Revista Pedagogía y Saberes
Universidad Pedagógica Nacional
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Sapere Autre: inventar
una causa para sí mismo
Sapere Autre: the Invention of a Cause for Onself
Sapere Autre: a invenção de uma causa para si mesmo
Para citar este artículo: Pérez-García, D. (2024). Sapere Autre: inventar una causa para sí mismo. Pedagogía y Saberes, (60), 6–17. https://doi.org/10.17227/pys.num60-20108
Resumen
El presente trabajo surge de una reflexión basada en la distinción entre lo que puede enseñarse – que posibilita la educación – y
lo que no puede ser enseñado a través de la experiencia. Aunque el saber constituya un concepto desarrollado para la educación
y tenga su tratamiento pedagógico, en esta reflexión sostengo que no es para todos. Esto no se debe a una exclusión realizada
por las instituciones sociales, sino al acto de enfrentarse a las vicisitudes que satisfacen al sujeto en el ámbito de la enseñanza.
Sin dejar de considerar la influencia de la sociedad, esta interpretación se centra en comprender al sujeto de forma singular.
Para ello, se realizó una revisión de las ideas de Kant en sus cursos de Pedagogía interpretadas a través de la orientación lacaniana para destacar cuatro modalidades de satisfacción vinculadas al concepto de minoría de edad en esta reflexión. Asimismo,
se explora la posibilidad de aplicar el concepto freudiano de negación en relación con la minoría de edad, permitiría entender
el trabajo de lo pulsional en el contexto del sapere aude: ‘atrévete a pensar’, que se generaría como un efecto producido en la
educación y no la remisión de un manual a seguir, que podría interpretarse en una lectura de Kant.
Palabras clave
denegación; pulsión; formación; singularidad
Abstract
The current work emerges from an analysis aimed at differentiating between the teachable aspects of education and the elements that can only be acquired through experience. Knowledge is portrayed as a fundamental concept within education,
essential for pedagogical approaches, though it is not universally accessible. This inaccessibility is not due to societal exclusion
but rather due to individual confrontations with the challenges inherent in the educational sphere. While societal considerations are not overlooked, this research focuses on the individual from a unique perspective. To achieve this, the paper revisits
Immanuel Kant’s pedagogical theories, interpreted through a Lacanian lens, and identifies four modes of satisfaction linked
to the concept of “minority” within this context. By critically engaging with Sigmund Freud’s concept of negation in relation to
the concept of “minority”, the paper seeks to understand the function of the drive-related in the context of sapere aude: ‘dare
to think’, which would be generated as an effect produced in education and not the referral of a manual to follow, which could
be interpreted in a reading of Kant.
Keywords
denial; drive; formation; singularity
Resumo
O trabalho atual emerge de uma análise voltada para diferenciar entre os aspectos ensináveis da educação e os elementos que
só podem ser adquiridos por meio da experiência. O conhecimento é retratado como um conceito fundamental dentro da educação, essencial para as abordagens pedagógicas, embora não seja universalmente acessível. Essa inacessibilidade não se deve
à exclusão social, mas sim aos confrontos individuais com os desafios inerentes à esfera educacional. Embora as considerações
sociais não sejam negligenciadas, esta pesquisa foca no indivíduo de uma perspectiva única. Para alcançar isso, o artigo revisita
as teorias pedagógicas de Immanuel Kant, interpretadas através de uma lente lacaniana, e identifica quatro modos de satisfação
derivados de um discurso sobre a minoria de idade neste contexto. Ao se envolver criticamente com o conceito de negação de
Sigmund Freud em relação ao conceito de minoria de idade, o artigo procura entender a função do pulsional no contexto de
sapere aude: “ousar pensar”, que seria gerado como um efeito produzido na educação e não o encaminhamento de um manual
a ser seguido, o que poderia ser interpretado em uma leitura de Kant.
Palavras-chave
negação; pulsão; formação; singularidade
Introducción
En esta ocasión, al abordar el tema de la educación y
la enseñanza, es preciso empezar con observaciones
sobre el registro escrito, desde la perspectiva de Kant;
no solo para comprender lo que el filósofo de Königsberg trató de exponer en sus clases de pedagogía, sino
también para contextualizar el texto de dichas clases,
publicado en 1803 a través de las notas de uno de sus
estudiantes, Friedrich Theodor Rink, correspondientes
a los cursos realizados entre 1776-1777, 1780, 1783-1784 y 1786-1787, y avalados por Kant.
Este texto nos permite considerar la idea que
surge a través de los significantes de cuidado, disciplina e instrucción, los cuales dan lugar a una serie
de relaciones enmarcadas en la formación, conocida
como bildung. Así, su idea podría materializarse en la
Ilustración desde su texto Beantwortung Der Frage:
Was Ist Aufklarung? (Kant, 1784), —Respuesta a la
pregunta: ¿Qué es la ilustración? en la traducción de
Rubén Jaramillo Vélez— para comprender que la
formación no es un asunto del tiempo histórico y que,
al mismo tiempo, no puede ser enseñada.
Al analizar cada uno de estos significantes de
forma individual —cuidado, disciplina e instrucción—,
se entiende que no se refieren al asunto que interroga
el tiempo histórico. Al realizar esta interpretación,
podrían comprenderse mejor ciertos problemas
relacionados entre los tres significantes. Las dinámicas entre estos pueden surgir de las relaciones,
convirtiéndose en una pugna por entenderlas a partir
de la pregunta, “Was ist der Mensch11
1
Es la pregunta que Kant refiere a la Antropología, que no
estableceremos en este trabajo, pero nos interpela en nuestro
avance.
?” —‘¿Qué es el
hombre?’—, la cual, para nosotros, está vinculada con
la formación como un término en el que la realización
no se da cronológicamente ni por acumulaciones, sino
retrospectivamente, a través de una lógica estructural
que se adquiere.
En este contexto, los conceptos de pulsión y negación elaborados por Freud (1922 a, b) son necesarios
para ubicar una postura de satisfacción frente a los
enunciados que podrían encontrarse en la educación.
De este modo, comprometer estos conceptos desde
el psicoanálisis nos ubica en un efecto y no en un
resultado de la relación de los sujetos con el Otro.
Significantes
La unidad de los significantes mencionados al
comienzo de Pedagogía (Kant, 1803) nos lleva a
reflexionar sobre cómo cada uno de estos generan
distintos resultados que contribuyen con frecuencia
a la extensión de posibilidades y propósitos. Esto
implica una inclusión o exclusión de relaciones que
podrían interpretarse como una progresión secuencial en tanto que se desarrolla el texto. Es como si el
texto nos guiara paso a paso, pero para nosotros solo
puede comprenderse en relación con el significante
previamente presentado y sus dinámicas.
En esta dirección, es posible esclarecer que los significantes que Kant (2003) presentó pueden concebirse como un discurso que no se desarrolla de manera continua para esta interpretación, sino que se estructura en función de lo que cada uno relaciona. Se puede considerar la retroacción como un componente relevante en esta interpretación para pensar las relaciones de los significantes.
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Ahora bien, en principio, la educación implica
una dinámica de relaciones en las que un sujeto se
desenvolverá sin poseer un saber al llegar al mundo,
y, por ende, no comprende su propio nacimiento.
Este hecho no está causado por el acto de nacer.
Entenderíamos, entonces, que el momento en el que
se constituye una falta de saber como fundamento
de la vida humana.
Kant (2003) abordó el saber y el conocimiento
de manera distinta. Para nosotros, esta distinción es
indicativa para diferenciar lo relacionado con la cultura y la crianza, así como para distinguir entre ambas
nociones en el momento en que los significantes que
comprendemos se hacen un registro22
2
Para referirnos a registro, pensamos en una marca en el espacio donde descansan asuntos que van comprendiéndose como
soporte.
como actividad.
Cuando Kant (2003) planteó cuidado, disciplina e
instrucción, no pretendía que se entendieran como un
manual de pasos a seguir. Más bien, lo que podríamos
comprender sería la constitución de un sentido con
respecto a lo anterior: la disciplina en relación con el
cuidado y la instrucción en relación con la disciplina
y el cuidado.
Examinemos en primer lugar el cuidado. Kant
(2003) hizo una comparación con respecto a los
animales, exponiendo que lo humano necesita un
cuidado mayor que cualquier animal. Esto nos lleva
a pensar que, no importa el tiempo en el que el cuidado deba estar presente, siempre habrá una dependencia de otro. Aunque Kant (2003) señaló que el
cuidado es para los niños en su estado de lactancia,
nos preguntamos si incluso los adultos no dependen
de otro en algún tipo de cuidado, ya que parece
ser que siempre tenemos una relación con un otro,
incluso en el momento en el que llegamos al final de
nuestra vida.
Continuando con la definición de Kant, cuidado
hará referencia a “las precauciones de los padres
para que los niños no hagan un uso perjudicial
de sus fuerzas” (2003, p. 29). Estas precauciones
podrían sintetizarse del texto en aspectos como alimentación, temperatura y fortaleza del niño, apetito
y estimulantes, y crianza relacionada a movimiento y
expresión corporal.
presión corporal.
En rigor, lo que planteó Kant (2003) nos permite
considerar que la animalidad y su comparación con
lo humano tienen que ver con dos aspectos fundamentales: 1) el humano se pone en peligro desde que
nace y 2) centrarse en el cuidado del cuerpo busca
una conciencia para generar hábitos y conductas sin
apelar directamente a lo racional o un conocimiento,
pero sí a un saber. Entonces, diferenciar el saber del
conocimiento nos da una pauta en la cual el saber
tiene una relación con la experiencia, y el conocimiento con la razón. Un saber que no tiene que ver
con la dinámica en la que la ciencia hace su aparición
para poder comprender el mundo circundante.
Es preciso señalar, con respecto a Pedagogía (Kant, 2003), que el cuidado se sustenta en un saber, no necesariamente un saber disciplinar —o científico— como fue mencionado, sino un saber que no tiene el ser humano y sí al nacer de los animales para poder sobrevivir. Esto lleva a pensar que, aunque los animales no sean cuidados por otros, ya poseen un saber instintivo que les permite sobrevivir desde el inicio.
Un animal es todo ya por su instinto; una razón extraña ha cuidado ya de ello en lugar de él. Pero el hombre necesita de su propia razón. No tiene instinto, y tiene que hacerse el plan de su conducta. Pero como no está inmediatamente en condiciones de hacérselo, sino que llega al mundo sin estar desarrollado, otros tienen que hacerlo por él. (Kant, 2003, p. 29)
El animal “es todo ya” por su instinto, tiene un
saber que le permite sobrevivir y, a su vez, acceder
a todo lo necesario para su desenvolvimiento natural. En el caso del ser humano, su desenvolvimiento
natural es diferente, ya que no puede conocer o comprender sin la intervención de otro que esté con él.
No obstante, no podemos olvidar que en una relación de excesivo cuidado provoca otros efectos y Kant (2003) no lo ignoró.
Tampoco le sirve de nada el ser mimado en su infancia por la excesiva ternura maternal, pues más tarde no hará más que chocar con obstáculos en todas partes y sufrir continuos fracasos, tan pronto como intervenga en los asuntos del mundo. (Kant, 2003, p. 31)
En esencia, el texto sugiere que tanto el exceso
de cuidado como la falta de cuidado pueden tener
efectos en una persona, especialmente en un niño
pequeño. Un exceso de cuidado lo puede hacer vulnerable y menos resistente a los desafíos del mundo,
mientras que la falta de cuidado también puede tener
un impacto en la capacidad de una persona para lidiar
con los asuntos del mundo. Lo importante aquí es
encontrar un equilibrio entre estos dos extremos.
Interpretamos que este equilibrio se relaciona con
la capacidad de un niño pequeño para expresar sus
necesidades y expectativas en términos de cuidado,
de una manera que sea adecuada y beneficiosa para
su desarrollo. En otras palabras, se sugiere que es
importante que los cuidadores encuentren un equilibrio entre satisfacer las demandas de un niño y
brindar el cuidado necesario para su bienestar sin
caer en un exceso de sobreprotección o negligencia.
Lo que Kant (2003, p.71) planteó es que la negación
como respuesta durante el cuidado podría representar una postura frente a las demandas del lactante, y
esta negación tiene la función de establecer límites,
pues no todas las demandas del lactante pueden ser
aceptadas. Estos límites se refieren a cómo se manejan las peticiones y el llanto del lactante en el cuidado
inicial. Sin embargo, es fundamental que estos límites
no sean una imposición autoritaria. La negación se
justifica cuando el lactante busca realizar una acción
que podría resultar perjudicial o negativa para su vida
en la sociedad y pueda ser comprendida en relación
con el desenvolvimiento para el sujeto a posteriori.
De manera similar, en el ámbito educativo, los
docentes también han de emplear el “no” como límite
de manera selectiva para orientar el proceso de
aprendizaje. Esto significa que se niega algo en relación con lo que el estudiante demanda cuando contribuye a promover un enfoque que se haga eficiente
y productivo en su trabajo.
El cuidado se entrelaza con la promoción de la
autonomía y la libertad, ya que implica que los individuos aprendan a cuidar de sí mismos. Como lo señaló
Kant (2003, p. 43), la vida adulta no siempre será
como estar en casa de los padres. Para lograr esta
transición hacia la autonomía, es necesario mostrar
a los individuos que las limitaciones y desafíos
que enfrentan son una parte de su desarrollo en la
sociedad. Esto implica que los límites o coacciones
tienen como objetivo ayudarles a comprender sus
alcances y prepararlos para asumir la responsabilidad
de sus propias vidas, esto significa, evitar que queden
atrapados en una dependencia infantil en la adultez.
A propósito, Kant (2003) recalcaba que dichas
coacciones deben ser explícitas.
Para continuar con la disciplina, al analizar las
particularidades que se presentan en el texto desde
nuestra lectura de Pedagogía, Kant estableció que
(2003, p. 38) se trata de “impedir que la animalidad
se extienda a la humanidad, tanto en el hombre
individual, como en el hombre social. Así, pues, la
disciplina es meramente la sumisión de la barbarie”.
En otras palabras, la disciplina se interpreta como
la contención de la barbarie, es decir, el objetivo es
domesticar la impulsividad del ser humano para
que pueda convivir con las normas y las leyes de
la sociedad.
La disciplina sería la obediencia de reglas y el
desarrollo de habilidades que permiten al individuo
ejercer su libertad de forma responsable. Comprender los límites para mantenerse en el orden y que sus
comportamientos no lleguen a ser perjudiciales tanto
para el sujeto mismo como para los otros.
El cuidado se establece en relación con la disciplina, que tiene otro y que también tiene un saber
de esta. Por ende, la disciplina entra en el cuidado
como parte del proceso de desnaturalización del ser
humano para “convertir la animalidad en humanidad”
como mencionó Kant (2003, p. 29). Esta desnaturalización, entendida como el proceso que distingue a
los animales de los seres humanos, no solo garantiza
la supervivencia sino que también se transforma en
lo que podría denominarse humanidad.
A partir del impulso (Kant, 2003, p. 30), que surge
de la condición humana como una satisfacción inmediata, se pasa por mermar con disciplina orientada a
una satisfacción que implica esfuerzo. Sin embargo,
esta satisfacción no es comparable a la que experimenta un estudiante al ver películas en clase, sino
más bien a la búsqueda de palabras desconocidas en
una lectura, utilizando el diccionario, satisfaciéndose
con nuevos conceptos y enriqueciendo su léxico para
el futuro.
Los animales, como señaló Kant en su texto de
1803, carecen de disciplina y actúan según su instinto. La desnaturalización por medio del cuidado
abre la posibilidad de que aparezcan luego la disciplina y la instrucción, gracias a otro ser humano que
ya ha padecido la forma del cuidado. Si el cuidado
es el primer significante que otro ofrece al recién
nacido, como mencionó Kant (2003), el lactante
queda marcado con respecto a este cuidado, independientemente de su edad, convirtiendo la palabra del
otro en enunciado de Otro33
3
Cuando nos referimos a otro en minúscula, hemos de posicionar un referente que encarna un semblante. Y al referirnos a
Otro con mayúscula, es la cultura. Podría decirse que hay un
momento en el que otro encarna a Otro. al cual el sujeto comienza
a responder con afirmaciones o negaciones frente a
lo que significa el cuidado para sí mismo.
Este saber vinculado al cuidado parece perdurar
por mucho tiempo. Tal vez hoy la función de los
‘centros’ de educación continúa con el cuidado después de que los padres confían a sus hijos a otros, lo
que posiblemente se refleja en el espacio definido
como “bienestar estudiantil”. Bajo esta perspectiva,
cualquier actividad de bienestar, por ejemplo, el
ejercicio deportivo, requerirá en algún momento de
la convergencia de un saber que desconoce sobre el
cuerpo para evitar lesiones al practicar sus propias
fuerzas. Aunque este saber tiene una base racional, no
necesariamente permite que el sujeto se especialice
cuando lo practica.
Al retomar la disciplina como la crianza, contrarresta la inclinación natural hacia la libertad, entendida como el impulso de libertad, que aboga por la
animalidad. Así, la restricción permitiría la formación
—Bildung— y la creación —la cultura— como aspectos de la humanidad. Por ello, Kant (2003) destacó
que la disciplina impide que el individuo se aparte
de su destino y de su humanidad, contrarrestando la
barbarie que pueda surgir debido al impulso natural
hacia la libertad. “Pero como la educación, en parte,
enseña algo al hombre y, en parte, lo educa también, no
se puede saber hasta dónde llegan sus disposiciones
naturales” (Kant, 2003, p. 32). Ahora bien, al asociar
la libertad con el impulso como aquella característica
en la que los seres humanos buscan satisfacción,
resalta que la falta de restricciones pone de manifiesto que la disciplina actúa como un mediador y un
aspecto negativo: “es preciso desbastar la incultura
del hombre a causa de su inclinación a la libertad; el
animal, al contrario, no lo necesita por su instinto”
(Kant, 2003, p. 31). Entonces, lo que hace bien es
una negación de la condición de satisfacer el impulso.
Este no tiene límites y, por ende, no sabe a qué restringirse. Al no haber restricción, la disciplina parece
negar la libertad, lo que sugiere que la libertad se
opone a la disciplina, sin conducir a ninguna producción en cuanto la cultura.
En términos de una posición positiva y negativa,
podemos distinguir: lo positivo de la disciplina radica
en el sometimiento a las leyes de la humanidad y
dicho sometimiento será una preparación para la vida
en sociedad. En contraposición, lo negativo se vincula
con la satisfacción del sujeto como lo que ubica límite
ante lo impulsivo. La positividad de la disciplina se
manifiesta al seguir las leyes, mientras que la negatividad surge al ignorarlas. Ahora bien, cuando Kant
(2003) habla de un exceso de disciplina, se podría
interpretar como algo irritante y esclavizante, lo cual
resulta perjudicial al llevar al sujeto a la sumisión,
impidiéndole alcanzar la libertad de responsabilidad
y generando dependencia de otros. Además, la falta
de disciplina conduce al salvajismo.
El despliegue de esa demanda interior, que es
impulso, no puede por sí solo determinar el fundamento
perdurable de la conducción del ser humano hacia la
cultura, hacia lo inteligible. Así, la disciplina adquiere
mayor importancia, aunque sea percibida negativamente en términos de la satisfacción individual. La
disciplina podría pensarse como un crecimiento interior
que se va trabajando con el tiempo, y al cual se asocia la
responsabilidad. La oposición entre libertad y disciplina
no es una contradicción, sino más bien un vínculo en el
cual se sacrifica la libertad del impulso para ejercer la
libertad de la responsabilidad. Al confrontar disciplina
y libertad, se niega que el individuo se satisfaga en su
impulso, permitiendo que la libertad asuma las riendas
bajo la guía de la responsabilidad.
Kant (2003) destaca la coacción en la educación, señalando que al estudiante:
debo acostumbrarle a sufrir una coacción en su libertad, y al mismo tiempo debo guiarle para que haga un buen uso de ella. Sin esto, todo es un mero mecanismo, y una vez acabada su educación, no sabría servirse de su libertad. (Kant, 2023, pp. 42-43).
Esta dificultad, la de desarrollar la capacidad para
tomar decisiones autónomas, pasa por la disciplina,
entonces, ¿qué se puede enseñar y qué es imposible de
ser enseñado? La coacción es necesaria para la libertad
de responsabilidad, para que pueda enfrentarse a los
obstáculos y comprender la responsabilidad que conlleva la libertad. Por consiguiente, con la disciplina se
ejercerá la aceptación de la ley social. No puede dejarse
la ley como lo que no se encuentra en la disciplina,
porque la ley estaría en relación con los actos y su
ejecución es universal, no porque no se prefiera actuar
sin la ley: actuar es con la ley (Kant, 2003).
Por tal razón, la disciplina será el significante
que posibilita evitar que la animalidad prevalezca
sobre la humanidad. Esto significa la supresión de
cualquier comportamiento en favor del impulso
hacia un comportamiento más civilizado, controlado
y reducido. “El que no es ilustrado es necio, quien
no es disciplinado es salvaje” (Kant, 2003, p. 32).
La disciplina establece límites, normas y facilita el
desarrollo del autocontrol y la responsabilidad. La
disciplina así, sería un constante perfeccionamiento
del comportamiento.
Sin embargo, este perfeccionamiento en el comportamiento no se restringe a cuestiones como sentarse a la mesa o guardar silencio; se extiende a la capacidad de enfrentar los obstáculos sociales y, ante estos, poder actuar con criterio sin socavar la existencia de los demás. La disciplina es, además, una comprensión basada en la ley y su actuación de acuerdo con la moral, la norma asumida y la creación, la cultura. Según Kant (2003) es precisa “para llegar a alcanzar todos sus fines. Le da un valor en cuanto a sí mismo como individuo” (p. 39). Por ello, agregaríamos que
Al hombre se le puede adiestrar, amaestrar, instruir mecánicamente o realmente ilustrarle. Se adiestra a los caballos, a los perros, y también se puede adiestrar a los hombres. Sin embargo, no basta con el adiestramiento; lo que importa, sobre todo, es que el niño aprenda a pensar. Que obre por principios, de los cuales se origina toda acción” (Kant, 2003, p. 45)
Así, la instrucción, que es el cultivo del pensamiento, no se lleva a cabo mediante una mera transmisión mecánica de información, aunque se soporte en ciertos aspectos mecánicos. Hay un método en el cual el docente es su propio método y tiene adosada una relación con el saber, lo que posibilitaría el camino hacia la ilustración. Siguiendo a Kant (2003), se trata de la búsqueda de una libertad controlada para pensar y poder expresar su pensamiento de manera pública. Así pues
la dirección es la guía en la práctica de lo que se ha aprendido. De ahí nace la diferencia entre el instructor (Informator), que es simplemente un profesor, y el ayo (Hofmeister), que es un director. Aquél educa sólo para la escuela; éste, para la vida. (Kant, 2003, p. 40)
Por tanto, la disciplina con respecto a la instrucción hará que aparezca un perfeccionamiento en
términos de habilidades y conocimientos prácticos,
así como inteligibles, que han sido enseñados. Así, la
instrucción, que ha adquirido condiciones de formación según nuestra comprensión de Kant (2003),
llevaría al sujeto hacia las máximas, es decir, la moral
de actuar tanto para sí mismo como para los demás,
no por costumbre, sino porque el sujeto es bueno.
La instrucción se presenta, entonces, como la
cultura transmitida por otros, pero que a su vez ha
sido entregada mediante la construcción de toda la
humanidad, el Otro. La instrucción comprende no
solo la cultura en términos de conocimiento específico que pueda ser proporcionado, sino también los
fines para los cuales se espera que se utilice. Como
señala Kant (2023), se “puede emplear aún los recursos de la cultura y aplicar una disciplina” (p. 42), lo
que implica que la cultura es de alguna manera útil
y aplicable para ciertos fines según las inclinaciones
del individuo. Además, proporciona la formación
moral a través del cultivo de las máximas que fueron
inicialmente organizadas según las directrices de la
escuela para luego hacerse cargo de las propias a
partir de la reflexión.
De los significantes de Kant (2003) surgen algunos elementos por relaciones que entenderemos con el siguiente esquema:
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Con este esquema de interpretación se busca
esclarecer que este es una forma que acompaña lo
inherente al pensamiento de Kant, aunque aún queda
por exponer la especificidad singular. Tal parece ser
que esto podría llevarnos a pensar en un para todos y
dicho para todos es conferido a un universal, como si
todos los sujetos se satisficieran de la misma manera.
Es decir, las inclinaciones individuales se percibirían
en una posición de homogeneidad y, por lo tanto, se
formarían igual.
La exploración previa del texto de Kant de 1803
se centra en la aproximación a la comprensión de lo
singular. Es necesario destacar que la importancia
que se otorga a la educación puede confundirse con
un registro de la exactitud de un propósito. Precisamente esto nos hace cuestionar el impulso, no porque
se considere como lo negativo del ser humano, sino
porque en él reside la posibilidad de la convicción
de la creación.
Lo que no puede ser enseñado: Sapere Aude y Pulsión
La orientación hacia la ilustración, que en el texto filosófico indica una salida a la condición de la minoría
de edad, nos permite abogar por la decisión y libertad
de responsabilidad de manera particularizada. Según
Kant (1984), la consideración de menor de edad es
para todos, se aplica universalmente, ya que se es
menor de edad debido a “la incapacidad de servirse
de su propio entendimiento sin la dirección de otro.”
(Kant, 1894, p. 29). En nuestra interpretación, la
singularidad del sujeto se busca en lo que no será
para todos.
La disposición de tomar el riesgo de pensar por sí
mismo, expresada en el lema “¡Sapere Aude! Ten valor
de servirte de tu propio entendimiento” (Kant, 1984,
p. 29), implica la separación de la naturaleza y un
desenvolvimiento social. La escisión con la naturaleza
inicia si se establece que el lenguaje nos habría de
diferenciar, en cuanto sujetos que nacen sin saber, a
diferencia de la naturaleza animal. Así, cuando el lactante se anticipa a la matriz simbólica, esta separación
se constituye para nombrar el mundo, y por esa vía,
interpretar (Lacan, 2009a). Además, evitar postergar
el propio destino implica concebir el Sapere Aude como
verificable en la esfera pública, la sociedad.
Una cosa es encarnar el Sapere Aude, dado que
liberarse de la condición natural, tal vez del impulso,
es asumir una nueva naturaleza que, consideramos,
es trabajar por ilustrarse a sí mismo. En el texto de
Kant (1984), la pereza y la cobardía son las causas
de permanecer como menor de edad, lo que nos lleva
necesariamente a considerar la satisfacción en la
pereza del sujeto. Otra cosa sería enseñar el Sapere
Aude, si se tiene.
La satisfacción en la pereza en cuanto otro hace,
demuestra que se “es realmente incapaz de servirse
del propio entendimiento, porque jamás se le dejó
hacer el ensayo” (Kant, 1984, p. 31), cuando otro
es el que siempre ha hecho. Tenemos entonces que
un exceso provoca la minoría de edad al evitar los
desafíos, como se menciona en Pedagogía de 1803.
Tal vez, la condición en la que Kant (1984) señaló que
otros “se han cuidado muy amablemente de asumir
semejante control” (p. 31), podría responder a la
pregunta por el sujeto como un incapaz o carente
ante los obstáculos. Así mismo, podríamos pensar
que el tutor está presente porque se le solicita y no
necesariamente de forma explícita.
No obstante, en el contexto de la minoría de edad,
la posibilidad de aceptar un tutor se registra como
una posición relacionada con el comportamiento
hacia los obstáculos. Kant (1984) enfatizó la importancia del esfuerzo propio, la ilustración personal
y la propagación del espíritu ilustrado que exige
libertad, un logro que se obtiene y, al mismo tiempo,
se recibe de Otro. Sobre todo, porque no se trata de
una libertad al servicio de la domesticación, sino de
la libertad de saber y hacer.
¿Hacer con respecto a qué? A la propia razón como
guía del destino de la humanidad. Vale recordar que
este destino no se alcanza de inmediato, sino gradualmente, como mencionó Kant en la Ilustración
(1984, p. 33) y en Pedagogía (2003), al referirse a la
formación. Así, la ilustración no es para todos, puesto
que la universalidad sería algo por alcanzar. Aunque
puede haber sujetos ilustrados, no necesariamente
encarnarán el Sapere Aude.
Surge entonces la pregunta: ¿se puede enseñar
el Sapere Aude bajo los significantes de cuidado,
disciplina e instrucción? Entendemos que es una
condición de posibilidad, pero no una determinación. ¿Es posible enseñar a otro a pensar por
sí mismo, cuando quien enseña no lo ha experimentado? Si hemos comprendido el concepto de
ilustración, notamos que otro puede transmitirlo,
pero no necesariamente porque quiera enseñarlo.
Quien intente hacerlo quedaría en la falta de no
lograrlo con todos.
Así, el Sapere Aude se convierte en una verdad, no
una verdad que se enseñe y, por ende, la caída de lo
que es la enseñanza. No se trata de desprestigiar la
enseñanza ni mucho menos la producción de Pedagogía de Kant, sino que hay algo que no puede ser
enseñado. El inicio del texto, donde se sugiere que el
Sapere Aude es un trabajo individual, y el hecho de
que en el texto de Kant (1984) la educación no es el
núcleo del Sapere Aude, respaldan esta idea.
¿Se adquiere el Sapere Aude cuando otro proyecta
un deseo, pero como un deseo de hacer con ese
deseo? Cuando “el deseo por el objeto del deseo del
otro” (Lacan, 2009a, p. 104) aparece, pero no por la
imagen —no por el registro imaginario—, es decir,
no es ver a otro y convertirse en él en relación con
un vestuario, por ejemplo, sino por lo que encuentra en lo simbólico y causado por lo Real, según los
registros de Lacan (2005). Aunque estos registros
estén anudados, se puede argumentar que uno de
ellos tiene supremacía en el sujeto, según lo que le
hace estar causado.
Entonces, ¿sería una propagación como mencionó Kant (1984)? El deseo del otro, anticipando un
posible desplazamiento en el contenido del saber en
el contexto de la enseñanza, se destaca por la diferencia en la aplicación de ese saber. Si no es por una
imagen que se encuentra en quien encarna el Sapere
Aude, según el estadio del espejo de Lacan (2009a),
lo que se podría gestar es un vínculo con el deseo de
saber, con un arreglo en el propio hacer. En resumen,
marcaríamos la transición de la minoría de edad a la
ilustración. Esta posición se encuentra en el registro
simbólico y contiene un plus; una satisfacción que ya
no es con la pereza, sino hacer con el saber.
El discurso es el que provoca el deseo. Se desea
saber lo que sabe Otro, y esta unidad del discurso
es una atracción para suspenderse en ese saber,
en este caso el Sapere Aude. Sin embargo, no es
solo por la palabra (Lacan, 2005); en el discurso
se establece como condición permitir el trabajo
con el objeto de saber, escapando así a una identificación que opera a nivel de enunciar Sapere Aude
y la imagen de otro que lo posee. En este sentido,
lo real causa en lo simbólico que la pereza deje de
ser satisfactoria para que el trabajo se vuelva satisfactorio. Hacerse cargo del deseo que perteneció a
otro para convertirlo en el propio deseo. El Sapere
Aude es el Sapere Aude de Otro.
En este caso, la estructura que Lacan (1978) propuso en el que
Hay cuatro discursos. Cada uno se toma por la verdad. Solo el discurso analítico hace excepción. Sería mejor que domine se concluirá, pero justamente este discurso excluye la dominación, dicho de otro modo, no enseña nada. No tiene nada de universal: es por lo cual no es materia de enseñanza.
¿Cómo hacer para enseñar lo que no se enseña? He ahí aquello en lo cual Freud se abrió camino. Él consideró que nada no es sino sueño y que todo el mundo, (si se puede decir con una expresión así), todo el mundo es loco, es decir delirante. Esto es lo que se demuestra en el primer paso hacia la enseñanza. (Lacan, 1978, p. 278)
Es plausible argumentar que el Sapere Aude no
puede considerarse como materia de enseñanza, ya
este mismo pretende la no dominación y la libertad
del sujeto para hacer de sí mismo. Esta condición
de lo singular, sugiere que lo que se enseña, aunque
parezca un rasgo para todos, es un no todo. El Sapere
Aude es para no todos. Sin embargo, esta paradoja de
que algo puede ser enseñado es porque recae sobre
la enseñanza de un conocimiento, pero la realización
sobre el Sapere Aude excluye la universalidad en
nuestro caso. Por esta razón, consideramos que hay
una satisfacción en la pereza y una anulación de esta
para ser ilustrado, en el nivel Kantiano. O bien, podría
ser, renunciar a la ilustración por la satisfacción de
la pereza.
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Ahora bien, si Freud se abrió camino según lo señalado por Lacan, como se citó anteriormente, debido a
que el trabajo del psicoanálisis y el discurso del analista, en comparación con Sapere Aude, se distingue
por una formalización posible por la satisfacción del
sujeto para situarlo a la altura de su deseo singular.
Para exponer nuestro esquema de interpretación de los significantes en relación (véase figura 2), basándonos en Pedagogía (Kant, 2003) como una unidad, es preciso ubicar en el centro de esta figura aquello que nos interroga por lo que podría controlarse y a su vez lo singular: el impulso. Pero este impulso no podría rastrearse de una manera que nos ubique en lo singular según las ideas de Kant. Por consiguiente, tendremos que recurrir a la noción de pulsión de Freud (1992a). Al introducir esta condición, podríamos desplazarnos de un para todos a un no todo, conservando lo necesario para mantener los significantes en su unidad, dirigidos hacia la formación, y así comprender las inclinaciones individuales.
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En el ensayo de Freud (1992a), el concepto de pulsión será un concepto fundamental y necesario para nuestro desarrollo de la relación entre la pereza y el Sapere Aude. Cuando Freud (1992a) propuso aclarar la pulsión, nos brindó los elementos de comprensión para abordar nuestro interrogante singular. Aunque no nos detendremos en los elementos de la pulsión, es necesario acotar la distinción introducida por el psicoanalista austriaco.
Si ahora, desde el aspecto biológico, pasamos a la consideración de la vida anímica, la «pulsión» nos aparece como un concepto-frontera entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su relación con lo corporal. (Freud, 1992a, p. 117)
Esta distinción nos advierte sobre la relación
de lo anímico y lo corporal. Así, la pulsión podría
ser pereza, que lleva al cuerpo a satisfacerse en la
inacción. Pero si se controla, como sugiere Kant
(2005) por medio de la disciplina, y ubicamos el
deseo, según la referencia de Lacan (2009), en lo
que no sería pereza, ahora tenemos una satisfacción
vinculada con el hacer. El deseo podría representar
una pausa al cuerpo que se satisface plentamente en
lo orgánico, dando lugar a una satisfacción anímica.
Esta satisfacción ya no sería exclusivamente corporal,
aunque provenga de lo corporal.
El concepto de pulsión, tal como lo hemos relacionado en la figura, nos permite comprender que
aquello que satisface al sujeto puede llegar a ser el
conocimiento. La formación del sujeto radica en la
medida en que satisface el deseo de su Sapere Aude.
Si lo pulsional opera en función de una satisfacción, como un asunto en el cual el sujeto arriesga su vida, el hacer o no satisface lo pulsional. Así, el deseo sería un cierre a lo pulsional para, en cambio, asignarse un trabajo propio. Cuando consideramos la pereza y lo pulsional es porque hemos ubicado al Sapere Aude como un objeto que es causa y efecto de la satisfacción del sujeto. Sin embargo, esta satisfacción no se encuentra externamente en el Otro. La pereza frente a la condición de ser ilustrado implica dejar que otro se encargue, mientras que el deseo es la elección de una satisfacción derivada de hacerlo por sí mismo.
Denegación
En consecuencia, ¿cómo podríamos constatar la
satisfacción? Recurrimos entonces a otro de los
ensayos de Freud, La Negación (1992b), en el cual
trataremos, a partir de un enunciado, vislumbrar las
posibilidades que diferentes formas del significante
‘no’ habilitan. Además, en el Seminario III de Lacan
(2009b), encontramos un abordaje de la negación
con profundidad para ubicar el ‘no’ en relación con
el orden de la oración.
Parecería una controversia citar a Freud (1992b)
con lo que se ha trabajado hasta el momento. En
esta aparente controversia, situamos la negación,
especialmente para pensar un esquema que, desde
nuestro punto de vista, ocurre en el fenómeno de la
educación, específicamente en lo que respecta a la
formación al desarrollar nuestra interpretación de
Kant con el Sapere Aude.
El uso de la negación no implica necesariamente
un debate sobre el papel central de la palabra ‘no’
con respecto a un fragmento del enunciado. A la luz
de esta “aplicación”, podríamos tener algunas afirmaciones que aparentemente aportan y posicionan
con respecto al enunciado, como ya se mencionó,
una posición ante los obstáculos que son nombrados,
pasados por la palabra. Aunque haya rasgos propios
del psicoanálisis, estos no dejan de ser productivos
con respecto a nuestro abordaje de lo que no se
puede enseñar.
La negación se señala en una de las partes del
enunciado con respecto a lo que se recibe del enunciado. La palabra ‘no’ podría estar presente o no en
el enunciado. Sin embargo, tendríamos que pasar al
enunciado al cual se pueda aplicar el lugar del ‘no’.
Las condiciones de la negación, a partir de la lectura de Lacan (2009b), nos hacen pensar sobre sus posibles modalidades. Podríamos interpretar cuatro modalidades: 1) negación hacia el sujeto; 2) negación hacia la acción; 3) negación hacia el objeto; y 4) negación de todo el enunciado.
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Para cada tipo de negación, hay unas implicaciones que se organizarían de la siguiente manera al
negar el enunciado propuesto.
Cuando nos detenemos en la negación hacia el
sujeto en este enunciado: “no soy menor de edad
para que otro haga el trabajo”, nos encontramos con
una afirmación y la capacidad del sujeto de asumir su
responsabilidad. Aquí, el sujeto estaría aludiendo a la
ilustración. Esta negación sugiere una determinación
de hacerse cargo de su responsabilidad. Podría considerarse la interiorización de las máximas y la realización de la instrucción que está en su satisfacción.
Pero también nos interroga, si pudiese considerarse
que el Sapere Aude es una orden que sigue y así asume
su responsabilidad.
La negación hacia la acción, expresada como “soy
menor de edad para que otro no haga el trabajo”, nos
lleva a considerar la complejidad de la satisfacción
y decisión detrás de esta afirmación. Aquí, el sujeto
reconoce su minoría de edad y elige que otro no realice la acción, pero él no lo hará. Esta negación puede
ser resultado de una satisfacción con la pereza, es
decir, decide hacer nada.
Al explorar la modalidad de la negación hacia el
objeto, que se manifiesta como “soy menor de edad
para que otro haga no el trabajo”, se introduce la idea
de que la restricción de la minoría de edad se aplica
específicamente a una cosa en particular, pero no
necesariamente a otras actividades. Esta negación
abre la posibilidad de que el sujeto esté dispuesto a
trabajar en otras actividades.
En cuanto a la negación de todo el enunciado,
“soy menor de edad para que otro haga el trabajo.
No”, nos lleva a explorar la negación más radical
de permitir que otro realice la tarea. Pero si somos
congruentes con el texto de Freud (1992b), la manera
de esta negación será mejor como denegación. Esta
afirmación implica una decisión plena de asumir
la responsabilidad del trabajo por la negación de
la oración anterior en el enunciado. En su núcleo, esta
negación puede reflejar el Sapere Aude y su satisfacción está en juego en el superar obstáculos porque
se atreve hacer.
Al considerar estas modalidades de negación en
conjunto, obtenemos una representación del trabajo
a partir del Sapere Aude, ese atrévete a pensar, hacer
por ti mismo. Así, el Sapere Aude no es un concepto
estático, sino un proceso que involucra elecciones y
posibilidades ante lo social, pero por una satisfacción
singular.
Esta comprensión del Sapere Aude a partir de la negación, nos permite apreciar perspectivas en las que el Sapere Aude, podría ser una orden para que el sujeto asuma responsabilidad, entonces no habría un por sí mismo, sino, por Otro. Seguidamente, no podría ser enseñado, porque cuando se dirige como concepto, lo que quedaría es una referencia de lo simbólico, un saber conceptual. El Sapere Aude podría ser una elección sobre ciertos objetos y no todos, porque la satisfacción con respecto al entendimiento no pasaría por la totalidad de los objetos del saber. Por último, cuando el Sapere Aude es de otro, la relación a la elección del sujeto por asumirlo quedará como un efecto que excluirá a ese otro, pero para que surja el Sapere Aude se necesita de Otro.
Conclusión
Podemos concluir parcialmente que la conjunción
entre los significantes delineados en la primera parte
de este texto, que se enfocan en la Pedagogía (Kant,
2003) y la noción de lo que no puede enseñarse, centrada en el concepto del Sapere Aude y su relación con
la negación propuesta, ofrece una manera de concebir
la diferencia entre educación y enseñanza. Ahora,
hay un elemento adicional a considerar: lo pulsional.
Como se ha subrayado, el pensamiento autónomo y la asunción del Sapere Aude dependen del
Otro encarnado. Estos aspectos son cruciales para
comprender la complejidad de la experiencia de la
enseñanza, pues bien señala Kant (2003), que tanto
excesos como carencias producen sus efectos, de los
cuales el sujeto satisface su pulsión.
No obstante, entre los aspectos señalados, como
significantes y lo que no puede enseñarse, consideramos la relación con la posibilidad de comprender un
asunto que parece común, el estudiante no quiere lo
inteligible, porque no se satisface con eso. Se puede
satisfacer con otros asuntos, en lo corporal, lo imaginario e incluso lo simbólico.
El Sapere Aude representa hacerse cargo del registro de lo Real a partir de los registros de Lacan (2005). Esta concepción entiende que no es un continuar con la tradición en tanto la educación y la formación, reduciéndola a una transmisión de conocimientos y preceptos. Si lo real comienza a producir el hacerse cargo, entonces pasamos de una inclusión de sujetos, por un para todos, a un uno por uno. Por consiguiente, la formación está orientada por la experiencia ante cada modalidad frente a enunciado, y el Sapere Aude sería el efecto como formación, no como respuesta a los significantes que desarrollamos desde el inicio.
Referencias
- [1] Freud, S. ([1915] 1992a). Pulsiones y destinos de pulsión. En S. Freud. Obras completas, volumen XIV (pp. 105- 134). Amorrortu Editores.
- [2] Freud, S. ([1925] 1992b). La negación. En S. Freud. Obras completas, volumen XIX (pp. 249-257). Amorrortu Editores.
- [3] Kant, I. ([1784] 1986). Beantwortung Der Frage: Was Ist Aufklarung? Respuesta a la pregunta: ¿qué es la ilustración? Traducción de Rubén Jaramillo Vélez. Editorial Argumentos.
- [4] Kant, I. ([1803] 2003). Pedagogía. Akal.
- [5] Lacan, J. (1978). Lacan pour vincennes!. Ornicar?, 17-18, 278.
- [6] Lacan, J. ([1953] 2005). Lo simbólico, lo imaginario y lo real. En J. Lacan, De los nombres del padre: lo simbólico, lo imaginario y lo real. Paidós.
- [7] Lacan, J. ([1949] 2009a). Escritos 1: El estadio del espejo como formador de la función del yo (je), tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. Siglo XXI.
- [8] Lacan, J. ([1955-1956] 2009b). El seminario de Jacques Lacan, libro III, Las Psicosis. Paidós.