Artículo de investigación
Excelencia, excedencia e individuación: el problema de la formación como despliegue de la tecnicidad
Excellence, Surplus and Individuation-The Question of Education as a Display of Technicity
Excelência, excedência e individuação: o problema da formação como despregue da tecnicidade
Germán Vargas Guillén**
Lina Marcela Gil Congote***
** Postdoctorado Universidad de Texas. Investigación postdoctoral. Meaning Between Phenomenology and Hermeneutics. Profesor titular Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá, Colombia. gevargas@pedagogica.edu.co
*** Profesora Asociada Universidad de Antioquia. Candidata al Doctorado en Administración, Universidad EAFIT. Su participación en este artículo es producto de la pasantía de investigación doctoral: Las organizaciones como entornos de individuación, llevada a cabo en la Universidad de Padua (Italia), entre septiembre y noviembre de 2014 (con el apoyo del Programa de Movilidad Internacional de Investigadores e Innovadores de Colciencias, Convocatoria 613 de 2013/ Tercer Corte). marcela.gil@udea.edu.co
Recibido: 15/12/2014 Evaluado: 17/12/2014-18/12/2014
Resumen
Este artículo entrelaza filosofía de la educación y psicología de la individuación. La presentación sitúa la tesis, a saber: la excelencia en la formación es efecto de los procesos de individuación –que incluyen la transindividuación como tecnicidad– operada en la relación (entre, cabe) en la que se despliega intuito personae tanto la imaginación como la invención.
En la sección I se hace una exposición, si se quiere canónica, de los presupuestos de la individuación y su efecto, la diferencia, en el pensamiento de Gilbert Simondon. En esta sección se dan tres pasos: 1. Se describe el proceso de individuación desde la transducción para señalar el lugar de la diferencia en la mutua relación entre individuo y entorno; 2. Se muestra el surgimiento de la individuación psíquica que es, al tiempo, colectiva, transindividual. Por esta vía se llega a: 3. La relación técnica como vínculo psicosocial que sirve de base para un proceso formativo orientado al despliegue de capacidades, en particular, a la posibilidad de captar en su génesis la tecnicidad, que es en sí, transindividual. En la sección II, entrelazadas, se muestran las relaciones entre individuación y diferencia en un proyecto político-pedagógico. En esta sección se dan tres pasos: 1. Se caracteriza la diferencia como efecto de la individuación; 2. Se estudia la individuación como proyecto político-pedagógico; y 3. Se mira la individuación, como excelencia y como excedencia en los procesos de formación. Como colofón se tematizan, a manera de síntesis, las nociones de capacidad, tecnicidad, imaginación e invención como aspectos del homo capax que se torna homo narrans en y por la tecnicidad. Este último es en sí el proyecto político-pedagógico de Simondon.
Palabras clave; Formación, excedencia, excelencia, capacidad, imaginación, invención, tecnicidad.
Abstract
This article intertwines the philosophy of education and the psychology of individuation. The thesis is: the excellence in education is an effect of the process of individuation –which includes transindividuation as technicity– worked in the relation (between, admist) in which are displayed intuito personae imagination as much as invention.
Section I presents a discussion –canonical if you want– of the assumptions of individuation and its effect, the difference, in Gilbert Simondon's proposal. This section is divided into three steps: 1. A description of the individuation process from the transduction to point out the place of difference in the individualenvironment mutual relationship; 2. The emergence of psychic individuation –which is at the same time collective and transindividual– is shown. This leads the reader to: 3. The technical relation as a psychosocial link that paves the way for a formative process aimed at the display of capabilities, particularly, to the possibility of capturing in its genesis, technicity, which is indeed transindividual. In Section II, entwined, the relations between individuation and difference in a political-pedagogic project are shown. This section consists of three steps: 1. A characterization of difference as an effect of individuation; 2. A study of individuation as a political-pedagogic project; and 3. An analysis of individuation as both excellence and surplus in the education process.
As a coda, we focus our attention, in the form of a synthesis, in the notions of capacity, technicity, imagination, and invention as aspects of the homo capax that becomes homo narrans in and because of technicity. The latest one is indeed Simondon's political-pedagogic project.
Keywords: Education, surplus, excellence, capacity, imagination, invention, technicity.
Resumo
Este artigo entrelaça filosofia da educação e psicologia da individuação. A presentação situa a tese, a saber: a excelência na formação e efeito dos processos de individuação – que incluem a transindividuação como tecnicidade – operada na relação (entre, cabe) na que se desprega normal intuito pessoal tanto a imaginação como a invenção.
Na seção I, se faz uma exposição, se quiser canônica, dos pressupostos da individuação e seu efeito, a diferença, no pensamento de Gilbert Simondon. Nesta seção dão-se três passos: 1. Descreve o processo de individuação desde a transdução para assinalar o lugar da diferença em que a mutua relação entre individuo e entorno; 2. Mostra o surgimento da individuação psíquica que é, ao tempo, coletiva, transindividual por esta via se chega a: 3. A relação técnica como vinculo psico-social que serve de base para um processo formativo orientado ao despregue de capacidades, em particular, à possibilidade de captar em sua gênese a tecnicidade, que é em si, transindividual. Na seção II, entrelazadas, se mostram as relações entre individuação e diferença num projeto político-pedagógico. Nesta seção dão-se três passos: 1. Caracteriza-se a diferença como efeito da individuação; 2. Estuda-se a individuação como projeto político-pedagógico e; 3. Enxerga-se a individuação, como excelência e como excedência nos processos de formação. Como colofão se tematizão, as formas de síntese, as noções de capacidade, tecnicidade, imaginação e invenção como aspectos do homo capax que se torna homo narrans em, e, pela tecnicidade. Neste ultimo é em si o projeto político-pedagógico de Simondon.
Palavras chave: Formação, excedência, excelência, capacidade, imaginação, invenção, tecnicidade.
¿Cómo resolveremos en consecuencia esta paradoja? ¿Y por qué medios se confina a este miembro de nuestra constitución dentro de sus propios límites, ya que, desde el momento mismo de constituirnos, tiene necesariamente que tener todo el poder que demande, y sólo a sí mismo puede limitarse? ¿Qué clase de coherencia tiene esto con la experiencia de la naturaleza humana? Yo respondo que el interés del conjunto se ve aquí limitado por el de los individuos. (p. 76).
David Hume
Sabiduría, heroísmo y santidad son tres vías de búsqueda de esta transindividualidad según la predominancia de la representación, de la acción o de la afectividad; ninguna de ellas puede desembocar en una definición completa de la transindividualidad, pero cada una designa en cierta manera uno de sus aspectos, y aporta una dimensión de eternidad a la vida individual. [...] La excelencia de la acción, la excelencia del pensamiento y la excelencia de la afectividad no son por otra parte exclusivas entre sí; Sócrates es un sabio, pero su muerte es un testimonio heroico de pureza afectiva. [...] [U]n cierto sentido de la inhibición, que es como una revelación negativa que pone al individuo en comunicación con un orden de realidad superior al de la vida corriente. [...] [E]n el heroísmo, son las acciones bajas, innobles, las que son rechazadas; finalmente, en la sabiduría, el rechazo de lo útil, la afirmación de la necesidad del desinterés posee este mismo valor de inhibición. [...] Hay un aspecto negativo e inhibidor de la ascesis que prepara para la sabiduría. Es precisamente en la medida en que esta inhibición se ejerce que el ser se rebasa, sea según un requerimiento de trascendencia, [...] sólo se transforma para subsistir mejor (2009, pp. 419-420).
Gilbert Simondon
La obra de Gilbert Simondon, discípulo e interlocutor de Canguilhem y Merleau-Ponty, surgió en el contexto de dos fuertes tradiciones de la filosofía francesa; y, aunque en su época permaneció en las márgenes, desde el concepto de individuación se convirtió en fuente del pensamiento de Deleuze1, dentro de la discusión contemporánea sobre la diferencia.
El pensamiento de Simondon ha inspirado, por igual, a operaístas y autonomistas en la filosofía italiana desde Negri, Lazzarato, Virno, hasta los trabajos recientes de Cocco y Roggero, entre otros.
No obstante lo anterior, Simondon ha llegado a ser más reconocido como filósofo de la técnica, lo cual resulta comprensible porque el eje de su obra es la indisoluble relación entre tecnicidad y cultura desde un compromiso ético, político y pedagógico derivado de los procesos de individuación. La vigencia de su pensamiento es para algunos, como Barthélémy (2014), la idea de una unificación de las ciencias dentro de una filosofía de la naturaleza y un humanismo renovado que amerita la difusión de su obra.
La lectura de Simondon en español es relativamente tardía y no se cuenta aún con una adecuada recepción del autor en la filosofía hispanohablante. Las primeras traducciones datan de este siglo y corresponden a sus obras más conocidas: La individuación a la luz de las nociones de forma y de información (editada en español en 2009) y El modo de existencia de los objetos técnicos (editada en 2007), las cuales constituyen en su conjunto la tesis doctoral (tesis principal y complementaria, respectivamente) defendida en 1958. La segunda tesis se publicó en 1958 (Aubier) y la tesis principal solo se publicó completa en 2005 (Millon); en esta se incluyó, para una mejor comprensión del enlace de las dos tesis, una "nota complementaria" del autor, entre otros textos inéditos2.
En este artículo se quiere ahondar en la tesis fuerte de que la excelencia en la formación es efecto de los procesos de individuación –que incluyen la transindividuación como tecnicidad– operada en la relación (entre, cabe) en la que se despliega intuito personae tanto la imaginación como la invención.
La tradición de lectura de la obra de Simondon da cuenta de cómo esta es, en términos de propuesta, un proyecto político-pedagógico3. En resumidas cuentas, es una alternativa a la pedagogía afirmativa, moderna, que entiende la formación como modelamiento; tal pedagogía fue inspirada en los místicos –en especial en Meister Eckhardt– y secularizada bajo los postulados de estándares y competencias. Esta pedagogía termina por masificar, unificar y arrasar con las singularidades. Frente a ella es que aparece la alternativa de la individuación que abandona todo sustancialismo: de la naturaleza humana, de los ideales (modernos) de formación, de las ciencias positivas como único esquema válido de representación del mundo.
En cambio de lo moderno, de sus ideales, Simondon ofrece una línea de fuga. Esta se caracteriza por poner como categoría determinante la relación (entre, cabe). Solo en ella acontece la individuación tanto psíquica, como biológica y física. Para el autor, el sujeto es siempre un efecto de individuación, que se consolida como diferencia –diferendo, alteridad–. El sujeto es quien se ha individuado; pero en él subsiste un resto preindividual –débil, precario, solo insinuado– que se plenifica en relación con los otros, en procesos transindividuales –comunitarios, colectivos– que en sí son la tecnicidad. Sujeto, para Simondon, es el ser individuado más el resto preindividual que llega a plenitud en relación, transindividuándose, por medio de la tecnicidad.
La tecnicidad también refiere la técnica, pero incluye la mentalidad técnica, la capacidad de resolver problemas para sí y para los miembros de un entorno. La tecnicidad pasa por la experiencia estética, religiosa; por la escritura, por la lectura; por la descripción, por la explicación, por la interpretación. Por cierto, alude al artificio humano, del sujeto, que no solo encuentra problemas, sino que los crea; también los resuelve. Es en y con la tecnicidad que se despliega la diferencia –el diferendo, la alteridad– como efecto. En ella el sujeto se descubre en su capacidad (homo capax) y se narra (homo narrans). Solo que esta narración no es únicamente un relato; también es acción.
De la diferencia a la individuación: la tecnicidad
La individuación surge como el acto de solución de un problema [...], como la actualización del potencial y la puesta en comunicación de elementos dispares. El acto de individuación consiste, no en suprimir el problema, sino en integrar los elementos de la discordancia en un estado de acoplamiento que asegure su resonancia interna. El individuo se encuentra pues apegado a una mitad preindividual, que no es lo impersonal en él, sino más bien el reservorio de sus singularidades (pp. 367-368). La individuación es el acto de la intensidad que determina las relaciones diferenciales a actualizarse, según líneas de diferenciación, en las cualidades y extensiones que crea [...]. (2002, p. 368).
Gilles Deleuze
Individuación y transducción
La individuación es una operación, un durante, que "envuelve", "amplifica" una singularidad (física, biológica, psíquica) y le permite a esta diferenciarse de su entorno hasta constituir una interioridad, en resonancia interna con una exterioridad. No es, por tanto, un antes ni un después. Antes bien, la individuación es un entre en el que se despliega un ente, individuándose, gracias a la fuerza preindividual, a las potencialidades no articuladas, disponibles en germen para futuras amplificaciones.
La individuación de un "sistema [...] deviene cuando la energía se actualiza" (Simondon, 2009, p. 61) y permanece metaestable, más que en homeostasis o equilibrio. La diferencia es, a su turno, efecto de la individuación, es la consolidación de un mundo interno que sigue acoplándose (y desacoplándose) respecto a su medio asociado. Un ser individuado es el resultado del proceso transductivo que es la vida misma a medida que surgen nuevas problemáticas.
Transducción significa la relación entre individuos4, y de estos con su entorno, que tiene carácter de ser; es activa, acontece en la operación misma y transforma a cada uno de sus agentes. La compatibilidad energética y el intercambio de información entre el individuo y su medio asociado (que actúa como campo) conforman al ente, pero esta compatibilidad no es total. En ella se instituye una diferencia, un límite (lime) que se expresa en el desdoblamiento entre individuo y medio, cuyo conjunto es el ser. Esta frontera –interior y exterior– opera en la diferenciación, es un entre que suscita las continuas individuaciones en interdependencia de uno y otro. Como tal, el individuo no está limitado ni determinado de manera previa a la operación.
Para Simondon, la transducción es participación y acontece en todos los niveles o ámbitos bajo la propiedad de campo, de la relación entre el ente y su entorno. De ahí la necesidad de recurrir a la metáfora de la física cuántica y, particularmente, a la obra de Niels Bohr (Vargas, 2014, pp. 41 y ss.). En ese contexto se muestra cómo, por ejemplo, un fotón, con su particularidad, al entrar en relación con el campo no solo se transforma en sus características y propiedades; también afecta y transforma el campo. Este proceso es de un puro enlace o entre o cabe. Lo que Simondon llama transducción, al mismo tiempo es la allagmática5: no hay solo intercambio de informaciones entre un ente y otro; antes bien, la estructura que le sirve de entorno al ente es formada por la interacción con este. Además, todo ente es formado por el entorno al entrar en interacción con él. Esta mutua relación –enlace– es la dimensión allagmática o transductiva de dependencia e interdependencia de los individuos con respecto al entorno y del entorno respecto a los individuos.
En toda su obra Simondon hace referencia a la complementariedad entre una estructura –dimensión espacial: sistema que se desfasa– y una operación –dimensión temporal: proceso transductivo– (Bardin, 2015). De esta manera hace el tránsito de la ontología (qué es el ser) a la ontogénesis (cómo llega a ser), oponiéndose a cualquier idea de substancia, bien por la vía del hilemorfismo (en el nivel óntico) o de la antropologización (en el nivel ontológico) que asume la presunta existencia de una "naturaleza humana".
En lugar de la analogía en sentido estricto como identidad o semejanza, propone la transducción para nombrar lo que acontece en la individuación (in re) y a la vez constituye el método mediante el cual es comprendida (in mente), más allá de la inducción y la deducción. Se desplaza de una relación de identidad a una identidad de relaciones, es decir, aunque operan las compatibilidades y las semejanzas, son las diferencias, la heterogeneidad, las que problematizan la individuación e instauran la posibilidad de desfasarse, de resistirse a la totalidad y, en su lugar, participar desde un núcleo activo de potencialidades (Cf. Vargas, 2014, pp. 43-47).
Sujeto psíquico y transindividual
La individuación acontece en los niveles físico, biológico y psíquico. Sea que se dé en el ámbito personal o colectivo, la individuación psíquica acontece en un quién, en la interacción con los otros. No hay transindividuación o individuación colectiva si ella no pasa por la experiencia de sujetos particulares. A veces se considera como un estrato más amplio y superior: el de lo transindividual, pero tanto la individuación psíquica como la colectiva, acontecen simultáneamente:
... la individualidad psicológica aparece como aquello que se elabora al elaborarse la transindividualidad; esta elaboración descansa sobre dos dialécticas conexas, una que interioriza lo exterior, la otra que exterioriza lo interior. Así la individualidad psicológica es entonces un dominio de transductividad, no es una substancia... (2009, p. 418).
El advenimiento de lo psíquico introduce una perspectiva a la vez lógica y ontológica: en la medida en que aparece el lenguaje, la conciencia, la posibilidad reflexiva, el retorno sobre sí mismo, se da una nueva individuación que se despliega en el intento de resolución de problemas emergentes en el orden de la ontogénesis. No solo llegar a ser lo que somos como entes (óntico), sino también a conformar un orden "psicosomático", que permite al ser humano ser sujeto de conocimiento (ontológico). ¿Cómo se constituye sentido de lo dado, de lo fáctico; esto es, cómo se conoce? Gracias a la individuación psíquica el sujeto es un "ser que se representa su acción a través del mundo como elemento y dimensión del mundo" (Simondon, 2009, p. 33); se individúa en cuanto conoce y, a su vez, la individuación –que no se conoce, sino que se vive– implica ser sujeto de individuación y objeto de conocimiento de la individuación.
Simondon describe el orden de lo psicosomático como "pares de realidades complementarias" o "dominios" que están en correspondencia a partir del desdoblamiento en pensamiento y cuerpo, en lo psíquico y lo somático (Simondon, 2009, pp. 396397). No se trata de un dualismo o bisustancialismo, sino de tipos de funcionamiento y estructuras. Lo psíquico es reciprocidad de lo simultáneo y lo sucesivo que brinda la capacidad reflexiva, de articular el presente y el pasado, ir y volver sobre uno y otro. Es la posibilidad de aprender de la experiencia, no solo para orientar acciones futuras, sino para integrar el pasado como historia, historicidad, horizonte desde el cual dar un sentido a la existencia.
El sujeto (individuo psíquico, ser individuado más su resto preindividual) se implica en el problema y en la solución, gracias a la conciencia reflexiva de sí que "excentra" lo psíquico respecto de lo biológico e instaura un proceso de transducción entre el mundo y el yo. La realidad psicológica es transductiva porque "(...) no pertenece ni a la naturaleza física ni a la vida, sino a ese universo en vía de constitución que se puede llamar espíritu" (Simondon, 2009, p. 413). Este es propiamente el ámbito transindividual: la cultura, los productos simbólicos, son reactualizados como información y significación por los individuos a través del tiempo y el espacio.
La categoría sujeto, en la teoría de Simondon, excede al individuo y solo se despliega como experiencia colectiva a través del potencial no realizado en cada singularidad. El ser individuado es un resultado provisional y la carga de naturaleza asociada que conserva es fuente de significaciones compartidas.
Recibir una información es de hecho, para el sujeto, operar en sí mismo una individuación que crea la relación colectiva con el ser del que proviene la señal. Descubrir la significación del mensaje que proviene de un ser o de varios seres es formar con ellos lo colectivo, es individuarse con ellos a través de la individuación de grupo. [...] la significación no es del ser sino que ocurre entre los seres, o más bien a través de los seres: es transindividual (Simondon, 2009, p. 457).
La búsqueda de significación, por tanto, no acontece en solitario. El sujeto psíquico, además de implicarse en el problema y en la solución y de hallar significaciones entre individuos, pone en funcionamiento una estructura desiderativa, afectiva y emotiva, de acuerdo con un conjunto de valores y normas, que estarán en relación con las normas y valores de los otros; desde allí inhibe o regula lo propio, sus tendencias e impulsos, en función de límites que se instauran justamente en la esfera transindividual. Se dan niveles cada vez más complejos: de una regulación más espontánea en el ámbito de la moral, que constituye una praxis, se da paso al pensamiento reflexivo y formal. La dimensión psíquica permite esta transición entre la acción y el pensar sobre la acción para articular los propios actos en la cadena de actos de los otros: "Ontológicamente, toda verdadera elección es recíproca y supone una operación de individuación más profunda que una comunicación de las conciencias o una relación intersubjetiva. La elección es operación colectiva, fundación de grupo, actividad transindividual" (Simondon, 2009, p. 461).
La fuerza de lo transindividual se desarrolla desde el individuo para expandirlo y complementar lo que no puede realizar por sí mismo:
... es en cada instante de la autoconstitución que la relación entre el individuo y lo transindividual se define como lo que supera al individuo mientras lo prolonga: lo transindividual no es exterior al individuo y sin embargo se aparta en cierta medida de él... (Simondon, 2009, p. 417).
Lo vital se problematiza a través de lo psíquico y esto, a su vez, introduce otras problemáticas porque la experiencia en intersubjetividad facilita la acción, pero también la restringe. Estar en red con los otros implica dejarse afectar por ellos, activar o inhibir las acciones en medio de procesos de individuación que oscilan entre la libertad, la autonomía y la interdependencia6.
En la dimensión psíquica se procura un optimum: la conciliación de lo imperativo y lo que es meramente desiderativo. Entre estos dos extremos se sitúan los valores como fuerza preindividual, como la razón de ser de las normas, que son más formalizadas y pueden permanecer de un sistema a otro. Ambos (valores y normas) acompañan la ética de la individuación: no están ni antes ni después (2007, pp. 227-228). El criterio que guía lo deseable y preferible en términos del despliegue del ente, de expresión de capacidades, es aquello que favorece la individuación y lo transindividual, de manera simultánea. No son la obediencia, la imposición o lo universalizable, por fuera de una red de relaciones, lo que cobre sentido como fundamento de la formación y de la ética. Tampoco lo que esté al servicio de la productividad, la eficiencia, la masificación, en detrimento de la búsqueda de las posibilidades del ser, del llegar a ser, diferenciándose.
La vida es presente y resolución de problemas, pero estos no se resuelven del todo o son "mal" resueltos; el ser individua-do vive una entropía progresiva hasta el envejecimiento porque los potenciales no son inagotables en el nivel singular, individual (Simondon, 2009, p. 319). Lo que permanece y trasciende, lo que es verdadera y definitivamente equilibrio metaestable es lo transindividual como obra colectiva que no se agota en las sucesivas individuaciones; lo transindividual es prolongación del ser e instaura una realidad que es más estable que él mismo como individuo y desde allí aspira a su infinitud o perpetuidad al enlazar fuerzas preindividuales que operan como un resto en cada individuo singular (2009, pp. 369-370).
Relación técnica (transindividual) y formación
Simondon llama a lo transindividual psicosocial, el campo de encuentro de las realidades colectivas, cuya manifestación por excelencia es la relación técnica. El hombre es un técnico de la especie humana y la cultura es "el conjunto de técnicas de manejo humano directo que cada grupo [...] emplea para perpetuar la estabilidad" (Simondon, 2014, p. 319). Mientras la cultura ejerce una acción directa, la técnica es mediación entre el mundo natural y humano, efectuada desde el objeto (técnico, estético, protésico). Los objetos se formalizan en el orden de lo sagrado (hacia el pasado), del arte (hacia el futuro) y de la tecnicidad (en el presente); esta última es actualización de una idea, resolución de un problema que sobrepasa la utilidad, la adaptación y la finalidad única, mediante la invención (Simondon, 2013, pp. 205-206).
La relación técnica es el mundo de lo colectivo. No se reduce, por tanto, a la fabricación y el uso de artefactos y tecnofactos; se extiende a la acción que ejerce el hombre en la cultura, vista como una segunda naturaleza (que es técnica en sí misma): constitución de hábitos, aprendizajes, normas, prácticas que ayudan a conformar lo que Simondon denomina una "personalidad psicosocial".
En consecuencia, la formación es el proceso de transmisión de un legado que estabiliza la cultura, pero acude igualmente a la capacidad de invención de la humanidad que recoge el pasado, lo actualiza en el presente y lo proyecta como horizonte del porvenir en nuevas obras y concretizaciones, mediante ideas, símbolos, prácticas, objetos, conjuntos y redes técnicas.
Individuarse, formarse, es vivir la fuerza de lo preindividual, de lo indeterminado para ser fuente y medio de invención, de transmisión de la tecnicidad, entendida como un "modo de pensar y de ser-en el mundo" que potencia la relación entre los seres humanos y de ellos con la naturaleza en una estructura reticular (Carrozzini, 2013, p. 361). Si se resuelven nuevos problemas y se materializan las soluciones en la cultura, entonces la tecnicidad (que portan las ideas, los objetos) ya no es de quien la produce; ella emprende un proceso colectivo que es fuente de individuación de cada quien en y con su entorno, mediante una mentalidad técnica que reúne "esquemas cognitivos, modalidades afectivas y normas de acción: las de la apertura" (Simondon, 2014, p. 312).
Según Combes (1999), producto de lo preindividual, hay en Simondon una "promesa emancipatoria" porque el devenir no es solo actualización de algo predeterminado, es emergencia de algo nuevo; es una "revolución de la acción". Más que filósofo de la técnica es "pensador de la resolución de una crisis de la humanidad y su relación con el mundo técnico"7 (1999, pp. 53 y ss).
En su particular concepción de la cultura y de la técnica como mediación entre el mundo natural y humano, anticipa la era del objeto técnico posindustrial, cuya característica es la pluralidad, la apertura a invenciones futuras desde cualidades y capacidades de comunicación y cooperación: el tránsito de la relación (interindividual) a la acción (transindividual), como acontecimiento, experiencia que va más allá de lo funcional del objeto y de la relación misma8.
El proceso de pensamiento y su redescubrimiento es un acto de imaginación e invención: la imagen se sitúa entre lo subjetivo y lo objetivo, lo concreto y lo abstracto, el yo y el mundo, a la manera de un "cuasi-organismo" que se desarrolla como germen dentro del sujeto hasta materializarse y esbozar o anticipar conceptos o doctrinas. Cuando se concretiza como objeto participa en el devenir de las culturas y expresa sus relaciones, sus prácticas sociales, económicas.
Casi todos los objetos producidos por el hombre son en cierta medida objetos-imágenes; son portadores de significaciones latentes, no solo cognitivas, sino también conativas y afectivo-emotivas [...]. El análisis estético y el análisis técnico van en la dirección de la invención, puesto que efectúan un redescubrimiento del sentido de estos objetos-imágenes percibiéndolos como organismos, y suscitando nuevamente su plenitud imaginal de realidad inventada y producida. Todo descubrimiento de sentido auténtico y completo es al mismo tiempo reinstalación y recuperación, reincorporación eficaz en el mundo; la toma de conciencia no basta, puesto que los organismos no tienen solo una estructura cognoscible, sino que tienden a desarrollarse. Es una tarea filosófica, psicológica, social, salvar los fenómenos reinstalándolos en el devenir, reponiéndolos como invención, mediante la profundización de la imagen que contienen (Simondon, 2013, pp. 19-21).
Este análisis estético y técnico permite captar la riqueza presente en las producciones simbólicas, en los objetos y relanzar un nuevo "ciclo de la imagen" en el que sus fases: anticipación, experiencia y sistematización transiten de la imaginación reproductora a la invención (Simondon, 2013, p. 26). La tecnicidad refleja un sentido y un entorno del cual surgieron los objetos técnicos y ahora queda abierta como energía potencial para resolver problemas aún no resueltos o inexistentes en las condiciones previas de la cultura9.
La formación es un camino para vivir esta experiencia, este acontecimiento; en la tradición, que se transmite y es repetición como legado cultural, se expresa también la posibilidad del cambio, de recrear, imaginar una nueva versión: una variante por pequeña que sea o un salto o irrupción, se integra a la red, a la cadena de la cual forma parte la creación humana en sus diversos modos de pensamiento: religioso, técnico, estético, científico, político y social, filosófico, en una evolución amplificante10. Es lo psíquico vivo, individuándose en la memoria y la imaginación.
Por supuesto, no toda producción simbólica o material es agente de evolución o progreso, su inserción en la cultura se orienta a los procesos de individuación y de sentido de las necesidades y los vínculos humanos en torno a problemas en vía de resolución. Aunque puede operar más allá de su utilidad, el efecto amplificante se produce en la inserción en un conjunto, no en su obsolescencia, trivialización o enmascaramiento de su real tecnicidad. Las grandes obras tienen un fin "autojustificativo", tienden a lo universal, se naturalizan en la cultura y la transforman (Simondon, 2013, p. 202).
El maestro como agente cultural corresponde en Simondon a la categoría de "individuo puro" (más que un sujeto concreto es una función, un tipo), al ejercer un poder mediador entre naturaleza y sociedad (Simondon, 2005, pp. 511-512). Su función es movilizar procesos individuales y colectivos desde una "conciencia responsable e inventiva" (Simondon, 2007, p. 35), capaz de interrogar lo instituido y por efecto de amplificación transmitir un pensamiento crítico, reflexivo, filosófico, una actitud abierta, plural, no dogmática, necesaria para captar la tecnicidad en sus diversas manifestaciones dentro de una cultura técnica.
La formación así concebida libera el pensamiento desde la autonomía que diferencia y, a la vez, permite hacer parte de la red con quienes de una u otra manera se encuentra resonancia desde lo común: se diferencia individuándose en la puesta en marcha de capacidades. Estas no se restringen a un asunto individual o a una responsabilidad aislada, implica necesariamente "la libertad de escoger entre diferentes opciones y también la libertad de convertir estas opciones en logros valiosos, lo que a la vez requiere el poder de tomar acción efectiva" (Zimmerman, 2014, p. 138). Se sabe lo distante que es en la práctica la libertad así entendida; sin embargo, la formación en y para la individuación ofrece diversas opciones, muestra caminos para que el otro, en efecto, pueda optar; los logros valiosos se expresan en el despliegue de capacidades, orientadas a una acción que para ser efectiva se realiza en vínculo con otros11.
No obstante nada garantiza los resultados, la formación muestra (enseña) caminos, pero el otro en su singular modo de ser y vivir, desde su historia, su deseo y sus circunstancias puede elegir, aunque sea en mínima parte. Se confía, se apuesta, en que al ejercitar la crítica, el pensamiento reflexivo, la invención acontece y se expresa en líneas de fuga ante cualquier intento de adoctrinamiento. Se desmitifica así la noción de sujeto y en su lugar se sitúan los procesos de individuación: en esto consiste la función de la formación en un proyecto político-pedagógico (Vargas y Gil, 2013).
Diferencia e individuación: excedencia y excelencia
Cuando la identidad de las cosas se disuelve, el ser se escapa, alcanza la univocidad y se pone a girar en torno a lo diferente. Lo que es o vuelve no tiene ninguna identidad previa y constituida: la cosa está constituida a la diferencia que la descuartiza y todas las diferencias implicadas en esta, por las cuales pasa [...]. Afirmado en toda su potencia, el eterno retorno no permite instauración alguna de una fundación-fundamento: por el contrario, destruye, devora todo fundamento como instancia que colocaría la diferencia entre lo originario y lo derivado, la cosa y los simulacros (2002, p. 115).
La individuación precede de derecho a la diferenciación, [...] toda diferenciación supone un campo intenso de individuación previa. Es bajo la acción del campo de individuación que tales relaciones diferenciales y tales puntos relevantes (campo preindividual) se actualizan [...]. La individuación no supone ninguna diferenciación, pero la provoca (2002, p. 369).
Gilles Deleuze
La diferencia como efecto de individuación
En nuestro medio es ampliamente conocido el pensamiento de Gilles Deleuze. Infortunadamente no puede decirse lo mismo del pensamiento y de la obra de su maestro Gilbert Simondon. En los proyectos de recepción, tanto desde el punto de vista filosófico como político y pedagógico, la obra de Simondon no ha estado acompañada de un estudio denso de la categoría individuación; no como es tematizada, por ejemplo, por el propio Deleuze en Diferencia y repetición, pues hay lugares en el texto en los que explícitamente Deleuze funda su planteamiento en la obra de Simondon12.
Desde la individuación interesa señalar que no hay propiedades de esencia o substancia que sean en sí y por sí constituyentes de una vez por todas y de manera definitiva con respecto al individuo, sino que este al entrar en relación con el entorno va instanciando, aunque sea mínimamente, unas variables que lo hacen sui, es decir, único, irrepetible, individuado. Aquí, entonces, la identidad que supone siempre algún nivel de esencia o substancia queda desplazada por la individuación que acontece siempre con base en los estratos fundantes o preindividuales; pero, a su vez, cuando un sujeto se acomoda al medio, no se concluye o termina todo su proceso de individuación. Antes bien, tras la relación con un entorno, del acoplamiento y la acomodación dentro de él, vuelve a darse para cada individuo un aspecto o una dimensión de estar preindividuado para volver a producir el ciclo desde una metaestabilidad o una estabilidad inestable que vuelve y activa nuevas formas de desenvolvimiento de ese individuo con respecto a ese u otro entorno.
Aun cuando hay propiedades o caracteres que configuran el singular, este siempre es modificado al pasar de un entorno al otro, al transitar por distintos campos y al interactuar con distintos conjuntos de estructuras ónticas. Pero aun en los aspectos que pueden ser alterados, hay o se preserva algún nivel de estructura del medio, entorno o campo en relación con las propiedades iniciales o básicas constituyentes del singular. Sin embargo, el ente, el individuo, el sujeto al entrar en relación con el entorno, no solo lo modifica, sino que, con esta modificación que opera en él, tiene la posibilidad de generarse o abrir un espacio para estar o desenvolverse dentro del campo; es decir, la condición de posibilidad para que se dé la acomodación: que el entorno sea modificado por el individuo hasta que le sea propicio para su plena posibilidad de realización.
En este sentido, la diferencia es la condición de posibilidad de que cada individuo no solo se acomode, sino de que también se adapte a diversos entornos. Al diferenciarse con respecto a sí mismo crea una estructura de desenvolvimiento de un estado x a un estado y y progresivamente en dirección de un estado n. Al mismo tiempo, al acomodarse toma elementos del medio que configuran su nuevo estatus de preindividuado para reemprender nuevas transformaciones que hacen que ese equilibrio dinámico o esa metaestabilidad abra nuevos horizontes de desenvolvimiento, en relación con los otros en cuanto sujeto.
La tesis que se sostiene aquí, entonces, es que la individuación tiene efectos de diferenciación (o de diferencia) que en sí misma puede ser caracterizada por una suerte de efecto de identidad. Esto es posible porque en cada caso hay momentos, procesos o espacios de metaestabilidad o de equilibrio inestable que pueden llegar a desplegar y a ampliar el ciclo de la individuación. Ahora bien, puede suceder que entre un momento x, y, n..., se preserven rasgos comunes en el desenvolvimiento de la individuación. Estos caracteres permanentes –o aparentemente permanentes o cuasipermanentes– son llamados, por analogía, identidad. Lo que permite, en cambio, la concreción de la vida, del movimiento vital de cada individuo, es su proceso de diferenciación como estado que metaestablemente ofrece una síntesis de la individuación, que hace que la diferencia se despliegue como efecto.
La individuación como proyecto político-pedagógico
Resulta imperativo recordar que en el proyecto griego de formación –leído, por ejemplo, en la perspectiva de Werner Jaeger, específicamente en Paideia: los ideales de la cultura griega– lo fundamental es un proceso identitario. Para ser griego no solo se necesitaba saber la lengua, la religión y el mito; se requería, igualmente, reconocer la epopeya y con esta el sentido heroico de la experiencia histórica. Tener identidad, es decir, ser griego, era poder encarnar una suerte de repetición de los ideales de la cultura ancestral. El asunto es que estos ideales de la formación leídos contemporáneamente en la perspectiva de Jaeger hacen visible la idea de que la educación es el acto por el cual las generaciones adultas intentan alcanzar en las nuevas generaciones el ideal de ser humano que ellas mismas quisieron ser (Jaeger, 1980; pp. 3 y ss.). En suma, un proyecto de formación es, como identidad, un proyecto de repetición.
Ante esto, la propuesta de Simondon es la de oponer la categoría individuación a cualquier proyecto educativo enraizado en la repetición para que, por el contrario, se despliegue un proyecto político-pedagógico a partir de la diferencia como momento en el que se expresa una suerte de identidad solo temporal y dinámicamente adoptada como efecto de los procesos de individuación. Esta, por supuesto, es una idea que tiene su anclaje en la crítica a la teoría hilemórfica aristotélica: punto de referencia desde el que también critica el substancialismo de Spinoza que señala una misma y única substancia que solo se diferencia por adquirir distintos modos según lo que está explicado en el Breve tratado y en la Ética.
Aquí no se evalúa la validez de la crítica de Simondon a Aristóteles, tampoco a Spinoza. Se retoma la idea de que no hay propiedades esenciales o sustanciales, ni en la cultura como entorno para los individuos, ni en los individuos como afectantes y efectores de la cultura. Se señala, eso sí, que hay un puro entre, un puro cabe o una pura relación en la que lo que aparece como dotación del individuo –tanto como sus propiedades intrínsecas– que lo hacen miembro de una colonia, de un grupo, de una especie, pueden ser desenvueltos a partir de las interacciones entre entorno, ámbito o ambiente del individuo, en la configuración de lo que Simondon ha llamado campo.
Desde luego, esa formación tiene un matiz o un horizonte de repetición y, con esto mismo, puede derivar en masificación e imposición de estándares o de competencias; pues, cada vez que se exacerba o se acendra el intento de que los sujetos lleguen a tener unas competencias determinadas, así mismo se domestica y se masifica a cada quien y se anula la posibilidad de los procesos de individuación y de la efectuación de la diferencia.
El proyecto educativo, en el sentido moderno –de Eckhardt a Hegel–, es un medio para lograr un fin homogéneo predeterminado (el yo), fundamentalmente por imposición de una cultura (el universal) sobre otra, sea de la cultura del adulto sobre el niño; la de un grupo sobre otro; o, de una cultura sobre otra –como en el caso de la colonización o de la influencia ejercida por regiones o países más poderosos, sobre otros, en situación de dependencia– (Simondon, 2014, p. 318). Entre tanto, un proyecto político-pedagógico como el abierto por Simondon opera esencialmente mediante la participación: a mayor participación, mayor individuación.
Este proyecto consiste en la formación de una mentalidad técnica, esto es, en lograr una relación transductiva entre lo psíquico y lo social, en ir a la génesis de la invención para interrogar su sentido y no la utilidad, que puede ser externa. Más que adaptación y equilibrio, la invención es movimiento, es posibilidad de evolucionar en la comprensión del acto creativo que contiene la producción simbólica, los objetos, su historicidad abierta a nuevas invenciones y concretizaciones que logran naturalizarse en la cultura.
Puede decirse que para Simondon la formación es efecto. Desde luego, las culturas, y en ellas las sociedades, las comunidades, las familias e incluso los individuos, tienen ideales. Pero no son más que elementos integrales del campo con el cual se relacionan los individuos en su desenvolvimiento, de tal forma que estos ideales tienen que ser variados, transformados, desplegados en las direcciones que le hacen vivible las posibilidades de realización a cada quien. Así pues, en la medida en que los sujetos viven y transforman los ideales, en correspondencia con sus posibilidades de acomodación al medio, adquieren distintos sentidos, que son, por así decirlo, el principio hermenéutico de la formación; no solamente del individuo en la cultura, sino de la cultura por efecto o por acción del individuo.
Esto sugiere, de una u otra manera, volver a la formación del homo capax que tiene que enlazarse o emparentarse al mismo tiempo con el homo narrans; es decir, solo es posible que se dé auténticamente una formación como individuación en tanto que el individuo se hace consciente de sus capacidades y a la vez puede evaluar cómo su despliegue enriquece, o no, un medio familiar, comunitario, social, político y cultural. No hay solamente un proyecto de desenvolvimiento como individuo psíquico para cada quien en su propia formación, hay también una apropiación subjetiva en la que se varían los fines de la cultura. Entonces, las capacidades son potencias anímicas de cada quien que se pueden considerar en primera persona, pero a su vez son formas potenciales de enriquecer la vida de los otros, la vida por los otros, la vida en medio de los otros.
El principio del reconocimiento de las capacidades funda el horizonte de comprensión del sí mismo inserto en un movimiento cultural, tanto de los individuos como de las estructuras sociales y políticas. La formación es el intento sistemático de encontrar el enlace entre la capacidad, por supuesto de alguien en particular –para estos efectos se puede decir: del ser individuado– y, a su vez, la manera como esas capacidades se pueden volver un sistema o un elemento de transformación del sistema de creencias, normas, valores, prácticas y proyectos comunitarios.
La formación es efecto no solo de la toma de conciencia de las capacidades, sino del aprendizaje sistemático para el ejercicio de ellas como riqueza del sí mismo y de la comunidad. Este doble enlace permite caracterizar un proyecto de formación como individuación en el que cada uno de los sujetos está en la potencia de decir sobre sí el valor de su capacidad, también de su existencia (homo narrans), pero el valor del sí es jugado en la interacción con el otro (transindividuación del homo capax).
El homo narrans es parte de la individuación psíquica que apela a la posibilidad de explicitar su sentido de ser en el mundo a partir de su propia capacidad. Para Simondon la tecnicidad es la forma de resolver problemas en la que no solo se hace plenamente individuo psíquico cada quien. En esa capacidad de poner problemas nuevos para sí mismo y para la cultura, el individuo se individúa y genera un modo de ser, un modo de hacer; esto es, la tecnicidad es una manera de proponer y resolver problemas para sí y para los otros, que se constituye en riqueza de la comunidad. En este sentido, la tecnicidad es la forma superior de individuación de los sujetos psíquicos en la esfera de la relación con los otros, a partir de la imaginación y de la invención. Solo los individuos psíquicos que son capaces de verse en su potencia, en su conatus, generan nuevas alternativas, nuevas formas de vida, de comprensión, de convivencia. Solo estos logran tener una reconfiguración del sentido de sí y del sentido de la historia.
Esto implica que formar la diferencia es un efecto. La asunción de esta categoría sin el presupuesto de la individuación convierte la diferencia en un propósito y la ancla al proyecto moderno, en el canon de la educación, de forma conservadurista.
La individuación: excedencia y excelencia
No sobra recordar que la filosofía de la diferencia ha estado acompañada de categorías como fuga, resistencia, diferendo. En el fundamento de estas categorías no hay solo un diálogo, por ejemplo, entre Derrida y Levinas –según está documentado por la narración de Derrida en Adiós a Emmanuel Levinas (Derrida, 1998, p. 95)–, también lo hay con Maurice Blanchot. Para Blanchot, la escritura es línea de fuga, incluso en y por su carácter automático (Blanchot, 2002, p. 169); para Derrida, tanto como para Levinas, auténticamente el pensar consiste en ponerse en las márgenes. En esta marginación –que se halla documentada en Márgenes de la filosofía de Derrida (1989, pp. 30-31)– se puede mirar en dirección a las posibilidades de superación de la mismidad, del ser, en último término, de lo uno y sus formas reiterativas, vetustas, de identidad.
La metafísica –si se puede llamar así– de Derrida, de Levinas, de Blanchot, de Deleuze, comparte la necesidad de deconstruir tanto toda concepción substancialista del ser como todo su proyecto identitario. En ese sentido, deconstruir es boicotear y superar la metafísica de lo mismo, de la identidad, de la repetición; en fin, de la prisión de la totalidad. Sin embargo, existe una y otra vez la posibilidad de la recaída –en la repetición, en la mismidad, en último término, en lo uno–.
¿Cómo, entonces, salir del presidio de la identidad y de la mismidad de lo uno? Al parecer, no queda más que una vía: la fuga, el ponerse en las márgenes. La diferencia es, a su vez, utopía, lugar al cual no se termina de acceder, territorio-desterritorializado. Siempre que se llega a una margen se corre el riesgo de reinstalarse en ella hasta hacerla mismidad, repetición y uno –es decir, totalitarismo–. Es necesario volver a pensar otras formas de ser y establecer alternativas de operación de la fuga desde lo mismo en dirección de otras posibilidades de lo mismo, de lo uno y de la repetición. En esto consiste la excedencia. Ricoeur ha sido particularmente quien ha tratado la categoría al estudiar el sentido. Por ejemplo, solo hay sentido en la experiencia de relacionarse y leer un texto ya compuesto, cuando sobre la base del mismo se excede su sentido, su valor, su estructura original y se da desde el campo hermenéutico –en su arco– la posibilidad de reconfigurar nuevos horizontes de comprensión –y de sentido–. Por esto mismo surge el despliegue de la textualidad, de la escritura, de la narración (Ricoeur, 2002, pp. 127-147; Vargas, 2012, pp. 34-48).
Todos los autores mencionados –excepción hecha de Ricoeur–, que se han denominado filósofos de la diferencia, lo son de la excedencia. La posibilidad de la fuga ante la repetición consiste exactamente en que se puedan poner, una y otra vez, nuevos horizontes de las márgenes para instalarse en esos intersticios jugándose la mismidad de la escritura hacia otros horizontes de sentido y de comprensión de sentido.
Formarse, pensar la formación y ejercerla, es posible si se reconoce que es necesario crear entornos en los cuales se despliegue la individuación o la excedencia del sentido, del ser y aun de las márgenes que pueden configurar otra mismidad de lo uno. Aunque no basta con la excedencia, que es el principio anárquico de la formación, esta se opone al principio de autoridad, con ello al autoritarismo, y muestra que no hay tercero excluido: está la vía de la repetición o reiteración como si se tratara de la autoridad del autoritario, esquema único de ser; o está el principio de anarquía, esto es, la configuración de márgenes para producir una y otra vez la fuga con respecto a la mismidad de la totalidad de lo uno (Vargas, 2014, pp. 307-324).
Este proyecto se enlaza con la excelencia cuando se mira desde el canon anatomopolítico y biopolítico (Foucault, 1985, p. 173; Foucault, 1999, p. 394) como dos formas de ejercicio de imposición de un estándar, de una competencia o de un determinado rendimiento; como si se tuviera una suerte de naturaleza humana que es posible moldear hasta que alcance lo ideado, hasta que alcance el perfil de lo que ha sido previamente delineado o delimitado por las generaciones adultas que proponen, entretejen y despliegan un proyecto de formación frente a esta concepción moderna de la pedagogía –tanto anatomopolítica como biopolíticamente–. En el primer caso, bajo el presupuesto de la disciplinarización de los cuerpos; en el segundo, entrando en las márgenes de la estructura y de las necesidades de los instintos básicos vitales para convertirlos en objeto de consumo y en objeto deseante en un proyecto homogenizador y hegemónico desplegado en una cultura, sea por los estándares de consumo, por los de producción, por los de saber o por los de intervención sobre la cotidianidad en los usos determinados como valores en un contexto político, económico y cultural.
De esta manera se pierde el horizonte de la excelencia como individuación. En cambio, en la perspectiva de la individuación la excelencia es salida, pero en especial un sobresalir que no tiene que ver con alcanzar el estándar propuesto o impuesto anatomobiopolíticamente, sino con llevar al máximo de expresión las potencias anímicas propias; es decir, no existe una condición ganada o guardada, por ejemplo, de medidas corporales, de cociente intelectual, de habilidades de lectura y escritura, de formas de uso de la información para llegar a obtener la excelencia. Antes bien, de lo que se trata es de que en el recurso al sí mismo se descubra la potencia como la capacidad propia de tomar sitio en el mundo y, a partir de ello, adaptarse al medio –que implica a su vez acoplar el medio al sujeto– para que cada quien tenga la posibilidad de ser, de darse o de desplegarse en el mundo. En uno y otro caso acontece, tanto la trasformación desde el punto de vista del sí mismo al entrar en relación con el medio, como del medio al estar tamizado por la experiencia del sí mismo.
La excelencia es una elevación, una suerte de grandeza en la que se eleva lo propio a su máxima perfección. En esta dirección, la perspectiva simondoniana como efectuación de procesos de individuación, como conciencia efectual de la capacidad que es posible narrar y vivir, hace que se configure el proyecto político-pedagógico como el efectuar lo mejor de sí –desde sí– para convertirlo en potencia creativa en el entorno de la vida con los otros, en la vida comunitaria, en el espacio social, en la vida política, en la esfera de la cultura. Sin embargo, ese sobresalir como una suerte de ser superior (Simondon [2009, p. 419] habla del sabio, del héroe, del santo) no se plantea con respecto a la media del conjunto cultural de una definición anátomo o biopolítica, sino con respecto a la singularidad del sí mismo.
Lo que se halla con estas dos categorías: excedencia y excelencia, son dos polos. En uno, se busca sistemáticamente la fuga; y, en el otro, en cambio, se preserva el self como condición de posibilidad de la elevación de sí en medio de los otros, de lo propio. También se puede decir tanto de la propia corporalidad y, con ella, del despliegue de la espiritualidad, que un proyecto político-pedagógico no tiene por objetivo la diferencia, sino la individuación. En ella se trata de romper el círculo de la mismidad metafísica de lo uno que se hace, en todo caso, mismo, y que termina en la clausura del ser como horizonte que se ratifica y reitera como identidad. La individuación, en cambio, es una configuración del sí mismo que opera como principio anárquico del sí mismo y que tiene efectos parciales de diferenciación para construir, para desplegar nuevos horizontes del ente que se individúa psíquica y colectivamente.
Colofón
Cinco palabras clave se quieren destacar de la elaboración precedente: problema, tecnicidad, imaginación, invención, capacidad. Ellas son las dimensiones de un proceso formativo, de excedencia y excelencia, que propicia la individuación. Si ser individuo psíquico es tener la capacidad de plantearse problemas, es necesario dar un paso más allá de ellos y, en este sentido, intentar resolverlos. Si a una capacidad de plantear problemas y a una ejecución de esa capacidad, en términos de su materialización, no se le agrega la tecnicidad, se trata tan solo de una potencia humana sin su ejercicio pleno.
El planteamiento de problemas es ejecutado, pensado o planeado en primera persona por un quién; aunque esto implica que se haga visible para otros. Un problema existe auténticamente cuando no es dominio exclusivo del sí mismo, sino que es compartido con una comunidad y en ella no solo aparece una manera de pensar, sino también de actuar. A este conjunto de pensar y actuar que resuelve problemas específicos descubiertos por el individuo psíquico, en la relación con los otros (en comunidad, en colectivo) es a lo que en rigor se puede llamar tecnicidad. Claro está, la tecnicidad no solo se refiere a estos aspectos, también contiene los tecnofactos o dispositivos, tiene dimensiones como la ergonomía o la economía de la solución y sus variantes. Lo que resulta relevante es que en ningún caso la tecnicidad se reduce a la utilización, al diseño o la manipulación de tecnofactos. Por el contrario, es ante todo la categoría que enlaza los problemas con la solución y a los individuos con lo colectivo. Sin embargo, esta tecnicidad jamás se agota en el tecnofacto, ni en el individuo; ella, en cambio, una y otra vez aparece como despliegue de nuevas posibilidades de individuación para los sujetos particulares y para los colectivos.
La capacidad de ampliar, concretar o desplegar nuevos problemas, y aun del planteamiento de los mismos, pertenece, en primer término, al campo de la imaginación. La imaginación es la potencia creadora en la que, momento a momento, se puede desplegar la tecnicidad en procesos específicos que llevan a cabo los individuos psíquicos, hasta configurar nuevos horizontes de ser para sí y para otros. La imaginación es complementada por la invención. Esta no es únicamente una capacidad de imaginar, sino que en ella se toma lo dado en el momento creador en el que se abre estéticamente, en diversas fases, la posibilidad de plantear y solucionar problemas.
Además, en la invención opera la puesta en despliegue del ingenio. Este no solo muestra posibles soluciones, también evalúa, entre muchas, la mejor. La invención es el acto creativo o estético; además posibilita el paso del objeto técnico abstracto –es decir, modelado y moldeado eidéticamente– a su consolidación y materialización mediante los instrumentos propios de la ingeniería, de la mecanología. La invención es la creación de ideas que pasan del plano de la mera figuración o caracterización eidética a su explicitación tanto en modelos como en tecnofactos cada vez más concretos –es lo que se ha llamado la concretización en Del modo de existencia de los objetos técnicos de Simondon–.
¿Qué abre o qué caracteriza la vida psíquica de los individuos y del colectivo en la perspectiva de la formación? Ante todo, la dimensión del homo capax. Solo quien se descubre como un sí mismo en la tecnicidad, resolviendo problemas, a través de la imaginación y la invención es a quien se puede llamar homo capax. Desde luego, se puede destituir en su potencia creativa y mantenerse dentro del cauce de la repetición como si solo existiera un horizonte de acoplamiento a los estándares dados o generados en un mundo cerrado o clausurado sobre sí mismo. La formación como proyecto político-pedagógico es el ensamble de estas dimensiones: imaginación e invención, tomadas como un horizonte del sí mismo, pero, a su vez, como un proyecto colectivo.
Para transmitir una mentalidad técnica se precisa la integración de los modos de pensamiento, agenciados en el proyecto político-pedagógico en la creación de entornos de aprendizaje para producir efectos de formación. La educación en el sentido moderno se restringe a la repetición, no diferencia ni individúa, solo masifica. ¿Dónde está la invención? Es función de la formación poner a favor lo indeterminado, el resto que hace posible desplegar potenciales y capacidades existentes o emergentes en el encuentro con el saber, desde el amor al saber en sus diferentes entornos académicos (aulas, espacio virtual) y no académicos. La observación, la escucha, la pregunta, la sensibilidad para captar lo que otros no ven, en el ejercicio constante de la crítica, del pensamiento reflexivo, permite desentrañar la tecnicidad presente en las producciones culturales y conducirlas a favor de la invención. Es el despliegue del sujeto psíquico, objeto y sujeto a la vez de conocimiento, que se individúa a medida que individúa el entorno (natural, cognitivo, estético, técnico) y lo vuelve esfera de propiedad desde sí, para sí.
El entrelazamiento de imaginación e invención ofrece la posibilidad de hacerse dueño de las circunstancias o del entorno mundano vital; y, de igual modo, de aportar a ellas desde un proyecto de configuración del entorno como cultura o de la cultura como entorno.
Notas
1 Esta influencia es conocida desde la reseña publicada por Deleuze en 1966 sobre la obra de Gilbert Simondon (Deleuze, 2005), y, también, en diversas alusiones posteriores a lo largo de su trayectoria intelectual.
2 Antes de aparecer unificada L'individuation à la lumière des notions de forme et d'information en 2005, se publica de forma parcial: en 1964 (puf) bajo el título L'individu et sa genèse physico-biologique; y, en 1989, año de su muerte: L'individuation psychi que et collective (Aubier). Cabe anotar que la versión unificada traducida al español no incluye los complementos mencionados.
3 Para ampliar la perspectiva de un proyecto político-pedagógico en la obra de Simondon, se remite a Bardin, 2015; 2013.
4 "... siendo cada individuo físico potencialmente ilimitado, ningún individuo puede ser concebido en ningún momento a salvo de la acción posible de otro individuo" (Simondon, 2009, p. 183).
5 "La allagmática es la teoría de las operaciones" (Simondon, 2005, p. 259).
6 Cuando esto no sucede, se trata de actos amorales, inmorales o locos, en los que no se logra dicha conexión con los otros, se va en contra de ellos o se agota la fuerza preindividual en el aislamiento total del individuo (Simondon, 2009, pp. 500-501).
7 Análoga a la llevada a cabo por Husserl en La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental; véase el parágrafo 9.
8 La recepción de Paolo Virno de la obra de Simondon le permite hacer una lectura del posfordismo y el capitalismo cognitivo desde la dimensión transindividual, en particular mediante el concepto de general intellect (Virno, 2003; 2004; 2005).
9 La técnica se inscribe en la cultura, en su entorno económico y político de acuerdo con las particularidades y necesidades de cada época, transformándola: la escritura, el alfabeto, la imprenta, se "naturalizaron" al resolver problemas y abrir posibilidades democráticas y de opinión pública insospechadas por sus antecesores (Lévy, 2004; véase Gil, 2013).
10 Desde una unidad mágica primitiva se desdoblan el pensamiento religioso y el técnico; entre ellos como una mediación, una tendencia unificadora, se encuentra el pensamiento estético. Producto de la evolución del pensamiento religioso surge el pensamiento social y político, orientado a la resolución de problemas concretos, actuales. Estas fases son parciales, cumplen una función entre el hombre y el mundo, pero no abarcan toda su realidad; su profundización o ampliación posibilita el surgimiento de la ciencia (pensamiento científico) y la ética (pensamiento ético). El pensamiento filosófico se inserta entre estos dos últimos: es una estética de las estéticas, un pensamiento reflexivo, formal, integrador de los modos anteriores en la tendencia a captar en su génesis la tecnicidad (Simondon, 2007, pp. 180-188).
11 El enfoque de las habilidades y competencias sitúa a las personas al servicio de la eficacia económica y el desempeño. Al igual que en el campo laboral, donde tiene su origen el concepto, el estudiante se convierte en un recurso que debe ser entrenado para insertarse en el sistema productivo. Se promueven la versatilidad, la adaptabilidad, la iniciativa y la responsabilidad individual como valores incorporados para ofrecer lo que se espera de los sujetos, independiente de las condiciones reales, materiales y simbólicas que el entorno ofrece. El enfoque de las capacidades, por el contrario, no se restringe a lo que la persona es capaz de hacer (habilidades), centra su atención en las oportunidades y "medios de acción accesibles", para ejercer la responsabilidad y el despliegue que se espera sea logrado, conforme con las particularidades de los sujetos (Zimmerman, 2014, p. 139). Se sintetizan así las dimensiones que caracterizan este enfoque: "libertad de elección, empoderamiento, desarrollo de potenciales y responsabilidad colectiva"; en consonancia con los procesos de individuación estas dimensiones comprometen la relación indisoluble entre individuo y entorno (De Munck y Zimmerman, 2008).
12 Véase Diferencia y repetición, capítulo 5, en especial, en las págs. 367 y siguientes.
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