Presentación
Alberto Martínez Boom
Educación, Subjetividad y Estética es el nombre de un seminario que se desarrolló en el Doctorado Interinstitucional en Educación (Universidad Pedagógica Nacional, Universidad Distrital y Universidad del Valle) y que surgió de otro seminario anterior que tuvo por título: Pedagogía, Escuela y Cine. Dos seminarios doctorales que se ponen en marcha con la idea de explorar posibles relaciones entre educación y arte o, en términos más generales, entre educación y estética. ¿Qué tiene que ver la estética con la formación doctoral? ¿Se trata sólo de formar un especialista? o ¿el trayecto pasa por una aspiración formativa de mujeres y hombres cultos capaces del pensar el mundo y la vida desde el arte como lo había anunciado Nietzsche en el Origen de la tragedia?
La educación estética es tan importante que un pensador como Schiller la coloca como fundamento de la educación moral. A través de ella es posible crear una armonía y si se quiere una producción equilibrada entre nuestro mundo físico que corresponde al orden de lo real y el pensamiento; vale decir un estado especial, el del pensamiento estético. Comparto con Schiller la convicción de que sólo el hombre educado estéticamente es capaz de conquistar la fuerza que lo realiza en su condición ética. En una de sus Kallias afirmaba de modo taxativo: "cuando gobierna el gusto y se extiende el reino de la apariencia bella, no valen preferencias ni despotismos".
La formación doctoral supone poner un trabajo sistemático y consistente en conexión con las diversas expresiones de lo estético y no se reduce a un ejercicio formal y experto que abdica fácilmente en sus comportamientos al modo como la haría una oveja del rebaño. No se trata entonces de formar un individuo que está al día sino fundamentalmente de visionar una inteligencia culta, habilitada para romper cada uno de los encasillamientos a los que los sistemas, las velocidades y las virtualidades actuales parecen disponernos.
Los escritos que se dan a leer conforman una experiencia que va de lo investigativo a lo reflexivo, proceden de filiaciones disciplinares diversas y han sido organizados teniendo en cuenta acentos, matices y formalismos de escritura priorizados por sus auto-res. Seis trabajos de estudiantes del doctorado dieron forma y terminó a este número monográfico. Reitero aquí mi agradecimiento a Humberto Alexis Rodríguez, Dulfay Astrid González, Harold Viáfara Sandoval, David Andrés Rubio, Claudia Mallarino y Carlos Alberto Molina, quienes ordenaron lentamente lo provechoso de aquel ejercicio académico y mutaron la conversación a experiencia que incorpora subjetividad al tiempo que hace de la enseñanza una práctica capaz de evocación y resonancia.
El artículo de Humberto Alexis Rodríguez toma, de manera muy hábil, al cine como emplazamiento para pensar, mirar e interrogar la escuela, el maestro, el currículo, el poder, la pedagogía y otras cuestiones que observadas desde esta frontera delatan cambios, mutaciones y alteraciones que desde lugares más convencionales de reflexión difícilmente se evidencian. Semejante ejercicio detalla procedimientos investigativos importantes: alteración de la mirada, focalización del detalle, desplazamientos trayectivos y alegorías virtuales. Procedimientos que advierten sobre las posibilidades del cine como dispositivo analítico contemporáneo.
Entre la mirada y el encuadre, el artículo de Dulfay Astrid González sugiere un encuentro posible del cine con la educación, acontecimiento que no pasa por la didáctica sino por la investigación a través de diversos planos: campo conceptual, lugar de representación, dislocación, gesto contemporáneo, incluso como consumo. Hábilmente se detiene en dos películas en busca de un vaciamiento estético que interroga acuciosamente por la imagen del maestro. Una experiencia ética con el cine es grosso modo lo que pro-pone David Andrés Rubio. Sus palabras exhortan a buscar los filmes de Lars Von Trier y sumergirse en un proyecto audiovisual que conmociona porque ondula entre la provocación y la justicia. La metáfora de lectura es Dogville pero las claves sugeridas derivan consecuencias en términos de sociedad educadora, globalización, aprendizaje y utillaje metodológico.
Desde las preguntas y su función problematizadora, hasta el cine como documento de lectura, Harold Viáfara Sandoval logra hacer aparecer-desaparecer las objetivaciones que dice analizar: sujetos, acciones, cuerpos, en fin un campo de visión que entre más se abre más complejiza sus ritmos y consecuencias. Por su parte, Carlos Alberto Molina se deja seducir por mirar las relaciones del seminario desde un efecto rizomático que lo aproxima a pensar la pedagogía y la investigación educativa como práctica que nos pone en contacto con lo múltiple, lo inmanente, lo incierto y lo raro. Por último, Claudia Mallarino compone sus trazos desde los saberes que le dan la palabra al cuerpo, una especie de recuperación poética del cuerpo que se sitúa por su puesto en los bordes de lo escolar, es decir, en sus campos de fuerzas que traducen aquí ejercitaciones de sujeción pero también de resistencia.
El trabajo que sirve de preámbulo conceptual a este número monográfico de la Revista Colombiana de Educación bajo el título de: "Cine y educación: campo de visión, movimiento, velocidad y poder" y que preparé con Jhon Henry Orozco muestra que la experiencia del cine, su lectura, su visibilidad al articularse a planos de problematización propios de la investigación educativa, conforma una estética de lo que se puede ver, pero también una ética de quien mira y una teorética de lo que se puede pensar en movimiento. Por tanto, cabe allí un conjunto de preguntas sin respuesta, recorridos que van del cine al pensamiento y en contravía, de la imagen producida velozmente a la atención provisoria del espectador; ocurren también desplazamientos que sin ir y venir se quedan mejor a mitad de camino, por ejemplo, entre lo que se deja ver y lo que permanece; entre el uso que ayuda a conversar y aquel otro que sirve para mirar o para salvar la memoria.
El segmento de investigaciones lo iniciamos con una experiencia de trabajo doctoral que dialoga con este ejercicio de seminario temático. Con el título de "Educación, estética y régimen visual en la configuración del sistema educativo argentino" la profesora de la Universidad Nacional de Rosario, María Silvia Serra, nos presenta uno de los horizontes conceptuales y metodológicos que orientaron su reciente tesis doctoral: Cine, escuela y discurso pedagógico. Su artículo habla de registros escópicos que ponen a la vista relaciones entre objetos, espacios y sujetos que hacen parte del campo de visibilidad entre lo estético y lo educativo: territorio en el que es posible también articular nexos entre educación de los sentidos y conocimiento. Desde una opción por la estética en su doble existencia como disciplina y como práctica de saber que se escolariza este trabajo arriesga formas de articulación entre visibilidades y enunciados que sería necesario investigar.
Buena parte de los discursos que interrogan por la constitución de subjetividades políticas alternativas y que han orientado las investigaciones sobre movimientos sociales se abordan en el artículo de María Cristina Martínez Pineda y Juliana Cubides como pregunta analítica que metodologiza la relación política y subjetividad. La ruta conceptual escogida habla de configuraciones, campos de análisis, pistas y rupturas que llevan la reflexión a una categoría investigativa propia: los planos de fuerza. Mirada exploratoria que entreteje un dispositivo que aspira a dar cuenta de una acción colectiva que pasa por lo agenciante, lo potenciable y las resistencias.
Una triple conexión se intenta en el artículo de Diana Milena Peñuela y Oscar Pulido llamado: "Cine, pensamiento y estética: reflexiones filosóficas y educativas"; conexión que pasa por el concepto de reproducción técnica de Walter Benjamín y por la díada imagen movimiento e imagen tiempo trabajada por Gilles Deleuze. Lo cierto es que mirar las formas como la imagen se mueve y sus efectos en términos de acciones, percepciones y afecciones suponen consecuencias profundas tanto para el pensamiento como para la educación. El artículo se sirve también de los conceptos imagen esbozados por Julio Cabrera para mostrar el campo de redefinición emocional y racional propios del cine, horizontalidad que facilita una mirada a los usos convencionales que se hacen del cine en el campo educativo, y que en palabras de los autores podemos entender como regularidades.
Cierra el segmento de investigaciones el artículo de un joven investigador, Ivannsan Zambrano, quien aprovechó las bondades del intercambio estudiantil internacional para trabajar con profesores y estudiantes argentinos un artículo sobre miradas e imaginarios sociales de una forma específica de infancia anormal. Su análisis aborda la obra de José Fulgencio Gutiérrez y sus técnicas de observación del gamín como institución rechazada.
En el segmento de reseñas se hace signo a dos libros de reciente aparición, y la profesora Claudia Vélez nos deleita con una escritura que acompañó, a su modo, el deleite del cine y de la educación entrecruzada en sus fronteras.
En la última parte de este monográfico se encuentran cuatro trabajos que aceptaron la convocatoria pública de la Revista Colombiana de Educación. Se diría que sus códigos y dibujos se esfuerzan por compartir con los lectores reflexiones sobre la educación de lo sensible, las políticas del cuerpo, los procesos de subjetivación curricular y una analítica lógica entre literatura y estética. Pliegues y lugares que imagino no dejarán al público indiferente.