pedagogía (Runge et al., 2018).
Un campo disciplinar se consolida, advierten
Runge et al. (2018), en la medida en que se legitimen
su estructura y funciones, se definan sus límites y
relaciones con otros campos, se construyan métodos
de investigación y enseñanza acordes a su especificidad, se fortalezcan paradigmas y tradiciones desde
las que se cimienta y, sobre todo, desde la posibilidad
de definir su objeto de estudio. Lo interesante es
que esta consolidación es, al mismo tiempo, causa
y consecuencia de la maduración del campo. Allí
radicaría, por ejemplo, la importancia de prácticas
como la investigación en las que, además de formar
a los nuevos agentes (re)productores del campo,
permiten su institucionalización y legitimación, así
como la proliferación de bienes simbólicos generados
por dichos agentes.
Acto seguido, los autores aclaran que el campo
disciplinar (científico) no es sinónimo del campo
profesional. En su opinión, el campo científico puede
entenderse como un (sub)campo que abarca al (sub)
campo de acción profesional o, en todo caso, un
(sub)campo paralelo. Existiría cierta diferencia
entre la labor del docente, entendida como campo
profesional, y la producción de conocimiento (científico) delegada al campo disciplinar y académico.
Esta postura abre múltiples interrogantes, lo cual,
además de coherente con el carácter dinámico de la
noción de campo (de procedencia bélica), es ya un
gran aporte en medio de la intención de movilizar,
agitar y activar las fuerzas en juego en medio de la
lucha conjunta.
De este modo, con el ánimo de ampliar el diálogo
con los planteamientos de Runge et al. (2018), varios
de estos interrogantes y tensiones pueden dirigirse
al ejercicio docente y a la formación misma de los
licenciados. Una pregunta por la formación a la que
se pasará rápidamente ante los límites que exige
este texto. Así pues, retomando el recorrido hecho
desde el mapeo de los debates y emergencias discursivas contemporáneas —locales— en torno a la
pedagogía, las apuestas de agrupamiento y la exploración de la noción de campo como criterio ordenador (u organizador), se procederá a indagar por el
lugar de la investigación, o, si se prefiere, la función
de la investigación dentro del ejercicio docente y la
pedagogía. Desde el ángulo de discusión que procura
el presente artículo, la pedagogía —como la investigación— no solo implica cuestiones relativas al
saber y la producción teórico-metodológica, puesto
que involucra al sujeto y sus modos de constitución.
Con este reto en mente, se proponen a continuación
algunos temas y cuestionamientos que, de manera
sucinta, tienen la intención de avanzar en la tarea de
dar forma a las preguntas y, ante todo, dejar abierta
la provocación.
Campo de constitución y formación
La investigación se constituye en uno de los escenarios por excelencia desde el que se consolidan los
campos pedagógico y disciplinar a partir de los cuales el docente proyecta su práctica; pero también se
ofrece —el ejercicio investigativo— como escenario
de constitución tanto de sujetos como de prácticas
y relaciones. Mediante la investigación, el sujeto se
configura como agente cultural e intelectual. En este
orden de ideas, la investigación (o el acercamiento a
ella) posibilitaría al sujeto-docente hacer-se desde la
reflexión sobre su práctica a la vez que lo inserta en
los procesos de producción y reconstrucción de los
lenguajes, gramáticas y problemáticas de su campo
de acción, tanto pedagógico como disciplinar.
El desafío reside, entonces, en establecer el vínculo entre enseñanza e investigación; la primera
(la enseñanza), según Runge et al. (2018), referida
al ámbito de la acción profesional y la segunda (la
investigación) referente, desde esa misma perspectiva, al ámbito disciplinar. En consecuencia, la
apuesta por enlazar enseñanza e investigación tensiona, necesariamente, la pretensión de escindir el
campo disciplinar y el profesional dentro del ser y
hacer docente. Justamente porque, en una dirección
contraria a los planteamientos de dicha perspectiva,
dentro del ejercicio docente se conjugan continuamente el ser, el hacer y el hacer-se.66
6
Algunas notas respecto al ejercicio han sido desarrolladas en
Espinel y Pulido (2020; 2021a) a partir de los planteamientos
de Peter Sloterdijk (2012).
Aquí tomarían
forma, por ejemplo, las preguntas por las distinciones entre investigación formativa, formación para la
investigación e investigación propiamente dicha; a
esto podríamos añadir el intento de hacer del aula un
escenario de investigación (o acercamiento a ella) y
de producción de conocimiento. Esta faena incluye,
por supuesto, la pregunta por sus condiciones de
posibilidad y por la misma noción de investigación
(en sus diferentes estratos, modos y objetos). En el
aula, además de circulación de discursos, saberes y
entramados conceptuales, también pueden registrarse mecanismos de producción de conocimiento.
Quizás —es necesario insistir en ello— no se trate
del mismo conocimiento, pero eso no elimina la
posibilidad de su construcción en ámbitos diversos
y con alcances e intencionalidades heterogéneas. No
hay razón para exigir su homogeneidad; de hecho,
en la diversidad encuentra su riqueza y posibilidad
de contrastación, sobre todo, en registros como las
ciencias humanas, la educación y la pedagogía.
Pensar que el conocimiento solo se produce en
lugares especializados y que luego es trasvasado a
escenarios como el aula, además de caer en la ilusión
de la reproducción de lo mismo para permanecer en
lo mismo, mina las posibilidades de reconfiguración
del conocimiento; aún más, termina por desconocer
la capacidad irruptora, desestabilizante y creadora
de la acción humana (incluyendo su inteligencia).
En este sentido, el docente en su ejercicio no puede
ser considerado un simple reproductor de conocimientos elaborados por otros y en otros lugares.
Su acción también requiere inteligencia, reflexión y
reapropiación en escenarios distintos a los centros
especializados. Un movimiento, si se quiere, de re-territorialización, apropiación y re-formulación.
De hecho, el aula sería otro tipo de espacio especializado en el que un tipo particular de conocimiento
se va produciendo a la vez que se pone a prueba… a
la vez que se pone en práctica. Para empezar, se trata
de la conjugación del saber experto de las disciplinas objeto de enseñanza con el saber pedagógico y
didáctico que exige el aula. Un diálogo del que, en
cuanto confrontación, resultan renovados tanto el
saber disciplinar como el saber pedagógico y didáctico. Esta dinámica solo es posible bajo el acto del
enseñar y la reflexión que propicia un espacio como
el aula. Pero, claro, esta es apenas una provocación
que queda insinuada.
Lo que sí es evidente, por lo dicho hasta aquí, es que uno de los “productos” de la investigación sería el docente mismo, quien se rehace como maestro desde sus ejercicios investigativos, desde sus preocupaciones de cara a la enseñanza del objeto particular que le ocupa y, por supuesto, desde la reflexión sobre su práctica. Es así como la investigación se hace, efectivamente, escenario de formación, de constitución. Todo un despliegue de técnicas de cuidado de sí en las que el profesor resulta renovado, fortalecido y reinventado. En este orden de ideas, afirma Pulido Cortés (2010), cuestiones como la renombrada innovación estarían de manera preponderante en el lugar del sujeto, del docente. De ello da muestra la creciente preocupación por la formación permanente y la cualificación de las prácticas. Justamente, de ello trataría la pedagogía, la acción pedagógica. Más que amalgama discursiva o teórica, estaríamos frente a un campo de constitución, el de la pedagogía, permanentemente renovado a través del vaivén entre la cuestión pedagógica y la pedagogía en cuestión. Campo de constitución de sujetos, pero también campo de constitución de prácticas, discursos y relaciones.
Al cierre, algunas variaciones a la pregunta inicial
Continuando con esta línea de discusión al cierre de esta exposición, podría advertirse que la formación, como muchos de los conceptos y nociones que usamos a diario, parece nutrirse de al menos dos dimensiones: una que podríamos identificar por su proveniencia desde la exterioridad y otra que partiría desde el lugar del sujeto. Usualmente, como también sucede en el juego de nuestras creencias, acciones y situaciones, tiende a desdibujarse la segunda en función de la primera. Una confusión que tiende a la reducción y a la instrumentalización que termina por poner en otros la tarea que corresponde a cada quien; o, lo que es peor, el asumir a los individuos
como objetos pasivos, manipulables y maleables
dispuestos a dejarse moldear de manera homogénea
y sin la menor resistencia. Materia prima en manos
de un operador distante y autómata. En este punto,
la formación se asemeja a la ya conocida metáfora
de la fábrica que Francesco Tonucci nos presenta en
uno de sus trabajos más conocidos, La máquina de
la escuela (1970/2008) y que Philippe Meirieu nos
vuelve a recordar en su libro Frankenstein educador;
allí se le oye decir: “‘Fabricar un hombre’ es una tarea
insensata, lo sabemos muy bien. Y, sin embargo, es
también una tarea cotidiana, la de cada vez que nos
proponemos ‘construir un sujeto sumando conocimientos’ o ‘hacer un alumno apilando saberes’”
(Meirieu, 2010, pp. 17-18).
Pues bien, de acuerdo con esto, podemos plantear
que la formación tiende a aproximarse con bastante
peligro a la fabricación, la cual también se acerca, a
su vez, al adiestramiento. Ante esta posibilidad, sin
duda, adquiere nuevamente sentido la pregunta de
Philippe Meirieu: “¿se puede ser un educador sin ser
un Frankenstein?” (2010, p. 1) ¿Podemos ser educadores sin asfixiar la vitalidad propia de la relación
con el conocimiento en tanto empresa humana? ¿Se
puede educar sin restringir la fuerza de la inquietud
resultante de la relación consigo mismo, propósito
último de la educación, la constitución de sí y la
formación? ¿Puede proyectarse una formación de
maestros y maestras descentrada de los manuales, métodos y modelos para orientarse hacia una
práctica vital, existencial, íntima y personal? ¿Cómo
entender la pedagogía y la acción (o función) de los
maestros y maestras dentro de ella? ¿Cómo abordar
y poner en escena la pedagogía como campo de saber
y constitución dentro de los procesos de formación
de maestros?
En este punto nos encontramos con la segunda
dimensión de la formación no siempre bien cuidada
ni muy tenida en cuenta dentro de las prácticas instrumentales y mecánicas de la formación entendida
como fabricación. Es la formación entendida como
experiencia. Aquella formación que involucra la
complejidad del sujeto y no solo su carácter más
maleable. Por supuesto que la formación requiere de
la acción de otros sobre el sujeto; por supuesto que
requiere de espacios en los que se propicia la modificación que implica la formación; también requiere
de instrumentos, modelos y recorridos por las construcciones conceptuales y paradigmas; pero nada de
ello es suficiente si no hay un sujeto dispuesto a la
formación, un sujeto ex-puesto a la modificación; en
otras palabras, un sujeto en condiciones de salir de sí,
abandonar lo que ya es, para ser de otra forma, para
hacerse. La formación es, en últimas, un asunto de
sí consigo. Un asunto, recurriendo a un autor como
Michel Foucault, de cuidado de sí en el que se despliega toda una serie de tecnologías que procuran la
modificación del sujeto.
Pasando a otro tema para ver la cuestión desde
otro ángulo y con la intención de enlazar estas últimas
derivas del texto, un docente es alguien que amando
el estudio invita a otros a estudiar (Espinel, 2021).
Bien se podría plantear que antes que el enseñar, es
el estudio aquello que subyace al ejercicio docente.
Noguera (2020), en otro texto, formula cierta puja
o diferenciación entre el estudiar y el investigar, en
medio de la cual presenta al ghpp como un grupo de
estudios. Hay cierto apuro en la investigación que la
pausa del estudio calma, tramita e, incluso, sustenta.
Una relación muy similar a la que se propone entre
la enseñanza y el estudio. Ello permite vislumbrar
cierto vínculo entre la investigación y el tiempo del
estudio y, de cierta manera, entre la investigación y
la enseñanza. Desde luego que no son lo mismo, pero
tampoco necesariamente contrarios, antónimos o
excluyentes (tal como ya se ha retratado en un escenario similar). Desde esta óptica, ¿puede pensarse el
aula como laboratorio, taller o, si se prefiere, como
“ensayo”? ¿Puede ser habitada como un particular
campo de práctica? ¿Qué hace o produce un aula, qué
hace con quienes la habitan y con lo que la transita?
Los espacios también producen, no son solo producidos, usados o recorridos. Por supuesto, estas son
derivas que arrojan, cada una a su manera, a grupos
disímiles de interrogantes pero que, en definitiva, se
entrecruzan con la pregunta transversal por la pedagogía, el hacer del maestro y su constitución como
sujeto. A fin de cuentas, la intención del presente
ejercicio escritural es incitar, movilizar, problematizar, dar forma a nuevas inquietudes. No se trata de
un texto para cerrar discusiones o dogmatizar; por el
contrario, su intención es pensar con, provocar desde
el gesto filosófico-pedagógico que le inspira.
El ejercicio investigativo no tiene que estar distante de la formación (de hecho, difícilmente lo está),
ni la formación desconectada de la investigación; del
mismo modo que un salón de clase no es, necesariamente, un sitio de reproducción, ni el docente un
simple transmisor de información, comunicador o
mediador. Quizás en ello haya un acuerdo medianamente generalizado, las diferencias se encontrarían
en el cómo, de qué manera y hasta qué punto, es decir,
en los medios, los modos y los alcances. Sin duda, el
espacio del aula no se rodea de las mismas condiciones o rasgos de los centros especializados, pero
tampoco tiene que estar al margen. El espacio de
formación que significa puede aportar, por ejemplo,
condiciones, interrogantes y miradas que los centros
69Pedagogía, educación e investigación: campo en disputa, campo de constitución Oscar Espinel-Bernal Reflexión
especializados no contemplan. Tanto docente como
estudiante, sin desconocer sus lugares, posiciones y
experticias, estarían arrojados a un proceso de construcción conjunta como sucede en los grupos investigativos de mayor renombre. Los alcances, gramáticas
y registros son distintos, pero el ejercicio permanece.
De allí el lugar que ocupa la reflexión sobre la práctica como uno de los terrenos más fértiles dentro de la pedagogía, la investigación en educación y la formación docente. El aula, el escenario educativo, siguiendo a autores como Stenhouse (1984), está en posibilidad de convertirse en escenario de investigación continua, reconstrucción y reconceptualización. La reflexión sobre, en y a partir de la práctica (Fonseca y Orjuela, 2015; Schön, 1992; 1998), así como la explicitación de saberes comprometidos en el hacer docente, resultan siendo estrategias potentes dentro de la investigación pedagógica y el ser y hacer docente. Vuelta a las preguntas iniciales ¿De qué pedagogía se trata cuando hablamos de pedagogía? ¿Qué tipo de preguntas, perspectivas u horizontes habilita? ¿Quiénes son los sujetos de la pedagogía? ¿Qué tipo de relaciones implica? ¿Qué territorios transita y qué regiones configura? ¿Qué significa abordarla como campo de constitución?
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