Revista Pedagogía y Saberes
Universidad Pedagógica Nacional
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Cavilaciones no kantianas
en torno a Sobre pedagogía
Non-Kantian Reflections Regarding On Pedagogy
Reflexões não kantianas a respeito de Sobre a Pedagogia
Para citar este artículo: Delgado-Osuna, E. (2024). Cavilaciones no kantianas en torno a Sobre pedagogía. Pedagogía y Saberes, (60), 18–29.https://doi.org/10.17227/pys.num60-20059
Resumen
El siguiente artículo de reflexión tiene como intención, además de conmemorar al filósofo prusiano Immanuel Kant y su obra
Über Pädagogik o Sobre pedagogía, elucubrar de manera no kantiana o crítica sobre aquellos aportes pedagógicos y educativos
que han fungido como fundamentos racionales e ilustrados para pensar tanto la educación como nuestra disciplina. Esto,
con el franco objetivo de honrar la lección más importante de dicho filósofo en el marco del gran proyecto histórico llamado
Ilustración, es decir, Sapere aude o “tener el valor de servirme de mi propio entendimiento”. Por tal motivo, en la primera parte
de este escrito se desarrollan unas breves notas en torno al autor y la obra en cuestión respecto al influjo en el pensamiento
pedagógico, además de dos cuadros sinópticos en los que se representan las dos partes en las que puede dividirse el tratado
de pedagogía kantiano, y por supuesto, los conceptos cardinales analizados en la segunda parte del artículo. En esta última, se
desarrollan los argumentos que dan forma a las llamadas cavilaciones no kantianas de Sobre pedagogía, esto es, aquellas que
tienen la intención de provocar un ejercicio reflexivo sobre los aportes kantianos para el pensamiento pedagógico y educativo.
Palabras clave
pedagogía; educación; filosofía de la educación; teoría de la educación
Abstract
This reflective article aims not only to commemorate the Prussian philosopher Immanuel Kant and his work Über Pädagogik or
On Pedagogy but also to engage in a critical examination of the pedagogical and educational contributions that have provided
rational and enlightened bases for understanding both education and our discipline. This effort aligns with the core teaching
of the philosopher within the significant historical movement known as the Enlightenment, encapsulated in the maxim Sapere
aude or “dare to use one’s own reason.” Consequently, the first part of this paper offers a concise overview of the author and
the discussed work’s impact on pedagogical theory, alongside two synoptic tables that outline the bifurcation of Kant’s pedagogical discourse, as well as the pivotal concepts dissected in the second part of the article. In this latter section, the discourse
evolves into what are described as non-Kantian reflections concerning On Pedagogy, specifically designed to provoke a thoughtful
engagement with Kantian contributions to pedagogical and educational reasoning.
Keywords
pedagogy; education; philosophy of education; educational theory
Resumo
Este artigo reflexivo visa não apenas comemorar o filósofo prussiano Immanuel Kant e sua obra Über Pädagogik ou Sobre a Pedagogia, mas também empreender um exame crítico das contribuições pedagógicas e educacionais que forneceram bases racionais
e iluminadas para o entendimento tanto da educação quanto de nossa disciplina. Esse esforço alinha-se ao ensinamento central
do filósofo dentro do significativo movimento histórico conhecido como Iluminismo, encapsulado na máxima Sapere aude ou
“ouse usar a própria razão”. Consequentemente, a primeira parte deste artigo oferece uma visão concisa do autor e do impacto
da obra discutida na teoria pedagógica, ao lado de duas tabelas sinópticas que esboçam a bifurcação do discurso pedagógico de
Kant, bem como os conceitos cruciais dissecados na segunda parte do artigo. Nesta última seção, o discurso evolui para o que
é descrito como reflexões não kantianas a respeito de Sobre a Pedagogia, especificamente projetadas para provocar um envolvimento reflexivo com as contribuições kantianas ao raciocínio pedagógico e educacional.
Palavras-chave
pedagogia; educação; filosofia da educação; teoria da educação
Immanuel Kant y Sobre pedagogía
Immanuel Kant nació en Königsberg, Prusia, en abril
de 1724 y murió en el mismo lugar en 1804. Estudió
teología y filosofía en la Universidad de Königsberg
y se desempeñó como catedrático a la par que maduraba su interés por crear un sistema filosófico que le
permitiera trascender su pensamiento. No hay duda
alguna de esto último. El pensamiento de Kant ha
ido más allá de fronteras temporales y espaciales,
ya que se ha perpetuado en la historia de la filosofía
como un referente indiscutible, crítico, moderno e
ilustrado. Los argumentos inscritos en cualquiera de
sus obras, en las que se percibe el sentir de su interés
por la libertad, la ética, la crítica y la trascendencia
del hombre como ser racional, son evidencia de ello.
Pero tratar con Kant, sus obras y su pensamiento es
casi una empresa dantesca e irracional en este breve
escrito; por ello, las cavilaciones versarán en torno
a una minúscula y potente obra del filósofo llamada
Über Pädagogik —Sobre pedagogía en español—, la
cual es una de las pocas “piedras de toque” con la
que se cuenta en pedagogía para reflexionar sobre
la disciplina misma.
Ahora bien, hablar de Kant y la posible relación
con la pedagogía es departir indudablemente sobre
la influencia que ha tenido en el desarrollo y construcción de pensamientos pedagógicos posilustrados
o poskantianos. La influencia kantiana dentro del
ámbito pedagógico ha estado ligada por varias circunstancias. La primera, aunque parezca ingenua, ha
sido el hecho de saber que Kant, dentro del claustro
profesoral de la Universidad de Königsberg, tuvo que
impartir clases sobre lecciones de pedagogía desde
1770 hasta su muerte. La segunda fue un cierto
rechazo de Kant a la enseñanza impartida en su época
sobre religión, ya que le preocupó dicha cuestión al
notar un innegable adoctrinamiento del pensamiento
y de los educandos, enseñándoles y formándoles bajo
un cierto yugo místico y unívoco de credo. A este
aspecto, educadores y reformadores encontraron en
Kant el argumento para la fundamentación de una
escuela laica y una posible educación neutral —en
el sentido religioso, es decir, de tolerancia a la conjunción de distintos credos en un espacio como las
escuelas de esta índole—. La tercera circunstancia,
indiscutiblemente más constante y recuperada por
los pensadores en el terreno educativo, es la fundamentación de la moral kantiana, basada siempre en el
texto La metafísica de las costumbres o el imperativo
categórico llevados a la funcionalidad educativa y
formativa del hombre como ser racional y cultural
—aunque en ello, de manera práctica, resida una
imperativa contradicción—.
En consecuencia, las posibles inquietudes kantianas en torno a la pedagogía de su época —y hasta
las de ahora— fueron meramente circunstanciales
en la cotidianeidad de la vida y el pensamiento del
filósofo dentro de la universidad y fuera de ella. En
otras palabras, no hay duda alguna de que Kant no fue
pedagogo, ni mucho menos centró sus ideas en este
campo. Sin embargo, la influencia del pensamiento
kantiano en el devenir del ámbito pedagógico ha sido
construida bajo el marco de su sistema filosófico y
moral, al que se le ha utilizado como fundamento
interpretativo de la educación relacionada con la
educabilidad y maleabilidad del hombre dentro de
la normatividad sociocultural patrocinada por la
razón y, claro está, por el proyecto intelectual de la
Ilustración.
Así, la influencia de las ideas y los pensamientos
de Immanuel Kant en la pedagogía ha sido interpretada bajo el fundamento de la mera funcionalidad
crítica de la moral, la cual busca replantear las formas
de enseñar las normas a las que debe estar sujeto el
hombre para poder convivir con los otros, siempre
bajo la normatividad racional de un bienestar social
—y no solo en esta esfera, sino también en el plano
de la universalidad—. Por ello, es menester analizar
la producción kantiana respecto a los avatares educativos que se encuentran específicamente ligados a la
influencia grabada en la reflexión pedagógica desde
el siglo XVIII en Über Pädagogik o Sobre pedagogía,
publicada en 1803.
Sobre pedagogía es un tipo de memoria: lecciones
universitarias impartidas sobre la materia que lleva
el mismo nombre que la obra. Para la creación sui
generis de este escrito, Kant se vio beneficiado de
la influencia que provocaba en los demás; es decir,
el texto per se es un ensamblaje por parte de su
alumno Friedrich Theodor Rink, quien se dio a la
tarea de recopilar apuntes que él y varios compañeros tenían sobre las palabras del maestro Kant
cuando les impartía cátedra. Rink, al compilar en
papel las palabras de su maestro, se permitió mostrarle el bosquejo del texto, cuya publicación autorizó
Kant y que salió a la luz un año antes de su muerte.
Por otro lado, se cuenta que el motivo para que
Kant expusiera sus argumentos al respecto de la
educación y de la formación del hombre, así como
de la pedagogía, fue la lectura y crítica de la novela
Emilio o de la educación del pensador ginebrino Jean
Jacques Rousseau, obra parteaguas en la historia del
pensamiento sobre la educación.
Ligado a todo lo anterior, en este breve escrito se
toma la obra kantiana desde la posible potencialidad que su influencia ha provocado en el recinto del
pensamiento pedagógico relacionado con la educación y formación del hombre racional. En otras
palabras, se cavilará sobre conceptos considerados
cardinales en la obra Sobre pedagogía para tratar de
rastrear algunas posibles condiciones de educabilidad y maleabilidad delineados desde el ideal filosófico y educativo de la Ilustración para la inacabable
construcción de hombres y mujeres —condiciones
intrínsecas a toda reflexión y práctica pedagógica—.
Es preciso cavilar sobre ellas más allá de Kant y su
texto, en otras palabras, no kantianamente, y forjar
el “Sapere aude ¡Ten valor de servirte de tu propio
entendimiento!” (Kant, 2004, p. 83), lema de la Ilustración y de todo sujeto ilustrado.
Con el ánimo de contribuir a una mejor comprensión del tema, a continuación aparecen dos cuadros
sinópticos que muestran de manera simple las consignas a cavilar en Sobre pedagogía. La decisión de
situarlos antes del análisis más puntilloso tiene la
intención de bosquejar un panorama general sobre
las temáticas pedagógicas expuestas por Kant en
su obra.
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Preámbulo en torno a las cavilaciones no kantianas
Se ha nombrado este escrito “Cavilaciones no kantianas sobre pedagogía”, sencillamente, porque se trata de un ejercicio de “pensar no kantianamente”. Esto con la idea de abrir la posibilidad para rumiar de manera paradójica lo que propone Kant en Sobre pedagogía. En este sentido, el cavilar o pensar no kantianamente no es necesariamente una reaccionaria, sardónica o aciaga crítica en torno a los fundamentos educativos o pedagógicos kantianos. Más bien, la intención de dicho ejercicio reflexivo, amén y aunado al análisis sintético e inquisitivo sobre conceptos cardinales propuestos por el autor prusiano en el mencionado texto, es poner bajo examen y prueba aquellos principios o premisas con los cuales en pedagogía se ha pensado el quehacer educativo bajo el influjo del ideario kantiano y de la interpretación histórica de la época de la Ilustración; principios o premisas que, al parecer, distan mucho de llevarse a cabo o siquiera pensarse en la actualidad. Así, el ejercicio de cavilación no kantiano planteado busca forjar aquella lección pedagógica significativa, pero velada en nuestros días por las propias luces del pensamiento kantiano e ilustrado. En palabras de Dietrich Benner,
la pedagogía moderna extrajo […] de la Ilustración [como] conclusión de que, en consecuencia con ella, había que concebir la naturaleza del hombre a-teológicamente, pero que en lo que atañe a la causalidad de la actividad pedagógica no se podían aceptar los pensamientos ilustrados mecanicistas de la psique humana y su desarrollo: dicha causalidad había que concebirla no mecánicamente, sino en el sentido del término del griego autómatos. (Benner, 1998, p. 14)
Entonces, educar(se), formar(se) y forjar(se) como autómata, no en sentido mecánico como nuestro presente lo significa sino a la usanza helénica antigua, es decir, que se mueve por sí mismo, fue una de las lecciones cardinales extraídas de la Ilustración por y para la pedagogía moderna que, sin tantas luces hoy, es menester rescatar responsablemente para el aleccionamiento del otro y para el reaprendizaje constante de esta lección como principio ético. En este sentido, las cavilaciones no kantianas aquí propuestas y ejercitadas son una provocación que intenta forjarse como ilustrada, tal como el mismo Kant hubiera pensado al pronunciar el famoso Sapere aude; claro es, más allá del fortísimo poderío de su gigantesco y magnífico sistema filosófico, más allá del influjo que de este se detenta no solo en filosofía o pedagogía, sino en variopintas ramas del saber, y por supuesto, más allá de lo que puede o no reflexionarse kantianamente sobre educación y en torno a Sobre pedagogía.
Se hará especial hincapié sobre este último punto —bajo el marco de cavilar no kantianamente— para examinar las cuestiones y reflexiones que, a partir de Sobre pedagogía, existen en torno a la educación y sus concepciones fundamentales como el hombre —en sentido genérico—, la instrucción y la disciplina — sin las cuales no podría comprenderse la primera, ni siquiera razón de ser ni posibilidad de practicarse—. Asimismo, se examinará el Tratado de pedagogía postulado por Kant junto con sus características sobre la noción de lo físico, lo práctico y sus finalidades respecto al estudio de la educación desde carices pedagógicos. La intención cardinal es cuestionar el proyecto de “Ilustración con respecto a la pregunta por las funciones de la educación y formación en el proceso social de la producción y reproducción” (Sünker, 1994, p. 99) que, en clave kantiana y por medio de la reflexión pedagógica sobre la educación y su ejercicio, forja cierta
liberación en el sujeto [a través del] duro trabajo contra la mera subjetividad del comportamiento, contra la inmediatez de los apetitos y la arbitrariedad del querer […], es a través de este trabajo de la formación que la voluntad subjetiva gana en sí la objetividad de la que únicamente ella es digna y capaz de constituir la realidad de la idea. (Sünker, 1994, p. 99)
Así, el trabajo duro, la creación de la voluntad y
la construcción de uno mismo por sí mismo —como
autómata— por medio de la educación bajo potestad
de la reflexión pedagógica, es, sin más, la intención del
cavilar no kantianamente y, por ende, la provocación
perfecta para ejercitar imperativa y categóricamente
el coraje por educar(se) a través de la acción misma
de la educación y sin referencia a ningún otro fin.
Ahora bien, teniendo presente el argumento paradójico sobre las cavilaciones no kantianas que justifica el sentido de intención de este escrito, y también, para no perderse entre ellas, el examen de los conceptos de la obra Sobre pedagogía se hará de manera esquemática. Es decir, según el orden reflejado en los cuadros sinópticos de las figuras 1 y 2 arriba plasmados con el motivo de facilitar la lógica de su análisis y provocar la reflexión autómata del lector.
Cavilaciones no kantianas en torno a Sobre pedagogía
Para comenzar el análisis en torno a las concepciones
kantianas sobre pedagogía y educación, es necesario
reflexionar sobre el concepto del hombre en relación
con la constante relación con la educación y la formación propuesta en el texto. Justo al inicio de Sobre
pedagogía, Immanuel Kant ilustra el punto: “El hombre es la única criatura que ha de ser educada” (Kant,
2003, p. 29). Con este enunciado, se arroja luz hacia el
lugar que ocupa el hombre en la empresa pedagógica
kantiana y, por supuesto, no kantiana, punto inicial
de toda urdimbre pedagógica. En primera instancia,
el hombre ha de ser pensado como criatura en vías
de crianza debido a su corta edad, su ingenuidad e
inexperiencia racional —y, en muchos casos, aunque
carezca de la primera característica—. Entonces, ha
de entenderse el concepto criatura como un estado
natural del hombre a priori del ideal de este como
miembro de la humanidad. En otras palabras, con el
primer argumento kantiano, se percibe la condición
de animalidad con la que el hombre nace y de la
que “todavía no es” hombre, pero que vislumbra la
potencialidad para “llegar a serlo”; momento en el
que el hombre aún es un “animal sin instinto”. Finalmente, al nombrar criatura al hombre, Kant remarcó
la necesidad de coaccionarlo racionalmente desde
su nacimiento por medio de la educación, cuidado y
ejercicio hacia sí mismo que, no sin violencia,11
1
Viene del latín violentia, cualidad de violentus. Esta viene de
vis, que significa ‘fuerza’, y lentus, que, como sufijo, tiene valor
continuo, es decir, ‘el que continuamente usa la fuerza’.
actúe
como fuerza continua con sentido hacia un fin.
Al mirar al hombre como ser coaccionado a través
de la educación, este comienza a tomar indudablemente el estatus de criatura educable. Al concebirlo
junto con el adjetivo que lo califica como educable,
Kant planteó la posibilidad de que “al hombre se le
puede adiestrar, amaestrar, instruir mecánicamente
o realmente ilustrarle. Se adiestra a los caballos, a los
perros, y también se puede adiestrar a los hombres”
(2003, p. 39). Desde esta óptica kantiana sobre la
posibilidad de adiestramiento, instrucción e ilustración del hombre como criatura educable, visión más
ilustre y menos opaca respecto al tema, se vislumbra la necesidad de adaptación y al mismo tiempo
la inadaptación del hombre en el mundo y consigo
mismo. En otras palabras, el hombre no puede ser
una criatura en su estado natural —crítica al Emilio
del pensador Jean Jacques Rousseau—; él “no es” y no
puede “ser lo que es”, sino que debe y puede “ser lo
que todavía no es”. Bajo esta reflexión, es fácil asumir
que Kant concibió al hombre como “ente adiestrable”,
esto es, coaccionado y manipulable por y desde la
educación.
Al mirarlo como ente adiestrable, coaccionado y manipulable, Kant planteó, para ello, que
el hombre debe ser disciplinado, pues por naturaleza es salvaje, y debe ser informado, pues es bruto. En el orden natural es bueno, pero malo en el orden moral. Debe ser formado para la virtud. Su educación no es solamente negativa. Debe sentir coacción, pues estará sometido a la coacción social. ¿Educación libre? El hombre debe ser educado, amaestrado (proceso adecuado). (2003, p. 103)
Con este planteamiento se abrió para la empresa
pedagógica y, por supuesto, también para la filosófica, una especie de dicotomía racional respecto a la
naturaleza del hombre que, entre líneas, Kant lanzó
como una condición inherente e indispensable para
la empresa filosófico-pedagógica con miras a dar los
primeros pasos en el andar del hombre para ilustrarse. Condición que es el pensar reflexivamente al
“hombre como criatura y a la criatura como hombre”,
ejercicio de pensamiento que siempre ha de partir
de una posible convergencia filosofía-pedagogía en
torno a las concepciones de educación y formación,
las cuales, podrán orientar al hombre para que “no
sea lo que es” (criatura) y “sea lo que debe de ser”
(hombre) mientras sea coaccionado, instruido y disciplinado bajo reglas-normas racionales establecidas
por otros.
Estas reglas-normas, desde la idea kantiana en Sobre pedagogía, deben ser utilizadas y aplicadas en, desde y por la educación y la formación que habita en la reflexión de la pedagogía —como “teoría de la educación”— dentro del contexto de la Ilustración. Por ello, y de manera reiterada, la perspectiva kantiana de educación planteó sistemáticamente las características de la condición educativa que la pedagogía tiene que aprehender, instruir y disciplinar para sí misma y en el hombre, con el objetivo claro para que este último “deje de ser lo que es y llegue a ser lo que debe ser”. En palabras del filósofo prusiano, la educación del hombre ha de estar condicionada bajo los siguientes tópicos:
-
a.
Disciplinado. Disciplinar es tratar de impedir que la animalidad se extienda a la humanidad, tanto en el hombre individual, como en el hombre social. Así, pues, la disciplina es meramente la sumisión de la barbarie.
-
b.
Cultivado. La cultura comprende la instrucción y la enseñanza. Proporciona la habilidad, que es la posesión de una facultad por la cual se alcanzan todos los fines propuestos. Por tanto, no determina ningún fin, sino que lo deja a la merced de las circunstancias.
-
c.
Es preciso atender a que el hombre sea también prudente, a que se adapte a la sociedad humana para que sea querido y tenga influencia. Aquí corresponde una especie de enseñanza que se llama civilidad. Exige ésta buenas maneras, amabilidad y una cierta prudencia, mediante las cuales puede servirse de todos los hombres para sus fines.
-
d.
Hay que atender a la moralización. El hombre no sólo debe de ser hábil para todos los fines, sino que ha de tener también un criterio con arreglo al cual sólo escoja los buenos. Estos buenos fines son los que necesariamente aprueba cada uno y que al mismo tiempo pueden ser fines para todos. (Kant, 2003, pp. 38-39)
De estos tópicos en el concepto de educación de
Kant, se divisa que para lograr llevar a buen puerto
dichas consignas, se debe comprender que la educación parte de los cuidados, la disciplina, la instrucción
y la formación.22
2
La concepción de formación elaborada por Kant, y usada en
este escrito, referencia la palabra alemana Bildung, que significa, a grandes rasgos, el “cultivo de uno mismo” en relación
con la cultura. Esta noción se diferencia de Erziehung, que
propiamente significa ‘educación’.
Sin embargo, es necesario hacer una
distinción importante al respecto, ya que para este
pensador existe una parte negativa y una positiva
de la educación. La parte negativa es la disciplina
que le dará forma al proceso educativo del hombre
y la parte positiva lleva consigo la instrucción y la
dirección, parte directiva que guía la práctica de lo
aprendido y aprehendido de la forma pedagógica que
esculpe el proceso educativo-formativo en el hombre.
Menester es ilustrar un poco más la parte instructiva
y disciplinar de la educación.
La parte positiva, que es la instrucción, se encargará
de guiar al hombre, siempre y cuando, como ente con
potencial cultural “necesita ser lo que debe de ser”,
según las condiciones y dictámenes del conjunto sociocultural al que se dirija. De manera similar, las instrucciones para convertirse en un hombre, impartidas por
otros hombres, deben ser guiadas por otros a través de
lo aprendido, aprehendido y entendido de las normas
y leyes proporcionadas durante el proceso educativo.
En este sentido, lo que el hombre aprende, aprehende
y entiende durante la instrucción son saberes conductuales: mostrarse en una condición sumisa, obediente
y pasiva, es decir, limitado a la mera instrucción desde
una forma mecánica implementada por las consignas
culturales establecidas en su contexto sociocultural
correspondiente. Kant (2003) mencionó al respecto
que “la educación y la instrucción no han de ser meramente mecánicas, sino descansar sobre principios, ni
tampoco solo razonadas, sino, en cierto modo, formar
un mecanismo” (p. 40).
La parte negativa de la educación sobre la disciplina es la instancia razonada. Con esta se busca la
transformación de la animalidad a la humanidad; de
mera criatura a hombre. La disciplina, al ser la parte
negativa, se entiende como la acción que impide
las faltas y los impulsos del hombre como criatura
natural. En otras palabras, ella, a través de la disciplina, “no se deja ser lo que se es” y al mismo tiempo
endereza la guía y dirección de la instrucción, al ser
razonada, para “ser lo que no es pero que debe llegar a ser”. En esta dicotomía de la educación dentro
del discurso kantiano, la disciplina ha de formar al
hombre desde la coacción, adaptando la condición
del contexto hacia la ilustración, es decir, la tarea
a través de la disciplina y la pedagogía de forjar las
características del movimiento racional e intelectual
de la época de las Luces, tarea que trasciende a los
tiempos venideros.
Estas condiciones son esenciales en el paradigma
de la razón que debe ser poseído y adquirido por
todos los hombres por medio de la educación y para
el pensamiento pedagógico, con el objetivo de encaminarse hacia el ejercicio en libertad para pensar(se),
reflexionar(se) y entender(se) desde sí y para sí. Además, provocar la valentía solicitada por Kant con el
famoso lema Sapere aude —ten el valor de servirte de
tu propio entendimiento—, relacionado con la autodeterminación y autoconservación del hombre como
concepto sociocultural y político condicionante para
superar y liberarse de la animalidad que “posee por
naturaleza”, que “es” —su estado de criatura—, llevándolo por el camino autoimpuesto e imprudente de
la disciplina, que como posible fin, evitará el desvío
del camino hacia la humanidad y prevenir descaros
y faltas hacia ella.
Para unificar esta dicotomía “positiva-negativa” en educación, Immanuel Kant buscó conjugar sus reflexiones sobre razonables suposiciones, limitándose a una serie de condiciones, observaciones y cavilaciones. Kant (2003) planteó estas conjeturas de la siguiente manera:
La educación es un arte, cuya práctica ha de ser perfeccionada por muchas generaciones. Cada generación, provista de los conocimientos de las anteriores, puede realizar una educación que desenvuelva de un modo proporcional y conforme a un fin, todas las disposiciones naturales del hombre, y conducir así toda la especie humana a su destino. La Providencia ha querido que el hombre deba sacar el bien de sí mismo y le habló, por decirlo así: “¡Entra en el mundo!; yo te he provisto de todas las disposiciones para el bien. A ti te toca desenvolverlas, y, por tanto, depende de ti mismo tú propia dicha y desgracia”. […]
Toda educación es un arte, porque las disposiciones naturales del hombre no se desarrollan por sí mismas. —La Naturaleza no le ha dado para ello ningún instinto—. Tanto el origen como el proceso de este arte es: o bien mecánico, sin plan, sujeto a las circunstancias dadas, o razonado. El arte de la educación, se origina mecánicamente en las ocasiones variables donde aprendemos si algo es útil o perjudicial para el hombre. Todo arte de la educación que procede mecánicamente, ha de contener faltas y errores, por carecer de plan en que fundarse. El arte de la educación o pedagogía, necesita ser razonado, si ha de desarrollar la naturaleza humana para que pueda alcanzar su destino. (pp. 34-35)
Según el filósofo prusiano, la tensión entre la
instrucción y la disciplina, que convergen en el concepto de educación, se fusiona bajo el nombre de
arte33
3
Kant no especifica lo que entiende por arte de una manera
clara. Nosotros relacionamos dicho concepto, en el contexto
de la obra Pedagogía, desde su raíz etimológica. Arte significa, en latín, artis. Proviene de una raíz indoeuropea: ar
(ajustar, hacer, colocar). Según la Real Academia de la Lengua Española, Arte viene del latín ars, artis —calco del griego
—. Este concepto puede asociarse con significados como
‘virtud’, ‘disposición’ y ‘habilidad para hacer algo’. Se trata de
la manifestación de la actividad humana mediante la cual se
expresa una visión personal y desinteresada que interpreta
lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o
sonoros. También alude al conjunto de preceptos y reglas
necesarios para hacer bien algo. Maña, astucia y disposición
personal de alguien. que ajusta las dos partes de esta última con
miras hacia la virtud, la disposición y la habilidad
del hombre como mecánica. Es decir, la parte positiva
sería la instrucción que somete a coacción al hombre
mediante el aprendizaje funcional sin fundamento,
sujeto a circunstancias dadas en las que se encuentra como criatura natural. También, en la medida
en que es razonada, la parte negativa, la disciplina,
coacciona al hombre a través de las condiciones del
aprendizaje y entendimiento proporcionados por la
instrucción, pero, en este momento, sujeto a normas
y leyes comunes entre los hombres y su condición
sociocultural, pensadas, reflexionadas y dictadas por
medio de la razón; mejor dicho, por aquello considerado razonable según las normas o leyes. Sobre esta
cuestión convergen las condiciones a través de la
educación, que, para Kant, debe disciplinar, cultivar,
civilizar y moralizar al hombre con el fin de que este
se manifieste desde su pensar y actuar con motivos
desinteresados —subjetivos— para poder interpretarse y formarse desde su condición humana, lo que
“debe llegar a ser”, pues ese es su destino: ser ente
de y para la humanidad.
La educación, considerada como arte dentro del
contexto de la obra Sobre pedagogía y la reflexión
kantiana, se encuentra vinculada por un conjunto de
razones y condiciones, preceptos y reglas necesarias
para el posible desarrollo del proyecto de ilustración.
Tomando como epítome educativo el proyecto cultural del Siglo de las Luces, la reflexión pedagógica se
orientó hacia la razón, la racionalidad y la racionalización del ser humano como fin de su empresa educativo-formativa. Para lograrlo, se utilizó la educación
bajo la insuficiente concepción kantiana de educación
como arte, como una habilidad o astucia racional para
modelar y poner a disposición de la razón ilustrada la
voluntad educable y moldeable del hombre.
Esta maña o astucia proyectó en la construcción
de la pedagogía una forma técnica de educación
para forjar hombres voluntariosos en la implacable
búsqueda de superación de su naturaleza y, por
supuesto, también de la libertad de pensamiento y
entendimiento. Este último debería depender únicamente de él, siempre en relación con su condición
humana: autoconservación cultural y autodeterminación racional.
En relación con esta maña o astucia racional, representada en la reflexión kantiana, el propio Immanuel ve en ella uno de los grandes problemas de la educación.
Uno de los grandes problemas de la educación es conciliar, bajo una legítima coacción, la sumisión con la facultad de servirse de su voluntad. Porque la coacción es necesaria. ¿Cómo cultivar la libertad por la coacción? Yo debo acostumbrarle a sufrir una coacción en su libertad, y al mismo tiempo debo guiarle para que haga un buen uso de ella. Sin esto, todo es un mero mecanismo, y una vez acabada su educación, no sabría servirse de su libertad. Ha de sentir desde el principio la inevitable resistencia de la sociedad para que aprenda lo difícil de bastarse a sí mismo, de estar privado de algo y de adquirir para ser independiente. (Kant, 2003, pp. 42-43)
A partir de la identificación de este problema,
la reflexión filosófico-pedagógica kantiana sobre la
educación como arte se ve cuestionada por él mismo
en cuanto a su funcionalidad y viabilidad pedagógica
para los hombres, así como con los deseos e intereses
del contexto en vías de ilustración.
Al ver la educación como arte, Kant postuló la
posibilidad de adquirir un sistema técnico que permitiera argumentar la coacción del hombre bajo su propia voluntad racional y en pro de su ilustración. Así, la
educación como arte se forjó como una hipótesis que
podría trascender más allá de la mera experiencia,
ayudando al perfeccionamiento del hombre como
ser ilustrable, pero difícilmente ilustrado.
Para la trascendencia del pensamiento pedagógico bajo el nuevo paradigma ilustrado, la educación
y la formación relacionadas con la superación y libertad del hombre tenían que reflexionarse más allá de
la mera experiencia coercitiva. Esta consideración
fue bien comprendida por Kant en Sobre pedagogía.
La meditación del filósofo prusiano sobre cómo cultivar la libertad por medio de la coacción lo llevó a
buscar la trascendencia de la educación mediante la
construcción de un Tratado de pedagogía que fusionaría la instrucción y la disciplina, convergiendo en
la educación como arte. Este tratado se erigiría como
un deber pedagógico para dar forma y solidez a su
finalidad como técnica liberadora, emancipadora y
transformadora.
En este orden de ideas,
la pedagogía tiene, entonces, dos dimensiones fundamentales: la discursiva y la práctica. El discurso pedagógico es una elaboración filosófica sobre el sentido; mientras la práctica pedagógica es un proceso de intervención sobre la humanidad, en aras de su humanización, de la consolidación de su sentido de libertad en todas las esferas de la experiencia, tanto personal como colectiva. (Vargas, 2003, p. 69)
Las dos dimensiones fundamentales del discurso
pedagógico que cimentan el Tratado de pedagogía
marcaron, por un lado, la parte teórica, donde confluye de manera directa con el discurso filosófico de
la época, partiendo siempre de la crítica y reflexión
sobre el sentido educativo y formativo del hombre.
Por otro lado, se encuentra la parte práctica del
discurso, en la que la crítica y reflexión del sentido
teórico deben intervenir bajo un proceso coercitivo
a través de métodos y técnicas que posibiliten la
orientación y guía de las condiciones socioculturales provocadas por el nuevo paradigma racional
ilustrado. Por este motivo, Kant propuso el Tratado
de pedagogía desde la conjunción de la parte física
(dimensión teórica, discursiva) y la parte práctica
(dimensión práctica, intervención) para llegar al fin
de la educación.
En congruencia con lo anterior, respecto al Tratado de pedagogía kantiano, la parte física de este conlleva, a primera vista, la relación común del hombre
con los animales, es decir, los cuidados —la parte más
natural del hombre como animal—. Dichos cuidados
son meramente físicos, por ejemplo, la preocupación
por la alimentación y la protección para la supervivencia. De estos se busca, a partir de la instrucción
y la disciplina, una educación dura que impida la
comodidad del cuerpo.
Kant no desarrolla esta temática profundamente;
sin embargo, la menciona como fortalecimiento físico
del cuerpo, ya que sin esto es más difícil someterse a
la coacción sociocultural que instruya hacia la educación del espíritu. Sobre esta última y en relación con la
“educación dura”, también ha de buscarse, mediante
la disciplina, el sentido de la libertad. Esto significa
que el hombre debe cuidar de sí mismo para ejercer
su libertad, pero esta libertad debe estar disciplinada
por la libertad de los demás. La libertad disciplinada
por otros, plasmada en la parte física del tratado
pedagógico kantiano, es inherente a la parte cultural
desde la cual se instruye al hombre para poder distinguirse y superarse de su animalidad, de la naturaleza
que él mismo es pero que tiene que dejar de ser.
Para dejar de ser criatura (animalidad), primeramente se debe educar desde lo que Kant denominó
formación física, donde lo aprendido y entendido en
la coacción sociocultural y dirigido o guiado por parte
de la instrucción, debe ser disciplinado de manera
pragmática rumbo al ejercicio de su libertad. En este
punto, existe para Kant una división importante en
el ejercicio disciplinar de la libertad. La formación
física o también llamada cultural, se divide en libre,
donde se le permite al hombre ejercer su libertad
bajo la vigilancia cultural de otros, y escolar, donde
a través de instituciones educativas que sirven como
dispositivos socioculturales de disciplina, buscan de
manera pragmática el cultivo del hombre bajo las
normas-reglas racionales establecidas.
El tratado pedagógico kantiano, desde la parte
física, es meramente coacción educativa a través de la
instrucción normativa de la cultura en convergencia
con el quebrantamiento de la voluntad del hombre
libre o en proceso de libertad. Cabe mencionar que,
en esta división del Tratado de pedagogía la coacción
instructiva-disciplinaria es meramente subjetiva.
De dicha convergencia instructiva-disciplinaria del
discurso pedagógico, según Kant, no puede quedar
en este ámbito, sino que se debe pasar a la parte
práctica del tratado. La división práctica de la concepción pedagógica del pensamiento kantiano se ve
como un proceso de intervención objetivo, universal
y cosmopolita. Este contiene el plano moral, que es,
fue y será el ámbito kantiano más trascendente para
la pedagogía.
En este punto, dice el filósofo prusiano que el
hombre debe ser formado para ser, para vivir, para ser
libre. Para llegar a ese proceso práctico del tratado,
la discursiva pedagógica debe dejar de ser coercitiva
porque la intervención se vuelca hacia máximas de
la razón, de la humanidad. En este punto, se necesita
formar el cultivo del hombre bajo la coerción educativa para dotarlo de herramientas morales y que
pueda obrar bajo las máximas de la razón.
Para lograr lo anterior, es necesario formar en
el hombre una habilidad sólida, un hábito en la
forma de pensar y entender que exclusivamente le
puede ofrecer la razón y su apuesta por ella como
la única facultad común entre los hombres, claro
está, bajo el patrocinio del nuevo paradigma propuesto de manera mordaz por el contexto de la
Ilustración. De igual manera, se necesita formar
en prudencia. Esta ha de fungir como la cualidad
en el hombre para actuar con reflexión y precaución
para servirse de los otros, de sus intenciones; es
la mediación de la habilidad de pensar racionalmente del hombre, relacionada con cómo obrar para
alcanzar las máximas de la razón, de la humanidad.
Esta cualidad es importante para la dimensión práctica
del Tratado de pedagogía de Kant, ya que, por medio
de la educación coercitiva, se explora la posibilidad de
moldear la formación del hombre hacia la moralidad,
que indiscutiblemente dirige hacia la formación del
carácter, es decir, hacia el sometimiento del sentido de
libertad del hombre para la supresión de las pasiones
no racionales por mor de la “autocoacción racional”.
Para cerrar este recorrido por la concepción ilustrada de educación y de tratado pedagógico en su obra llamada Sobre pedagogía, Immanuel Kant buscó a través de las dimensiones teórico-prácticas del discurso pedagógico acercarse a la posible finalidad de la educación, en otras palabras, a los para qué de la reflexión pedagógica. En torno a este fin o fines, planteó las siguientes dos consideraciones:
-
a.
La cultura general de las facultades del espíritu. Tiene por objeto la habilidad y el perfeccionamiento; no enseña en particular al alumno, sino que fortifica las facultades de su espíritu. Es:
O física, dentro de lo que todo descansa en el ejercicio y en la disciplina, sin que los niños necesiten conocer ninguna máxima; pasiva para el alumno, que ha de seguir la dirección de otro; otros piensan por él:
O moral, no se apoya en la disciplina, sino en máximas. Todo se pierde, si se quiere fundarla sobre ejemplos, amenazas, castigos, etc. Sería entonces mera disciplina. Se ha de procurar que el alumno obre bien por sus propias máximas y no por costumbres; que no sólo haga el bien, sino que lo haga porque es bueno. Pues el único valor moral de las acciones está en las máximas del bien. La educación física se diferencia de la moral en que aquélla es pasiva para el alumno, mientras que ésta es activa. Ha de comprender siempre el fundamento y la derivación de los actos por la idea del deber.
-
b.
La cultura particular de las facultades del espíritu. A ella pertenece la cultura de las facultades del conocimiento, de los sentidos, de la imaginación, de la memoria, de la atención y del ingenio, en lo que concierne a las facultades inferiores del entendimiento. (Kant, 2003, p. 67)
De estas dos consideraciones kantianas, se representan supuestos y tareas hacia la empresa pedagógica con relación a las condiciones que enmarcó el contexto en vías de ilustración, y, por ende, en
torno a la razón del hombre como señera facultad
adquisitiva, creadora de conocimiento y generadora
de facultades.
Más allá de la cita anterior, que se plantea como posible finalidad de la educación en la reflexión pedagógica kantiana, la educación y la formación del hombre dentro del pensamiento plasmado en la obra Sobre pedagogía, entonces, han de fundamentarse como tipos y tópicos de justificación sobre los cómo y los para qué de la reflexión en torno a la educabilidad y maleabilidad del hombre en vías de ilustración y entendimiento como ser autodeterminado por su razón. Lo anterior, con el objeto de autoconservarse siempre como proyecto inacabado de liberación de sí mismo y como fundamento para llegar a ser lo que debe ser dentro de la condición humana, que le exige pensarse como hombre libre de toda atadura natural, religiosa, mítica e irracional; y todo ello de “forma autómata”, por sí mismo.
Conclusión
A todo esto, solo queda dejar abierta la cuestión sobre los argumentos vertidos por Kant en Sobre pedagogía, los cuales, fundamentados bajo la figura conceptual de tratado, provocan que el estudio o análisis de dicha obra se haga siempre bajo el cuestionamiento como ejercicio reflexivo sobre las estipulaciones en torno al hombre, la educación y la teoría educativa, mas no como mero antecedente histórico u ornato intelectual en torno a la reflexión pedagógica y educativa, ni mucho menos como simple manual o taxonomía pedagógica para justificar, apelando a la autoridad filosófica del gran filósofo Immanuel Kant, un asidero teórico con el cual pretender de manera irracional, acrítica y sosegada pensar la educación. Sin más, en el marco del nacimiento del crítico y trascendental filósofo prusiano, debe reconocerse que “el sueño de la razón produce monstruos” —retomando el título de un magnífico grabado de Francisco Goya— y con ello, que cavilar no kantianamente ha de permitirnos comprender que muchos de estos últimos, los monstruos de la razón, no se sueñan del todo, sino que “contra natura y como amonestación a nosotros mismos”, se crean y se forjan por medio de la pedagogía con razones, intenciones, deseos e ideales puestos en juego en la educación de todo ser humano.
Referencias
- [1] Benner, D. (1998). La pedagogía como ciencia. Teoría reflexiva de la acción y reforma de la praxis. Pomares-Corredor.
- [2] Kant, I. (2003). Pedagogía. Akal.
- [3] Kant, I. (2004). ¿Qué es la Ilustración? Alianza.
- [4] Sünker, H. (1994). Educación e Ilustración o: ¿la pedagogía vs. la posmodernidad? Revista Educación, (49-50), 89-109.
- [5] Vargas, G. (2003). Kant y la pedagogía. Fenomenología de la génesis individual y colectiva del imperativo moral. Pedagogía y Saberes, (19), 63-74.