Revista Pedagogía y Saberes
Universidad Pedagógica Nacional
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Entre la calidez y el debido
proceso. Interacciones
docente-estudiante en el aula
de ciencias sociales e historia11
1
Este artículo hace parte de los resultados de la investigación titulada “Enseñanza de las ciencias sociales
desde la cultura escolar”, en el marco de la estancia posdoctoral en el Doctorado Interinstitucional en Educación de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, realizada por el primer autor bajo la dirección
del segundo.
Between Warmth and Due Process.
Teacher-Student Interactions in the Social
Sciences and History Classroom
Entre a cordialide o devido processo.
Interações entre professor e aluno na sala
de aula de Ciências Sociais e História
Para citar este artículo: Arias-Gómez, D. H. y Amador-Baquiro, J. C. (2024). Entre la calidez y el debido proceso. Interacciones docente-estudiante en el aula de ciencias sociales e historia, Pedagogía y Saberes, (60), 132–145. https://doi.org/10.17227/pys.num60-20067
Resumen
El presente texto informa sobre una investigación que se enfocó en analizar las prácticas de profesores en ejercicio del área de
ciencias sociales e historia en la educación básica y media en Colombia. En particular, se presenta el análisis de las interacciones entre docentes y estudiantes en el aula de clase, a partir de observaciones a tres docentes en la ciudad de Bogotá y de las
respuestas a entrevistas en profundidad a 24 docentes de Bogotá, Cali y Medellín. Se destaca la importancia que los profesores
le dan al trato adecuado hacia sus estudiantes, las formas de llamar su atención, de nombrarlos y de celebrar sus progresos, así
como el modo de manejar situaciones imprevistas en sus clases. Los profesores del área hacen uso de un conjunto de repertorios
orales y gestuales en su relación con los escolares que unos y otros identifican, y cuya puesta en escena oscila entre la búsqueda
del reconocimiento del estudiante y el cuidado de la norma. El estudio de las interacciones docente-estudiante hace parte fundamental de las dinámicas del saber y cultura escolar que reivindica la potestad del conocimiento y práctica pedagógica que
sucede en las aulas, con alcances que trascienden el deseo de trasvasarle el conocimiento histórico disciplinar.
Palabras clave
educación; educación y pedagogía; acción e interacción; ambiente de aula; didáctica de las ciencias sociales
Abstract
This text reports on a research that focused on analyzing the practices of practicing teachers in the area of social sciences and
history in basic and secondary education in Colombia. In particular, the analysis of the interactions between teachers and students in the classroom is presented, based on observations of three teachers in the city of Bogotá and responses to in-depth
interviews with 24 teachers from Bogotá, Cali and Medellín. The importance that teachers give to the appropriate treatment of
their students, the ways to get their attention, name them and celebrate their progress, as well as the way to handle unforeseen
situations in their classes, are highlighted. The teachers in the area make use of a set of oral and gestural repertoires in their
relationship with the students that each of them identify, and whose staging oscillates between the search for the student’s
recognition and the care of the norm. The study of teacher-student interactions is a fundamental part of the dynamics of school
knowledge and culture that vindicates the power of the knowledge and pedagogical practice that happens in the classrooms,
with scope that transcends the desire to transfer disciplinary historical knowledge.
Keywords
education; education and pedagogy; action and interaction; classroom environment; social sciences didactic
Resumo
Este texto relata uma pesquisa que se concentrou em analisar as práticas de professores em exercício na área de ciências sociais
e história na educação básica e secundária na Colômbia. Em particular, é apresentada a análise das interações entre professores
e alunos em sala de aula, com base nas observações de três professores na cidade de Bogotá e nas respostas a entrevistas em
profundidade com 24 professores de Bogotá, Cali e Medellín. Destaca-se a importância que os professores dão ao tratamento
adequado dos seus alunos, às formas de chamar a sua atenção, nomeá-los e comemorar o seu progresso, bem como a forma
de lidar com imprevistos nas suas aulas. Os professores da área fazem uso de um conjunto de repertórios orais e gestuais na
relação com os alunos que cada um deles identifica, e cuja encenação oscila entre a busca pelo reconhecimento do aluno e o
cuidado com a norma. O estudo das interações professor-aluno é parte fundamental da dinâmica do conhecimento e da cultura
escolar que reivindica a potência do conhecimento e da prática pedagógica que acontece nas salas de aula, com abrangência
que transcende o desejo de transferência de conhecimento histórico disciplinar.
Palavras-chave
educação; educação e pedagogia; ação e interação; ambiente de sala de aula; didática das ciências sociais
Es evidente que la docencia no se practica únicamente en el aula con el propósito de transmitir
ciertos contenidos académicos, aunque la mayoría
de la formación docente universitaria se centra en
ello. Para el docente de ciencias sociales, es evidente
que sus enseñanzas cotidianas se dividen entre el
conocimiento social e histórico; sin embargo, gran
parte de su tiempo como docente se dedica a interactuar con sus estudiantes y a manejar la convivencia
en el aula.
El choque o encuentro entre generaciones, dependiendo de cómo se valore, se experimenta en la
escuela a través de las dinámicas del aula. Las nuevas
generaciones se enfrentan inevitablemente a las
expectativas y normas que el mundo adulto ha creado
supuestamente para su bien. Este debate fue formulado tempranamente por Margaret Mead (1977) al
referirse a las culturas postfigurativas, cofigurativas
y prefigurativas.22
2
En las primeras, las generaciones recién llegadas al mundo
aprenden de los mayores y se hace énfasis en la tradición.
En las segundas, los niños y jóvenes aprenden de sus pares,
situación que se inscribe en los valores de la modernidad. Y
las terceras se caracterizan por la influencia de los más jóvenes en los conocimientos y prácticas de los mayores (Mead,
1977). Para algunos autores, la irrupción de la cultura digital
y la profundización del consumo cultural en sus múltiples formas está produciendo un giro postfigurativo sin precedentes
en la contemporaneidad.
Las interacciones entre docentes y estudiantes
son un componente clave de la didáctica de las ciencias sociales y la historia que ha sido poco estudiado
en el ámbito académico en Colombia. El enfoque
principal ha estado en las pruebas internas y externas (SED y idep, 2007; Palacios et al., 2020), las
preocupaciones disciplinares (Guerrero y Guerrero,
2020; Escobar, 2019), la trayectoria y los balances
del campo (Acevedo y Samacá, 2012; Aguilera, 2017;
González y Valencia, 2014; Rodríguez, 2014; Sánchez, 2013), las propuestas didácticas (Arias, 2005;
Ibagón, 2021; Vargas et al., 2013), las apropiaciones
escolares (Palacios, 2018) y, más recientemente, las
implicaciones pedagógicas para el área del largo
conflicto armado padecido en el país (Rodríguez,
2022; Arias, 2018; Martínez y Aponte, 2013; Amador-Baquiro, 2023).
Así, no se cuenta con suficiente información acerca de lo que sucede en el aula de ciencias sociales en Colombia desde una perspectiva etnográfica. Existe una preocupación por rastrear los detalles de este micromundo escolar, lleno de intercambios, códigos, gestos, movimientos, pautas e interacciones, que son invisibles a los ojos de las leyes, las evaluaciones masivas, los estándares y las transformaciones curriculares. En línea con esta falta de información, la pregunta que guió la investigación fue: ¿qué tipo de relaciones y prácticas docentes se dan en las clases de ciencias sociales en la educación básica y media? De acuerdo con este interrogante, el presente artículo da cuenta de una parte de una investigación mayor cuyo objetivo fue develar las prácticas de profesores en ejercicio del área de ciencias sociales e historia en la educación básica y media de Bogotá, Cali y Medellín. En concreto, aquí se muestran los resultados de uno de los objetivos específicos, que consistió en el análisis de las interacciones entre docentes y estudiantes en el aula de clase, a partir de observaciones durante jornadas escolares de tres docentes de la ciudad de Bogotá y de las respuestas a entrevistas en profundidad de 24 docentes
Introducción
Según Sandoval (2014), la escuela como institución es cada vez más consciente de las lógicas del
tradicional currículo oculto, entendido como el
conjunto de saberes y actitudes que se transmiten
por fuera del plan de estudios deliberado (Torres,
2005), y más bien, se preocupa recientemente por
establecer una formación en el ámbito convivencial,
en el marco de las múltiples interacciones sociales
que se generan en el aula y fuera de ella, sin desconocer los influjos y los saberes que provienen
de instancias extraescolares, especialmente de los
medios tecnológicos. Para Sandoval (2014), en la
escuela interactúan estos sujetos socioculturales,
entrelazando historias de vida, experiencias vitales,
valores y expectativas, dando vida a un proceso de
socialización secundaria. Por lo tanto, la convivencia
y el clima al interior del aula, y fuera de ella, juegan
un rol central en la gestión del conocimiento de los
estudiantes (p. 158).
Es evidente que el cultivo de un adecuado clima
escolar favorece el trabajo docente y optimiza el
aprendizaje escolar. Este tema no es exclusivo del área
de ciencias sociales e historia, y no se asocia necesariamente con la imposición de la autoridad o el manejo
de la disciplina en el salón de clases, “sino más bien
con la conformación de un ambiente propicio para
enseñar y para aprender” (Sandoval, 2014, p. 175).
Por lo tanto, todas las relaciones escolares se desarrollan en el marco de las interacciones sociales que
se configuran allí.33
3
En los inicios del siglo xx, surgieron tres líneas de trabajo
sociológico sobre las interacciones sociales. La primera, planteada por George H. Mead (1968), señala que las personas se
forman socialmente una vez salen de su ensimismamiento
con el objetivo de explicitar sus intereses, ideas, expectativas,
sensaciones y sentimientos. La segunda, expuesta por Herbert
Blumer (1982), admite que las personas actúan sobre los
objetos e interactúan con otras personas a partir de los significados que estos adquieren para ellas. Al tiempo, sostiene
que estos significados se producen a partir de símbolos que
van más allá de lo sensorial e inmediato, que amplían la percepción del entorno, favorecen la resolución de problemas y
facilitan la imaginación. Y la tercera línea, representada por
Erving Goffman (1997), propone el análisis de los ritos de
interacción comunicativa que las personas aprenden y ponen
en juego en la vida cotidiana. Un aspecto sobresaliente de esta
perspectiva es el concepto de rol, entendido como un conjunto
de expectativas de comportamiento que opera en el marco de
determinadas posiciones sociales. El rol es desempeñado por
el actor mediante procesos de interacción en contextos específicos, en los que generalmente está siendo observado (escenario); no obstante, los roles varían conforme a las condiciones
de los escenarios. Con base en esta idea de actor —más que de
sujeto—, Goffman (1997) llamó estrategia a los componentes
de la interacción que se prevén, calculan y controlan.
Por su parte, según Goffman (1997), las interacciones sociales implican intercambios entre actores
sociales en un escenario específico, cuya intencionalidad puede ser consciente o no, y cuya ejecución
tiene implicaciones en el comportamiento de los
participantes. Este autor se enfocó en el estudio de
la interacción social y la presentación de uno mismo
en la vida cotidiana. Según él, la interacción social se
refiere a los procesos mediante los cuales las personas interactúan entre sí en situaciones sociales,
como conversaciones, reuniones, espacios públicos o privados, etc. Goffman (1997) creía que estas
interacciones son cruciales para la construcción de
la realidad social y la forma en que las personas se
perciben a sí mismas y a los demás.
Uno de los conceptos más conocidos de Goffman
(1997) es la teoría de la dramaturgia social. Esta
sugiere que las personas presentan versiones cuidadosamente diseñadas de sí mismas ante los demás,
de manera similar a como los actores desempeñan
papeles en un escenario. Goffman dividió la interacción social en diferentes niveles, como la “fachada”
(la imagen pública que se muestra), el “escenario” (el
lugar donde ocurre la interacción) y el “backstage”
(donde las personas se preparan y se relajan fuera
de la vista de los demás).
Esta idea de la dramaturgia social resulta particularmente potente para entender la lógica de las interacciones educativas, debido a la importancia de los
juegos de roles que tanto docentes como estudiantes
representan. Ambos se esfuerzan por mostrar una
determinada imagen ante el otro, y esto se ve influenciado por el escenario en el que se encuentran, el aula.
Este escenario determina los intercambios que ocurren, los cuales son únicos y especiales, y radicalmente
diferentes a lo que sucede en otros escenarios sociales.
Además, también se producen trasfondos, que son
los momentos en los que se dan comportamientos y
discursos libres de los condicionamientos que impone
la relación institucional entre docentes y estudiantes.
En resumen, según Goffman (1997), la interacción social se define como “la influencia recíproca de un individuo sobre las acciones del otro cuando se encuentran ambos en presencia física inmediata” (p.27). Es un proceso en el que las personas se relacionan, se presentan y crean impresiones de sí mismas ante los demás. Estas interacciones son esenciales para la construcción de la realidad social y la formación de identidades en la vida diaria, incluyendo la vida escolar.
Metodología
La investigación en la que se fundamenta el presente
texto se basó en el enfoque cualitativo, el cual consiste en una forma de captar la realidad en ciencias
sociales que se centra en comprender y explorar en
profundidad los fenómenos sociales y humanos desde
una perspectiva subjetiva (Strauss y Corbin, 2012).
A diferencia de la investigación cuantitativa, que se
basa en la recopilación y análisis de datos numéricos,
la investigación cualitativa se enfoca en la obtención
de datos no numéricos, como palabras, imágenes,
narrativas y observaciones detalladas. Esta metodología busca revelar significados, patrones y contextos
dentro de un marco interpretativo.
De acuerdo con este enfoque y ajustado a los
propósitos de comprender las interacciones entre
los docentes y los estudiantes en un aula de ciencias sociales, se utilizaron las técnicas de entrevista
a profundidad y observación no participante. Se
entiende la entrevista a profundidad como un diálogo
formal orientado por un problema de investigación
(Restrepo, 2018), en el cual los entrevistados expresan sus puntos de vista detalladamente. En concreto, esta técnica es pertinente porque busca la
“descripción de saberes, artes y oficios desempeñados
o conocidos por el entrevistado, así como de la
urdimbre de relaciones sociales en las cuales se
encuentra inscrito” (Restrepo, 2018, p. 79). En este
caso, se trata de las relaciones con sus estudiantes
de un grupo de profesores de ciencias sociales e
historia en ejercicio.
La observación no participante, por su parte, consiste en la experiencia directa del investigador para
la generación de información relevante a partir de
la observación de los actores sociales en sus propios
contextos (Restrepo, 2018). Según Restrepo (2018),
“mediante su presencia el etnógrafo puede observar
y registrar desde una posición privilegiada cómo se
hacen las cosas, quiénes las realizan, cuándo y dónde”
(p. 57). Consiste en observar sistemáticamente lo que
interesa y participar en una o varias actividades de
la población. En el caso de la presente investigación,
se realizaron tres jornadas escolares en las que tres
docentes impartieron sus clases de ciencias sociales.
Es importante destacar que las categorías que
se abordaron en las entrevistas y se detallan en los
resultados del presente artículo, surgieron a partir de
la observación y no fueron previamente establecidas
en el ejercicio de investigación. En otras palabras, la
interacción del docente con los estudiantes no fue
un aspecto que estuviera claro al inicio del estudio,
sino que surgió de manera significativa durante la
observación de las clases. Los profesores a los que se
acompañó en las clases mantuvieron una comunicación constante con sus estudiantes, dándoles instrucciones, dirigiendo su mirada y gestionando relaciones
con el grupo, más allá de la enseñanza de contenidos
específicos. Esto se refleja en el diario de campo.
Ahora bien, esta interacción docente-estudiante
se desplegó en un conjunto de temas que dieron pie
al guion de las preguntas de las entrevistas aplicadas al conjunto de docentes, aspectos que también
dependieron de lo observado. Esta dinámica dio lugar
a preguntas como: ¿Qué importancia le da al trato con
los estudiantes? ¿Por qué y cómo felicita o reprende a
sus estudiantes? ¿Qué estrategias utiliza para atender
a los distintos tipos de estudiantes que tiene? ¿Qué
dificultades experimenta en las interacciones con sus
estudiantes? Entre otras.
Para el análisis de los datos recolectados (transcripción de entrevistas y diario de campo), se empleó
la técnica de análisis de contenido, la cual, según
Bardin (1977), se utiliza para analizar información
en documentos, textos, imágenes, videos u otros tipos
de comunicación. Es una metodología sistemática
que busca identificar patrones, temas, categorías y
tendencias en los datos. Esta técnica implica la codificación y categorización de fragmentos de contenido
relevantes para comprender los significados subyacentes y las características del material analizado.
En esta investigación participaron 24 docentes en ejercicio del área de ciencias sociales e historia. Este grupo constituye una muestra no representativa del gremio docente y se contactaron a partir de referencias y redes de cercanía disponibles por los investigadores. Aunque la muestra inicial era mucho mayor, la mayoría de docentes no acudieron al llamado, probablemente reacios a auscultar sus prácticas y sentirse evaluados en sus quehaceres profesionales. Del grupo de docentes participantes, 13 eran hombres y 11 mujeres, con un promedio de edad de 39 años (entre 30 y 63) y una experiencia media de 15.4 años (entre 3 y 40). En cuanto a su formación, 12 docentes tienen maestría, 7 tienen especialización, 3 solo tienen licenciatura y 2 tienen doctorado. Excepto por 5 docentes, todos los demás trabajan en el sector público. En relación al lugar de trabajo al momento de las entrevistas, 14 eran de Bogotá, 5 de Medellín y 5 de Cali. El trabajo de campo se realizó entre febrero y agosto de 2023.
Resultados
En el marco de esta investigación, los docentes de ciencias sociales participantes valoran enormemente la relación con sus estudiantes. Respondieron con entusiasmo sobre la importancia de mantener un gran respeto hacia los escolares, las formas de felicitarlos y llamarles la atención, así como los procedimientos que utilizan para solucionar problemas de desatención e indisciplina. A continuación, se amplían estos componentes que surgieron durante las observaciones, utilizando la categorización con fragmentos de sus propios relatos y, en algunos casos, con transcripciones del diario de campo.
.1 La importancia del buen trato
Con respecto a la pregunta sobre la relación con los
estudiantes, predominó el concepto de “buen trato”
como respuesta de los docentes de ciencias sociales
al ser interrogados acerca de su manera de relacionarse con ellos. La razón principal es que, más allá
de un vínculo escolar, en las instituciones existen
interacciones con seres humanos que merecen un
profundo respeto y consideración ante sus dificultades.
Las motivaciones que se invocan para justificar la
importancia del buen trato en las interacciones docente-estudiante se distribuyen entre aspectos sociales
y pedagógicos. Sin embargo, esta diferenciación solo
sirve para fines analíticos, ya que ambas se entrelazan
constantemente en el discurso. En cuanto a las consideraciones sociales, se destacan argumentos como el
reconocimiento de los estudiantes como sujetos de
derechos, el respeto hacia los demás sin importar su
condición, la promoción de una relación armónica en
el espacio de trabajo y el conocido dicho “respetar
para ser respetado”. Según los participantes, “el trato
con los estudiantes tiene que ser un trato de respeto
en forma bilateral” (Fredy); “el trato es respetuoso, de
diálogo, de escucha y concientización sobre acciones
que de alguna manera violen los derechos humanos a
cualquier persona” (Luz Adriana); “también creo que
los estudiantes saben quién les respeta, quién les trata
con respeto y de esa misma forma ellos te tratan. Ellos
devuelven ese respeto” (Luisa).
En este trato humano hacia otras personas, donde priman relaciones respetuosas, los profesores enuncian un rechazo explícito hacia cualquier forma de agresión, violencia o lenguaje que hiera o intimide. Incluso, muchos se declaran partidarios de evitar el grito o tonos altos de voz. Este principio de acción se inspira nuevamente en la condición de sujeto de quienes asisten a la escuela y en la concepción de que los niños, niñas y jóvenes son portadores de sabiduría, personas inteligentes. Además, se considera que el temor o el miedo son malos mediadores pedagógicos (“no sería posible desde las clases de ciencias sociales mantener tratos displicentes, que transgredan sus identidades, sus miedos, sus proyectos, si es que se piensa ese espacio de las clases de ciencias sociales como un lugar de esperanza y transformación”. Sonia).
.2 El uso del nombre propio
En línea con lo anterior, la alta valoración de las interacciones sociales con los actores escolares se concreta,
entre otros aspectos, en el uso del nombre propio por
parte de los docentes del área al referirse a cada uno de
sus estudiantes. No es un aspecto menor, ya que dirigirse a un estudiante por su nombre implica reconocerlo
en su individualidad dentro de una escuela masiva que
tiende a estandarizar. Es una forma de indicarle al niño,
la niña o el joven que es importante para el docente,
que es tomado en cuenta y que no es solo uno más.
La profesora Karen afirma al respecto: “usualmente
utilizo los nombres de cada uno, conforme me los voy
aprendiendo […], sí es importante reconocerles desde
el uso del nombre como sujetos parte de un proceso de
aprendizaje y reconocerles como iguales”.
Según algunos profesores del área, dirigirse al
otro por su nombre implica también conocer su realidad y su historia de vida, es decir, su subjetividad.
Esto puede ser difícil debido a la gran cantidad de
estudiantes que tienen a su cargo, especialmente para
los docentes del sector público,44
4
En sintonía con la Ley 715 de 2001, el Gobierno nacional sancionó el Decreto 3020 de 2002 (Congreso de la República de
Colombia, 2002) que, además de estandarizar las plantas de
personal docente en las entidades territoriales, definió como
referencia la asignación de un profesor en el aula por cada 32
estudiantes en las zonas urbanas y por cada 22 estudiantes en
las zonas rurales. Generalmente, el número de estudiantes por
profesor es mucho más alto que lo establecido en esta norma.
y a las consecuencias emocionales que conlleva cargar con las penurias
de los demás. Los docentes del área afirman que, en
diferentes niveles de profundidad, se ven afectados
por los sufrimientos personales de sus estudiantes.
Esto es parte inevitable del reconocimiento del otro.
Respecto a las consideraciones pedagógicas que motivan el buen trato, los docentes de ciencias sociales resaltan lo clave que resulta tener un vínculo emocional con los estudiantes para un buen rendimiento en la materia y, por supuesto, para la vida. En el caso del área, se invoca con particular insistencia. A propósito, este bonito relato de una profesora:
Debe haber un vínculo afectivo, social, que permita que el ser humano que está siendo formado, y quien se forma allí también como profesor con sus estudiantes, tenga un vínculo socioafectivo, porque creemos en el aprendizaje significativo, que no se genera si nos enfocamos únicamente en la parte teórica, sino también debemos vincular el corazón. (Angie)
También se justifica el trato armonioso con los
estudiantes, ya que es la base de todo proceso pedagógico. Además, esta sana relación es coherente con
el cambio social que persiguen las ciencias sociales
escolares. También es importante destacar que la
enseñanza en esta área tiene un componente ciudadano, según algunos docentes. Su función es formar
a los estudiantes para que puedan vivir en sociedad.
Como menciona César: “tratar a los estudiantes bien
es importante porque además del conocimiento
social, del saber social, disciplinar […] las ciencias
sociales tienen una función particular que es enseñar
los elementos fundamentales para que los chicos
vivan en sociedad”.
Además, la creación de un óptimo clima escolar,
que se logra a través de buenas relaciones entre los
sujetos, facilita la adquisición de conceptos, categorías y temas propios de la historia y las ciencias
sociales. En otras palabras, propicia un ambiente
favorable para que se desarrollen los procesos de
enseñanza y aprendizaje. “El docente debe seducir,
enamorar del conocimiento y eso implica fortalecer
las relaciones afectivas”, afirma Katherin.
¿Cómo se expresa este respeto al estudiante?
Como se mencionó anteriormente, principalmente
mediante el uso del nombre propio con todas
sus implicaciones, y el interés manifiesto por
parte de los docentes del área en reconocer su
individualidad y su trayectoria de vida. También se
destacó la importancia de evitar señalamientos o
estigmatizaciones, combinar el lenguaje coloquial y
el lenguaje académico, reforzar constantemente lo
positivo, ofrecer ciertos incentivos, valorar cualquier
tipo de crecimiento personal o escolar, fomentar la
participación de todos, especialmente de aquellos
que suelen participar poco, y darle lugar a los
conocimientos que los estudiantes poseen.
Este último punto es trascendental para la enseñanza de la historia y las ciencias sociales, en varios
sentidos: uno, porque afianza la importancia de la
formación del sujeto-estudiante capaz de expresar su
voz (“darle voz al otro es un asunto imprescindible”.
[Esteban]; “apuesto por la construcción de una intersubjetividad como proyecto político”. [Sonia]); dos,
porque los conocimientos previos o los preconceptos que poseen los sujetos son de gran importancia
para la didáctica de las ciencias sociales, ya que solo
mediante una cuidadosa conexión de estos con las
categorías o el nuevo conocimiento, se permite su
apropiación y análisis; y tres, porque el diálogo de
saberes promovido por las teorías contemporáneas
requiere necesariamente el reconocimiento de las
lógicas populares presentes en los imaginarios y
representaciones de los estudiantes.
El trato respetuoso a los estudiantes quedó sellado en una observación de clase que se hizo el 29 de mayo de 2023 a la profesora Karen, a propósito del tema de las maras en El Salvador que ella abordaba ese día:
La profesora va preguntando en clase a cada uno con su nombre propio, en algunos casos con apellido. Menciona la etiqueta de terroristas que la guía de clase les da a los pandilleros, lo que tiene consecuencias sociales y judiciales, ya que estos jóvenes son objeto de penas y sitios de reclusión más drásticos que quien no está tildado como tal.
Una estudiante dice que las maras cometen genocidio. Frente a ello Karen pide que se aclare el concepto, y otro estudiante afirma que para esta situación no aplica.
La profe explica lo de Bukele y el confinamiento en cárceles especiales bajo el decretado “estado de excepción” del gobierno. Pregunta, enfatiza, reitera, contrapregunta.
Finalmente pide a los estudiantes que retomen la guía y respondan en el cuaderno algunas preguntas que están en ella. Da tiempo para ello.
Se recuesta en la mesa docente que está junto al tablero, observa desde allí que todos trabajen. Responde algunas preguntas en voz baja a estudiantes que se le aproximan. Se para y se ubica en diferentes partes del salón.
La profe, al sentarse y adoptar una aparente actitud pasiva-activa, garantiza que esté a la vista de todos para regular al grupo.
El salón es pequeño, pero es abrigador. Entra luz por los dos costados y es aireado. Las ventanas laterales, que dan a la calle tienen rejas. No hay mayor ruido fuera, además de un suave murmullo de otros salones y el fuerte rumor del paso del carro de la basura a pocos metros.El rostro de los estudiantes es despejado y tranquilo. Mi presencia parece no alterar la rutina.
Descubro en la palabra gesto algo clave de lo que sucede en la clase. El tono de la voz, la mirada, el movimiento del cuerpo y de los brazos, cuándo hablar suave o fuerte, las onomatopeyas de aprobación o no, el dedo en el reloj para llamar a la optimización del tiempo, el acento en el llamado por nombre o apellido según la circunstancia…, el chiste, el movimiento de la cabeza, son la parte clave de lo no verbal de la didáctica de las ciencias sociales en tanto modos de comunicación entre docentes y estudiantes. ¡Qué interesante!
.3 Felicitaciones y reconvenciones
Por otro lado, los docentes del área indicaron que en
su relación diaria con los estudiantes hay dos dinámicas a las cuales deliberadamente dedican tiempo
y espacio: las felicitaciones y las reconvenciones.
Sobre las felicitaciones, dijeron que consisten en una
útil estrategia de refuerzo positivo y que se suelen
hacer en público, ya sea de manera oral o escrita,
cuando se trata de actividades relacionadas con
guías o tareas. Aplaudir sus logros o avances mejora
la autoestima de los estudiantes y afianza el vínculo
del grupo cuando la actividad es grupal (“hay que
felicitarnos, hay que decirles lo bien que hacen las
cosas, cómo se destacan haciéndolas” [David]).
Algunos docentes mencionaron lo sustancial que
puede ser felicitar pequeños o poco significativos
logros de estudiantes que históricamente presentan falencias, incluso si sus aportes no parecen
ser válidos teóricamente (“reconocer que vienen
haciendo algo bien y que su opinión importa, aun
cuando estén un tanto errados en algunos elementos
que vienen trayendo a clase” [Oscar]). Este aspecto
destaca lo trascendental de la identificación de los
procesos individuales. Cada estudiante es una historia y debe ser analizado en función de su trayectoria
y proceso escolar. Imaginamos que el estudiante al
que se refiere el profesor Oscar participa poco y
casi nunca hace tareas, y en un esfuerzo por valorar
y destacar este avance, le hace un reconocimiento
público que considera le ayudará a crecer en sus
responsabilidades y en el estatus que tiene en el
grupo. Este es un bonito ejemplo de cómo, en el ejercicio de las ciencias sociales o la historia escolar, los
contenidos científicos están supeditados a la misión
superior de la formación del sujeto. Para afirmarlo
de forma más concisa: lo más importante de la
enseñanza de la historia y las ciencias sociales no
es el conocimiento disciplinar, sino que se imponen
otras tareas y lógicas en relación con el crecimiento
y la formación de los escolares.
En la observación de aula se ratificó la importancia de la felicitación. A continuación, un fragmento del diario de campo del 14 de abril de 2023 en el marco de un acompañamiento a una clase de la profesora Angie:
La profe hace pequeñas interrupciones a un grupo que está exponiendo. Felicita a algunos niños por la agudeza de sus intervenciones. En particular alienta a Diego, estudiante nuevo y, según me dijo luego, que poco ha participado en lo corrido del año. Lo invita a seguir haciéndolo.
Felicita al grupo por la mejora en la presentación respecto a una anterior.
Conecta el tema de los reinados y festividades con otras dinámicas, por ejemplo, con festividades de la realidad latinoamericana, menciona el problema de las fiestas en Colombia asociadas a la violencia y a los excesos de alcohol, o las fatalidades cuando juega fútbol la selección Colombia, el día de la madre o el día de navidad y año nuevo. También en el mismo colegio cuando hay competencias deportivas que desencadenan riñas.
Pero el mundo del aula no solo es gratificación y
congratulaciones, también hay llamados de atención
y regaños. En cuanto a las formas de reconvención,
los docentes del área sentencian que la mayoría de
las alertas a los estudiantes se hacen de manera individual, dentro o casi siempre fuera del salón. Siempre
se realizan en el marco de un diálogo constructivo,
llamando a la mejora y escuchando lo que el alumno
expone en su defensa. Se intenta hacer entrar en
razón respecto a los errores cometidos y se busca
llegar a acuerdos para evitar que las situaciones
no deseadas se repitan. De cualquier manera, los
profesores invocan, una vez más, que en caso de malentendidos, tienen presente el respeto al estudiante,
la normatividad vigente y el amor al otro (“yo hago
llamados de atención, y los hago de manera muy
cariñosa” [Jhonier]).
Algunos docentes apelan no solo a la comunicación directa y asertiva con los escolares, sino que expresan lo capital que es el establecer acuerdos que impliquen al propio docente y reconocer las fallas personales, cuando se cometen. En términos del profe William:
A la hora de reconvenir intento ser muy claro y contundente a la hora de llamarles la atención, pero mostrar siempre que estoy dispuesto a escucharlos, a debatir los puntos de vista que me están ofreciendo, y a aceptar y reconocer mis errores. Los estudiantes a veces se sorprenden cuando uno se posiciona diciendo “bueno, tienes razón, me equivoqué, te llamé la atención injustamente”.
.4 De la calidez al debido proceso
En este punto del tratamiento de las dificultades de
convivencia, empieza a darse un cambio en los relatos sobre las interacciones escolares. En particular,
cuando se preguntó a los docentes participantes
sobre el manejo de aspectos que afectaban la convivencia en el aula, surgieron dos tipos de situaciones
claramente diferenciadas: frente a estudiantes dispersos y frente a estudiantes indisciplinados. Fue
el trato con estos tipos de estudiantes lo que trajo
a colación la idea del Manual de Convivencia y su
normativa.
Respecto a los estudiantes que presentaban dificultades de concentración en las rutinas escolares,
los docentes de historia y ciencias sociales no observaron mayores problemas, ya que reconocen que las
dinámicas escolares pueden ser densas. Además,
reconocen que la disposición de los estudiantes no es
la misma todos los días y en todas las clases, y que no
todas las temáticas abordadas en el área tienen por
qué despertar el mismo interés. En palabras de la profesora Luz Adriana: “todos los estudiantes tienen su
momento, sus situaciones; no siempre los estudiantes
tienen atención o no siempre están dispersos”.
Como estrategia pedagógica para este tipo de
eventos, los docentes señalan los trabajos en grupo
como regulador de su comportamiento y eventual
dispersión. También mencionan la creación de actividades complementarias o de profundización para
aquellos estudiantes que se destacan en el trabajo, y
finalmente, dar indicaciones cortas y precisas. Señalan que es trascendental no encasillar a este tipo de
estudiantes y siempre explorar estrategias que propongan retos cognitivos que impliquen concentración
y desafíos mentales. Los docentes afirman que las
actividades didácticas aburridas aburren a los chicos.
En esta dirección, los docentes del área manifiestan que el reconocimiento de los estudiantes que se
distraen en muchas ocasiones les ha servido para revisar la forma en que están llevando a cabo sus clases
de ciencias sociales. En concreto, esto les ha impulsado a utilizar recursos diferentes al texto impreso
en el aula, como videos, audios, teatro, imágenes,
entre otros. Asimismo, asumen que diversas estrategias pedagógicas pueden ayudar a captar la atención
de los escolares, ya que en el caso de las ciencias
sociales, existen múltiples plataformas en las que
circula el conocimiento social e histórico.
Sin romantizar esta situación, los docentes reconocen las dificultades de concentración que atraviesan las nuevas generaciones y que afectan toda
la lógica en la que históricamente se ha basado la
escuela. Además, se reconoce el peligro que representa el uso indiscriminado del celular (“a ellos les
gusta el tik tok, les gusta youtube, redes sociales, no
soportan ver un video de más de tres, cuatro minutos
porque ya los aburre, entonces, la dispersión es difícil,
demasiado difícil” [Chistian]).
Sobre los estudiantes llamados indisciplinados,
que alteran significativamente las clases y que, pese a
los llamados leves de atención y diálogos extraclase,
persisten en su actitud, los docentes participantes indicaron que lo primero que hacen es indagar las causas
de su comportamiento. Así, cada situación es diferente
y cada caso amerita una intervención particular. Este
panorama les permite caracterizar a los estudiantes
en tres grupos: los que captan demasiado rápido la
información y se ponen a hacer otras cosas, los que
tienen fuertes y sostenidos problemas familiares, y
los que tienen falencias cognitivas cuyo tratamiento
traspasa las condiciones del aula y del docente.
Como estrategias frente a este tipo de escolares, los profesores del área aclaran que, al igual que con los estudiantes díscolos, se debe mantener un tono fraternal en el diálogo privado y enfatizar en la importancia de comprometerlos con un par o grupo pequeño de trabajo para que se regulen. Adicionalmente, señalan que les ha sido útil cambiarlos de lugar, generalmente cerca de la mesa del profesor para mantener un control visual. También les han asignado responsabilidades adicionales o monitorías para fortalecer su autoestima. En la mayoría de los casos, es necesario establecer por escrito compromisos personales y familiares a los cuales se les haga seguimiento. En esta dirección, a continuación se transcribe una parte del diario de campo de la observación de una clase realizada por el profesor César el 31 de marzo de 2023:
El profe César habla con tono de voz fuerte en algunos momentos. Pareciera hablarle a un estudiante, pero en realidad les habla a todos. Quiere captar la atención de todos mientras simula corregir uno por uno. Rápidamente hace preguntas a otro grupo en relación con la tarea.
Cada grupo está en lo suyo a pesar que el profesor no está con ellos. Se ven autónomos. Mientras el docente habla y escribe en el cuaderno de algunos estudiantes, estos asienten con la cabeza.
Un grupo de estudiantes juegan con objetos que traen al colegio mientras hacen la actividad o la alternan con ella. El profesor César ordena a un grupo cambiar de lugar, a manera de llamado de atención.
El profe César revisa la tarea grupo por grupo, uno a uno, aunque esporádica e intempestivamente levanta la mirada a otros para que sientan su presencia, vigilancia y acompañamiento. Noto una habilidad del profe para estar en varias cosas a la vez y del grupo para interpretar su mirada.
Uno o dos estudiantes miran el celular. Una estudiante toma agua.
Mientras César está con un grupo pregunta al conjunto “¿listos?”. Pocos dicen “sí”. Vuelve a un grupo que ya había revisado y le pregunta algo. Parece que enfatiza en algo que ya le había explicado.
Pide atención verbalmente a dos integrantes de un grupo mientras corrige la tarea a uno de ellos. Observo que corrige con esfero de color morado, tinta que es distinta al color de construcción de la actividad.
Llega una pareja que es de otro grupo a decirle algo. Los felicita y les dan un saludo con la mano. La comunicación con su cuerpo es fundamental para captar su atención y para transmitir aprobación o desaprobación frente a las actividades realizadas.Dice César en voz alta “Uy, me estoy demorando mucho revisando”. El profe se apoya en un par de estudiantes que parece que manejan el tema. Eventualmente pide a cada uno de ellos que les expliquen a los que no han entendido de otros grupos. Por ello algunas parejas se reorganizan esporádicamente. Los que saben explican diligentemente a los que no. Los aprendices aquí también se ven dispuestos y receptivos.
El profe César se mueve diligentemente por los apretados pasillos del salón. Está de pie, otras veces se sienta. Pareciera que quiere dar cuenta de su presencia y copar de a poco todo el espacio del aula.Pone su firma y visto bueno en las tareas que está revisando. Una estudiante lleva tapaboca. Aún hay secuelas de la pandemia. La gripa está alborotada.
Llega un estudiante de otra fila y el profe César le dice “ya voy para allá”.
Hay una pareja de estudiantes que parece que no entiende. Llama a uno de los estudiantes que lo apoya, “auxiliar” lo llama. Termina la revisión de los grupos. Indica que muy bien y afirma que todos han entendido.
Agradece en público a los “auxiliares uno y dos” por su ayuda. En el descanso el profe me comenta que estos estudiantes son hiperactivos, que tienen problemas en otras materias, y esta estrategia de darle responsabilidades es efectiva para controlarlos, además, en sus palabras, son estudiantes “muy pilos”.
Reparte el refrigerio, sobran algunas bolsas y pregunta quién quiere. Da unos minutos de la clase para que coman.
En algunos casos, los docentes del área solicitan
apoyo de psicología u orientación y aplican el conducto
regular estipulado en el Manual de Convivencia para
casos extremos. Además, afirman que es necesario el
manejo de una comunicación formal y directa para que
el estudiante comprenda la gravedad del caso. También
han tenido éxito trabajando en colaboración con otros
docentes de diferentes asignaturas para establecer
estrategias de acción frente a este tipo de alumnos.
En Colombia, la norma que regula la convivencia
en las escuelas es la Ley 1620 de 2013, cuyo objeto
es la creación del Sistema Nacional de Convivencia
Escolar. Este sistema tiene como énfasis la formación
en derechos humanos, educación para la sexualidad
y mitigación de la violencia escolar. En esta ley se
estipula la organización de comités de convivencia
escolar a nivel nacional, regional, local e institucional,
con el propósito de diagnosticar conflictos en la comunidad educativa, establecer mecanismos de mejora y
avalar rutas de atención integral para escalar a otras
entidades o autoridades públicas los problemas que
escapan de su resorte. Adicionalmente, esta legislación
hace un llamado para que los Manuales de Convivencia
incluyan los procedimientos para dirimir conductas
de los estudiantes que atenten contra la convivencia.
En complemento con lo anterior, el Decreto 1965
reglamentó la mencionada Ley de Convivencia, adoptando un conjunto de artículos que tipifican las situaciones que afectan la sana convivencia. Estas son:
tipo 1, que son los conflictos que no generan daños al
cuerpo o la salud de las víctimas; tipo 2, las acciones
sistemáticas de agresión y acoso que afecten la salud
sin que constituyan un delito; y tipo 3, las situaciones
que constituyan presuntos delitos contra la libertad,
la sexualidad o cualquier otro contemplado en la ley
penal. El Decreto también define la ruta de acción
frente a cada tipo de situación presentada.
Retomando lo hallado en la presente investigación, en casos graves, algunos docentes de ciencias sociales e historia invocan la necesidad de ajustarse a la norma. Como se mencionó anteriormente, existen protocolos específicos al respecto que, de alguna manera, limitan su mediación o que, debido a la gravedad de cierto tipo de situaciones, se les escapan de las manos. Dos profesores compartieron sus relatos en este sentido:
A veces ellos asisten a la institución, pero su intención no es la de estudiar sino estar allí; a ellos les gusta estar en el colegio y creo que lo hacen porque se sienten más acogidos que en sus propias casas, o algunos en sus casas les dicen ‘aquí no se va a quedar haciendo nada, vaya así sea a sentarse en el colegio’. (Luisa)
En caso extremo es necesario recurrir al Manual de convivencia y aplicarlo; esto puede pasar por diferentes niveles o situaciones: anotaciones en el observador, informarle al director de curso, llevarlo a la coordinación de convivencia y/o académica, citación de acudientes, y si la situación ya se llega a tornar difícil de solucionar ya se va al comité de convivencia, donde se puede solicitar incluso que el estudiante sea cambiado de ambiente escolar, es decir, que se vaya a otro colegio. Eso es muy raro que ocurra, pero en algunas situaciones se presenta. (Wilson)
Más allá del deber docente de atender un grupo
de estudiantes con profesionalismo, los docentes del
área no desconocen que hay situaciones que afectan
el ambiente de convivencia y que requieren su intervención. Esta puede ir desde un diálogo amistoso
hasta la aplicación de sanciones en el marco de la
normativa institucional.
En esta misma dirección, los profesores y profesoras enfrentan una serie de dificultades para establecer una buena relación con sus estudiantes. Entre ellas, se encuentran el gran número de alumnos por curso y de diferentes niveles, lo que dificulta los acompañamientos y diálogos personales. Además, muchos estudiantes tienen graves problemas familiares, desde el abandono de sus padres hasta la violencia física y el abuso sexual, lo que hace que la vida escolar sea una de las últimas prioridades para ellos. También se enfrentan a la batalla con las nuevas tecnologías, que ocupan gran parte del tiempo e interés de los niños y jóvenes. A esto se suma la falta de herramientas y habilidades específicas para tratar casos complicados de convivencia, así como el desafío de lidiar con familias sobreprotectoras, desconocedoras o indiferentes a los problemas de sus hijos. Por último, se encuentran con culturas institucionales extremadamente autoritarias, que buscan deshacerse de casos anómalos, o extremadamente permisivas, que descuidan la autoridad del docente en aras de seguir los discursos de la llamada inclusión educativa.
Conclusiones y discusión
Como se ha demostrado a lo largo de este artículo, las
interacciones escolares entre docentes y estudiantes,
narradas desde la perspectiva de docentes de ciencias
sociales e historia, implican una serie de representaciones en las que el trato amable y el respeto hacia los
estudiantes son fundamentales, motivados por aspectos sociales y pedagógicos. En este sentido, los docentes del área justifican su comportamiento (Goffman,
1997) como parte de un reconocimiento del encuentro
escolar como una interacción humana directa, en la
que el vínculo social es más importante que el rol
profesional, que a su vez está sujeto a desigualdades
de poder y diferencias generacionales. Esta condición
humana de los estudiantes fue mencionada de diversas
formas, especialmente como sujetos del conocimiento,
sujetos con derechos y sujetos capaces.
Por lo observado en el aula y lo analizado en los
relatos docentes, la interacción con los estudiantes se
configura en gestos y palabras. Los gestos representan
el cariz de la fachada docente (Goffman, 1997) que, sin
emitir voz alguna, aprueba, enfatiza, enaltece, (des)
califica y corrige las acciones y discursos de los estudiantes. En otras palabras, el gesto docente comunica
con el cuerpo un conjunto de sentidos y lenguajes
que el grupo escolar identifica. Creemos que parte de
la experticia docente está en el aprendizaje de dichos
gestos, cuyos códigos forman parte de las reglas de
juego no escritas que tanto estudiantes como docentes
asimilan y respetan. La mirada perspicaz, el ojo abierto
o cerrado, la posición de las manos, las cejas, estar
parado o sentado, caminar lento o apurado, recorrer
los intersticios de los pupitres, abrazar, poner la mano
en el hombro, el dedo en la boca, el puño levantado,
la intensidad de la voz, entre otros, son parte de esa
miríada de gestos que el docente ejecuta en su performance para captar la atención de sus alumnos y transmitir múltiples mensajes según la situación didáctica
y los escenarios escolares de actuación.
Parte de este repertorio de gestos se imbrica con
el funcionamiento de las mediaciones culturales
(Martín-Barbero, 2003). Se trata de procesos humanos y sociales que se encuentran en los intersticios
de la emisión y la recepción, y de la producción y la
apropiación. Esta situación, además de romper la
lógica dualista y lineal de la comunicación y la educación, trasmite las interacciones en contextos situados y en condiciones históricas, políticas y socioculturales
específicas. Estas mediaciones hacen posible que el
performance funcione como un conjunto de lenguajes
multimodales que involucran a las partes y trastocan
las lógicas del currículo oculto en lo que se refiere a
la naturalización de las asimetrías de poder estructurales (Jackson, 2001).
Respecto a los lenguajes y las palabras pronunciadas, los docentes del área participantes en el presente
estudio le dieron gran importancia a la forma en que
felicitan y regañan a sus estudiantes. No solo como
una forma implícita de evaluación, sino también como
estrategias de afirmación y oportunidades de mejora.
Aquí, al igual que en otros puntos de la interacción
escolar, los docentes reiteraron la importancia del
diálogo y de la escucha del otro. Sin embargo, reconocieron que hay situaciones inesperadas y desafortunadas en términos de convivencia que requieren
actuaciones más firmes y creativas para que el rol
del estudiante se adecúe a lo esperado. En este punto,
hubo consenso sobre la importancia del debido proceso y del Manual de Convivencia para tratar los casos
límites que lo ameriten. Algunos docentes expresaron
sentirse agobiados y desprotegidos debido al alto
número de estudiantes a su cargo y a la falta de condiciones institucionales y herramientas psicológicas
para manejar estas situaciones extremas
En la trastienda o trasfondo del aula (backstage en
la teoría de Goffman, 1997), dada en los descansos,
la sala de profesores o los espacios extraescolares y
virtuales en los que se desarrollaron largos diálogos
con los profesores participantes, no se identificaron
afirmaciones despectivas o peyorativas hacia sus
estudiantes. Por el contrario, se tomaban en serio su
papel y constantemente relacionaban las actividades
más rutinarias de su profesión y sus múltiples movimientos como abejas en una colmena (Jackson, 2001)
con su objetivo principal y declarado de contribuir
a la mejora de la sociedad, reconociendo las condiciones estructurales que limitan la realidad de sus
estudiantes (Dubet y Martuccelli, 1998). Esta puede
ser la característica más destacada de los docentes
de ciencias sociales e historia.
La reflexión sobre las interacciones identificadas
en este estudio forma parte del saber hacer o del
saber pedagógico propio de los docentes de ciencias
sociales (Arias, 2020; Álvarez, 2019; Martínez, 2022).
Este saber pedagógico reivindica la particularidad de
su quehacer en disputa con otras agencias que buscan
hegemonizar su labor (Silva, 2018; Arias, 2015), y
da cuenta de las vicisitudes de la dinámica escolar
con un conocimiento y una práctica históricamente
configurados por y para la escuela, que van más allá
de las preocupaciones disciplinares (Sánchez, 2021).
Desde otra perspectiva teórica, también coincide con
las construcciones sobre la cultura escolar (González,
2018; Pérez, 2018), al considerar el aula como un
espacio social y político rico en creación, producción,
circulación y reconstrucción de saberes y relaciones
que tienen una dinámica propia, no reductible a
meras adaptaciones científicas o a simples escenarios
de reproducción ideológica.
Para finalizar, es pertinente señalar un conjunto de
(proto)hallazgos que no son concluyentes, ya que hubieran requerido otras preguntas y otros instrumentos de
observación. Sin embargo, es relevante mencionarlos,
a saber: no se encontraron diferencias significativas
entre las respuestas de los docentes de las diferentes
ciudades (Cali, Medellín y Bogotá) al momento de narrar
sus experiencias en la interacción con sus estudiantes.
Los profesores con 10 o más años de experiencia fueron
más propensos a mencionar las distintas etapas vividas
en su trayectoria profesional, en el sentido de transitar
de relaciones más cercanas a menos cercanas con sus
estudiantes, sin dejar de ser respetuosas. Además,
fueron quienes más enfatizaron en la importancia de
la norma y el debido proceso, y manifestaron experimentar menos problemas de convivencia en sus aulas.
Este conjunto de aspectos mencionados en el
presente estudio, en relación con las interacciones
de los docentes de ciencias sociales e historia con los
estudiantes de educación básica y media, cuenta con
escaso diálogo en la literatura existente. La mayoría
de la investigación en habla hispana no se refiere
específicamente a esta área, o se limita a destacar la
importancia de mantener relaciones excelentes con
los estudiantes para mejorar el rendimiento académico (Covarrubias y Piña, 2004; García et al., 2014).
Queda por profundizar la mirada de los estudiantes en esta interacción social, así como ampliar la muestra de observaciones de aula, que solo se realizaron en la ciudad de Bogotá. También sería sugerente realizar comparaciones entre colegios públicos y privados, instituciones del campo y de la ciudad, así como entre escenarios de primaria y bachillerato. Estos asuntos, debido al objetivo y alcance del presente estudio, no pudieron ser abordados y quedan como base para futuras investigaciones.
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