Subjetividad política encorpada*

A bodied political subjectivity

Subjetividade política encorpada

Álvaro Díaz Gómez**
Sara Victoria Alvarado Salgado***

*El presente texto forma parte de la tesis doctoral denominada "Devenir subjetividad política: en jóvenes universitarios" del doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud. Universidad de Manizales-Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano (Cinde).
**Magister en educación con énfasis en educación comunitaria, Universidad Pedagógica Nacional. Candidato a doctor en ciencias sociales, niñez y juventud de la Universidad de Manizales y el CINDE. Docente de la Universidad Tecnológica de Pereira, Coordinador de la Línea de investigación en socialización política y cultura política. Vereda la Julita (Pereira) e- mail: adiaz@utp.edu.co
***Magister en Ciencias del Comportamiento y Doctora en Educación de Nova University. Postdoctora en Ciencias Sociales Niñez y Juventud de CLACSO, Universidad católica de Sao Paulo y Universidad de Manizales. Directora Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud Universidad de Manizales y el CINDE. Directora de la línea de investigación en "Socialización política y construcción de subjetividades". Correo electrónico: doctoradoumanizales@cinde.org.co

Recibido: 21/08/2012. Evaluado: 10/09/2012


Resumen

El presente artículo presenta parte de los resultados alcanzados en la tesis doctoral "Devenir subjetividad política: un punto de referencia sobre el sujeto político", específicamente en la categoría cuerpo. Para ello, en un primer momento, se retoman las dimensiones teórica y metodológica del problema, y se presentan los resultados sobre el cuerpo que va siendo construido en los procesos de subjetivación de los jóvenes universitarios. En segundo lugar, se parte del reconocimiento de los espacios de configuración y exhibición del cuerpo, para luego avanzar en la reflexión hacia los modos de hablar sobre este y, pasar al debate de las intervenciones sobre el mismo. Por último, se presentan unos planteamientos sobre cuerpo político, además de las conclusiones del estudio.

Palabras Clave: Subjetividad política, jóvenes, universitarios, cuerpo


Abstract

This paper offers some results by a Ph.D. thesis entitled "Becoming political subjectivity. A reference on a political subject", particularly concerning the body category. Firstly, an approach to theoretical and methodological issues; secondly, results about body under construction and subjectivization processes of college youth. The starting point is recognizing rooms for a body configuration and exhibition; then some reflections about ways to speak of body before a debate centered on interventions of body, which includes a short consensus to some approaches about a political body. Thirdly, the text is focused on conclusions.

Keywords: Political subjectivity, university, youths, body.


Resumo

O presente artigo apresenta parte dos resultados alcançados na tese doutoral "Devenir subjetividad política un punto de referencia sobre el sujeto político", especificamente na categoria corpo. Para isso, em um primeiro momento se retoma a dimensão teórica e metodológica do problema. Em um segundo momento, são apresentados os resultados sobre o corpo que vai sendo construído nos processos de subjetivação dos jovens universitários. Para Subjetividade política, jovensisso, parte-se do reconhecimento dos espaços de configuração e exibição do universitários, corpo. posteriormente se avança a reflexão até os modos de falar sobre ele, para passar ao debate sobre as intervenções sobre o mesmo. Finalmente, esse segundo momento do texto conclui com o levantamento de algumas questões sobre o corpo político. O terceiro e último momento do artigo se centra nas conclusões alcançadas.

Palavras chave: Subjetividade política, jovens universitários, corpo.


Introducción

Reflexionar sobre lo que aquí se denomina subjetividad política encorpada implica asumir desde una única perspectiva, categorías que se analizan de forma separada y por diversas disciplinas. Así, tradicionalmente, estas se han abordado -principalmente y de forma respectiva- por en filosofía, psicología, ciencia política y antropología. Cada una de ellas áreas del conocimiento presenta sus conceptualizaciones y definiciones sobre lo que entienden por subjetividad, política y cuerpo. Solo en la última década empieza a emerger una tendencia reflexiva que aborda la subjetividad política, pero aun en ella, esta se presenta sin cuerpo; no porque se desconozca sino porque se minimiza, o se da por hecho su existencia.

A partir de lo anterior, a continuación se presentan perspectivas que nos sirven de base para proponer definiciones sobre lo que se puede entender por subjetividad política encorpada.

Una primera fuente es Castoriadis (1997,1998, 2000, 2001, 2003, 2004) para quien el ser humano no reproduce la realidad tal cual, sino que constantemente la inventa dados dos procesos: el imaginario social que es característico de la sociedad en su conjunto, presentándose como lo instituido, lo dado; y la imaginación, que corresponde a una cualidad propia del sujeto y que emerge en tensión con aquel, como lo instituyente, la novedad, el acontecimiento.

Dado lo anterior, Castoriadis (1997) habla de creación imaginaria de la sociedad desde la cual los seres humanos están en posibilidad de crear la institucionalidad que los orientará y regulará, a la vez que se hacen sujetos, siempre en historicidad. Desde el sujeto singular se concreta la imaginación radical creadora, esta le hará quiebres a lo instituido y se instalará en tensión de cohabitación/desplazamiento con los imaginarios existentes.

Esto implica que los individuos no son solo reproductores de la realidad y, por tanto, sujetos sujetados, sino que tienen la posibilidad de la reflexividad, mediante la cual cuestionan la realidad y, en particular, la vida social en sus diversas expresiones. Cuando dicha deliberación se hace respecto a la política y, en particular, sobre las instituciones que constituyen la sociedad, se crea la política como alteridad de lo político,

alteridad que es la puesta en cuestión de estas instituciones y la pregunta por las mejores instituciones que la sociedad puede darse; creación de la política que de manera indisociable incluye la creación de la democracia como régimen con un proyecto emancipatorio (libertad de decir, de hacer y de ser). (Malaver, 2001, p. 7).

Si la imaginación individual, que se expresa cualificada y potencial en lo social mediante el imaginario radical, crea lo instituyente, se rompe con la noción de determinismo, linealidad y leyes universales, abriendo el horizonte a las opciones, posibilidades y contingencias del actuar humano (Castoriadis, 2004). Por consiguiente, la política será discontinuidad, aleatoriedad e improbabilidad, desde la que se despliegan procesos de autoorganización social en devenir, lo que hace que cualquier proyecto político sea endeble y se pueda perder, o, por el contrario, consolidar desde trayectos colectivos.

La acción de reflexividad, según Castoriadis (2004), se entiende como la posibilidad de que la propia actividad se vuelva objeto explícito, y esto independientemente de toda funcionalidad. Explicitación de sí como un objeto no objetivo en la manera como lo son los otros objetos, simplemente por posición y no por naturaleza (p. 102).

Esto permite que el sujeto actúe sobre sus actos, y que mediante la creación instituyente realice procesos de interrogación sobre las instituciones constituyentes de la sociedad y con ello el despliegue de la política como posibilidad o, desde Castoriadis (2001), creación efectiva de la historia.

Dados estos planteamientos, se propone una primera comprensión sobre qué entender por subjetividad política: esta será la acción de reflexividad que realiza el sujeto sobre sí mismo y sobre lo instituido, centrándose en el plano de lo público (lo que es común a todos) para desde allí protagonizar instituyentemente la política y lo político.

La segunda fuente, desde una perspectiva histórico-cultural, es la propuesta por González Rey (1997, 2002, 2007a, 2007b) Díaz y González (2005) Díaz (2006) quien diferencia entre subjetividad individual y subjetividad social, sin reconocer la subjetivad política a la que asume como expresión de la subjetividad social. Ahora, con dicha diferenciación no presenta una dualidad, pues es claro que ambas son un desdoblamiento de la subjetividad y que no se constituyen independientemente.

Para González Rey (2007a) la subjetividad no es una categoría de la psicología sino de las ciencias antroposociales; es una dimensión presente en todos los fenómenos de la cultura, la sociedad y el hombre, por lo que está constituida tanto en el sujeto individual como en los diferentes espacios donde este vive. El González Rey (2007b) es claro al plantear que la subjetividad se construye procesualmente como característica del sujeto, por lo que diferencia y aporta los conceptos de sentido subjetivo y configuración subjetiva. Sobre los primeros dice:

[...] aparecen como la combinación singular de las emociones y procesos simbólicos que se desarrollan alrededor de una experiencia culturalmente definida, integrando una multiplicidad de sentidos subjetivos asociados a otras esferas de la vida y que aparecen como momentos de la condición subjetiva de la experiencia vivida (p. 20).

En cuanto a la configuración subjetiva argumenta:

[...] son los sistemas de sentidos subjetivos que se organizan como formaciones psicológicas de la subjetividad individual. Una configuración subjetiva es una fuente permanente de producción de sentidos subjetivos en relación a todo campo de actividad y/o relaciones significativos de la persona (p. 20).

A partir de estos principios se puede afirmar que la subjetividad política se expresa mediante sentidos subjetivos que, en cuanto múltiples, se interrelacionan y constituyen lo que se puede denominar como tramas de la subjetividad política (Alvarado, S, Ospina, H, Botero, P; Muñoz, G: 2008)

Como hemos planteado previamente, Gonzalez Rey no asume la existencia de la subjetividad política como tal, sino que la considera como parte de la subjetividad social en la que se encuentran elementos aparentemente no políticos como la religión, las creencias, los mitos "Esa subjetividad política es síntesis de una subjetividad social con desdoblamientos infinitos, de allí que me cuesta trabajo seccionar la subjetividad, decir que esto es dominio de la subjetividad política" (Díaz y González, 2005, p. 376).

Nuestra propuesta a partir de la presente investigación es que la subjetividad política tiene su propio estatus, su particularidad por lo que es producción de sentido subjetivo individual, en relación con las producciones de sentido subjetivo social, en cuanto no existe la una sin la otra. Por tanto, lo político y la política adquieren sentidos subjetivos, según contextos particulares y momentos históricos específicos, rompiendo cualquier pretensión universalista. En consecuencia, siempre existirán sujetos generadores de sentidos subjetivos políticos que serán transformadores no solo de lo que se puede asumir como la utopía colectiva, sino también de su vida cotidiana.

Desde estos planteamientos la subjetividad política se puede en-tender como la generación de sentidos subjetivos y de configuraciones subjetivas que desarrolla el sujeto mediante procesos de subjetivación sobre la política y lo político que siempre se despliegan en el ámbito de lo público, de lo que es común a todos.

Metodología

Dado el carácter y la pretensión de la investigación, se identificó como opción metodológica la autobiografía (Díaz, 2002, 2012; Gusdorf, 2004; Venti, 2008); para el presente caso, se expresa mediante los siguientes pasos:

1. Abducciones respecto de la autobiografía. Es el momento primigenio en el cual surge el interés por la autobiografía como opción investigativa, sin tener mayor claridad sobre cómo concretarla, ni sobre sus fundamentos.

2. La búsqueda de una vida política ejemplar. Después de asumir varias narrativas biográficas de jóvenes, se optó por profundizar solo en una de ellas, pues narraba una existencia política vital y amplia; en síntesis, era una vida ejemplarizante en el sentido arendtiano del término. A esta forma de asumir una experiencia y un texto narrativo se le denomina: selección intencional de una vida ejemplarizante (Luna, 2006).

3. Una autobiografía política ejemplar: el punto a saturar. Cuando se tuvo el vínculo con la autobiógrafa se generaron las condiciones para que escribiera su experiencia vital desde sus ritmos, tiempos y espacio personal expresado en un texto de once páginas en programa de computador. Así se contó con su voz, con la versión de su vida, que fue complementada mediante una entrevista a profundidad desarrollada en tres sesiones de tres horas cada una, durante tres semanas diferentes según la disponibilidad de tiempo de la autobiógrafa. A esta modalidad también se le conoce como autobiografía narrada en procesos conversacionales (Luna, 2006). De una primera categorización del texto autobiográfico emergieron tres ejes centrales (reflexión sobre familia, infancia, socialización política y subjetividad política; vínculos sociales, emoción y subjetividad política; los dolores y la sanación en los procesos de participación y constitución de subjetividad política) que orientaron la entrevista y permitieron tener 47 preguntas a la manera de ideas generadoras que fueron conversadas, grabadas y luego transcritas en un procesador de Word, resultando un texto de 98 páginas.

4. Reflexión del texto autobiográfico. Una vez recibido el escrito autobiográfico y realizado la entrevista, se procedió a su lectura mediante lo que ahora se reflexiona desde dos momentos, a saber: la conmoción en la labor lectobiográfica y la búsqueda de huellas narrativas autobiográficas.

5. Construcción de los sentidos subjetivos, emergiendo la subjetividad política. En este momento se centró la indagación en la subjetividad que en cuanto procesualidad es construida desde acciones de reflexividad del sujeto autobiográfico, y expresada a través de la narrativa biográfica.

Categorizar, dotar de sentido. Esto permitió evidenciar los sentidos subjetivos -en este caso, políticos- que emergen en distintos planos y se trastocan, siendo reorganizados por los investigadores, quienes interpretan teóricamente tales narrativas.

7. Interpretar, comprender, atreverse a decir. Aquí se ampliaron los argumentos mostrando los resultados mediante lo que denominamos trazos de la subjetividad política y que se desdoblan en nueve trazos a saber: la subjetividad como acto de memoria atada por recuerdos; subjetivación como sentido de coherencia; subjetivación como acto de pensar(se); las agencias y los agentes socializadores configuradores de la subjetividad política; tensión y desdoblamiento entre el sujeto esperado y lo subjetividad emergente; la pobreza no sujeta al sujeto; la subjetividad política y la sutileza de su expresión; expresiones de la emoción en el despliegue de la subjetividad política; subjetividad política encorpada. Este trazo será el que se argumentará en el presente texto.

Resultados

El cuerpo que va siendo

Los cuerpos adquieren una importancia central en su potencialidad de alojar tanto operaciones de dominación como prácticas de desobediencia, es decir, desde el cuerpo se asumen líneas de fuga frente a delimitaciones y prescripciones.

En este sentido, se puede considerar que el cuerpo es el primer territorio de poder de todo ser humano; es decir, el espacio inmediato a interpelar cuando de su ejercicio se trata. Dado esto, ninguna acción humana escapa a la realidad de lo corpóreo y, por consiguiente, a los efectos del vínculo integral entre sus distintas dimensiones, facultades y funciones: físicas, afectivas, mentales y espirituales; las cuales advierten la complejidad propia de una especie, cuyo trasegar por el planeta ha estado anclado a la ineludible tarea de producir cultura. Los seres humanos son lo que hacen con su cuerpo, lo que hacen de su cuerpo; o sea son un cuerpo, toda vez que es en este donde se instaura, semantiza y enuncia lo decidido al imprimírsele valor o significado a lo que se cree, siente, dice, piensa, tiene y hace (Cardona, Díaz y Vega, 2011).

Por consiguiente, cuando se entiende al cuerpo como el espacio en el que se objetivan no solo las violencias, sino las resistencias, este se puede reconocer como medio y fin en el proceso de constitución del sujeto, en este caso, del sujeto joven. Es un lugar de existencia único para cada ser humano en el cual se resalta el poder para decidir, ser, y hacer por fuera de sus determinaciones históricas y de lo que lo ha marcado.

El cuerpo no es; por el contrario, se va haciendo. En consecuencia, el cuerpo va siendo. Pero, si el cuerpo no es, ¿de dónde parte para que sea? Lo hace del cuerpo que sí es, pero no para ser sino para transformarse. Esto es un proceso autopoiético y exógeno, siempre mediado por el vínculo o al menos la relación con otros. El cuerpo es condición biológica de la existencia, es expresión de nuestra pertenencia a la especie animal y recuerda la integralidad evolutiva del ser humano, de donde "somos de la clase de los mamíferos, del orden de los primates, de la familia de los homínidos, del género, homo, de la especie sapiens" (Morin, 1996, p. 17) una evidencia de esta pertenencia filogenética es el cuerpo; sin él, no los individuos no existen. De ahí que somos sujetos encorpados, es decir, sujetos con un cuerpo, dentro de un cuerpo, para un cuerpo.

Sin embargo, en cuanto el cuerpo se hace en relación con otros, el cuerpo es significado, es nominado, denominado con diferentes atributos, se le representa, ya no como el cuerpo en sí, sino como el cuerpo para el otro, el cuerpo para los otros, por lo que se asume como cuerpo simbólico. Por esto la joven participante de esta investigación dice: "Yo creo que mi cambio corporal tuvo que ver con la socialización, con mi familia ¿cierto? De hecho, yo cambié muchísimo".

Es evidente que hay un punto de subjetivación mediante el cual se reconoce el cuerpo y se explicita mediante el enunciado: "yo creo". Aquí emerge la primera persona del singular, nadie más habla -porque no puede- desde ese cuerpo, solo él se expresa y da una valoración, no desde un criterio científico o académico, sino desde la opinión personal, del saber lego donde "creo" vale en dos acepciones: en tanto acción creadora y en cuanto opción de credibilidad consigo misma.

Lo anterior no es una acción solipsista, sino que implica relación procesual. Por lo que se reconoce que la socialización ha sido importante en la constitución del cuerpo. Se debe recordar que la socialización es un proceso psicosocial mediante el cual los seres humanos incorporan -vía educación- la cultura existente -que no es transmitible de manera genética- para luego reproducirla con su actuar, de manera naturalizada en cuanto no tienen conciencia de su construcción histórica y por tanto de su transformación, por lo que la viven sin mayor cuestionamiento reflexivo en las tramas, en las urdimbres y en los espacios físicos, sociales y simbólicos de la vida cotidiana. Ahora, si esto fuera un círculo unidireccional no quedaría opción para el cambio y se expresaría de forma radical la tendencia conservadora de la cultura, pero, "por encima de todo, la historia es social y cultural. Es la historia de la vida diaria de los hombres y mujeres. Si se observa de cerca, esta historia revelará cambios decisivos que incluyen una revolución social" (Heller, 2002, p. 137). De allí se tiene la posibilidad de asumir líneas de fuga mediante las cuales los individuos se piensan a sí mismos, piensan sus procesos y así deconstruyen, producen, resignifican y transforman la cultura; por eso la joven a quien se viene referenciando diga: "Yo cambié muchísimo".

Por tanto, los individuos no son los mismos aunque se crean los mismos, sus cuerpos cambian tanto por su propio proceso de desarrollo biológico como por la acción autopoiética que de manera consciente, intencional y externa al cuerpo (aunque desde el mismo) ellos hacen sobre él. Es de reconocer que en este proceso de subjetivación del cuerpo, el sujeto se asume como centro del cambio y el único que lo direcciona.

Espacios de configuración y exhibición del cuerpo

Tal cambio está atravesado por aspectos de la vida privada que se dejan conocer a los otros con cierto pudor y en tono de intimidad: "Yo venía de otros contextos. Es una confesión, pero no le cuente a nadie. Yo venía de ser modelo".

Como se deduce de esta narrativa, el cuerpo posa, es distinto según el lugar que ocupe, donde se ocupe; es un texto que se dispone para que otros lo lean, lo interpreten a través de señales tales como: su piel, su olor, su color, su textura, su tono, su volumen, sus formas, sus fisuras, sus quiebres. "La referencia sobre el cuerpo como producido implica que se le piensa más allá de su cualidad de organismo. Se trata de un cuerpo fabricado con procesos de producción socio-histórica" (Bonvillani, 2010, p. 30). Pero, el cuerpo dispuesto a los individuos para ser ad-mirado viene con su propio pasado, no se hace frente a ellos mismos, aunque allí se con-figure y ellos le asignen valorativamente unas cualidades.

Estos contextos son variados y simultáneos. Así se tienen tres casos como punto de referencia:

a. La casa. Dentro de ella es diferente el cuerpo en la cocina, al que se sienta o se tiende en la sala, o aquel que se acomoda en el comedor, o el que se extiende en la cama para descansar, dormir, pensar, amar, acariciar, acariciarse, sentir otro cuerpo, que lo sientan como cuerpo; e igual difiere del que está en el baño haciendo uso del inodoro, de la ducha o el espejo. El cuerpo

[...] como acto de presencia en el mundo es definitivo; pues se tiene consciencia del espacio, porque se ocupa un espacio; asiduamente se evidencia que se está condicionado por un cuerpo que percibe en el tiempo, a partir de: contenidos que proyecta de sí mismo, procesos, afirmaciones, negaciones, fortalezas, limitaciones e identificaciones (Cardona, Díaz y Vega, 2011, p. 109).

b. La institución escolar, donde se asumen rutinas. Se reconoce lo que significa dominar el cuerpo, habituarlo a los horarios, transmitirle el conocimiento académico, prepararlo para el mundo del trabajo, sentarlo, hablarle, sancionarlo, reprimirlo durante largas horas para que sienta el poder de la domesticación del cuerpo: "¡No se siente así! ¡No puede ir al baño todavía! ¡Todos sentados! ¡Todos de pie!". Así se uniforma el cuerpo, sus movimientos, sus usos, sus lógicas: "¡Prohibido el cabello largo para los hombres; las mujeres no pueden tener las uñas largas, ¡menos pintadas! Su cuerpo no es suyo, es nuestro, es de la institucionalidad y desde ella replicamos lo que la tradición demarca".

c. La ciudad, y con ella las calles y los centros comerciales, donde lo que prima es la pluralidad de cuerpos, de quehaceres con ello, de movimientos y ritmos que cada cual asume. Aunque también está la homogenización que como tendencia se muestra mediante la moda para un tipo de cuerpos, el cuerpo modelo, el que se representa mediante el maniquí, aquel que se nos sugiere con la ropa exhibida, que no es para cualquier tipo de ropa, sino para el cuerpo que quepa en esa talla, la que se torna ideal, modelo, punto de referencia a alcanzar como sea: dietas, cirugías, obsesiones, simulaciones, autoengaños, mentiras. Dado lo anterior, se reconoce que "la categoría de cuerpo es una construcción en la cual convergen: cultura, memoria, poder y fisiología" (Cardona, Díaz y Vega, 201, p. 109).

Se habla sobre el cuerpo ¿con quién?

Por eso cuando asumimos nuestro cuerpo lo hacemos en voz baja, en susurro, decimos: "aquí entre nos" es una acción de confesión donde el cuerpo y lo que decimos de él toma una condición sagrada. Aunque el cuerpo ocupa lugares públicos y se mueva en el espacio de lo público, no es público. Por ello hablamos de él con nuestros cercanos, a quienes les tenemos confianza y les pedimos que nos guarden el secreto: "Es que no me gusta la forma de mi nariz"; "me veo gordo(a)"; "estoy gordo(a)". La confesión conlleva un imperativo: "¡No le cuente a nadie!". En cuanto el cuerpo es para vivirlo, gozarlo y reconocerlo en lo íntimo, no se le puede contar a todos sobre sus cualidades y defectos, esto es para un círculo cercano, el de los allegados, los de confianza, quienes además tienen distintas graduaciones y cada cual ocupa el lugar respectivo según el descubrimiento que se le va permitiendo del propio cuerpo, pues hay diferencia entre: "que me mire" a "que me toque", "me toque" o "me manosee", y entre esto y "que me acaricie". Mi cuerpo es diferente a la caricia que ofrece amistad, afecto, seducción, pasión, frenesí, locura, erotismo, orgasmo.

Con el cuerpo se puede simular, hacer imposturas, hacerlo máscara que oculta y a la vez permite ser otros en el mismo cuerpo. Cuando se modela, lo que se modela está en cuerpo ajeno, lo modelado no es lo que es el cuerpo cotidiano, aunque requiere del cuerpo para mostrarse. Allí el ser humano juega a ser otro desde sí mismo. El cuerpo se trastoca. Debe ser educado para que se transforme, y esto se hace desde las academias si se quiere ser modelo de pasarela, o desde la vida diaria don-de, queriéndolo o no, los sujetos se muestran, se exhiben, hacen de sus entornos pasarelas donde modelan, muestran su cuerpo y esperan a que los otros lo vean, que no les sea indiferente, que lo reconozcan y hagan el reconocimiento de sus cualidades positivas: "está delgado(a)", "está lindo(a)", "qué cabello tan bonito", "cómo le queda de bien esa ropa", "qué cuerpazo el que tiene". Como se está impostando, el otro con glamour debe hacer otro tanto y por ello no dirá: "¡qué gordo(a) que está!", "¡qué feo(a) se ha puesto!", "¡qué cuerpo tan escuálido!", "¡tiene mal aliento!", "¡use desodorante!".

Es un mundo de apariencias don-de se aprende a aparentar desde y con el cuerpo, así se lee en la narrativa derivada de la entrevista a profundidad:

Por ejemplo, la forma como uno caminaba, la forma como hablaba... yo caminaba... yo tenía escuela en ese tipo de cosas; es decir, yo había entrenado durante meses enteros, jornadas de cinco horas en las que sabía que tenía que mandar un pie de un modo o del otro y que al mismo tiempo tenía que tener la cadera en tal forma, tener la cabeza al ángulo de 90 grados. Cuando giraba yo sabía qué tenía que hacer. Todo ese tipo de cosas las tenía incorporadas.

El cuerpo biológico se moldea para alcanzar un cuerpo ideal, para que sea en-carnación del cuerpo simbólico que socialmente se constituye,

[...] ser corpóreo significa abrirse a toda una serie de dimensiones antropológicas y sociales. Significa ser-sí-mismo, pero también ser-tú, ser-con y ser-en-el-mundo. Pero no un-ser-en-el-mundo receptivo, paciente, sino básicamente activo, agente, ser-con-el-mundo. (Mélich, 1994, p. 79).

Así, no solo el cuerpo/carne se transforma, sino, también, las funciones que puede desarrollar como caminar o hablar, pero cuando estas entran a ser moldeadas y modeladas, pierden su "naturaleza original" por lo que se ubican en el plano de la sociabilidad y por ende de lo deseado.

Intervención sobre el cuerpo

Un cuerpo que quiere ser aceptado socialmente, se forma y para ello se "hace escuela". Esta puede ser el gimnasio donde un instructor da orientaciones sobre el tipo de ejercicios que se puede o debe hacer para que con apoyo de las máquinas se alcance el ideal de cuerpo que se tenga como referencia; puede ser el quirófano, donde el cirujano plástico enseña la variedad de cirugías existentes y ofrece, a manera de un menú, las posibilidades de intervención sobre el cuerpo, para que se tome una decisión. También puede ser mediante el nutricionista quien desde pesos y medidas estandarizadas da orientaciones para regular el consumo de alimentos y avanzar en la constitución del cuerpo que se ofrece como referente aceptado socialmente, con lo que se asume una noción de cuerpo homogéneo.

Lo anterior implica trabajar sobre la carne para que el cuerpo ideal se con-figure. Es un trabajo que se hace durante semanas, meses o años, de manera intensa y diaria pues la carne existe, el cuerpo se hace.

En el trabajo sobre el cuerpo, los aprendizajes para configurarlo no se quedan en el vacío, sino que, como lo dice claramente la entrevistada, se tienen incorporados, es decir están en el cuerpo, dentro de él, son parte del cuerpo. Por eso se tiene la noción de unidad.

Esta incorporación no implica anclajes inamovibles; por el contrario, toda vez que el sujeto autorreflexiona reconoce potencialidades y vacíos, se propone retos y le apuesta al cambio,

La corporeidad surge del encuentro, y su constitución es fundamental para establecer la distinción entre lo objetual, lo instrumental y la alteridad. El encuentro corpóreo no se reduce a un mero contacto físico, sino que en él se trasciende lo meramente físico. (Mélich, 1994, p. 79).

Este proceso de subjetivación profunda, delinea una identidad vaporosa, que es tal, pues permite reconocer al sujeto como alguien distinto a otro y que él mismo se reconozca en sus particularidades aun con transformaciones corporales. Así, en la autobiografía, la joven que narra la experiencia fuente de reflexión en el presente texto dice:

Por ello emprendí la ardua tarea de transformarme a mí misma, cambié los zapatos altos por sandalias, archivé las minifaldas, me corté totalmente el cabello y luché por suprimir los gestos que expresaran delicadeza.

Como se aprecia, aquí hay una clara acción de autoconstitución, es la voluntad expresa de un ser que opta por cambiar no desde fuerzas externas sino como despliegue de la propia intencionalidad, de reconocer que no está hecho, aunque es un hecho, por lo que puede hacerse, siendo. Es procesualidad que asume el sujeto, no por mandato externo, sino por autorregulación que es asumida como una tarea del ser que es, para ser otro ser que en tanto distinto no le impide reconocerse, saber que él es, que se está haciendo.

Se es otro y se le hacen cambios a ciertos rasgos del cuerpo -que, igual, va a ser otro- apareciendo como igual. Por eso, la joven en su narrativa dice:

Pues míreme a mí diez años después y después de todo lo que yo me he criticado incluso esa época y yo soy más plana, yo no uso maquillaje, mi forma de vestir es distinta, bueno... yo uso... pero también es por otras cosas... pero yo ya no soy esa niña de 18 años, pero yo cambié totalmente. En esa época que todas mis minifaldas, pues yo dejé de usar eso y utilicé mejor faldas largas, sueltas, el cabello que me cepillaba todos los días y que lucía, me lo corté, me corté el cabello así como lo tiene usted, nunca volví a usar maquillaje.

Nótese que la acción de subjetivación conlleva a una configuración donde se valora que hubo un cambio total, aunque eso no ocurre realmente pues se sigue siendo quien se era, con transformaciones procesuales como cortarse el cabello o no usar maquillaje, lo que en términos de la autoimagen conlleva a sentir el cambio como si este fuera "total".

En cualquiera de los casos hay una intervención sobre el cuerpo, se le quiere distinto como indicador de cambio. "No puedo ser otro, si mi cuerpo es el mismo", debe haber principio de identidad y de correspondencia entre quien "quiero ser/ siendo" y "quien soy/siendo". En palabras de la joven, se encuentra expresado de la siguiente manera:

¡Ah! Claro, lo que pasa es que la vida no es coherente. Uno no es coherente con todo. Uno tiene distintas experiencias que hacen parte de uno sin que uno sea uno. Uno es, todo lo que le sucede, las distintas cosas y no necesariamente todo se articula.

Aún así, el cuerpo cumple una función social importante: "[...] su papel en la constitución de la idea de realidad es tan evidente que no hay sociedad, ideología o religión que no exprese una particular ética del cuerpo en la que condense sus más preciados ideales y valores" (Cardona, Díaz y Vega, 2011, p. 109).

"El cuerpo político"

Entre las distintas experiencias, el cuerpo se puede asumir para la política, puede ser político, asumirse militante político y ello también se hace de forma procesual:>

[...] a los 17 años estos recuerdos no estaban agrupados, las motivaciones por las que comencé una vida política activa se me fueron presentando.

Como se aprecia, no hay un plan predeterminado, no se nace para hacer o ser cuerpo político; esto deviene dadas múltiples razones que se transforman y van cambiando el cuerpo para protagonizar una vida política.

Sí, como dice la autobiografíada, se asume una "vida política activa", esta no es simulación, sino acción vital, existencial, que se despliega en los horizontes del mundo de la vida como una manera de ser, por eso la joven dice:

Después cuando estuve en la organización del movimiento social, igual, mi tiempo entero era para eso. No todo el mundo lo vive así, es cierto, y menos en el movimiento social. Lo que pasa es que yo tenía mi tradición de militante. Entonces, ahí la seguí aplicando. Pero no todo el mundo vive esos procesos de la misma manera.

Si bien se presentan diferentes escenarios para el protagonismo de la política y con ello es posible reconocer -a posteriori- temporalidades clasificatorias, estas se expresan en el cuerpo político, como continuidad/unidad en la que se vive la política, no como acción secundaria, sino como condición vital central; se hace "de tiempo entero" y como lo plantea el refrán -para referirse a un compromiso pleno- "en cuerpo y alma". Nótese que no se plantea que la política se vive de la misma manera, sino que esta, en cuanto asume la negociación de las diferencias para llegar a acuerdos, es plural y se construye desde allí.

En este escenario, quien asume la vivencia plena y cotidiana de la política se ubica como militante:

En diciembre del año 2000, se hizo un paro en la UTP cuya principal demanda era con respecto a las matrículas, yo acostumbraba a vivirme el paro con intensidad y acampaba todas las noches, asistía a todos los debates y asambleas, prestaba guardia, decoraba la universidad con grafitis, y ponía mi cuota de estudiantes que estuvieran acompañándonos y apoyando las directrices que recibía de mi dirección política.

Como se deduce de esta narrativa, la política para el militante se vive con intensidad, cada acto que se protagoniza es vital; no es solamente un rol asignado por el partido o la organización. En cuanto vital, la política se encarna y desde allí se encorpa.

El cuerpo ayuda a concretar la política, es su asidero. La política necesita del cuerpo para hacerse real, para asumir rostro, para que la protagonicen. La política no tiene cuerpo, necesita del cuerpo para ser, para que se le dé movimiento. Pero ella, en cuanto política, transforma el cuerpo, le asigna sus distintivos, lo marca con su gramática:

En 2004 volvió otro paro, pero esta vez la ciudad contaba con su propio escuadrón antimotines ESMAD, lo cual propició que se llevaran a cabo tropeles. Esto, obviamente me motivó. Para mí el tropel era una fiesta en la que yo era una buena bailarina.

Esta metáfora de la bailarina es indicio de un cuerpo que se mueve, que es afinado, rítmico, sabe moverse con otros, identifica qué hacer y cuándo hacerlo en cuanto ha aprendido los pasos y sabe moverse en el escenario. Este ya no es un cuerpo modelo de pasarela, ha mutado a cuerpo militante, que deviene en cuerpo guerrero forjado en la acción misma del tropel, del encuentro violento con el otro cuerpo, el del integrante del ESMAD en cuanto sujeto, y del cuerpo armado en cuanto grupo.

Acciones como el tropel conllevan a que el cuerpo se mimetice, se transforme, se enmascare, se encapuche, se arme para el encuentro entre contrarios que se asumen como enemigos. Sin cuerpo no hay sujeto, subjetividad, ser, ni existencia, se deja de existir, por lo que en esta expresión de la política, como es el tropel, el cuerpo es un campo de batalla, un trofeo, un lugar a conquistar.

En momentos de radicalización y de funcionamiento de los dispositivos de control y poder del Estado, el sujeto político es perseguido, por lo que el cuerpo se debe hacer invisible, no se puede dejar ver pues ese cuerpo encarna a un enemigo al que hay que aniquilar:

[...] uno tiene que desaparecerse de los escenarios en los que ha estado, romper las relaciones sociales que ha construido durante muchos años. Tiene que olvidarse de las cosas que ha aprendido, tiene que esconderse, cambiar su apariencia física.

Nuevamente, el cuerpo adquiere protagonismo, se le debe intervenir, cambiar, que sea otro cuerpo en el mismo cuerpo. No es que sea un cuerpo distinto, sino que cambia de apariencia. Con la vivencia política el sujeto busca su identidad, diferenciarse de otros, reconocerse en singularidad y otredad, en últimas lo que desea el sujeto/cuerpo político es ser:

[...] yo no quería ser imitadora de los otros... simplemente quería no ser tan artificial como me veía.

Conclusiones

Una posibilidad de superar los determinismos y las perspectivas lineales sobre el mundo es reconociendo y potenciando los espacios de actuación del sujeto donde este se autoconstituye constantemente, dados los procesos de reflexividad que realiza sobre sus actos.

Lo anterior implica un despliegue procesual de su subjetividad que se presenta de manera integral y entramada con todos los aspectos de la vida cotidiana, pero que igual se pueden separar para efectos analíticos en sus sentidos subjetivos, lo que permite hablar de una de las expresiones de la subjetividad: la subjetividad política. Esta se presenta cuando el sujeto realiza procesos de reflexibilidad sobre la política, lo político, lo público y lo común a todos, desplegando a partir de procesos de subjetivación acciones que se mueven en tensión entre lo instituido y lo instituyente.

Lo anterior lo lleva a cabo un sujeto concreto, con cuerpo, por lo que se presenta un sujeto con subjetividad encorpada.

Esta es devenir, no está hecha, sino que se va haciendo con dificultad y desde la procesualidad de la vida cotidiana, es un trabajo que realiza el sujeto sobre sí mismo y mediante el cual se tras-forma, va más allá de la forma que le es característica en un momento dado y así como cambian sus sentidos subjetivos políticos, cambia su cuerpo. Esto explica la subjetividad política encorpada.

En el caso de estudio de la presente investigación se reconoce el proceso mediante el cual se socializa el cuerpo a través de la familia y cómo en la medida en que el sujeto gana en autonomía actúa sobre su cuerpo, lo reconoce, lo trabaja con intencionalidades que van desde el cuerpo de pasarela hasta el cuerpo guerrero.


Referencias

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