Folios
0123-4870
Universidad Pedagógica Nacional
https://doi.org/10.17227/folios.56-12874

Recibido: 26 de noviembre de 2020; Aceptado: 28 de enero de 2022

Memorias de estudiantes de colegio sobre el pasado reciente colombiano


School Students' Memories of Colombia's Recent Past


Memórias de estudantes do ensino médio sobre o passado recente da Colômbia

D. Arias-Gómez, *

Doctor en Educación. Profesor Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia. Correo: dhariasg@udistrital.edu.co Universidad Distrital Francisco José de Caldas Universidad Distrital Francisco José de Caldas Bogotá Colombia

Investigación titulada "El conflicto armado según estudiantes de Bogotá", código 2460270419, realizada por el autor entre octubre de 2019 y noviembre de 2020, y financiada por el Centro de Investigaciones y Desarrollo Científico de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.

Resumen

En este artículo se exponen parte de los resultados de una investigación centrada en analizar las memorias de estudiantes de octavo y décimo grado de Bogotá, sobre el conflicto armado colombiano de las últimas décadas, especialmente los orígenes, actores y consecuencias para la sociedad.1 Desde una perspectiva cualitativa, metodológicamente se usaron cuestionarios, construcción de relatos y entrevistas virtuales. Entre los resultados más importantes se destaca la pervivencia de memorias oficiales que culpabilizan centralmente a la guerrilla como responsable de las tragedias padecidas por el país en desmedro de otros actores armados, como los paramilitares y la fuerza pública. Finalmente, se toma en consideración la mirada sobre el pasado que los jóvenes tienen conectada permanentemente con una valoración de un presente aciago, desesperanzador y despolitizado.

Palabras clave:

enseñanza del pasado reciente, escuela y violencia, pedagogía de la memoria, violencia política y educación, didáctica del pasado reciente.

Abstract

This article presents part of the results of an investigation focused on analyzing the memories of eighth and tenth-grade students from Bogotá on the Colombian armed conflict in recent decades, especially the origins, actors, and consequences for society. From a qualitative perspective, methodologically, questionnaires, story construction, and virtual interviews were used. Among the most important results is the persistence of official reports that centrally blame the guerrillas as responsible for the tragedies suffered by the country to the detriment of other armed actors, such as the paramilitaries and the public force. At the same time, the gaze on the past that young people make permanently connects with an assessment of an unfortunate, hopeless, and depoliticized present.

Keywords:

teaching of the recent past, school and violence, pedagogy of memory, political violence and education, didactics of the recent past.

Resumo

Este artigo apresenta parte dos resultados de uma pesquisa focada em analisar as memórias de alunos de oitava e décima série de Bogotá, sobre o conflito armado colombiano das últimas décadas, especialmente suas origens, atores e consequências para a sociedade. Desde uma perspectiva qualitativo, utilizaram-se metodologicamente questionários, construção narrativa e entrevistas virtuais. Entre os resultados mais importantes destaca-se a persistência de memórias oficiais que culpam centralmente à guerrilha como responsável das tragédias sofridas pelo país em detrimento de outros atores armados, como os paramilitares e a força pública. Por fim, leva-se em consideração o olhar sobre o passado que os jovens vincularam permanentemente com uma valorização de um presente fatídico, sem esperança e despolitizado.

Palavras chave:

ensino do passado recente, escola e violência, pedagogia da memória, violência política e educação, didática do passado recente.

Introducción

Colombia vive las consecuencias de las tensiones provocadas por la implementación truncada de un proceso de paz luego de unos polémicos diálogos con la insurgencia más antigua del continente, que iniciaron en el año 2012 en La Habana, Cuba, y culminaron en noviembre de 2016 con la firma de un acuerdo que condujo al desarme, desmovilización e incorporación a la vida civil de la mayoría del grupo de las FARO. Buena parte de las tensiones provienen del encarnizado rechazo de grupos políticos de derecha, que en su momento se opusieron al proceso y que en la actualidad dirigen el gobierno del país. Tantos años de guerra han dejado muchas heridas y muchos réditos políticos, por tanto era de esperarse que la paz encontrara tantas resistencias, especialmente de quienes se han lucrado de ella en términos de fortalecer discursos que canalizan los malestares sociales hacia un único enemigo, la guerrilla.

La crudeza de casi sesenta años en guerra ha ocasionado innumerables desastres materiales y sobre todo humanos. Según el informe ¡Basta ya! del Centro Nacional de Memoria Histórica, entre 1958 y 2012 han muerto 220 000 personas debido al conflicto armado, la mayoría de ellos civiles, "a veces de manera colectiva, con masacres, pero la mayor parte del tiempo de manera selectiva a través de sicarios o comandos que actúan rápido y casi siempre sin dejar huella" (CNMH, 2014, p. 21). El informe narra detalladamente que estas muertes ocurrieron sobre todo en lugares alejados de los centros urbanos y que estuvieron acompañadas de sevicia y terror. Adicionalmente, se mencionan 27 000 desaparecidos y un número similar de secuestros para el mismo periodo, así como casi cinco millones de desplazados con picos de 300 000 desplazados por año entre 1996 y 2002.

Con diferentes grados de responsabilidad y crueldad, los protagonistas de esta confrontación han sido los grupos guerrilleros, los grupos paramilitares y las fuerzas del Estado, con el agravante de que muchos de los crímenes perpetrados contaron con la alianza entre los dos últimos. Además, es una de las fuerzas militares contra la población civil.

Como es de suponer, la dureza del conflicto no ha dejado indemne a la escuela, ya que está suficientemente documentado cómo las instalaciones escolares han sido destruidas o usadas como trinchera por los actores de la guerra, lo mismo que el reclutamiento de menores escolarizados y no escolarizados y el señalamiento y amenazas de las que han sido objeto docentes y comunidad educativa en general (Lizarralde, 2003; Romero, 2013).

La escuela también ha tenido que asumir la comprensión de la violencia política padecida como parte del currículo formal, en la medida en que la realidad nacional la interpela para entender las dinámicas de la guerra, por tanto, de manera tibia, las distintas normativas de los últimos lustros han hecho alusiones explícitas al tema, como los Estándares de competencias para el área de ciencias sociales (MEN, 2004) y más recientemente la Cátedra de la paz (Presidencia de la República, 2015). Aunque breves y ambiguas, las menciones que se hacen al tema del conflicto armado y la violencia política existen, por tanto hay cierto respaldo legal para ser asumido en las aulas, aspecto que no ha sido suficientemente potenciado en la investigación académica reciente (Arias, 2020).

Metodología

En la investigación se abordó un enfoque cualitativo ya que el objeto de estudio consistió en comprender una realidad social, que se mueve "en los significados en las reglas de significación" (Ibañez, 2006, p. 19). Para Ibañez (2006), el conocimiento cualitativo funciona como escucha investigadora del habla-lectura investigada, para proporcionar un orden o una estructura a la realidad social observada, lo que supone "esquemas observadores y no de observaciones en sí mismas" (p. 20), y que por cierto hace explícita la presencia del investigador y sus propios presupuestos. En esta línea se hizo uso de una estrategia mixta, bajo el entendido de que la aproximación a la realidad social rebasa las dicotomías entre lo cualitativo y lo cuantitativo, y lo cuantitativo fungió fase inicial para la formulación de ciertas hipótesis que luego fueron sometidas a prueba en el momento cualitativo, como se verá en los análisis. La población participante fueron 450 estudiantes de colegios de Bogotá, 49 % hombres y 51 % de mujeres, 353 de décimo grado y 97 de octavo, pertenecientes a siete colegios públicos y dos privados. En la primera fase se aplicaron cuestionarios y en la fase cualitativa se le solicitó a todos los participantes la redacción de un pequeño escrito en el que explicara a un eventual extranjero sus impresiones sobre la guerra padecida en el país. Estas narrativas sirvieron para contrastar y profundizar con las respuestas de los cuestionarios, así como insumo para nutrir los análisis. Además, se hizo con 120 estudiantes de seis colegios una entrevista virtual (a través de una comunicación personal) que buscaba miradas abiertas a las mismas preguntas del cuestionario. Los instrumentos se aplicaron en el primer semestre de 2020 y aunque la fase cualitativa estaba diseñada para ser ejecutada de forma presencial, la pandemia de la COVID-19 obligó a hacerla de forma virtual.

Memorias sobre el conflicto

El Derecho Internacional Humanitario (CICR, 2008) tipifica dos tipos de conflictos armados en el mundo, el internacional cuando se enfrentan dos o más Estados, y el no internacional, que consiste en la confrontación de las fuerzas del gobierno con grupos armados no estatales. Este último caso es el que aplica para Colombia, así que cuando se habla de conflicto interno, en este documento, se alude al enfrentamiento entre grupos no legales, especialmente guerrilla y paramilitares, con las fuerzas armadas del Estado, o a la confrontación entre estos grupos ilegales. Para el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR, 2018), en el país hay múltiples tipos de enfrentamientos armados, así,

coexisten conflictos armados regidos por el DIDH y otras situaciones de violencia gobernadas por el derecho interno y el DIDH. Actualmente el CICR considera que hay al menos cinco CANI (nuevos conflictos armados no internacionales) en Colombia, cuatro entre el Gobierno del país y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Ejército Popular de Liberación (EPL), las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) y las antiguas estructuras del Bloque Oriental de las FARC-EP que no se acogieron al proceso de paz. (s.p.)

Por otra parte, según el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH, 2013), el conflicto armado colombiano es complejo y heterogéneo en su dinámica y en sus causas, tanto por los aspectos cronológicos, como territoriales, sus actores y sus víctimas. Entre los principales factores de su origen están "la persistencia del problema agrario; la irrupción y la propagación del narcotráfico; las limitaciones y posibilidades de la participación política; las influencias y presiones del contexto internacional; la fragmentación institucional y territorial del Estado" (p. 111). Para el Centro, el origen del conflicto está emparentado con la violencia bipartidista de finales de los años cuarenta y cincuenta, y con el llamado Frente Nacional (sucedido entre 1958-1974), que fue un pacto entre los partidos tradicionales liberal y conservador para turnarse el poder sin la presencia de otras alternativas políticas.

Así mismo, se identifican cuatro momentos en la evolución del conflicto, el primero (1958-1982) caracterizado por la violencia bipartidista, el aumento de grupos guerrilleros y el incremento de la movilización social; el segundo (1982-1996) resalta por el aumento cuantitativo y expansivo de la guerrilla, el surgimiento del fenómeno paramilitar y del narcotráfico y la crisis del Estado, también por la Constitución de 1991 y la desmovilización de algunos grupos insurgentes con los consecuentes procesos de paz; el tercer periodo (1995-2005) marca la extensión de todos los grupos ilegales, la presión internacional en el marco de la lucha contra el terrorismo y la propagación del narcotráfico. El cuarto periodo (2005-2012) configura un reacomodo de la confrontación por cuenta de la ofensiva militar del Estado contra la guerrilla, así como por el fracaso de la negociación con los paramilitares y su posterior reacomodo.

Ahora, respecto a los resultados de esta investigación, inicialmente, la gran mayoría de estudiantes que participaron considera que el conflicto armado en Colombia se origina por problemáticas sociales y políticas (63 %), seguido por la percepción sobre el mal gobierno de los dirigentes del país (23 %), y, finalmente, por alusiones marginales a la intolerancia y pérdida de valores (7 %), la falta de proyecto de nación (2 %) y la incidencia de ideologías extranjeras (2 %).

Causas del conflicto armado en Colombia según estudiantes de Bogotá

Gráfico 1: Causas del conflicto armado en Colombia según estudiantes de Bogotá

Sobre la duración del conflicto armado, los participantes de la investigación, como se observa en el gráfico 2, consideran que, principalmente, se debe a que la subversión y los políticos no se han puesto de acuerdo (28 %), en menor proporción a que la guerra es un negocio para quienes se benefician de ella (24 %), a que las causas que lo generaron persisten (20 %), a que el Estado no ha hecho suficiente presencia en todas las regiones del país (14 %), y a que el dinero del narcotráfico ha sido el combustible de la ilegalidad (11 %).

Causas de la duración del conflicto armado en Colombia según estudiantes de Bogotá

Gráfico 2: Causas de la duración del conflicto armado en Colombia según estudiantes de Bogotá

Aunque algunas de estas percepciones sobre los orígenes van a ser detalladas más adelante, cabe mencionar que la tendencia mayoritaria, en términos generales, coincide con lo que expertos plantean al identificar en elementos de orden histórico las raíces y persistencia de la confrontación armada, por encima de asuntos morales (pérdida de valores), nacionalistas (ausencia proyecto de nación) o internacionales (influencia ideologías extranjeras). Esta tendencia mayoritaria respecto a las raíces se resalta en pocas respuestas escritas que se esforzaron por brindar detalle y rigor histórico. Veamos dos relatos en esta dirección:

En Colombia es muy importante los sucesos de El Bogotazo en 1948, que fue la ola de protestas que se expandió a otras ciudades y regiones del país, que desencadenó el inicio de la época conocida en el país como La Violencia que terminó diez años después, en 1958. Las consecuencias, sin embargo, duraron más de lo imaginado mediante el conflicto armado interno que ha tenido como protagonistas a la fuerza pública, a grupos guerrilleros y paramilitares, bandas criminales y carteles de la droga. Esto empieza tras el asesinato del líder del partido liberal Jorge Eliécer Gaitán, ocurrido el 9 de abril de 1948. También se puede decir que el conflicto armado interno en Colombia es un periodo en curso de guerra asimétrica de baja intensidad, que se desarrolla en Colombia desde la década de 1960 y que se extiende hasta la actualidad. Los principales actores involucrados han sido el Estado colombiano, las guerrillas de extrema izquierda y los grupos paramilitares de extrema derecha. A estos se le han sumado carteles de la droga, bandas criminales Bacrim, Grupos Armados Organizados -GAO-, y Grupos Armados Organizados Residuales -GAOR-, disidencias de las FARC-EP, entre otras. (Estudiante décimo. Relato escrito)

Esto tiene un origen de más de 50 años, además de los más conocidos y longevos de América Latina, como son las FARC y el ELN; a lo largo de estas décadas se ha sumado como protagonista del conflicto otro considerable número de grupos armados tales como paramilitares, carteles de la droga, guerrillas urbanas o de reivindicación indígena, además de bandas criminales. Su superación ha transitado desde esfuerzos de diálogo hasta políticas reaccionarias de sesgo militarista. Esta obra sintetiza las más de cinco décadas de conflicto armado para comprender la complejidad de la violencia en Colombia, pero, igualmente, los nuevos horizontes y desafíos para la seguridad, una vez se ponga fin a un conflicto que ha dejado más de 220.000 muertos. (Estudiante octavo. Relato escrito)

Sin embargo, estas aseveraciones que relievan aspectos históricos, sociales y políticos, aparentemente mayoritaria en el cuestionario, no corresponden totalmente a la mayoría de intervenciones escritas al momento de pensar la génesis de la guerra, de la que se responsabiliza principalmente a los actores armados y a los dirigentes del país, quienes, según las respuestas, son centralmente corresponsables de que esta guerra haya durado tanto. El segundo porcentaje más alto en las respuestas cerradas de los cuestionarios (23 %) que indica que las causas del conflicto son responsabilidad del mal gobierno de los dirigentes, también resulta ganadora al momento de las explicaciones más argumentadas, por cuanto es la tesis más defendida en los relatos, pero ya no para proporcionar minucias históricas sobre este origen, sino para forzar una respuesta que da cuenta de la desazón del país en el que a estos jóvenes les tocó vivir.

La mayoría de estudiantes, al ser invitados a escribir sobre conflicto armado, ofrecen pocos datos o interpretaciones históricas o fechas que permitan reconocer conocimientos precisos sobre el origen de este fenómeno. Sus referencias a la confrontación y sus orígenes, salvo excepciones, son generales, abstractas, emotivas y cargadas de sentido común: "guerra del pueblo con el pueblo por opiniones e ideologías diferentes" (Estudiante décimo. Relato escrito)

A su vez, la mayoría de las narrativas de los estudiantes de grado décimo son algo más precisas y detalladas que las de sus pares de octavo, quienes muestran párrafos menos ricos en elementos y particularidades. Los estudiantes de octavo son algo sentimentales y más cargados de juicios de valor. Esto quizá se deba a que en este grado, según la política educativa, aún no hay tratamiento escolar en profundidad de la realidad nacional, por lo que sus memorias pueden provenir mayoritariamente de otras fuentes. Veamos dos relatos lacónicos de estudiantes de octavo al respecto:

El conflicto armado ha sido uno de los grandes problemas de nuestro país. Por culpa del conflicto armado muchas personas han tenido que dejar sus hogares y muchas han sido las víctimas de este problema. (Estudiante octavo. Relato escrito)

Sinceramente la miraría a los ojos y le diría 'parce' no venga aquí, este es un país corrupto, desigual y con muchos conflictos pendientes por resolver porque hasta el paraíso más afrodisiaco puede convertirse en una trampa mortal. (Estudiante octavo. Relato escrito)

De cualquier manera, como se observa en los fragmentos anteriores, escolares de décimo y de octavo hacen una lectura del pasado, específicamente de los vaivenes del conflicto, en función de evidenciar sus posiciones frente al presente; así lo deja ver un escrito de un estudiante de décimo: "en épocas pasadas hubo demasiado conflicto, pero ya se ha ido solucionado poco a poco. El futuro del país va de mal en peor por esos h****p**** congresistas y políticos". Este joven, como muchos otros, ejecuta una pirueta argumentativa, salta rápidamente de la somera explicación sobre el pasado a platear su polémica idea frente al futuro. En esta misma línea, con un poco más de extensión, pero con la misma fuerza de este contraste se presenta otro fragmento:

El conflicto armado de Colombia viene desde hace aproximadamente 50 años, han ocurrido masacres, se han violado derechos y ha habido poca justicia frente a la situación actual del país. Sin embargo, la primera piedra no va para los políticos, sino para la mayoría de ciudadanos que han votado por la burguesía. La situación del país es compleja y en resumen nuestro presidente prefiere la guerra, la contaminación (fracking) y la desigualdad, en vez de educación, una tierra tranquila (agroindustria) y una equidad para todos. (Estudiante décimo. Relato escrito)

De otra parte, es significativa la poca ponderación (11 %) que obtiene el señalamiento al narcotráfico como combustible de los componentes de la guerra en Colombia. Si bien este aspecto es retomado en una pregunta posterior a propósito de las dinámicas de la insurgencia, donde sí se denuncia el maridaje entre estos y los narcos, parece ser que para los estudiantes participantes este es el único vínculo que se ha dado en la historia reciente del país. No se reconocieron respuestas que indicaran el lazo entre la producción ilícita de drogas y la política profesional u otras prácticas sociales, a pesar de que según el CNMH (2013) las alianzas entre "políticos, grupos armados ilegales y narcotraficantes [es el fenómeno] más vergonzoso y de mayores proporciones en toda la historia del país" (p. 249). Las memorias hegemónicas sobre las últimas décadas, presentes sobre todo en los medios masivos de comunicación, han logrado mostrar el narcotráfico como un fenómeno marginal que solo ha beneficiado a la subversión y al comercio irregular en muchas zonas del país. Sin embargo, su imbricación con la clase política regional y nacional hizo que para 2006 el 35% de las curules del Senado fueran investigadas por narcoparamilitarismo (CNMH, 2013). Adicionalmente, varios presidentes han sido acusados de acceder al poder con ayuda del narcotráfico, entre ellos Ernesto Samper (1994-1998) con el renombrado proceso 8000 (Revista Semana, 2020) y los dineros del llamado Cartel de Cali, y más recientemente Álvaro Uribe (2002-2010), quien tiene varios procesos legales abiertos en la Corte Suprema de Justicia (BBC, 2019). La omnipresencia del narcotráfico en la historia reciente el país pasa casi desapercibida en las memorias de los escolares, especialmente en relación con su vínculo con los políticos de oficio.

En otra pregunta cerrada sobre los hechos más significativos que asocian los escolares al origen del conflicto, el 43 % de los participantes lo relacionan con El Bogotazo, luego, con una ponderación que ronda el 20 % la Guerra de los mil días, la masacre de las Bananeras y el Frente Nacional, cada uno. Al momento de contrastar estos números con las respuestas escritas, evidentemente se coincide con El Bogotazo y el Frente Nacional como eventos más reiterados, junto a otros acontecimientos menos repetidos como la toma del Palacio de Justicia y la Guerra de los mil días, sin embargo, en algunos, vuelve a resonar la vaguedad de algunas interpretaciones del pasado con la fuerza que gana su pesimismo por el presente:

El hecho más destacado sobre el origen del conflicto es nuestra independencia, ya que esta se generó por la inconformidad del pueblo con el "gobierno" que proporcionaba España y es casi que lo mismo que pasa hoy con el gobierno de los presidentes. (Estudiante décimo. Comunicación personal)

Así, se puede colegir que los estudiantes participantes en esta investigación consideran que si bien hay causas de diferente orden para explicar el surgimiento del conflicto armado en Colombia, sobre todo sociopolíticas, bien sea con enunciados lacónicos o con explicaciones cargadas de fechas, procesos y nombres, al momento de profundizar este fenómeno irrumpe la precaria lectura que hacen de la realidad actual. Si se le cree más a las respuestas escritas, impera el escepticismo hacia la política profesional y hacia la clase dirigente, aunque sin mayores razones al respecto, salvo el lugar común de la corrupción. Esta tendencia es clave en el marco de la presente investigación, porque, como se verá, es reforzada en casi todas las respuestas que dieron los estudiantes a propósito de otras preguntas.

Esta indignación juvenil con su presente evidentemente tiene su correlato con la cruda realidad social que padece este grupo poblacional, pues, según cifras del Departamento Nacional de Estadística, el desempleo juvenil es superior al doble nacional. A mayo de 2021, la tasa de desocupación de personas entre 14 y 28 años era de 27,7 % (Portafolio, 2021). Adicionalmente, se sabe que casi la mitad de los jóvenes del país en edad de cursar la educación media no lo están haciendo, la mayoría de ellos de estratos socioeconómicos bajos. Los pocos de ellos que logran ingresar a la educación superior lo hacen en carreras técnicas y tecnológicas, de corta duración y de baja remuneración, que precisamente es el tipo de formación que concentra los mayores porcentajes de deserción (MEN, 2009). En Bogotá, las cifras son un poco más dramáticas, de los 50 000 egresados anuales de educación media, 15 000 ingresan a educación superior, de los cuales solo 8 000 finalmente se gradúan. Únicamente el 20% de los estudiantes de estratos bajos adquiere algún título de educación superior (Sánchez, 2020).

Estos datos no solo transmiten la idea de que estudiar es un privilegio para unos pocos, sino que hacerlo no garantiza ninguna estabilidad laboral y que al grueso de los jóvenes de sectores populares solo les queda el camino de la informalidad, la precariedad y la incertidumbre.

Empero, también se dan algunas respuestas aisladas a la pregunta sobre el origen del conflicto con aires de esperanza y de fe en un futuro promisorio, aunque manteniendo el hilo narrativo anotado atrás sobre la mirada puesta en el presente a una pregunta que interroga por el pasado:

Colombia es un país muy lindo y con una gente espectacular, pero con unos dirigentes políticos malos y corruptos, tiene una fauna y flora espectacular y la gran mayoría de personas aman su país, pero con un conflicto que lleva muchos años que no se ha podido solucionar, pero si llegara una persona correcta y no un delincuente a la política podría mejorar muchísimo. (Estudiante Décimo. Relato escrito)

El conflicto armado que ha vivido Colombia lo ha afectado de gran manera, pero ha sabido manejar esa situación y ahora va recuperando la dignidad. Colombia con el ritmo tan acelerado de avances tecnológicos, de infraestructuras y demás puede llegar a ser un país del segundo mundo. (Estudiante Décimo. Relato escrito)

Este conjunto de respuestas, unidas a las anteriores, permite aseverar que hay una interpretación del pasado en función de los intereses del presente que los jóvenes traslucen; esto ratifica la afirmación sobre la importancia de tener en cuenta que la memoria es una reconstrucción de lo sucedido desde los deseos del ahora (Jelin, 2017). Adicionalmente, la falta de consensos sobre el raíz de la violencia política de las últimas décadas y el hecho de acudir a tan variados actores y fenómenos, habla de la no existencia de memorias emblemáticas (Stern, 2002), en la medida en que aún no hay relatos canónicos o discursos meta-explicativos sobre el conflicto colombiano que sean compartidos por toda la sociedad y que los estudiantes asuman, salvo el lejano mito de El Bogotazo como detonador de la catástrofe nacional (Pécaut, 2015). Además, aunque escasa, hay evidencia de pujas por la memoria (Jelin, 2017) por cuanto hubo registro de versiones alternativas que mencionaron a los movimientos sociales, los actores de izquierda, los líderes sociales o hechos como los falsos positivos, en tanto dramas inherentes a la historia del conflicto armado, no tanto como su causa.

Este hallazgo sobre las versiones incompletas o fragmentadas de las causas de la guerra coincide parcialmente con otras investigación hechas con jóvenes (Larreamendy, 2002; Higuera, 2010; Parra, 2011; Suárez, 2014; Pereyra, 2010), aunque en ellas esta supuesta falta de rigor histórico no es leída en clave de escepticismo hacia el presente y el futuro ni como parte de las pujas por la memoria, como se identifica en este estudio. Por ello, diversas investigaciones sugieren, ingenuamente, mitigar estas falencias agregando más contenidos de historia en la escuela,1 en cambio, aquí se leen como parte de la confluencia de varios aspectos: de una cultura política en curso (Lechner, 2002); de la concreción de las memorias oficiales y no oficiales y sus versiones interesadas sobre el pasado (Jelin, 2017); y como la interferencia de los sentimientos que experimentan los jóvenes contemporáneos a un no-futuro, especialmente de sectores populares. Las memorias sociales actuales deben ser vistas desde la incidencia de los múltiples escenarios de socialización en los que las nuevas generaciones forjan sus memorias sobre el pasado, donde quizá la escuela no es la más relevante (Martín-Barbero, 2002).

Respecto al hecho de privilegiar en las raíces del conflicto algunos personajes destacados, también Sánchez (2017) indica esta tendencia en estudiantes de la capital, aunque, según el autor, estos jóvenes son dados a proporcionar datos históricos y a subrayar el problema agrario como origen de la violencia política de las últimas décadas, aspecto que no fue posible reconocer en esta exploración. Además, en sintonía con este autor, se resalta la inclinación a argumentar que el asunto de la guerra en Colombia es algo que los estudiantes de Bogotá nombran como un fenómeno propio de espacios y personas ajenas a sus círculos cercanos de movimiento, tales como el campo, los campesinos y los indígenas: "fue una época muy dura que pasó y pasa hoy en día; es una historia muy dura y difícil en que salen más afectados los campos del país" (Estudiante décimo. Relato escrito).

Pereyra (2010) anota para el caso de los estudiantes argentinos, a propósito de sus memorias sobre la última dictadura, el peligro de las representaciones conmemorativas que estos portan y que de alguna manera también se hacen presentes en los estudiantes del estudio, en el sentido de un rechazo ciego al pasado violento que conduce a la sacralización y a la banalización. Lo primero, porque aquí y allá el pueblo es dotado de pasividad, es el objeto inmaculado de las decisiones de altos políticos, en palabras de la autora "para decirlo simplificadamente: los políticos son los malhechores demonizados y la sociedad civil es la víctima buena e inocente" (p. 84). Esta sentencia oblitera estructuras, procesos y otros actores, así como el apoyo de parte de la sociedad civil a la guerra. La banalización, que constituye la contraparte de lo conmemorativo, consiste en "negar la singularidad de los hechos argumentando que siempre hubo violencia y violaciones a los derechos humanos" (p. 84). Retomando estos hallazgos de la autora, se concluiría que los jóvenes colombianos partícipes del presente trabajo evidencian en muchas ocasiones una memoria oficial maniquea que inmoviliza, por cuanto levanta una barrera sobre ese pasado ominoso que se juzga indeseable, pero del que no es posible extraer pistas de acción en el presente porque toda expresión política organizada, nueva o vieja, aparece como equivocada, peligrosa y/o contribuye a la debacle.

Por otro lado, sobre las fuentes gracias a las cuales los escolares de octavo y décimo dicen informarse del conflicto armado, se encontró que casi la mitad de los participantes (46 %) lo hace por medio de la televisión, la prensa y la radio, con la salvedad de un porcentaje un poco mayor para los estudiantes de octavo grado (58 %). En segunda instancia, se señalan las clases de ciencias sociales (24 %), después las redes sociales (13 %), los documentos especializados (11 %) y en último lugar la familia (4 %).

Fuentes de información sobre el conflicto armado según estudiantes de Bogotá.

Gráfico 3: Fuentes de información sobre el conflicto armado según estudiantes de Bogotá.

Solo un cuarto de los estudiantes de octavo y décimo coinciden en indicar que las clases de ciencias sociales son los escenarios gracias a los cuales adquieren conocimientos de la historia violenta del país. Este dato es diciente, por cuando al manifestar que la principal fuente la constituyen los repertorios masivos de comunicación, muchos de los sesgos, omisiones y tergiversaciones que estos manejan se pueden trasladar a las memorias de los estudiantes, máxime cuando es sabido que los principales y más populares canales televisivos son privados y operan en función de intereses económicos. Para Moreno y Cadavid (2017) fue determinante el peso de los canales privados en la formación de una opinión pública a favor del No en el plebiscito de 2016. Por su parte, está demostrado que el tiempo escolar del cual disponen los escolares en sus colegios no es suficiente para poder analizar los datos de las pantallas ni para entender el país (Arias, 2018), y que la política educativa que prescribe el abordaje de la violencia reciente en el país es marginal, somera y fragmentada (Ibagón y Chisnes, 2019).

Complementariamente, pese al reclamo de muchos académicos, las memorias sobre el pasado reciente no se labran fundamentalmente en la escuela, más bien, de acuerdo con Herrera y Pertuz (2016), estos procesos de transmisión plantean la importancia de otros contextos institucionales, tanto formales como no formales, en los que se desenvuelven las personas, especialmente las nuevas generaciones. Sin embargo, el hecho de que los medios sean el mayor referente para saber lo que sucede en la realidad, no necesariamente implica que los consumidores interioricen fielmente sus datos (Martín-Barbero, 2002), aunque, para el caso de este estudio, el bajo peso relativo que tienen las interacciones escolares y el lugar relegado que tienen las lecturas especializadas conduce a pensar que parte de los reconstrucciones mentales que hacen los jóvenes sobre el conflicto armado inevitablemente pasa primeramente por las memorias oficiales que los medios de comunicación privados hacen circular:

A veces no hay que buscar la información, ella llega a todos y más ahora que los medios son más masivos que antes, una persona como yo, una chica que apenas sale a descubrir un mundo, no está buscando al despertar que está pasando en el conflicto armado; las noticias, las crónicas, las habladurías, la gente, todo llega a nosotros y por más que pensemos que no nos toca está ahí, y es muy fácil encontrar, comparar y pensar. (Estudiante décimo. Comunicación personal)

Esta estudiante comenta la forma como las noticias sobre el conflicto invade y apabulla a los jóvenes, quizá sin el suficiente tiempo para ponderar, analizar y sopesar su contenido. Este estudio no alcanzó a ahondar en la forma de consumo de las opciones y tendencias que existen actualmente en los medios, algunos de ellos de carácter alternativo, para constatar su nivel de consulta, visita o familiaridad por parte de los estudiantes, tampoco se indagó explícitamente sobre la impresión general sobre estos, sin embargo hubo muchas voces críticas sobre el manejo que le dan a ciertos sucesos del país. Veamos dos relatos al respecto:

Somos un país con una gran calidad humana, con millones de personas escuchando y viendo lo que los medios de comunicación comprados por la "la burguesía" del país quiere que escuchemos y tapando sus "cosas malas" con novelas y programas que nos hacen ver como un país ignorante [...]. (Estudiante décimo. Relato escrito)

Matan a los líderes sociales, los medios de comunicación no dicen nada, los conflictos son más fuertes cada día y solo tratan de hacernos cegar la verdad. (Estudiante décimo. Relato escrito)

Esta situación lleva a pensar que, independientemente de la distancia que los jóvenes dicen tomar de los medios de comunicación, estos son su principal fuente de consulta para documentarse sobre lo que pasa en el país. Posiblemente, por ello el énfasis en personajes nefastos o en eventos aislados emblemáticos cuando se les pregunta sobre la violencia política de las últimas décadas (hechos que son reiterados no solo en los noticieros sino en innumerables narco-novelas con que las programadoras privadas buscan destacar en el rating nocturno de los últimos años). Para Rincón (2018) estas exitosas piezas de la farándula criolla expresan la ambigua cultura arribista de los colombianos, que a la vez juzga y aspira a exhibir una superioridad sobre los otros. Este autor considera que la moral capitalista del poder, del dinero y del sexo, presente en las narconovelas, no es exclusiva de la ilegalidad sino que permea a la clase política afanada en ostentar, ascender y figurar.

Es evidente que el pasado reciente en Colombia ha impulsado su entrada por la vía de las novelas en horario prime. Luego del experimento en 1994 con la versión en pantalla de la novela La virgen de los sicarios, no se ha dejado de producir series y cosechar rating hasta la fecha. El centro de estas producciones ha estado puesto en la espectacularidad del narcotráfico, sus excesos, sus crímenes y sus mujeres. Si bien todos los protagonistas de estas narconovelas han terminado muertos o en la cárcel, imperan estereotipos, estilos de vida y prácticas atractivas para sectores sociales y audiencias que gustan de los contextos patriarcales, autoritarios y violentos, y se han reforzado directa o indirectamente imaginarios vigentes. Además, estas producciones, aunque explícitamente ficcionadas, difunden versiones de hechos violentos del pasado nacional reciente, como magnicidios, masacres o atentados, de forma maniquea y simplista dado el cruce que obtienen con datos y nombres verídicos de la historia próxima, en desmedro de la comprensión crítica de procesos y acontecimientos (muchos de ellos en procesos judiciales inconclusos), así como de la complejidad de sus causas y consecuencias, situación que se acentúa cuando estos hechos aún resuenan en la actualidad2 y quiéranlo o no contribuyen así a instaurar memorias sociales emblemáticas. Estas series televisivas despliegan en las pantallas los traumas sociales padecidos y le recuerdan a la sociedad la eficacia y el atractivo de la violencia (Jimeno, 2019; Uribe, 2001) para obtener beneficios económicos y simbólicos, así sean fugaces. Lo duro es que esta ley de las balas no es una fábula, pues hoy se impone en muchas regiones del país donde no hay Estado, donde su presencia es débil y/o donde es cooptado por agentes ilegales (CNMH, 2013).

Por otro lado, con la influencia de los medios se hace visible la categoría de la globalización de la memoria (Huyssen, 2002), que alerta sobre la importancia de estos como difusores masivos de acontecimientos dolorosos del pasado que de otra manera no se conocerían por el gran público. El riesgo de la banalización del dolor va de la mano de su posibilidad de ser reconocido por generaciones que no padecieron los hechos traumáticos. En el caso de Colombia, las memorias juveniles sobre la historia reciente, que dicen alimentarse mayormente de los medios de comunicación, conllevan la doble cara de, por un lado, garantizar que eventos polémicos, masacres, ejecuciones extrajudiciales y asesinatos selectivos no se olviden ("los hechos que a mi parecer son más significantes y que marcaron más al país serían El Bogotazo, la masacre de Las Bananeras, la toma del Palacio de Justicia, la masacre de El Salado, la violencia de los Montes de María y alrededores, y por otra parte lo que se vive hoy en día la muerte de líderes sociales") (Estudiante décimo, Relato escrito), a la vez que arrastra el peligro de su trivialización, casi de cuento, sin distinciones entre motivaciones y sin claras conexiones con el presente ("el conflicto armado de las últimas décadas está pesado; hay muchas muertes a políticos, campesinos, policías, entre muchos más; hay que tener mucho cuidado porque en estos tiempos la delincuencia anda constantemente rondando por ahí") (Estudiante décimo, Relato escrito).

La mayoría de estudios realizados que indagan por las fuentes de información de los estudiantes de educación básica y media sobre la guerra en Colombia coinciden con esta investigación en anotar la importancia de los medios masivos (Sánchez, 2017; Ramos, 2017; Álvarez y Sánchez, 2018), sin embargo, específicamente Sánchez (2017) pondera el peso de estos en función de las experiencias vitales vividas por los estudiantes en las regiones de su pesquisa, en su mayoría víctimas de algún grupo armado, cuestionando así la sentencia común sobre el imperio del discurso hegemónico que los jóvenes supuestamente reproducen. El presente estudio no logra este nivel de detalle.

Conclusiones

Para Gonzalo Sánchez (2006) la memoria no es solo huella "es también representación mental de un proceso social y cultural" (p. 37). En este sentido, este artículo ha pretendido perfilar la memoria en Colombia al ahondar en el análisis de las representaciones, percepciones e ideas sobre el conflicto armado de un grupo significativo de jóvenes estudiantes de octavo y décimo grado de instituciones públicas y privadas de Bogotá.

Sobre las memorias que portan los jóvenes participantes sobre los orígenes y características del conflicto armado colombiano, inicialmente, se halló que la mayoría de estos reconocen la existencia de problemáticas sociales y políticas como factor desencadenante; en esta misma dirección asocian el llamado Bogotazo como acontecimiento que provocó esta larga confrontación. Sin embargo, el peso de estas causas se desdibuja para explicar el porqué de su duración, ya que los escolares oscilan entre atribuir al desacuerdo histórico entre guerrilla y Estado y al lucro que genera la guerra, como principales factores explicativos de su persistencia. Este giro se ratifica en las explicaciones escritas, por cuanto la génesis del conflicto, como su permanencia, son mayormente explicadas desde el juicio que entablan los escolares hacia los dirigentes del país y hacia la desesperanza que les ocasiona el presente.

Esta aparente sobreposición de memorias, lejos de ser una contradicción, puede ser interpretada como parte de la dinámica de la memoria social, bajo el entendido que los sujetos reconstruyen el pasado a partir de su presente (Jelin, 2017). Los jóvenes participantes de este estudio parecieran responderle a un hipotético profesor que les pregunta por la guerra en su país con manejo de datos, fechas y hechos sobre ese pasado infeliz, pero a la vez comunican que eso no es lo importante, pues entrados en razones y en argumentos, conectan con el hoy y despliegan con fuerza sus desmotivaciones y desganos por el tiempo presente y el futuro de su país.

En términos de memorias emblemáticas (Stern, 2002) o relatos homogéneos y socialmente aceptados, facturados desde el poder que replican dócilmente los ciudadanos, esta investigación encontró algunos vestigios en las memorias escolares, especialmente por la mención reiterada y despolitizada al Bogotazo como hecho generador de la violencia; por demás, no se halló una versión asumida y totalmente compartida respecto al origen, características y consecuencias del conflicto armado en Colombia. Adicionalmente, aunque breves y aisladas, hubo menciones de versiones alternativas del conflicto, leídas en este trabajo como batallas de la memoria (Jelin, 2017), específicamente sobre actores y acontecimientos deliberadamente silenciados por las memorias oficiales.

Por otra parte, los escolares reconocen que los medios de comunicación son la principal fuente en la que se informan sobre el pasado de violencia de su país, muy por encima de las clases de ciencias sociales de sus instituciones educativas. Esta situación hace patente, en cierto sentido, la globalización de la memoria (Huyssen, 2002) en tanto permite recodarnos la hegemonía de las medios tecnológicos en su doble dimensión de trivializar la intensidad de los dramas y sus víctimas, a la vez que posibilitar su reconocimiento y difusión. En otro sentido, con esta omnipresencia de las pantallas cabe identificar la trascendencia de los ecosistemas comunicativos (Martín-Barbero, 2000) como escenarios de socialización de las nuevas generaciones y por tanto como potente configurador de memorias frente al pasado reciente.

Finalmente, con la investigación se identificaron las ideas que tiene un grupo de estudiantes de Bogotá sobre el pasado reciente de violencia en clave de memorias sociales, es decir, desde el punto de vista de las representaciones e imaginarios socialmente asentados y de los cuales los escolares han bebido. Por ello, a diferencia de la mayoría de estudios sobre jóvenes y conflicto, no se ha hecho énfasis en las falencias o en las fortalezas que sus respuestas individuales han evidenciado desde el saber sabio (Chevallard, 1997), sino que se ha procurado relacionar dichas concepciones con la producción y circulación social de memorias oficiales, subalternas o emblemáticas, entre otras, según fuere el caso. Se optó por esta perspectiva de análisis porque se asume que las ideas que tienen los sujetos sobre hechos del pasado de carácter polémico y que resuenan en el presente por su alta sensibilidad social, son fundamentalmente construcciones sociales (Berger y Luckman, 1997), máxime si esos sujetos son menores de edad y no han tenido o tienen vivencias directas o personales sobre el fenómeno de la guerra. En otras palabras, las diferentes memorias sobre el conflicto armado colombiano son objeto de disputa por cuanto involucran intereses políticos y económicos en sectores de la sociedad, así que la legitimidad en cuanto a hechos, actores, contextos y procesos es variada dependiendo del momento histórico, los escenarios de difusión y las figuras que los invocan. En este sentido, las memorias escolares aquí descritas, en parte, son huellas de esas batallas por la memoria, donde con mayor o menor grado de éxito las diferentes memorias sociales sobre la guerra en Colombia se (des)encuentran en y con los pensamientos y deseos de los jóvenes participantes, o, por lo pronto, a propósito de las preguntas que se les hicieron sobre el origen, características y valoraciones del conflicto armado de vigente ocurrencia.

Esta indagación deja varios asuntos en punta: la necesidad de hacer comparaciones desde el punto de vista de género, pues vale la pena ahondar lo que las distintas opciones en la escuela piensan respecto al conflicto; profundizar en el aporte específico de lo escolar respecto a su peso en la configuración de las memorias de los estudiantes, así como caracterizar la posible transformación de estas a lo largo del proceso educativo en los años de escolarización; establecer contrastes significativos entre representaciones de la comunidad educativa de contextos afectados y no afectados por la guerra para sugerir intervenciones pedagógicas discriminadas; analizar el papel de experiencias pedagógicas alternativas y de entornos culturales y biográficos progresistas o castrenses de estudiantes enfrentados a la comprensión del pasado reciente, entre otros. Aristas proclives de ser tratadas en futuras investigaciones o por colegas interesados en el campo.