El estatuto del maestro
The Statute of the Teacher
O estatuto do mestre
Pilar Méndez*
* Profesora e investigadora de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Bogotá, Colombia. Miembro del grupo de Investigación Intertexto. Candidata a Doctora en Educación de la Universidad Santo Tomás de Aquino. pilarmendezr@hotmail.com, pmendez@udistrital.edu.co
Recibido: 06/09/2014 Evaluado: 11/09/2014
Resumen
En este artículo se discute la intersección de algunos elementos para pensar el estatuto del maestro hoy, a propósito de la tan anhelada búsqueda de la excelencia docente. Discursos sobre la crisis y el desprestigio de la profesión, la calidad docente, la resistencia y el malestar docente aparecen aquí investigados desde un punto de vista temático más que cronológico, que sintetiza ciertos aspectos abordados en la investigación titulada Constitución de sujeto maestro en las prácticas de resistencia en Colombia 1930-20131. El artículo permite advertir la tensión existente entre varios elementos: el estatuto como documento jurídico, los discursos del deber ser del maestro desde la reforma, la identidad de la profesión con un campo del saber que, a su vez, circulan con otros discursos, unos que advierten la crisis de la profesión, mientras otros le apuestan a la excelencia docente como parte central de la reforma.
Palabras clave: Estatuto, profesión, maestro, crisis, excelencia, resistencia.
Abstract
This article discusses the intersection of some elements to think about the statute of the teacher today, concerning the longed-for search for the excellence in the teaching profession. Discourses on the crisis and the discredit of the profession, teaching quality, resistance and teachers' discomfort appear here investigated from a thematic rather than chronological point of view, that synthesizes certain aspects addressed in the research entitled Constitution of Subject Teacher in the Practices of Resistance in Colombia 1930-2013. The article allows you to notice the tension between a series of elements: the statute as a legal document, the discourses of the teacher's ought self starting from the reform, the identity of the profession with a field of knowledge, which in turn roam with other discourses, some of which point out the crisis of the profession, while others rely on the teachers' excellence as a central part of the reform.
Keywords: Statute, profession, teacher, crisis, excellence, resistance.
Resumo
Neste artigo discute-se a intersecção de alguns elementos para pensar o estatuto do mestre hoje, a proposito da tão anelada pesquisa da excelência docente. Discursos sobre a crise e o desprestigio da profissão, a qualidade docente, a resistência e o inconformidade docente aparecem aqui pesquisados desde um panorama temático mais que cronológico, que sintetiza alguns aspectos abordados na pesquisa titulada Constituição de sujeito educador nas práticas da resistência em Colômbia 1930-2013. O artigo permite advertir a tensão existente entre vários elementos: o estatuto como documento jurídico, os discursos do dever ser do mestre desde a reforma, a identidade da profissão com um campo do saber que, a sua vez, circulam com outros discursos, uns que advertem a crise da profissão, entre tanto outros apostam-lhe à excelência docente como parte central da reforma.
Palavras chave: Estatuto, profissão, mestre, crise, excelência, resistência.
Preguntarse por el estatuto del maestro hoy puede conducir a algunos a incurrir en el error de citar de manera precipitada las definiciones de ley que han sido promulgadas en procura de la profesionalización de la docencia, en las que el magisterio sindicalizado advierte la contradicción y la división del gremio, o acudir a las demandas espacio-temporales imbricadas en el deber ser que han instrumentalizado al maestro como producto y efecto de la reforma educativa, de las que generalmente el maestro sale mal librado o no da la talla, o caer en los discursos que reclaman la recuperación de las elaboraciones del Movimiento Pedagógico, a los que muy pocos hoy dan crédito -aunque se sientan interpelados- para reconocer al maestro como portador de un saber: la pedagogía y su autoridad como trabajador de la cultura. En este intrincado laberinto, intentar definir quién es el maestro hoy, y de qué estatuto goza, implica develar múltiples escenarios y distintas fuerzas que se superponen, coexisten y se solapan en la configuración de su situación actual.
Parto de un problema en los términos en los que la opinión pública reitera el lugar común para indicar que "ser maestro oficial es una profesión que está en crisis" (El Tiempo, 26 de abril de 2012); que destaca cuestiones que son problemáticas de vieja data y, que han venido adquiriendo matices diferentes de acuerdo con la época. Aludo aquí a los bajos salarios, el bajo desempeño académico, la insuficiente preparación, la profesionalización y la poca valoración social de la profesión, entre otras dificultades laborales. Pareciera que esta época como ninguna otra ha minado la imagen del maestro. Los discursos que reseñan la crisis de la profesión docente en Colombia han proliferado. Al maestro se le responsabiliza del éxito o fracaso escolar, se le señala por sus pobres resultados en las pruebas de competencia, se le subvalora frente a otros profesionales por su nivel profesional e ingresos salariales y se le critica por su falta de preparación e incapacidad de asumir su función docente y los desafíos actuales. De hecho, han sido tantas las voces que lo descalifican y le dicen qué debe ser y cómo debe hacer su trabajo, que entre maestros y docentes ya no se divisan rasgos distintivos de autoridad, respeto y prestigio. ¿Qué dicen los maestros de esta problemática? ¿Cuál es el campo de tensiones en los que se debate hoy la condición docente?
La imagen del maestro virtuoso que otrora era admirado y reconocido por ser poseedor de un saber y dedicarse a una obra excelsa, la enseñanza, es hoy casi imperceptible. Algunos investigadores no dudan en señalar su dilución (Martínez Boom, 2010), su malestar (Esteve, 1987), su frustración, su cosificación (Díaz, 1983), su lugar en la encrucijada (Tiramonti, 2005), su insatisfacción (Braslavsky, 1994), en fin, afirmaciones que ponen de manifiesto que algo anda mal en la educación y en ella con el reconocimiento del estatuto del maestro.
En este contexto, llamo la atención primero sobre una apuesta para intervenir esta situación: El afán por elevar la calidad y el estatus del maestro2, que puede ser corroborado con dos ejemplos concretos, uno proveniente del discurso oficial (Ministerio de Educación Nacional-Foro Maestro Siempre) y otro del conocimiento experto (Fundación Compartir, Documento Tras la excelencia) que ubican al maestro como eje central de una política de mejoramiento de la educación en general, en los que no obstante la insistente recurrencia al enunciado maestro no se le desvincula del discurso del deber ser, impuesto de funciones, competencias y roles diversos que sirven más a la figura de la función docente. Se percibe en estos discursos el afán por cooptar al maestro, alinearlo con las políticas de turno, convencerlo incluso con sus propias consignas de dignificación de la profesión, de que el camino oficial es el camino de su redención.
Segundo, llamo la atención sobre una modificación crucial. De la docencia entendida como una práctica de saber, ligada a condiciones de posibilidad de un maestro como sujeto activo a la docencia como función docente opera toda una instrumentalización que constriñe su condición. Aludo aquí a un tipo de maestro, no muy creído, no muy visible, pero aún presente aunque desplazado. El maestro en resistencia. Un maestro que no se pliega a las demandas, que no se identifica con los discursos del deber ser ni con retratos de maestros pasados, que entiende que cada época cambia el piso de su saber y que lucha por abrir un espacio suyo de existencia en la que su estatuto como profesional no se mancille y se cuestione. Un maestro que no se define por una función sino que se constituye día a día en su práctica pedagógica.
En dicha perspectiva, una mirada a las prácticas de resistencia de los maestros en relación con sus deseos de estatus profesional, reconocimiento y valoración puede abonar a la comprensión de su situación actual para contrastar cómo se percibe la docencia desde afuera (el gobierno, los medios de comunicación y la sociedad en general, el conocimiento experto) y desde adentro (los maestros, sus organizaciones, el conocimiento de investigadores de la educación) con el fin de revelar las tensiones en estas relaciones. Se necesita entender cómo las fuerzas políticas, económicas, culturales y sociales afectan al maestro para dar cuenta de su posición social, el respeto por la docencia, su promoción como opción laboral, la consideración de su remuneración y condiciones de trabajo, los niveles de respeto y confianza en la labor docente y las luchas de los maestros por mejorar su situación (Hargreaves, Cunningham et al., 2006).
Ser maestro oficial, profesión en crisis
Año 2012: El titular del periódico El Tiempo "Ser maestro oficial, una profesión que está en crisis" desató un sinnúmero de reacciones y opiniones alrededor de la imagen del maestro. Los bajos resultados obtenidos por los maestros en formación en las pruebas Saber Pro (2011) fueron el detonante de un análisis que exploró, por un lado, los problemas en materia de selección, vinculación y estímulos para atraer y retener a los mejores bachilleres a la carrera y, por otro lado, la falta de formación, los pobres niveles de desempeño y el perfil general de los maestros en ejercicio, así como críticas a la falta de renovación curricular en las facultades, todo ello aunado a una mínima progresión salarial y un pobre reconocimiento social. Como resultado de este análisis se infiere que se debe formular una política de formación docente que atraiga a los mejores bachilleres, resolver los problemas del magisterio en ejercicio con mejores y mayores estímulos, no solo monetarios, y elevar el prestigio social de la profesión para que sea más atractiva.
Frente a la noticia, los maestros reaccionaron. Algunos la asumieron como una crítica que rayaba en la ridiculización a los maestros y se sumaba a la falta de valoración social y reconocimiento del mismo; muchos manifestaron sentimientos de tristeza por la invisibilización en la prensa de experiencias significativas de su labor y por la falta de un sistema de incentivos para mejorar su situación (Martínez, M., 2012). Mientras que otros, haciendo uso de la herramienta Comentarios, al pie de la noticia, no dudaron en afirmar que ser docente en Colombia -en comparación con otros países- es un desprestigio, lamentaron los bajos sueldos, la falta de estímulos, las escasas oportunidades de preparación y de ascenso en el escalafón y el continuo asedio de la evaluación de su desempeño y competencias. Un detallado análisis de las voces del público lector en general en contrapunteo con otros participantes, algunos de ellos maestros, puede ser revelador de los señalamientos al maestro y de sus respuestas:
Un lector con una imagen del maestro sindicalista de perezoso y burdo afirma:
Barreral: Para 2011 de acuerdo al Decreto 1055/2011 un recien (sic) graduado grado 2a tenía un sueldo de 1'263.000, un profesor con maestría grado 3d sueldo de 4'771.000, fuera de las arandelas, que tal? Los profesores en realidad no se preparan como debe ser, pero si estan (sic) listos a marchas, paros y protestas por su sueldo. Tienen la oportunidad de hacer posgrados a costa del estado para que mejoren su nivel, pero son peresozos (sic), trabajan medio tiempo (por eso se les paga medio tiempo), son ignorantes, burdos y sindicalistas. La mayoría parecen camioneros y guisas, deben es ponerse a trabajar en vez de estar montando huelgas y protestas. Cuantos profesores están en el escalafón mas (sic) alto? hay que pagarles servicio de salud especial y aún así se quejan. vaya!! Miren un profesional recien (sic) graduado a ver cuanto (sic) le pagan y cuanto tiene que trabajar (jueves 26 de abril de 2012 08:40 a. m.).
Inmediatamente otro lector, con expresiones de solidaridad y comprensión de la situación de los maestros, le recrimina a Barrerai por su desconocimiento de la situación del docente:
Misterwilliam: Barrerai, se nota su resentimiento por la vida y su desconocimiento de la vida de un docente. Yo soy un profesional de ingeniería, con varios años de experiencia y sé cómo es este régimen, también provengo de una familia de docentes y sé por justa causa que eso que usted menciona no es más que una sarta de mentiras y mala percepción -por culpa de medios o ideales capitalistas-; pero los docentes se esfuerzan más de lo que usted piensa, su jornada laboral no termina saliendo de un salón de clases y los pocos beneficios que el gobierno les da -que deberían más bien ampliarlos a otros sectores- en vez de mejorarlos se presume en eliminarlos. Los docentes no gozan de formación gratuita, ni súper salarios como usted cree, porque estoy seguro que no le consta... entonces en vez de desinformar más a la gente, primero investigue. Soy un empleado en una empresa privada y apoyo la protesta de los docentes! (jueves 26 de abril de 2012 09:46 a.m.).
Frente a los comentarios desfavorables sobre su imagen, algunos maestros participaron defensivamente; explicando las características y condiciones de su trabajo:
Anyrose: La ignorancia es atrevida dice mi madre y veo que es real, ya que nosotros no nos inventamos las vacaciones o el tiempo de descanso y cuando reposamos en semana santa es porque hemos tenido que trabajar 3 sábados reponiendo los tres días lunes, martes y miércoles santos, todo el tiempo llevamos trabajo a casa y cuando los estudiantes salen de vacaciones nosotros debemos trabajar en proyectos y asistir a capacitaciones para poder ofrecer una educación de calidad a nuestros educandos y si piensas así es porque tal vez sufriste mucho en tu época de estudiante cuando algún docente te exigió rendimiento en su asignatura y no diste la talla por eso nos críticas. ¡Sana esa herida y se objetiva! (domingo 29 de abril de 2012 05:34 p.m.).
Los anteriores fragmentos3 permiten advertir una tensión entre valoraciones positivas y negativas de la profesión y los maestros, donde convergen sentimientos de solidaridad y justificación por un lado, y de recriminación e invalidación, por el otro. En todo caso, fue mayor la proporción de comentarios que señalan como causa de la mala calidad de la educación al docente. Al docente viejo, en edad pensional, por su falta de innovación; al docente joven, recién vinculado, por su falta de experiencia; al docente sindicalizado por su codicia, al docente quejumbroso porque no valora sus privilegios (v. g. "cómoda jornada laboral, vacaciones, sueldos"). En la tabla 1 se transcriben los términos utilizados para calificar a los maestros y a la docencia.
Sentimientos de indignación, tristeza y justificación de los maestros participantes hacen notar su rechazo a las valoraciones negativas, a su juicio, por desconocimiento de su situación y por efecto de la mala prensa. Igualmente pueden verificarse sentimientos de inconformidad con las condiciones de trabajo de la docencia que tildan de injustas, desestimulantes e insolidarias.
Angemariru: Condenar a un maestro porque quiere un mejor salario (porque hay muchos maestros endeudados por las maestrías y doctorados que en Colombia son demasiado costosos comparados con la remuneración salarial), porque quiere salud digna (los invito a las salas de urgencias de las clínicas que nos atienden que dista mucho de ser igual a la salud prepagada), porque queremos que nuestra profesión no sea la cenicienta de todas las profesiones. Me entristece todos los comentarios de quienes somos formados en las facultades de educación y de la formación pública, porque nunca vemos a los medios en los colegios públicos destacando la labor positiva que hacemos, porque nunca vemos a los medios en un foro educativo (son espacios dedicados a mostrar las experiencias pedagógicas significativas), se hacen todos los años en todos los municipios del país y que enriquecen nuestro quehacer (viernes 27 de abril de 2012 04:51 p.m.).
Cuando Esteve (1995) analiza los sentimientos de tristeza, angustia, depresión y estrés en el profesorado para explicar el "malestar docente", da cuenta del impacto que tienen factores del componente social en el ánimo de los maestros, tales como: el deterioro social de su imagen, las cargas sociales de sus estudiantes, las demandas de su actualización, las múltiples y variadas exigencias que debe cumplir (científicas, técnicas, culturales, pedagógicas, psicológicas y sociales), los encargos de crianza, el manejo de la tecnología, su falta de autonomía, la falta de recursos, las agresiones verbales, físicas y psicológicas en su contra, entre otras (Natale, 1993; Young, 2004). Esto se traduce en una situación altamente compleja que los maestros deben soportar, algunos para sobrellevar la culpa, y otros para encontrar fuentes de motivación y no abandonar la carrera4 (Marlow, 1996).
La mala calidad del docente.
Año 2013: "La mala calidad de los docentes es quizás el factor más determinante". Esta afirmación sobresale en el análisis realizado por el periódico El Tiempo (8 de diciembre), luego de conocerse los resultados alcanzados por los estudiantes colombianos en las pruebas pisa. Una vez más se señala como razón de esta problemática al maestro, sus pobres prácticas pedagógicas y consecuentemente a la pobre calidad de la formación docente. El artículo determina que se debe resolver el problema desde la raíz, interviniendo las facultades de Educación para que mejoren su desempeño y el currículo de formación docente. Mientras la esperanza pareciera depositarse en los futuros maestros, lo que pasa con los maestros en ejercicio se retrata desde una aparente sin salida:
En Colombia las carreras relacionadas con la docencia son elegidas por quienes sacan los peores puntajes en las Saber 11, quienes, a su vez, reflejan el mismo desempeño al finalizar la universidad, en las Saber Pro; esto es preocupante por que son ellos quienes tendrán la responsabilidad de forellos quienes tendrán la mar a los nuevos alumnos (Rodríguez, C. investigadora de la Fundación Compartir. En periódico El Tiempo, 2013).
La valoración de la calidad de la educación con énfasis en los resultados de las pruebas internacionales ha intensificado los discursos que reclaman "maestros de calidad" que puedan mejorar estos resultados y ubicar a Colombia en una mejor posición en la clasificación. En este enfoque de medición, validación y competitividad, el maestro es una variable muy importante para impulsar una política de calidad educativa que asegure el sistema. Recomendaciones del discurso experto, como las realizadas por la Fundación Compartir abonan a esta tendencia, sugiriendo una propuesta de reforma sistémica que se centra en el mejoramiento de la calidad docente, a través de iniciativas que van desde la promoción de una mayor valoración social de la profesión docente; el reclutamiento de los mejores bachilleres a la carrera docente; el establecimiento de estándares más altos en los programas de formación docente previa y en servicio (con énfasis en la práctica y la investigación pedagógica); el acompañamiento y la evaluación docente y esquemas más atractivos de remuneración que incluyan salarios e incentivos monetarios y en especie (Fundación Compartir, 2014, p. 6).
En otras palabras, como parte de una política de mejoramiento de la calidad educativa, se desplaza al niño, y se busca que el maestro se convierta nuevamente en el foco de interés de la política educativa. Llamo la atención sobre este desplazamiento nada novedoso en las reformas educativas colombianas (que han justificado en el pasado el desplazamiento del maestro al niño y, ahora del niño al maestro)5 que obligan al Ministerio de Educación Nacional (MEN) a reconocer que:
El maestro es el pilar del proceso educativo [...] hemos redescubierto al maestro, nos volvimos a preguntar por él, aunque siempre estuvo allí, él es el centro de la política educativa [...] si no tenemos maestros de calidad, no tendremos estatus de calidad (Campo, 2014. Foro Maestro Siempre).
No obstante, habría que sospechar de esta afirmación. ¿Sí será que se alude al maestro?, o ¿será un enunciado cooptado, utilizado como comodín para emplazar al docente? Aunque estas afirmaciones ponen de manifiesto una apuesta política por la recuperación de la imagen central del "maestro" en el proceso educativo −que busca intervenir al maestro desde su formación hasta su vinculación y ejercicio docente por medio de un esquema donde primen el acompañamiento y la evaluación− en su aparente bondad no deja de advertirse la desconfianza, el extremo control que se pretende de su persona, del cerco de su poco espacio de libertad y autonomía; pues al maestro no se le puede dejar actuar solo, su desempeño debe ser evaluado y su formación debe estar regulada y asegurada por efectivos mecanismos de observación. De aquí se implica un pacto tácito: ¡Docente, comprométete con este enfoque de calidad y a cambio recibe el estatuto de calidad que reclamas!
Los maestros han resentido este enfoque de la calidad centrada en los resultados de exámenes estandarizados, así como los estudios que solo se centran en el maestro como una variable de esta problemática. En relación a las Pruebas pisa como rasero para medir la calidad, 83 maestros y expertos en políticas educativas de todo el mundo critican su metodología y exponen una serie de preocupaciones frente a las consecuencias que puede tener el escalafón hecho por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos -OCDE- (El Espectador, 13 de mayo de 2014). No dudan en señalar que el método de las pruebas pisa es "sesgado", obliga a que los colegios actúen en pos de la competencia y los resultados en algunas áreas, más que "tras propósitos educativos menos medibles, como el desarrollo físico, moral o artístico". Para estos expertos, este énfasis reduce la autonomía de los profesores y genera estrés en las escuelas. Lo que puede leerse como un reclamo de los maestros por recuperar el derecho a dirigir su trabajo, la autonomía y autoridad para decidir los propósitos de la educación que imparte y las características de la formación que reclama. Se trata de resistir un enfoque de evaluación de la calidad que se queda corto frente al esquema valorativo de los maestros, más ligado con la formación y la cultura.
Los estudios que solo tienen en cuenta la variable docente como eje central de una política de mejoramiento de la calidad de la educación en general parecen no asir la complejidad del problema. Los citados para sustentar esta propuesta, mayoritariamente han sido realizados en países con condiciones sociales, políticas, culturales disímiles a las de Colombia y, por tanto, no atienden otras variables que deben sopesarse simultáneamente (currículo, enfoque de calidad, tipo de evaluación, proyecto educativo, nutrición, número de estudiantes por clase, recursos educativos, propósitos de formación, etc.)6. Sin desconocer la importancia del estudio Tras la excelencia, algunos autores no dudan en señalar que para nuestro caso "no basta tener buenos docentes":
Nadie puede negar que sea imposible elevar la calidad de la educación sin mejorar los criterios de selección y evaluación de los docentes. Sin embargo, la propuesta se queda realmente corta en el análisis de otras variables asociadas a la calidad, particularmente en lo que tiene que ver con los factores propiamente pedagógicos como el currículo, la reflexión pedagógica, la selección de competencias básicas, el liderazgo pedagógico del director o el modelo pedagógico adoptado en la institución (Zubiría, J. 2014).
Ninguna propuesta de reforma puede garantizar el éxito si desestima otros problemas conexos o se desconoce la realidad histórica de la escuela (Martínez Boom, 2014). El diagnóstico frente a lo que sucede con la educación y los maestros en general es aún más complejo. La idea de que la docencia es una profesión en crisis y, en ella, la de que el maestro es responsable de la mala calidad de la educación, han tomado tanta fuerza que el anuncio de su crisis se valida como una estrategia que prepara el terreno de una reforma que pueda contenerla7. Pero lo que no se reconoce con ello es el fracaso de las últimas reformas que han intervenido al maestro, su labor y el estatuto epistemológico de su profesión. En este ámbito de actuación la relación reforma-dores (desde arriba), objetos y sujetos a reformar (maestros, educación, currículo, facultades) se contraponen en un haz de relaciones de fuerza por intervenir lo que está sucediendo, con la esperanza de generar un cambio, pero con la incertidumbre de no poder garantizar los efectos y resultados de la misma.
La docencia y su poca capacidad de atracción
Los maestros somos considerados pésimos; una caterva de 'izquierdosos', que hace paros para exigir reivindicaciones como salud, vacaciones y pensión, y que protesta porque le aumentan el número de estudiantes y la carga académica. ¿Estudiar pedagogía? Te vas a morir de hambre, es la reacción automática. ¿Acaso qué colombiano se enorgullece de tener un hijo maestro, como se ufana de tener hijos médicos o abogados? Contrariamente a lo que sucede en países como Finlandia, donde ser maestro tiene gran prestigio social, lo cual se refleja en los resultados de las pruebas pisa, en la excelencia requerida para ingresar a la carrera docente y en buenos salarios, el maestro colombiano es considerado un profesional de segunda. Si estudió pedagogía fue quizás porque no le alcanzó el Icfes para hacer "una carrera seria". Si pide un sueldo decente y tiempo remunerado para leer, investigar, preparar clases, evaluar o, simplemente, recuperarse de sus extenuantes jornadas, le endilgan "falta de mística". Porque esa es otra representación social: maestro se asocia con sacrificio, apostolado, paciencia y pobreza (El Tiempo, 2012, columna de opinión, febrero 19).
De acuerdo con Preal (2010), "la escasa valoración que recibe la profesión docente en América Latina es hoy un problema recurrente". Uno de sus estudios mostró que entre los docentes de siete países de la región había "un sentimiento de pérdida de prestigio y deterioro de su imagen frente a la sociedad, lo que se traduciría, entre otras cosas, en el decreciente número de bachilleres talentosos que optan por la docencia" (GTD-Preal, 2010, p. 1). De hecho, la proliferación de discursos desfavorables frente al maestro como el responsable directo del fracaso de la política educativa de calidad, y la crisis de la docencia como opción profesional, ha incidido notablemente en la percepción de los padres de familia que no validan esta carrera como la primera opción de estudios de sus hijos.
"Y tú ¿quieres que tus hijos sean docentes?" Así interpela Ñopo, H. (14 febrero de 2014) a los lectores de su blog en la página del BID, al mostrarles una radiografía de la situación laboral de los maestros en América Latina, que le sirve de pretexto para explicar que se está fallando en atraer y retener a los mejores maestros, así como en la capacidad de estimular el apoyo de los padres a la docencia como mejor opción profesional para los hijos:
Supongamos que tienes un hijo (sobrino, ahijado o amigo joven) profesional y mañana le ofrecen un empleo diciéndole que "ganará entre 30% y 70% menos que otros profesionales con la misma edad y años de educación". Además le dicen que "tres de los seis puestos de trabajo disponibles no tienen teléfono y, es más, dos de ellos no tienen acceso a un baño decente". ¿Le recomendarías tomar el empleo? Bueno, hay más de tres millones de personas que día a día trabajan en esas condiciones en América Latina: los maestros de las escuelas primarias y secundarias.
Como puede deducirse, el origen predestinado de la clase media al oficio de maestro8, las críticas por
su deficiente preparación, la baja valoración social y remuneración salarial de su trabajo son variables que desestimulan la vinculación de los jóvenes a la carrera, principalmente de aquellos que pueden ser considerados talentosos. Entre estas variables, la de mayor peso tiene que ver con la consideración salarial. Año 2012, bajo el titular "Los peor pagos", la revista económica Portafolio, haciendo un análisis de los salarios de los egresados en Colombia, indicó que:
Y si la minería es lo que da más plata, en el otro extremo están los de siempre: los 'profes' (...) de las 10 carreras universitarias peor pagadas, seis tienen que ver con licenciaturas. La de preescolar encabeza la lista, de la que también hacen parte fisioterapia y música, en cuarto y quinto lugar. Los únicos profesores que clasifican entre las 50 carreras mejores pagadas son los licenciados en educación básica con énfasis en inglés, que ocupan el puesto 48 y reciben, en promedio, un sueldo inicial de 1'464.735 pesos.
Frente a esta realidad, no ha de extrañar que el estudio Tras la excelencia (Fundación Compartir, 2014) proponga un esquema que aumente el salario de los maestros, dependiendo de sus niveles de estudios, desempeño y cargos dentro del sistema para hacerlos más competitivos, ya que el salario actual de los docentes sigue estando muy por debajo del devengado por otros profesionales, como médicos, abogados e ingenieros9. Sin embargo, habría que precisar que el estatuto de "profesión" con la carga cultural que antes se tenía, ha decaído10. Desde esta perspectiva, la nivelación salarial de la docencia con otras profesiones se asume como un reto crucial para mejorar su estatus. Aunque este es un aspecto bastante optimista de la propuesta de reforma de la Fundación Compartir, aún debe pasar el filtro de la política económica de gasto e inversión y de las consideraciones alrededor del tiempo de trabajo de los docentes11 que año tras año reciben un aumento salarial por debajo de la inflación.
Ahora bien, otro aspecto a considerar, como lo menciona Ñopo (2014), son las precarias condiciones de las escuelas en las que se desempeña el docente.
Problemas de insalubridad12, hacinamiento13, violencia, matoneo14,
amenazas15, etc., que deben sortear los docentes en su ambiente de trabajo; lo que ha producido que la docencia sea calificada como una profesión peligrosa16o de alto riesgo.
De acuerdo con algunos expertos e investigadores, la docencia perdió su "capacitad de atracción, es decir, que no son los jóvenes con mejores resultados educativos, los que optan por estudios de maestro o de profesor" (Vaillant, 2010). Particularmente en Colombia, "los jóvenes más talentosos optan por carreras que exigen puntajes más altos, son de mayor prestigio y pueden ser más lucrativas" (El Tiempo, 2012, panel de expertos). Lo que conduce a afirmaciones lapidarias: "Los que se están formando para maestros no son los de mejores desempeños" (Ñopo, 2014).
De estos discursos se infiere un pobre o nulo reconocimiento a la posibilidad de la elección por convicción, vocación o disposición aptitudinal de la docencia independientemente de los resultados en las Pruebas Saber 11. Con el desprestigio social y la baja remuneración de la docencia, pareciera inconcebible que los jóvenes aún optaran libremente por ella o que algunos profesionales la abrazaran más por convicción que por auxilio o remedio de su situación económica.
El gremio herido
Se advierte en los actuales discursos de los maestros que reclaman un único estatuto de profesionalización de la docencia, la sensación de una pérdida. ¿Pérdida de una impronta de lucha? ¿De unas condiciones de posibilidad de ser maestro hoy? Hay un sentimiento de nostalgia por la fuerza de las luchas de ayer que obliga a reclamar nuevas estrategias:
¿Cómo leer este absurdo y ambiguo caso de contar con dos marcos legislativos para regular el ejercicio de una profesión? ¿Qué hacer? ¿Cuáles son las acciones inmediatas? Considero que es necesario ampliar la resistencia, reenfocar el trabajo y reforzar la movilización con nuevas y contundentes estrategias [...] se está desvertebrando el colectivo magisterial, se están ampliando las brechas entre los maestros del viejo y el nuevo estatuto y se está vulnerando el derecho a la igualdad. Y, lo más lamentable, es que se percibe un agotamiento de los actores, la desesperanza se ha instalado en los maestros y este es un síntoma muy grave (Fecode, 2012).
El anterior discurso de Fecode es tanto súplica como interpelación al gremio dividido, que poco le reconoce17, por encontrar nuevas estrategias, capaces de recuperar el sentido que dio el Movimiento Pedagógico colombiano18 a la lucha e identidad del maestro:
Ante esta situación es urgente e importante recuperar el acumulado histórico del Movimiento Pedagógico Colombiano, que en sus luchas transformó la visión y conceptualización del docente, y enfrentó la posición que veía al docente como técnico o un operario, y planteó la importancia de reconocer al maestro y reconfigurar su identidad e imagen como intelectual de la pedagogía, un trabajador de la cultura y un ciudadano político. [...] La lucha por un nuevo estatuto tiene el reto de recuperar la condición para que el docente se asuma como un intelectual crítico (CEID-Fecode, 2012, p. 27).
La explicación de ruptura y división de la profesión docente entre nuevos y antiguos maestros amparados por dos reglamentaciones vigentes advierte una relación de causa y efecto que pone en evidencia a la ley como constituyente de subjetividades que han desvertebrado el colectivo magisterial y menguando la lucha. ¿Será acaso que la ley es la causante de este decaimiento en la lucha? ¿Tiene ese poder que mina la resistencia? ¿Existen acaso otras fuerzas que han sido pasadas por alto en esta situación? Ahora bien, frente a los discursos de recuperación del Movimiento Pedagógico y sus aportes ¿Constituyen estos una directa interpelación a repensar la imagen del maestro hoy? O acaso ¿son denuncia de su docilidad?
El magisterio sindicalizado parece haberse quedado atrapado en esta queja, e imposibilitado para cumplir las demandas de un magisterio hoy conformado por licenciados, profesionales habilitados y normalistas que reclaman se asuman las consecuencias del decreto 1278 de 2002 para la profesión y se trabaje conjuntamente por mejorar sus condiciones y elevar el estatuto de su profesión. Mientras, otros insisten en recuperar para la profesión las condiciones de régimen especial y la definición de la profesión con base en la formación pedagógica del decreto 2277 de 1979. Podría afirmarse que son tantas las inconformidades de los maestros de un régimen y del otro que los propios maestros pasan por alto, que más allá de los efectos normativos y sus luchas reivindicativas, lo que está en juego es la condición misma del maestro ligada al estatuto de profesión de la docencia en el ámbito epistemológico, social y político.
Volverse a "preguntar por el maestro", en un escenario tan complejo que revela el deterioro de su condición, implica reflexionar sobre una serie de problematizaciones: ¿Qué significa ser maestro hoy? ¿Quién es el maestro? ¿Qué características distintivas tiene la docencia frente a otras profesiones? ¿Cuál es su estatuto social? ¿Qué papel cumple el maestro en la definición de las políticas y reformas educativas? ¿Qué nos dice su resistencia? ¿Qué entiende el maestro por calidad? ¿Qué entiende el maestro por excelencia? Se trata de pensar la condición del maestro desde la convergencia/tensión de distintas fuerzas, políticas, sociales, culturales, económicas.
Más aún, cuando coexisten en Colombia tendencias discursivas no muy delimitadas, no muy precisas que hacen circular discursos que perciben aún al maestro como un apóstol, como un pedagogo forjador de cultura, como una forma entre docentes, como una pieza clave de engranaje de políticas educativas. De su condición de oficio a su condición de profesión han de advertirse un sinnúmero de transformaciones que de la mano de las demandas de política nacional e internacional, de la aceptación y/o resistencia de los maestros, de la sanción social de las demandas educativas, han fraguado un destino lleno de exigencias, de incertidumbres y de críticas incesantes. Pareciera que hoy se percibe más al docente como un funcionario del Estado, que debe cumplir con la función que le ha sido encomendada, que como un profesional de la educación que sabe cómo dirigirla.
Varios estudios arrojan pistas importantes para pensar qué ha pasado con el maestro. Por ejemplo, los que se han ocupado de la práctica pedagógica y la identidad del maestro: Zuluaga (1988), que plantea una distinción entre los sujetos de la enseñanza, maestro y docente, para precisar la relación del primero con el método y del segundo con el saber que transmite y la norma; Martínez Boom (2010) cuyo trabajo refiere la dilución del maestro y su despersonificación en la función docente, entre otros. También los que se han ocupado de la relación docencia-reforma y sus efectos: el docente y la internalización de su rol de funcionario del Estado, la cosificación de la profesión de enseñar, la frustración docente (Díaz, 2010), la desautorización de los docentes (Vezub, 2005). Los que han trabajado la relación docencia-sociedad: las exigencias y la sobrecarga de responsabilidades a los docentes (Esteve, 2006), el desprestigio de la docencia (Vaillant, 2005), entre muchos otros que refieren distintos fenómenos a raíz de su malestar, su lugar en la encrucijada (Tiramonti, 2005), su insatisfacción (Braslavsky, 1994), sus sentimientos de culpabilidad (Hargreaves, 2005). En definitiva, hay que apostarle a una mirada de estos fenómenos desde la perspectiva latinoamericana sobre la condición docente.
La excelencia docente
La idea del docente como clave del éxito para mejorar la calidad de la educación viene haciendo carrera desde hace algunos años en el discurso oficial del MEN, que, entre otros estudios, ha tenido como referente el informe de McKinsey (2007) que atribuye al "maestro" mejor preparado "la capacidad de conseguir resultados adecuados y de obtener más o mejores logros con medios limitados". Es decir, una fuente conveniente a los intereses de racionalización y productividad. En este sentido, se analiza la "efectividad docente" en relación directa con la tarea de enseñar y los resultados que alcanzan los estudiantes (MEN, 2009. Al tablero, No. 50). Lo que viene a representar una valoración de la excelencia docente delimitada por la efectividad como criterio para sopesar su rendimiento.
Bajo este esquema de medición de la calidad con base en los resultados, el slogan de la excelencia docente se convierte en el eje de una nueva reforma que tiene la esperanza de superar el fracaso de su antecesora, centrada en la idoneidad de los educadores, que no ha dado los resultados esperados: "Colombia se volvió a rajar en las pruebas internacionales de educación del Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes (pisa)" (El Tiempo, 9 de julio de 2014). Esto siembra algunas dudas: ¿No será acaso que no se está captando el problema en su compleja dimensión? ¿Puede concebirse la calidad de la educación colombiana solo desde la efectividad docente? ¿No será que la profesión de "maestro", devino en crisis por esta lógica en la que se le ha insertado? ¿No habrá que hilar más fino?
El papel de la opinión pública hoy se instala en el lugar común, sin cuestionar los enunciados que repite, sin atender cómo la forma maestro ha sido intervenida por distintas fuerzas (políticas, económicas, sociales, gremiales) que han minado el contenido y las luchas constituyentes de los maestros. Venderle a la sociedad la idea de que el maestro es el responsable de una política de calidad -que quizás no comparte- al tiempo que se le considera mal preparado, carente de liderazgo y deficitario para acometer los desafíos actuales, es una senda más en el laberinto de la crisis que le ha sido declarada. Mientras el peso de la excelencia se valida en nuevas rejillas de observación, medición, regulación y acompañamiento que no le dejan ni oscuridad ni respiro.
Notas
1 Tesis doctoral adscrita a la línea Educación, Derechos Humanos, Política y Ciudadanía del Doctorado en Educación de la Universidad Santo Tomás de Aquino-vuad (Bogotá) dirigida por el doctor Alberto Martínez Boom.Referencias bibliográficas
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