Revista Folios
Universidad Pedagógica Nacional
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La reflexión
en la Ciencia de la lógica, de Hegel
Reflection
in Hegel’s Science
of Logic
A Reflexão
na Ciência da Lógica
de Hegel
Para citar este artículo: Forero, F. (2024). La reflexión en la Ciencia de la Lógica, de Hegel. Folios, (59), 212-223. https://doi.org/10.17227/folios.59-15970
1 Resumen
Este artículo de investigación comenta punto por punto la dialéctica de “La apariencia (Schein)”, que corresponde al primer
capítulo de la sección titulada Doctrina de la esencia de la Ciencia de la lógica de Hegel. En un primer momento se detiene
en los problemas que allí aparecen, tratando de ver los asuntos desde varias ópticas para absorber la riqueza, profundidad
y multiplicidad de las conexiones latentes. Sin embargo, queremos hacer algo más que reconstruir el texto en cuestión: nos
proponemos destacar la importancia de este capítulo para la Ciencia de la lógica en su totalidad, y en particular del difícil
concepto de reflexión que Hegel elabora cuidadosamente allí para esta obra y para la filosofía en general. En la reflexión se juntan
los variados hilos que conforman este capítulo y es allí donde se puede hallar el aporte de la filosofía de Hegel en este punto.
Palabras clave
Hegel; reflexión; Ciencia de la lógica; especulación
2 Abstract
This article comments point by point on the dialectic of “Appearance (Schein)”, as presented in Hegel’s Doctrine of the
Essence of the Science of Logic. The article initially focuses on the problems that appear there, trying to see the issues
from various perspectives in order to absorb the richness, depth and multiplicity of latent connections. However, we aim to
do more than merely reconstruct the text in question: we intend to highlight the importance of this chapter for the Science
of Logic as a whole, and in particular of the elusive concept of reflection that Hegel carefully elaborates there for this work
and for his philosophy in general. The reflection brings together the various threads that constitute this chapter, and it is
where the contribution of Hegel’s philosophy at this point can be found.
Keywords
Hegel; reflection; Science of logic; speculation
3 Resumo
Este artigo comenta ponto por ponto sobre a dialética da “Aparência (Schein)”, presente na Doutrina da Essência da Ciência
da Lógica de Hegel. O artigo concentra-se, inicialmente, nos problemas que ali aparecem, tentando olhar os assuntos desde
vários pontos de vista, a fim de absorver a riqueza, profundidade e a multiplicidade de conexões latentes. No entanto, o
texto quer fazer mais do que apenas reconstruir o texto em questão: queremos destacar a importância deste capítulo para
a Ciência da Lógica como um todo, e em particular do difícil conceito de reflexão que Hegel elabora cuidadosamente ali
para este trabalho e para sua filosofia em geral. Na reflexão juntam-se os vários fios que compõem este capítulo, e é aí
que se encontra a contribuição da filosofia de Hegel neste ponto.
Palavras-chave
Hegel; reflexão; Ciência da lógica; especulação
4 Introducción
Como sabemos, en los diálogos de Platón, Sócrates
no trata de imponer al otro su punto de vista, sino
que desencubre lo que está en la realidad. Él tiene
la ventaja de que conoce mejor el territorio del
logos que sus aprendices, pero no impone nada a
la realidad. Al final se trata de un recorrido por el
paisaje de la razón y no de una estructura conceptual
que Sócrates guarda en su conciencia e impone
violentamente. Allí el pensamiento responde o
refleja esa articulación real de las cosas. Se trata de
lo mismo que señala la imagen fuerte de Platón en el
Fedro,según la cual el filósofo es un buen carnicero;
el buen filósofo, dice Sócrates allí, es un carnicero que
hace el corte de la presa siguiendo sus articulaciones
naturales (Platón, 2016, 265e-266c). El corte no es
violento, no se corta la realidad imponiendo trazos,
sino siguiendo las articulaciones naturales del logos.
Un buen corte de la realidad responde a ella. Con
esta imagen se expresa la unidad entre ser y pensar:
las articulaciones del pensar son las mismas que
las de la realidad. Pues bien, también la Ciencia de
la lógica de Hegel manifiesta la unidad entre ser y
pensar, que quiere decir que las determinaciones que
configuran la realidad son las mismas que articulan
el pensamiento. Lejos de imponerse sobre lo real,
el pensar describe los ejes implícitos en el ser de
las cosas mismas o, en otras palabras, revela las
relaciones racionales con que está constituido el ser.
No se trata de inventar modelos teóricos, sino que
las determinaciones del pensar son reales.
El primer libro de la Lógica que lleva por título
la Lógica objetiva describe las formas con las que el
pensamiento trata de captar la realidad inmediata.
Este libro se compone de dos doctrinas. Primero en
la Doctrina del ser se examinan determinaciones
con las cuales se pretende aprehender la cualidad
de la realidad; cuando fracasa la cualidad de lo
real inmediato, aparece el intento de cuantificar
el ser, y luego de medirlo. Pero el pensamiento se
da cuenta de que esto inmediato que llamamos ser
no es tan inmediato, sino que es expresión, reflejo
o proyección de algo más profundo que se puede
llamar esencia. En la Doctrina de la esencia nos enfrentamos por eso a conceptualidades que ya no
recogen ingenuamente la inmediatez del ser, sino
que asumen este proceso de doblamiento de la realidad en dos capas, es decir, el hecho de que el ser es
un reflejo de la esencia. Esta realidad inmediata se
ve entonces como una esfera refleja de un horizonte
más profundo. La realidad se divide en dos, se desdobla; hay una capa superficial con una especie de
fondo donde se halla su esencia definitiva. Todos los
intentos de aprehender el ser de manera inmediata
fracasan, porque hay una especie de doblez al interior de la realidad, es decir, lo inmediato es solo un
efecto, emanación o expresión de eso interior. En la
Doctrina del ser la noción de ser copaba la realidad;
ahora en la Doctrina de la esencia al ser inmediato le
sale una capa anterior y más profunda que se llama
esencia. Ser es solo el nombre para la capa externa e
inmediata de la realidad, es un reflejo de la esencia.
Hay entonces un movimiento reflexivo entre dos
capas: al ser le subyace una esencia, y la realidad es
esa reflexión o remisión entre ser y esencia.
La esencia ha sobrepasado o superado el ser, ella
es la verdad del ser, la verdad de eso que se tomaba
antes por inmediato. Ahora el pensar no se detiene
en esa inmediatez, sino que la atraviesa “con la
suposición de que por detrás existe algo más que el
ser mismo, y que ese trasfondo constituye la verdad
del ser” (Hegel, 2016d, p. 13). Se comprende ahora
al ser, pero a través de una mediación que se supone
más explicativa que él mismo. Por ello no se trata
de eliminar el ser, sino de ponerlo en un segundo
plano. Aquí tiene lugar un cambio de vocabulario
importante en el que se devalúa la noción misma
de ser; este deja de constituir la verdad, y ahora es
solo la realidad inmediata imprecisa. Eso es lo que
dice la formulación según la cual “(l)a esencia es la
verdad del ser” (Hegel, 2016d, p. 13). Hegel juega
allí con la etimología del términoWesen (esencia)
en el que resuena el participio pasado del verbo
sein (ser), a saber, el gewesen, que es “fue” o “sido”.
De modo que Wesen quiere decir esencia, pero allí
también resuena el “sido” o el pasado del ser. Claro
que por “pasado”, advierte Hegel, no debe entenderse
algo temporal: “la esencia es el ser pasado, pero el
pasado intemporal (aber zeitlos vergangene Zeit)”
(Hegel, 2016d, p. 13). La esencia es el pasado no
temporal del ser, es decir, no es el pasado que ya
tuvo lugar, como si la esencia fuera lo pasado y el ser
lo presente o como si la esencia se hubiera cancelado al comienzo de la obra, sino que es un pasado
intemporal porque siempre está allí o, dicho de otra
manera, es aquello que no se veía de inmediato, pero
en lo que siempre estaba el ser o desde lo cual en
cada momento el ser estaba apareciendo. La esencia
es un pasado intemporal porque es siempre presente,
actuante, efectiva, aunque no directamente evidenciable. Ser es algo que está deviniendo, es siempre
una proyección de la esencia que está mostrándose
y una suerte de mediador que le permite llegar a
la esencia. Ahora comprendemos que el ser de la
realidad está surgiendo y que su esencia y verdad
no se muestra de inmediato. La noción de esencia
es entonces contrapuesta al ser.
Debemos retener el punto de partida de esta
Doctrina de la esencia: el dualismo, el descubrimiento del pensar como contrapuesto al ser de lo
dado o, en palabras de Hegel, “el retorno en sí del
ser a la esencia” (Hegel, 2016d, pp. 14-15). A partir
de aquí se desencadena el nuevo movimiento que
Hegel llama reflexión por ser el constante reenvío de
un lado en el otro: de la esencia a lo inesencial, del
pensar al ser, de lo uno a lo múltiple. En términos
globales, el sentido de esta Lógica de la esencia,
es decir, el curso dialéctico de la Doctrina de la
esencia, será el de superar este dualismo. Se parte
de la posición más extrema e indeterminada del
dualismo: el pensar esencial de un lado, el mundo
del ser múltiple e inesencial de lo dado del otro, y
todo el movimiento irá acercando estos dos polos
hasta llegar a una única realidad vista como un
proceso del pensar.
Pues bien, este artículo vuelve sobre el primer capítulo de la Doctrina de la esencia de la Ciencia de la lógica, “La apariencia (der Schein)”, que resulta de la más alta importancia para comprender el movimiento general de esta sección de la obra, y al final quiere mostrar su centralidad en el conjunto de la Lógica. Nos proponemos reelaborar ese capítulo, lo cual significa no solo comentarlo cuidadosamente,sino poner en evidencia algunos aspectos centrales que, si bien están implícitos, no son visibles a primera vista. En el primer momento, el texto se demora en los problemas que trabaja, les da varias vueltas y los ve desde varias ópticas, mediante un nivel de exposición que, eso espero, elabora asuntos áridos de manera que el lector se pueda introducir rápidamente en ellos. Esta sección debería ayudar a absorber la riqueza y profundidad del capítulo en cuestión y la cantidad de conexiones que existen en él. Sin embargo, el artículo hace algo más: nos proponemos, en un segundo momento, recoger los variados hilos de este capítulo en términos del desarrollo que allí tiene lugar del concepto de reflexión. La literatura especializada ha mostrado que Hegel critica en este punto una visión estática y solo dada de la realidad; lo que veremos es cómo allí se esboza ya una visión dinámica y procesual de lo real a partir de la noción de reflexión. Esta reelaboración del capítulo en cuestión no desconoce los importantes aportes que han hecho los especialistas sobre el texto comentado, pero intenta volver a construirlo desde una interpretación que atiende a su centralidad. Lo primero que haremos entonces es considerar los movimientos generales del capítulo “La apariencia” para, en un segundo momento, destacar la importancia del concepto de reflexión que aparece allí para la Doctrina de la esencia y para la Ciencia de la lógica en general.
5 La dialéctica de la apariencia
El capítulo se compone de tres secciones: la primera es “Lo esencial y lo inesencial”. Lo que aquí se muestra es que la noción de esencia es el resultado de la lógica del ser, pero en cuanto resultado es también superior a esta lógica. Este contraste se marca al acentuar que el ser, frente a la esencia (Wesen), aparece como lo inesencial. La relación entre ser y esencia como dos existencias (Dasein) indiferentes entre sí solo se supera cuando uno de los dos polos, presuntamente independientes, se muestra como apariencia o ilusión (Schein) del otro; el ser será conceptualizado así como apariencia (Schein), con lo cual pasamos a la segunda estación del capítulo:
[…] el ser o la existencia [Dasein] no contiene nada más que la esencia, y este inmediato que todavía es diferente de la esencia no es una existencia inensencial, sino lo inmediato nulo en y para sí; no es solo no-esencia, sino apariencia. (Hegel, 2016d, p. 19)
El ser no es solamente inesencial sino sin esencia
(wesenslos), es decir, sin ninguna sustancialidad.
La segunda sección, “La apariencia”, asume entonces que “el ser es apariencia (Schein)” y que la apariencia es todo lo que “ha quedado del ser” (Hegel, 2016d, p. 19).11 1 Los conceptos de apariencia (Schein) y aparición (Erscheinung) hicieron carrera en la filosofía trascendental poskantiana como recurso para la elaboración del sistema filosófico. Su rango se puede equiparar entonces al del sistema filosófico, lo cual explica que con ellos se haya querido revolucionar críticamente el modo de realización del pensar. En Kant mismo ya aparecen estos conceptos en el marco del análisis del tiempo justo en el capítulo sobre el esquematismo (Kant, 2016, B182/A143). En Fichte se desarrollan atentamente en la Doctrina de la ciencia de 1812 (Fichte, 2002). Para un análisis de la emergencia del sistema en Hegel y su diálogo con la noción de apariencia, véase Forero (2019) y para una consideración del concepto de aparición en la Fenomenología del espíritu, Forero (2020). Hoffmann adelantó un análisis exhaustivo de la emergencia de las nociones de apariencia y aparición en la filosofía trascendental (Hoffmann, 2022). Tenemos pues que la esfera del ser se ha superado y con ello se constituye la apariencia. Una determinación del pensar como la de apariencia puede considerarse inmediata, pero su inmediatez no consiste en una autorrelación de la que se excluyera la relación con los otros o la determinidad por medio de los otros. Esto caracteriza más bien a la inmediatez en la esfera del ser. En la Lógica de la esencia, en cambio, las determinaciones del pensar se autorrelacionan y determinan a la vez en un mismo movimiento. Justamente por eso son determinaciones reflexivas, y eso es lo que se llama apariencia: una determinación en su autorrelación. Hegel caracteriza lo anterior con el término Negativität (en lugar de Negative que se usa en la Doctrina del ser).
La inmediatez del no-ser es lo que constituye la apariencia; este no-ser no es sino la negatividad de la esencia en sí misma. El ser es no-ser en la esencia. Su nulidad [Nichtigkeit] en sí misma es la naturaleza negativa de la esencia misma [die negative Natur des Wesens selbst]. (Hegel, 2016d, 21)
El aparecer es negatividad porque su naturaleza
es negarse, es no ser, y en eso se agota su determinación. En lugar de la pretendida inmediatez del
ser, que consiste en una identidad consigo misma
independiente de toda determinación, tenemos
ahora una inmediatez reflejada, que opera como
una autorrelación mediada siempre por una infinita
negatividad.
En consecuencia, el ser visto como apariencia
se presenta como ilusión inmediata y subsistente,
pero esa ilusión es mediada por una permanente
negación de ella misma: vemos la ilusión, pero se
sabe en el acto que es ilusión, que está afectada por
una nulidad. Estos son también los momentos de
la esencia. Sin embargo, lo anterior no quiere decir
que apariencia y esencia sean lo mismo; solo quiere
decir que pareciera que no podemos asegurar sobre
la esencia más que lo que se dice sobre la apariencia,
con lo que se cae en el escepticismo de que todo sería
mera ilusión. Pero en realidad la esencia contiene en
sí la apariencia (Schein), ella es “brillar (scheinen)”
en sí misma. A esta relación se le llama reflexión.
La apariencia es reflexión, pero solo una reflexión
inmediata; es pura y absoluta reflexión que consiste
en “el movimiento de la nada hacia la nada y es
movimiento de retorno a sí mismo” (Hegel, 2016d,
p. 24). Solo una reflexión mediada que haga expresa
la conexión entre sus momentos (la inmediatez y la
negatividad) será verdadera reflexión.
La última sección, “La reflexión”, se compone a
su vez de tres subsecciones. Hegel juega allí, en “la
reflexión que pone”, con las nociones de lo puesto y
lo presupuesto. Todo lo que aparezca como dado y
firme en realidad es puesto por algo anterior, y es a su
vez presupuesto por otra cosa: “la reflexión que pone
es reflexión que presupone, pero en cuanto reflexión
que presupone, es absolutamente reflexión que pone”
(Hegel, 2016d, p. 28). Si tomamos en serio la idea
de que la realidad es esta reflexión de la esencia a la
apariencia entonces no hay un primer principio, no
hay un fundamento que no tenga condiciones, que
fuera incondicionado o solo dado, sino que todo
ser puesto a su vez presupone algo más. Si tiene
presupuestos es porque ha sido fijado desde esos presupuestos o es puesto y todo lo que es puesto, es
decir, a lo que le antecede algo desde lo cual se puso,
es presupuesto de algo más. La primera forma en
que se presenta la reflexión aparece entonces como
un movimiento de la reflexión que pone, que cae
en el vacío en el que no hay nada firme, es decir,
un movimiento sin determinaciones. Cada vez que
vamos a la apariencia, ella remite a la esencia, pero
la esencia no es nada, sino que remite a la apariencia.
Llegamos a una visión de la realidad como pura
movilidad, pero cuando tratamos de aprehenderla
en algo sólido se desvanece, pues la apariencia no
es sino la reflexión de la esencia, que a su vez solo
se presenta como apariencia. Es una reflexión vista
como pura movilidad vacía, de la nada a la nada,
un ir y venir que no deja nada, que no es sino la
circularidad hueca.
Para salir de esa negatividad y no caer en la vacuidad formal, el pensamiento asume que no solamente
hay un vacío, sino que sí hay algo determinado que
funciona como principio. Aseguramos una suerte
de instancia o pívot que sostiene la reflexión en
algo. El nombre para la segunda forma de reflexión
es “reflexión externa”. En el fondo, la reflexión
extrínseca es un retroceder a formas de la Doctrina
del ser, porque supone un algo independiente de
la reflexión. La reflexión sería lo otro de ese algo.
Como sabemos, la alternativa a esto es la reflexión
vacía. Tenemos entonces o una reflexión vacía que
no determina nada o se le pone un punto fijo a la
reflexión, pero recaemos en una especie de cualidad
del ser que no sabemos de dónde sale. Hegel ve que
estas dos formas de reflexión son momentos de la
verdadera reflexión que es la reflexión determinante.
¿Cómo surge el último momento de la reflexión, la “reflexión determinante”? Como sabemos, en la Ciencia de la lógica cada nuevo paso no es un avance a algo inédito, sino un sacar a la luz lo que ya estaba contenido en la posición inicial. Eso confirma que el pensamiento está en el concepto, y que lo que debemos hacer es precisar cómo este se presenta. El terreno de la reflexión muestra la realidad como una procesualidad de la esencia y la apariencia, pero Hegel considera primero una visión de la reflexión que sería un movimiento vacío de la nada a la nada. Toda posición es una presuposición o, mejor, todo punto de partida es parte de algo que ya estaba en camino. Vista así la reflexión no deja nada. Después consideramos una posición para la cual debe haber un punto de partida para la reflexión; introducimos entonces violentamente un principio. La disyunción es o reflexión de la nada a la nada o reflexión extrínseca. Ahora las dos se juntan en la reflexión determinante; en últimas, sí hay ese movimiento reflexivo permanente, pero no es vacío o un puro formalismo, sino que tiene determinaciones que le son propias. La reflexión que va de la esencia a la apariencia y de la apariencia a la esencia no es un juego vacío ni externo, sino el movimiento en el que se articula y determina la realidad.
Resulta entonces que la reflexión externa no es externa, sino más bien reflexión inmanente de la inmediatez misma, o que lo que es mediante la reflexión que pone es la esencia que existe en y por sí. Así ella es reflexión determinante. (Hegel, 2016d, p. 30)
Las determinaciones de la reflexión son lo
que la lógica formal llama leyes del pensamiento,
la identidad, la diferencia, la contradicción. Esta
reflexión no es vacía como si se tratara de un puro
juego formal de remisiones mutuas, ni está centrada
en algo externo porque es un movimiento interno.
Reflexión determinante quiere decir que es un
movimiento de un lado al otro, un permanente
juego de remisiones, pero no funciona en el vacío,
sino que tiene una especie de estructura interna. El
pensar debe entonces buscar los ejes alrededor de
los cuales tiene lugar la reflexión.22
2
Henrich señaló por eso que el concepto de reflexión tiene su
sentido y su ser en el distinguir mismo. La reflexión es “negación
autónoma, el negar libre e inmediato o el poner negativo” (Henrich,
1976, p. 212). En este sentido, Hoffmann dice que lo que importa en
la esencia es la relación en cuanto relación o “la reflexión de la
diferencia misma” (Hoffmann, 2015, p. 334).
Eso es justamente
lo que se trata de determinar en el siguiente capítulo
de la Doctrina de la esencia, “Las esencialidades o
determinaciones de la reflexión”, que ya aquí no
nos interesa.
Recapitulemos esta última dialéctica de la reflexión, que es central para nuestro análisis. Se parte asumiendo que el ser se pliega sobre sí, a eso lo llamamos esencia, y su naturaleza es entonces ser reflexión, o sea doblez. Al examinar esa reflexión vemos que ella es un proceso de negación permanente que parte de un presupuesto para llegar a un resultado que se vuelve de nuevo presupuesto. Con esto se pasa a considerar que la reflexión se mueve entre instancias de inmediatez de las que ella es exterior. Y esta exterioridad o esa inmediatez del ser puesto contradicen el resultado alcanzado ya del ser como esencia reflexionada. Por ello, para salvar el pensar de la reflexión se asume ahora que ella en su totalidad es la inmediatez. Lo inmediato, lo dado, o el ser puesto sin más, ya no es una entidad ajena a la reflexión misma, sino la mismísima reflexión. Reflexión que pone ella misma la inmediatez de modo que esa inmediatez es una determinación de la misma reflexión y no como en la reflexión externa una pura determinación negativa. La reflexión que pone es solo el movimiento formal y vacío del Schein, de la nada a la nada; la reflexión externa contrapone a ese movimiento un ser puesto o inmediatez que la niega con lo que abole el escepticismo pero sacrificando la reflexión misma; la reflexión determinante absorbe todo ser meramente puesto y se vuelve ella sí la genuina inmediatez, pero su movimiento ya no es vacío sino que está determinado interiormente, es decir, tiene determinaciones reflexivas, o como afirma Schmidt (2002) es reflexión determinada no por otro, sino determinación en la que permanece en sí misma. Hegel dice por eso que esta reflexión determinante es a la vez ser puesto (inmediatez) y reflexión en sí misma, y que esas determinaciones reflexivas ya no le vienen de otro sino de ella misma o, en sus palabras más complicadas, ella “ha recuperado en sí lo otro de sí misma” (Hegel, 2016d, p. 34). Si en la esfera del ser se hablaba de la cualidad como la determinación intrínseca del ser, ahora se hablará de las esencialidades para referirse a estas determinaciones de la reflexión que le son propias; esto es lo que se estudia en el siguiente capítulo de la obra. Ahora bien, ¿dónde radica la importancia de la dialéctica hasta aquí comentada para el conjunto de la Doctrina de la esencia y de la Ciencia de la lógica?
6 La reflexión en la Ciencia de la lógica
Es claro que en este primer capítulo de la
Doctrina de la esencia Hegel de inmediato liga la
noción de esencia con la de reflexión. ¿Cómo entender aquí la reflexión? Consideremos la reflexión de
un sujeto consciente y crítico que examina la validez
y legitimidad de su pensar y actuar. Este tipo de
reflexión es el que Kant eleva a una reflexión trascendental sobre los criterios de validez en general:
la reflexión sobre las condiciones de validez del
conocimiento es también la reflexión sobre las condiciones de constitución de los objetos por cuanto
estos se piensan como fenómenos. Con ello Kant va
más allá de la ontología tradicional al elaborar una
noción de esencia que ya ha incorporado el principio
moderno de la reflexión. De la reflexión trascendental que se vuelca sobre el sujeto resultan categorías
del pensamiento que articulan la experiencia, es
decir, esta reflexión permite descubrir las formas
racionales en las que está ordenada y articulada la
realidad fenoménica. Partiendo de una reflexión
del sujeto encontramos cómo está constituida la
realidad misma. Pero para Hegel el problema con
la reflexión trascendental de Kant es que se agota
en un cercioramiento crítico de las condiciones de
constitución y validez de la objetividad como tal, y
en este sentido parece externa a la realidad. En el
agregado al parágrafo 131 de la Enciclopedia de las
ciencias filosóficas, Hegel señala que Kant se quedó
a mitad de camino al tomar el fenómeno solo en
sentido subjetivo, y por fuera de él vio la esencia
como la inaccesible cosa en sí (Hegel, 2016a, p. 263).
Para la Doctrina de la esencia se trata de juntar dos
tareas: hacer de la reflexión el análisis que permite
indagar por las condiciones de constitución y validez
de la objetividad, pero a la vez ver la reflexión como
propia de la esencia de la realidad, y no solo de un
mundo fenoménico.
De entrada, cuando en la Lógica Hegel presenta
la filosofía reflexiva lo hace críticamente. En el fondo, se trata de señalar que la reflexión no surge
de manera gratuita, como si de pronto hubiéramos
decidido reflexionar sobre nosotros mismos y hubiésemos encontrado la autoconciencia, el papel del yo,
sino que el acto subjetivo reflexivo es una respuesta
al movimiento mismo del ser que al desdoblarse, al
flexionarse sobre sí mismo, obliga al pensamiento a
entrar en un proceso de autorreflexión. La filosofía
de la reflexión pretendió descubrir la subjetividad
autoconsciente, pero lo cierto es que el sujeto
deviene autoconsciente gracias a que la realidad se
muestra como desdoblada; esa inflexión de la realidad sobre sí misma obliga al pensar a una especie de
reflejo. La reflexión puede pretender ser subjetiva,
pero en el fondo es resultado del movimiento del ser
mismo, pues surge en el momento en que aparece
un desdoblamiento de la realidad entre esencia y
ser. Aunque la reflexión parece un acto intelectual
de la conciencia sobre sí misma, lo cierto es que
no es abstracta o separada de la realidad, sino que
se hace desde lo real mismo. Con ello se revela la
lógica que hace posible la filosofía de la reflexión:
ese desdoblamiento del ser es el que genera el
movimiento del pensar sobre sí mismo, es decir, la
noción de reflexión resulta de la dinámica misma de
la realidad. Una realidad que se muestra flexionada
obliga al pensamiento a adoptar esa especie de
flexión para poder captar eso real que ahora está
plegado sobre sí mismo. Hegel está convencido de
que la Lógica revela aquí algo novedoso: considera
que solo él ve ese concepto de reflexión al darle un
lugar en el orden de la arquitectura del pensar que
nadie había visto antes. No es que antes no haya
existido la reflexión, sino que la filosofía la captó de
manera superficial, la vio refiriéndola a operaciones
de la conciencia, o como la reflexión del pensar
subjetivo, sin lograr una articulación plena con el ser
de la realidad. Podemos sacar varias consecuencias
de lo dicho para determinar el lugar de la reflexión
en la filosofía de Hegel en general y en la Ciencia
de la lógica en particular; con ello se hará patente
la centralidad del capítulo que hemos comentado
hasta aquí.
1. El capítulo en cuestión no tiene un sentido
metodológico en la Lógica. En el hegelianismo ha hecho carrera la tesis según la cual
este primer capítulo de la Lógica de la esencia
contiene una reflexión fundamental sobre el
método, que, según Hegel, debe brotar del
movimiento de las cosas mismas (Hegel,
2016c, p. 49). Para esa lectura, en este punto
la reflexión metodológica ocurre al modo de
una autoexplicación del concepto de reflexión
(Schmidt, 2002). La esencia sería la verdad
del ser, pero antes de ir a la esencia propiamente (que para esta lectura solo empieza a
la altura del capítulo “El fundamento”), hace
falta una reflexión sobre las condiciones de
posibilidad del conocimiento del sujeto. Por
eso solo en la constelación que se abre con la
reflexión se puede articular de una manera
filosóficamente adecuada la cuestión de la
verdad del ser. Según esto, aquí habría un alto
en el camino, por el cual el pensar se cerciora
primero de sí mismo, antes de ir a la esencia.
Esta lectura me parece inexacta, e incapaz de
ver la importancia de este capítulo al interior
de la Lógica en su conjunto.
El punto de partida de la Lógica de la esencia
es el dualismo, el momento en que el pensar
se percata de que él existe. Lo que sigue
dominando al menos al comienzo es la idea
de objetividad, de algo en sí que hace frente
al pensar. Eso en sí es visto como esencia que
se desdobla o como reflexión, y por supuesto
un pensar que quiere determinar esa esencia
debe él mismo desdoblarse, ser reflejo. No se
trata de que el pensar imponga ya al ser su
esencia, como esencia reflejada en sí; al revés,
es el ser mismo el que se ha desdoblado ante
la mirada del pensar con lo cual lo obliga
también a flexionarse sobre sí. En el primer
capítulo de la Lógica de la esencia esto solo
se anuncia, pero únicamente a la altura de lo
absoluto, al final de esta doctrina, se alcanza
este resultado. En el fondo, lo que muestra
el capítulo de “Lo absoluto” es que el pensar
es un reflejo o manifestación de la realidad,
que él es la mostración de lo absoluto. En
consecuencia, el capítulo “La apariencia” lejos de ser un capítulo solo metodológico en el
cual aún no empieza la dinámica de la esencia, se perfila y anuncia todo el movimiento
dialéctico que ahora empieza. El camino de
esta doctrina consistirá en lograr realizar esa
unidad entre realidad sustancial y reflexión.
Tal unidad solo se proyecta en este capítulo,
pero se ganará por primera vez a la altura de
lo absoluto, donde de lo que se trata es de ver
que el pensar no se refiere a la realidad como
objetivamente o con distancia, sino que él es
la manifestación o dinámica de lo real mismo.
Más aún, el resultado al que llega el capítulo
sobre la reflexión es muy importante porque, al
concebir la esencia en forma de una reflexión
inmanente, no vacía sino determinada,
avanza en la fluidificación de la realidad, en
su dinamización y movimiento. La realidad
ha dejado de verse como suma de objetos allí
puestos, externos unos a los otros; y aunque la
objetividad no se ha difuminado aún, pues esto
solo ocurre a la altura de “el concepto”, sí se ha
vuelto movimiento y proceso (que es mucho
más determinado que el mero devenir puro).
De aquí también la importancia del capítulo
comentado: en él se encuentran los elementos
centrales de toda la lógica de la esencia.
2. Se entiende ahora que en el capítulo “La
apariencia” se presente por primera vez
con mucha fuerza la reflexión o el sujeto
en la Lógica. Ya en la noción de “reflexión
determinada” se pone en evidencia que
la reflexión debe ser incluida dentro de la
autopresentación del pensar. Aquí aparece
la reflexión externa y su dialéctica muestra
que la actividad de esta reflexión debe ser
cobijada por el movimiento interno del pensar; en efecto, lo que se muestra al final de
la esencia, en la dialéctica de lo absoluto, es
que la reflexión, que es actividad consciente
del sujeto, tiene que verse como parte de la
actividad del absoluto mismo. Allí Hegel
señala que si vemos la reflexión del sujeto
consciente como algo separado de lo absoluto no la hemos captado. Sí hay reflexión,
pensamiento, actividad consciente, pero ya
está incluida dentro del movimiento de la
realidad. Por eso la exposición del pensar no
es una que se haga desde fuera, sino que es
interna, es una presentación propia del pensar
en su desenvolvimiento. Lo que se pone en
evidencia al final de la Doctrina de la esencia
es que el pensamiento o la actividad subjetiva
implica un dejarse llevar por el movimiento
mismo de la realidad racional. Cuando el
pensamiento es muy invasivo deforma la
realidad, pues le inserta arbitrariamente sus
propias determinaciones. Eso es lo que hace
la reflexión como la tematizó la historia de la
filosofía. En cambio, la reflexión tiene que ser
parte del movimiento de las cosas. Lo anterior
cambia la noción misma de reflexión, que
ahora es el nombre para la flexión que produce el pensamiento o, dicho de otra forma,
es el nombre para el hecho de que la realidad
misma se flexiona y alcanza una visión consciente de su propia actividad: “esta actividad
suya es el mismo movimiento de la reflexión
y solo como tal lo absoluto es verdaderamente
la absoluta identidad” (Hegel, 2016d, p. 193).
De ahí la importancia de este capítulo, que
atisba el curso que va a tomar la Lógica de la
esencia: la reflexión se puede empezar determinando desde la exteriorización extrema,
desde la pura abstracción de un pensar que
se ve a sí mismo como ajeno a las cosas, pero
el camino muestra la interioridad de esta
reflexión como actividad del pensar. A una
reflexión que es externa, porque asume su
tendencia a la ausencia de totalidad, y que
por ello pretende oponerse a lo absoluto, se le
mostrará que en ella se presenta la totalidad.33
3
Ya en la Lección de lógica y metafísica de 1801-1802 se habla de un
“esfuerzo de la razón” que se expresa en la “reflexión” por cuanto
esta “pone dos contrapuestos con cada uno determinado” y “luego
busca sintetizarlos de nuevo”, confiando así básicamente en el
movimiento de la disyunción (Hegel, 1998); la reflexión externa, sin
embargo, se vuelve antinómica porque “no reconoce la nulidad de
sus contrapuestos y síntesis” y es incapaz de establecer la totalidad
racional (Düssing, 1988, p. 70).
3. El concepto de reflexión es propiamente
especulativo. Por un lado, señala una filosofía
unilateral, la de la reflexión, pero, por otro,
con él la filosofía es capaz de llegar a su fundamento. Se trata de un concepto negativo
al que le es ínsita una contradicción, porque
en él resuena al mismo tiempo una posición
y la posición contraria. Por un lado, está la
crítica a lo que desde el escrito de Jena Creer
y saber o la filosofía reflexiva de la subjetividad
en todas sus formas como filosofías de Kant,
Jacobi y Fichte, Hegel denomina filosofías
de la reflexión que hacen predominar una
razón desarraigada, una que reflexiona sobre
su lugar en el mundo, pero sin darse cuenta
de que ella misma está condicionada (Hegel,
2016b, p. 288). Para la tradición moderna, la
reflexión es la capacidad de la conciencia de
mirarse a sí misma; la conciencia es autoconciencia. Toda la filosofía de la reflexión, desde
Descartes hasta Kant y la filosofía poskantiana, acentúa este aspecto: la conciencia no
solo está sumida en el mundo, en una realidad
que le llega externamente, sino que también
es capaz de tomar distancia de sí, de verse
reflejada en ella misma y elucidar la realidad
desde esa especie de distanciamiento objetivo.
Se trata de la conciencia que reflexiona sobre
ella misma, que primero está desarraigada
del mundo, y después elabora sus facultades.
Kant describe, en este sentido, una conciencia
que se examina a sí misma en sus facultades y
alcances, pero eso es puramente reflexivo en
tanto se trata de una conciencia que primero
se sustrae del mundo y luego asume la tarea
de pensar sobre ella misma. La reflexión
filosófica, la de la filosofía de la subjetividad,
asume una conciencia que busca desde ella
la unidad con la realidad, pero bien vista esta
reflexión es especular, es la de un pensar que
es reflejo de un todo que lo sostiene. En otra
formulación, en la reflexión suena la tradición
de la filosofía de la reflexión, pero a la vez el
derrumbarse y llegar al suelo de esta filosofía,
es decir, su superación. La razón especulativa, la reflexión genuina, sabe que su razón y todo
su ser es un reflejo de esas determinaciones
en las que se encuentra. El concepto tiene
entonces un lado crítico, señala una filosofía
que debe ser superada, pero también tiene
un lado afirmativo, y con él vemos ahora sí la
esencia del pensar. Ver la reflexión en sentido
filosófico es entenderla como el pensar que
refleja una totalidad. No es que las filosofías
de la reflexión estén equivocadas, sino que se
quedan cortas: describen una conciencia que
se desapega de sí misma, sin darse cuenta de
que hace parte de un todo sustancial que la
sostiene. Así entendida, la reflexión es una
especie de proceso de sustraerse de esa pertenencia sustancial, mientras que Hegel quiere
ir en otra dirección: una conciencia que vaya
reconociendo su conexión e imbricación
con esas totalidades de sentido de las que
participa. La marca de la conciencia reflexiva
está en que la reflexión siempre implica parar
y mirar. Ese momento es correcto, pero es
insuficiente porque el ejercicio de la razón
no solo debe mostrar que ella toma distancia,
sino que es capaz de reconocer que participa
de una totalidad de la cual surge. Somos
reflexión inmersa en un todo sustancial.44
4
Bruno Liebrucks ha mostrado que en la reflexión se puede intentar representar este momento “subjetivo” con las expresiones
reflexivas y adverbiales (reflexión exteriorizada), el momento
“objetivo” (positivo) (Liebrucks, 1974, pp. 122 y 150). Un paralelo
complementario y no menos importante para la presentación de
la reflexión en el lenguaje son las observaciones de Richli (1982).
Para la sistemática de la reflexión externa y su desarrollo en la obra
de Hegel, debe consultarse la sección “Verhältnis der Spekulation
zum gesunden Menschenverstand” (2, 30-35). Sobre este tema,
cf. Walter Jaeschke (1978). Me aparto de su interpretación, pues
califica la “mala reflexión” como “precientífica” (p. 102), perdiendo
de vista que en la Lógica se señala a la altura de lo “Absoluto” que
la reflexión externa no está simplemente excluida, sino que tiene
un sentido al interior del pensar.
Lo que está en juego aquí es la distinción entre
reflexión y reflexión real o especulación que
diferencia a Hegel de Kant. La reflexión es la
de una autoconciencia aislada de contextos
mundanos, una conciencia ensimismada,
que reflexiona sobre sí misma, sobre la
razón, sus contenidos y límites; esa razón no tiene contenidos sustanciales, sino solo
un contenido racional formal. La reflexión
sobre la reflexión, es decir, la especulación,
reconoce que el pensar, el conocer, siempre tiene lugar en medio de una situación
sustancial, objetiva, concreta, bajo ciertas
situaciones. No hay una conciencia pura en
un sentido formal, sino que esta se encuentra
mediada por determinaciones previas. A esto
Hegel lo denominó en Jena “reflexión sobre
la reflexión” para destacar que el pensar es
un reflejo del todo: pensamiento y realidad
sustancial se reflejan mutuamente como en
un juego de espejos (Hegel, 2016b, p. 25).
4. Este concepto de reflexión permite aclarar el debate acerca de qué entiende Hegel por metafísica. La reflexión en sentido hegeliano o especulación muestra, en el fondo, la insuficiencia tanto de la noción de esencia de la ontología tradicional como la de la reflexión de la filosofía de la subjetividad. Hegel presenta la manera defectuosa como desde ambas perspectivas se interpreta la apariencia (Schein). La ontología tradicional toma correctamente lo inmediatamente dado como puro Schein, pero esto lo interpreta como lo irreal frente a un ser sustancial e independiente de la reflexión. Esta ontología tradicional es lo que Hegel entiende por metafísica. Como sabemos, en el “concepto previo” (Vorbegriff) de la Enciclopedia, Hegel define la “metafísica prekantiana” como el “primer posicionamiento del pensamiento frente a la objetividad” y señala que por ella debemos entender “el último filosofar” o “la metafísica antigua, tal y como era para nosotros antes de la filosofía kantiana” (wie sie vor der Kantischen Philosophie bei uns beschaffen war) (Hegel, 2016a, p. 93). Allí Hegel no se refiere a toda la metafísica prekantiana, sino a la escuela metafísica de Wolff, a favor de lo cual habla la definición del “periodo de la metafísica” en las Lecciones sobre historia de la filosofía como el del pensamiento de Wolff y Spinoza. Hegel afirma lo siguiente:
Los filósofos antiguos y sobre todo los escolásticos dieron el material (Stoff) para esa metafísica. En la filosofía especulativa el entendimiento es un momento, pero un momento en el que no se permanece. Platón no es un metafísico ni mucho menos Aristóteles, a pesar de que comúnmente se cree lo contrario. (Hegel, 2016b, 122)
Según esto, la metafísica no incluye a la filosofía
antigua. Ahora bien, lo que Hegel llama metafísica
es, en últimas, el proyecto de elaborar una visión de
lo ente que se asume como estática, que no capta
su dinámica. Así las cosas, hay que señalar que la
metafísica para Hegel tiene varias expresiones o
modalidades.
Habría dos estaciones para la metafísica. Por un lado, la metafísica antigua de los griegos que no pudo tematizar la subjetividad por las limitaciones históricas de la experiencia griega de mundo; al no considerar la subjetividad, se pierde de vista el movimiento o dinámica de la realidad. Por otro lado, está la metafísica de los modernos (Wolff, Leibniz, Spinoza, etc.), que no supera la contraposición entre pensar y mundo sustancial. Esta filosofía de la subjetividad también parte de la premisa correcta de que la realidad es Schein que encuentra en la reflexión la fuente de su objetividad y cognoscibilidad, pero falla al tomar la reflexión como simple pensar subjetivo.55 5 Comentaristas como Rosenkranz (1870), Okochi (2008) y Hoffmann (2010) estarían de acuerdo con esta lectura, pues con ella se puede incluir a Platón, Aristóteles, la filosofía medieval, etc., dentro de lo que Hegel denomina “Metafísica prekantiana”. Andrés Parra ha defendido una posición similar a la aquí sostenida sobre la metafísica, pero leyendo el primer capítulo de la tercera sección de la doctrina de la esencia, “Lo absoluto” (Parra, 2021). La lógica de la reflexión de Hegel quiere superar estas dos posiciones, es decir, quiere superar la metafísica. Considera que el fundamento de la relación entre las categorías lógicas no yace ni en un ser objetivo (para el cual las categorías del pensar fueran externas) ni en una conciencia reflexiva. La reflexión es sujeto y sustancia a la vez, y no tiene más fundamento fuera de este proceso. En la Lógica de la reflexión las categorías lógicas toman la forma de determinaciones que se reflejan. Este llegar a ser determinaciones de la reflexión ocurre cuando dejan de tener el carácter de una relación externa con otras determinaciones y toman la forma de una auto-relación. Aquí reflexión es el nombre para el pensar, pero en tanto movimiento mismo del ser o, como lo formula Hegel, la reflexión resulta de “el movimiento infinito del ser” (Hegel, 2016d, 14).
Referencias
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