Revista Folios
Universidad Pedagógica Nacional
Historia escolar,
regulación curricular y opinión pública: diálogos ausentes
School History,
Curricular Regulation,
and Public Opinion:
Absent Dialogues
História escolar,
regulação curricular
e opinião pública:
diálogos ausentes
Para citar este artículo: Rodríguez-Ávila, S. P. y Acosta-Jiménez, W. A. (2024). Historia escolar, regulación curricular y opinión pública: diálogos ausentes. Folios, (59), 3-22. https://doi.org/10.17227/folios.59-16141
1 Resumen
En este artículo de reflexión se plantea un debate acerca del tratamiento que se ha dado en la opinión pública a la Ley 1874
del 2017, cuya expedición se llevó a cabo sin consultar la trayectoria de la investigación educativa y pedagógica acerca de la
enseñanza de las ciencias sociales y de la historia. Inicialmente se presentan y analizan los argumentos desde los cuales se
formuló y expidió la Ley 1874 del 2017 que busca restablecer la enseñanza obligatoria de la historia de Colombia. Posteriormente,
se identifica la matriz discursiva dominante en la opinión pública, que ha reiterado la necesidad de convertir la enseñanza de
la historia en una cátedra dentro del currículo oficial desde el supuesto de su desaparición en el escenario escolar. Luego
se presentan los enfoques que se han configurado en el país con respecto a la investigación del área de ciencias sociales y
de la historia, y desde este acumulado académico, se identifican las principales problemáticas que se deben abordar con el
propósito de contribuir al fortalecimiento del área en el currículo escolar.
Palabras clave
currículo; historia escolar; políticas educativas; ciencias sociales escolares
2 Abstract
This article raises a debate about the treatment that has been given in public opinion to the Law 1874 of 2017, which was
enacted without consulting the trajectory of educational and pedagogical research on the teaching of Social Sciences and
History. Initially, the arguments from which Law 1874 of 2017 was formulated and enacted are presented and analyzed, which
seeks to reinstate the compulsory teaching of Colombian History. Subsequently, the dominant discursive matrix in public
opinion is identified, which has reiterated the need to reintroduce the teaching of History as a subject within the official
curriculum, assuming its disappearance from the school setting. Then, the approaches that have been configured in the
country regarding research in the field of Social Sciences and History are presented and from this academic accumulation,
the main issues that must be addressed are outlined in order to contribute to the strengthening of this area in the school
curriculum.
Keywords
curriculum; school history; educational policies; school social sciences
3 Resumo
Este artigo levanta um debate sobre o tratamento que vem sendo dado na opinião pública à Lei 1874 de 2017, cuja edição
foi realizada sem consultar a trajetória de pesquisas educacionais e pedagógicas sobre o ensino de Ciências Sociais e
da história. Inicialmente, são apresentados e analisados os argumentos a partir dos quais foi formulada e emitida a Lei
1874 de 2017, que busca restaurar o ensino obrigatório da História da Colômbia. Posteriormente, identifica-se a matriz
discursiva dominante na opinião pública, que tem reiterado a necessidade de converter o ensino da história em cátedra
dentro do currículo oficial, desde o pressuposto do seu desaparecimento no meio escolar. Em seguida, são apresentadas
as abordagens que se configuraram no país no que diz respeito à pesquisa na área de Ciências Sociais e História e, a
partir desse acúmulo acadêmico, os principais problemas que devem ser enfrentados com a finalidade de contribuir para
o fortalecimento da área no currículo escolar.
Palabras clave
currículo; história escolar; políticas educacionais; ciências sociais escolares
4 Introducción
Desde el año 2016 cuando se inició el trámite
legislativo de la iniciativa de la senadora Vivian
Morales que buscaba “restablecer la enseñanza
obligatoria de la historia como una asignatura
independiente en la educación básica y media”
(Morales, 2016, p. 2), que finalmente se convirtió
en la Ley 1874 del 2017 mediante la cual se modifica parcialmente la Ley 115 de 1994, se abrió un
debate en torno al lugar que ocupó la enseñanza
de la historia desde los años noventa. Quienes
promovieron la promulgación de esta ley partieron
de dar por cierto que en las instituciones escolares
de Colombia no se enseña historia, a partir de un
argumento ampliamente acogido por un sector de
la comunidad de historiadores, según el cual, la
expedición de Ley General de Educación eliminó
la historia como disciplina escolar. Esta posición
avanzó y se convirtió en uno de los principales
argumentos no solo para sustentar la necesidad de
una cátedra especialmente orientada a la enseñanza
de la historia de Colombia sino para plantear que
los profesores de ciencias sociales no cuentan con
los conocimientos disciplinares suficientes para
afrontar la enseñanza de esta disciplina y que las
licenciaturas han eliminado de sus planes de estudio
el análisis de la historia de Colombia.11
1
La Ley 1874 del 2017 estableció la conformación de una Comisión Asesora para la enseñanza de la historia de Colombia como un “órgano
consultivo para la construcción de los documentos que orientan
el diseño curricular de todos los colegios del país” (art. 6, § 1).
Como resultado de las sesiones que realizó entre el 2019 y el 2022,
presentó el documento La enseñanza de la historia de Colombia.
Ajustes posibles y urgentes para la consolidación de una ciudadanía
activa, democrática y en paz, que propone unas “recomendaciones
para el diseño y actualización de los lineamientos curriculares de
ciencias sociales, bajo el enfoque de enseñanza de la historia en
la educación básica y media de la República de Colombia”. En
el momento en que la revista evaluó este artículo, no se había
publicado el documento de la Comisión Asesora, por tal razón,
en el presente artículo solamente se referencian las discusiones
producidas en torno a la Ley 1874 de 2017 para problematizar el
debate acerca de la enseñanza de la historia, que tuvo lugar a
propósito de la expedición de esta ley.
De otro lado, un conjunto de académicos que ha dedicado su vida profesional a la investigación y la innovación educativa plantea que, contrario a lo que ha sostenido buena parte del sector de los historiadores, esta disciplina se ha mantenido en la enseñanza escolar porque el currículo colombiano no es prescriptivo en su selección temática, lo cual ha permitido que distintas redes y colectivos de maestros, y varios grupos de investigación adscritos a las universidades en el marco de la formación de docentes, hayan llevado a cabo proyectos de investigación e innovación, así como ensayos, encuentros y eventos académicos que, en su conjunto conforman una cartografía amplia de experiencias ligadas con la enseñanza y el aprendizaje de las ciencias sociales y de la historia, que debe servir de base para analizar las dimensiones y dinámicas de esta área escolar y para identificar sus problemas y alcances.
5 Supuestos que sustentan la necesidad del retorno de la enseñanza de la historia a la escuela
En el año 2007, la Secretaría de Educación del
Distrito (sed) financió un proyecto curricular
para la construcción de campos de pensamiento
histórico, “compuesto por elementos ontológicos,
conceptuales, relacionales, demostrativos, lógicos,
simbólicos y creativos” (sed, 2007, p. 54), desde el
cual algunos historiadores identificaron la necesidad
de reestructurar el currículo para que la historia
escolar se convirtiera en un área independiente.
Aunque los planteamientos de este proyecto recogen
algunos postulados derivados de trabajos referidos
al desarrollo cognitivo, no se estableció un diálogo
con otras investigaciones educativas, aunque sí
empezó a posicionar en la opinión pública la idea,
en la actualidad ampliamente aceptada, según la cual
la historia había desaparecido del contexto escolar.
Entre el 2011 y el 2017 se publicaron varias
columnas de opinión, notas periodísticas y entrevistas en las cuales, a propósito de los debates acerca
de la memoria histórica por efecto de la creación del
Centro Nacional de Memoria Histórica (cnmh),
se consultó a historiadores con reconocimiento
nacional acerca de la enseñanza de la historia. Todos
ellos consideraron que la historia había desaparecido
del currículo, que había quedado diluida en el área
de ciencias sociales y que los profesores no tenían
formación disciplinar para enseñar con solvencia
los contenidos propios del área.
Las fuentes de estas afirmaciones procedían de la experiencia de algunos de ellos con las generaciones más jóvenes, que, en su criterio, no se interesaban por el pasado de su país, no sabían qué festivos se conmemoraban y no tenían capacidad para tomar decisiones (Linares, 2013). Por ejemplo, Javier Guerrero, presidente de la Asociación Colombiana de Historiadores, afirmó que no existían políticas estatales referidas a la enseñanza de la historia:
[…] a los jóvenes de hoy solo les importa el ahora… Estamos conformando un comité asesor para hacerle ver al país esta necesidad de recuperar la historia, pues no existe una política de estado frente a su enseñanza. Es un país de analfabetas históricos. (citado en Linares, 2013)
Varios de los historiadores consultados en aquel
momento coincidieron en apoyar el trámite legislativo del proyecto que la senadora Vivian Morales22
2
Viviane Morales Hoyos es una abogada y política colombiana con
una amplia trayectoria en cargos públicos tanto de designación
como de elección popular. Fue representante a la Cámara, inicial-
mente por el Movimiento Unión Cristiana (1991-1994) y luego por el
Partido Liberal (1994-1998). También fue senadora de la República
por el Movimiento Independiente Frente de Esperanza “Fe” (1998-2002) y por el Partido Liberal (2014-2018). Su trabajo legislativo
estuvo asociado a la aprobación de varias leyes propuestas y
aprobadas en la Comisión Primera del Senado y su vida pública
goza de importante reconocimiento, en particular por su paso por
la Fiscalía General de la Nación entre el 2010 y el 2011, periodo en
el cual se realizaron investigaciones penales de relevancia para
el país referidas a las interceptaciones ilegales del Departamento
Administrativo de Seguridad (das) contra políticos de la oposición,
magistrados, y periodistas y al caso de asignación irregular e ilegal
de subsidios otorgados en el marco del programa Agro Ingreso
Seguro, en el cual resultó condenado el exministro de Agricultura
Andrés Felipe Arias. Según el portal Congreso Visible, entre el 2014
y el 2018 la senadora Viviane Morales participó en 16 proyectos
legislativos dentro de los cuales el de mayor figuración pública,
debido a su militancia cristiana, fue la gestión de un proyecto de
ley que buscaba que la adopción fuera aprobada solamente para
parejas heterosexuales. A pesar de que la Corte Constitucional
estableció que el Estado no puede prohibir adopciones solicitadas
por parejas del mismo sexo o solteras porque prima el interés de los
niños en situación de vulnerabilidad (Sentencia C-683 del 2015), la
senadora ocupó su agenda legislativa en la recolección de más de
dos millones de firmas que buscaban la aprobación de un referendo
para modificar el artículo 44 de la Constitución Política Nacional
(Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, 2021).
presentó en el año 2016, que sirvió de base para la
promulgación en diciembre del 2017 de la Ley 1874,
que modificó parcialmente la Ley General de
Educación. Esta norma incentivó amplios debates
sobre el sentido de la enseñanza de la historia en
Colombia, en el contexto de controversias que se dieron a partir de lo que fue la firma de los acuerdos de
paz entre la guerrilla de las farc-ep y el gobierno
de Juan Manuel Santos. Para algunos, esta ley era
necesaria para posibilitar la configuración de una
versión del conflicto armado colombiano y las
opciones que nos brindaba el acuerdo de paz. Esta
ley, además, se reconoció como una agenda de
formación para las nuevas generaciones y una plataforma referida al papel de la historia que responde
a visiones y anclajes pedagógicos y disciplinares del
siglo xx. Por lo cual, en este apartado proponemos
caracterizar la agenda formativa y política tanto del
documento de exposición de motivos que sustentó la
propuesta legislativa, como de la misma ley, a partir
del análisis de sus limitaciones expresadas en la falta
de reconocimiento de las experiencias de los docentes en ejercicio de la educación básica y media y de
la ausencia de interlocución con el conocimiento
del campo de investigación y producción académica
de la enseñanza de la historia y las ciencias sociales
en Colombia.
En relación con el proyecto de ley o documento
de exposición de motivos, este fue presentado el 21
de abril del 2016 por la senadora Vivian Morales
Hoyos con el propósito reestablecer “la enseñanza
obligatoria de la historia como una asignatura independiente en la educación básica y media”, asunto
que en la Ley 1874 del 2017 quedó establecido como
“Restablecer la enseñanza obligatoria de la Historia
de Colombia como una disciplina integrada en los
lineamientos curriculares de las ciencias sociales en
la educación básica y media”. Como se evidencia,
en la ley no se mantuvo el proyecto original que
buscaba convertir la Historia de Colombia en una
asignatura independiente; solamente se mantuvieron los objetivos referidos a la formación del
pensamiento crítico, de la memoria histórica y de
la identidad nacional.
El proyecto de la exposición de motivos expresa
que se fundamentó en las “consultas a la mayoría de
las facultades y departamentos de historia de las universidades públicas y privadas del país” y en las recomendaciones de la Academia Colombia de Historia
y la Asociación Colombiana de Historiadores
(Morales, 2016, p. 5). En esta postura se manifiesta
un interés por conformar la comisión consultiva,
mas no se encuentra una reflexión profunda sobre
el estado de la enseñanza de la historia en el ámbito
escolar en el país, ni se aprecia una aproximación
analítica al acumulado académico de los programas
de licenciatura en ciencias sociales que en la práctica
se encargan de la formación de los profesionales de
estas asignaturas.33
3
En el documento no se encuentra un análisis de los planes de
estudio, las estrategias de formación, las prácticas de evaluación,
los perfiles profesionales de egreso, las condiciones de calidad
(registro calificado y acreditación), la conformación del cuerpo
docente ni la experiencia investigativa de las licenciaturas ni de
las carreras de historia.
En la exposición de motivos del proyecto de ley
se señala que se consultó la producción académica
acerca de la enseñanza de la historia en el país a
través de tres estrategias: 1) revisar la producción
académica sobre la enseñanza de la historia, lo cual
se presentó como un “estado del arte” y sirvió para
identificar autores que fueron entrevistados como
Darío Campos, Gina Velasco y Luz Eugenia Pimienta,
entre otros; 2) recibir e incluir los aportes escritos que
fueron remitidos por Andrés Mauricio Escobar, José
Manuel González y Carlos Alberto Sanabria sobre
asuntos relacionados con la enseñanza de la historia; y
3) participar en dos eventos académicos con el interés
de tener una visión de especialistas del problema de
la enseñanza de la historia.
proyecto de ley se desarrollan seis apartados: presentación, antecedentes, justificación, ¿qué opinan
los docentes?, materialización de los contenidos a
través de los lineamientos curriculares, y propuesta
de articulado para el proyecto de ley. En el primer
apartado, se plantea que el proyecto fue sometido
a la revisión de la Academia Colombiana de Historia
e instituciones afines, de la Asociación Colombiana
de Historiadores, así como de historiadores y docentes que sustentan la necesidad de este proyecto. El
segundo apartado se conforma de tres acápites: en el
primero, se muestra de manera global cómo se llevó
a cabo el proceso de institucionalización de la historia escolar en Colombia, a partir de los “momentos
que marcan hitos en la concepción y didáctica de
la historia en ámbitos escolares en nuestro país”
(Morales, 2016, p. 7); sin embargo, este análisis se
reduce a la descripción simplificada de aspectos
como el papel que desempeñó el manual escolar de
Henao y Arrubla en la configuración del imaginario
de la historia patria, las propuestas pedagógicas y los
debates políticos que se dieron sobre la enseñanza de
la historia en contextos históricos como la República
Liberal y el Frente Nacional, la irrupción de la nueva
historia en el país y el desarrollo de la historia como
disciplina que no logró afectar las prácticas de enseñanza de la historia, las propuestas gubernamentales
de reforma curricular (Decreto 1002 de 1984), la
acción pública del movimiento pedagógico, y la
formulación de la Ley General de Educación.
En el segundo acápite, se señala que la historia es una asignatura obligatoria pero invisible, esto con referencia a la Ley General de Educación y a los artículos donde se señala la obligatoriedad de la historia como parte de las ciencias sociales. No obstante, el cuestionamiento que se plantea en la exposición de motivos se basa en testimonios de la práctica docente que según este proyecto:
[…] coinciden en afirmar que la asignatura de “sociales” es una especie de “caja de pandora”, donde caben todos los temas que no logran incorporarse en otras asignaturas, que van desde la discusión de problemas de coyuntura hasta orientaciones sobre comportamiento y salud a los alumnos, y que en la mayoría de los casos es el maestro quien define los contenidos del curso según su formación académica o sus preferencias. (Morales, 2016, p. 11)
Así se reitera una postura que tiende a generalizaciones sobre lo que acontece en las prácticas de
enseñanza de la historia y que desconoce los procesos de investigación en el campo de la didáctica
de esta disciplina que, ha estado articulada al área
de ciencias sociales y se ha definido a propósito
de un conjunto de tensiones entre tradiciones
disciplinares, trayectorias históricas que subsisten
en el área y demandas normativas y del contexto
(Arias, 2015a). De allí, la importancia de reconocer
los análisis que evidencian la complejidad de las
prácticas de enseñanza de la historia que acontecen
en el ámbito escolar, en donde estas se caracterizan
por su diversidad en las metodologías, los referentes
historiográficos y las relaciones entre la historia
escolar, las disciplinas sociales y las condiciones
socioculturales (Velasco, 2014).
El tercer acápite se centra en la discusión sobre
los Lineamientos curriculares para el área de las
ciencias sociales (Ministerio de Educación Nacional,
2002) y su impacto en la enseñanza de la historia a
partir de un cuestionamiento a los debates epistemológicos desde los cuales se formuló la enseñanza
de las ciencias sociales integradas, a las cuales se les
reduce al calificativo de un “eterno presentismo”
(Morales, 2016, p. 13). Este tipo de apreciación
desconoce las experiencias de los maestros en
ejercicio y las propuestas curriculares derivadas de
los lineamientos que se han apropiado de maneras
diversas y complejas, como se muestra en investigaciones recientes sobre la enseñanza de la historia
en Bogotá, que han identificado la manera como en
las instituciones educativas los planes de estudio se
formulan a partir de los lineamientos curriculares y
se mantiene la división entre historia y geografía en
un número importante de los currículos escolares
(Londoño et al., 2015).
El señalamiento al presentismo simplifica los
enfoques incluso desde la misma disciplina histórica, al interior de los cuales se problematiza el
tiempo a la manera de un diagnóstico de época,
como lo señala Rabotnikof, en la cual se han transformado “las formas de articulación con el espacio
de experiencias de las generaciones previas” y se
ha pasado a “una memoria que se construye con
fragmentos de esas experiencias, trozos rescatados
y rearmados desde el presente” (2017, p. 33). En
este sentido, la actualidad hace parte del análisis
histórico y por tanto de su enseñanza, aspecto en
el cual se deben reconocer los aportes acerca de las
relaciones entre memoria y educación expresados
en la enseñanza del tiempo presente, enseñanza
del pasado reciente y la pedagogía de la memoria
(Arias et al., 2022), los cuales son desconocidos en
el documento de exposición de motivos.
El tercer apartado incluye una justificación que se divide en cuatro acápites: la importancia de la historia en la formación escolar, el desarrollo de la conciencia crítica, la contribución a la identidad nacional y el despliegue de la memoria histórica. El primero, se centra en la defensa férrea de la historia como una disciplina particular que se debe enseñar en las instituciones escolares. Aunque se reitera el reconocimiento del aporte de los lineamientos curriculares, se presenta un argumento que, en nuestra perspectiva, contradice el supuesto de restablecer la enseñanza de la historia, puesto que se evidencia que el conocimiento histórico es predominante en la enseñanza de las ciencias sociales:
Reivindicar que se tenga una materia con el nombre Historia dentro del currículo es, en últimas, reconocer que es el referente más fuerte dentro del trabajo que realizamos hoy bajo el nombre de Ciencias Sociales. Éste es el conocimiento que mejor orienta las reflexiones al interior del aula y a partir de ellas el estudiante se va acercando al entendimiento de mundo que lo rodea. (Morales, 2016, p. 16)
Los siguientes tres acápites (conciencia crítica,
identidad nacional y memoria histórica), se convirtieron en los objetivos de la Ley 1874 del 2017.
Llama la atención que estos conceptos se asumen
por fuera del campo de la pedagogía y las didácticas
de las ciencias sociales; además, no se evidenció un
diálogo con las experiencias escolares que materializan propuestas formativas desde las categorías que
fundamentan la exposición de motivos de la ley.
En este proyecto legislativo, para referirse a la
formación de conciencia crítica, se abordaron los
planteamientos del historiador Joseph Fontana sobre
la necesidad de formar en pensamiento histórico y
conciencia crítica sobre el pasado para comprender
el presente. Sin embargo, en la Ley 1874 del 2017 no
se consideró la categoría que sustentó el documento
de la exposición de motivos, sino que se adoptó la
categoría de pensamiento crítico, sin explicar esta
modificación y sin sustentar el enfoque educativo
que se incorporó en la ley, lo que constata que no
se tuvo en cuenta la investigación educativa, que
ha tematizado el pensamiento crítico desde varios
postulados, con la intención de superar ambigüedades que comúnmente se generalizan y se asumen
como “verdades” (Minte e Ibagón, 2017). Este
aspecto lo consideramos relevante en los procesos
de formación histórica, teniendo en cuenta que
las propuestas y experiencias que actualmente se
desarrollan en el escenario escolar se enfrentan a la
tensión de formar en competencias o formar para
el desarrollo del pensamiento crítico en contextos
educativos diversos en los cuales el conocimiento
escolar está definido por un “quehacer práctico”
que se constituye tanto por los saberes del currículo
como por “el sentido cognitivo y performativo” de
los docentes de ciencias sociales (Arias, 2020, p. 90).
En relación con la identidad nacional, el proyecto
legislativo la define en la justificación como un
“marco de referencia social y político basado en la
construcción de una memoria colectiva mediante la
cual enfrentamos el mundo” (Morales, 2016 p. 20).
Además, articula otros aspectos como el sentido
de pertenencia a una comunidad imaginada, que
es la nación; promover máximas que orienten los
contenidos y las pedagogías del patriotismo en las
escuelas, y finalmente, reconocer “el papel que puede
cumplir la propuesta epistemológica y pedagógica
de los Lineamientos Curriculares, especialmente
el enfoque que busca combinar la docencia con la
investigación de la historia y la motivación a los estudiantes” (Morales, 2016, p. 23). Estos asuntos que se
formularon en el proyecto de ley son limitados frente
a las producciones académicas y las investigaciones
que desde el campo de la didáctica de la historia
en Colombia dan cuenta del papel desempeñado
por la historia y las ciencias sociales escolares en
la formación de la identidad nacional (Acevedo
y Samacá, 2012; Arias, 2015a; Arias, 2015b;
González, 2015; Herrera et al., 2003; Rodríguez,
2017) y en el análisis de la diversidad cultural y su
relación con la formación de la identidad nacional
(Henríquez, 2014).
Con respecto a la memoria histórica, el proyecto
asume esta categoría como un mecanismo para la
construcción de la paz. En la Ley 1874 del 2017 el
objetivo se formuló de la siguiente manera: “promover la formación de una memoria histórica que con-
tribuya a la reconciliación y la paz en nuestro país”.
En términos de la justificación de este objetivo, en
el proyecto se señala la importancia de comprender
analíticamente la memoria colectiva, el ejercicio de
recuperar la memoria social en función de sanar a
las sociedades, la búsqueda de la verdad como presupuesto para la no repetición de crímenes atroces,
la construcción de principios contra la impunidad
y la generación de atmósferas narrativas de perdón;
asuntos que implican para la enseñanza de la historia “preservar la memoria colectiva del conflicto
armado que está en su proceso de negociación, y
trasmitirla a todos los nuevos estudiantes, que hacen
parte de lo que comúnmente se ha denominado
‘generación de la paz’ ” (Morales, 2016, p. 23). En
este aspecto de la justificación no se referencia la
producción académica de la investigación educativa
acerca de la memoria histórica, la pedagogía de la
memoria y la memoria social (Arias et al., 2022).44
4
En este trabajo se puede encontrar una amplia bibliografía acerca
de la memoria histórica, pedagogía de la memoria y enseñanza del
pasado reciente, de la historia reciente y de la historia del tiempo
presente, no solamente en el contexto nacional, sino en países como
Chile y Argentina, donde existe una sólida comunidad que, además
de investigar en estos temas, se ha convertido en escenario de formación posgradual para un amplio número de docentes colombianos
cuyas producciones académicas han contribuido a fortalecer la
investigación educativa en el país. Estos trabajos compilados en este
libro también muestran la trayectoria que en cada caso ha tenido el
abordaje pedagógico de los pasados violentos en relación con los
tres contextos nacionales que se abordan en el libro.
En el cuarto apartado titulado “¿Qué opinan los
docentes?”, se cita una consulta a 116 profesores de
diversas áreas académicas de instituciones educativas públicas y privadas en donde el 99 % manifestó
estar de acuerdo con “volver a enseñar específicamente Historia de Colombia en los colegios del país”
(Morales, 2016, p. 29). Este ejercicio presenta varios
supuestos sobre el deber ser de la historia escolar.
Entre otros se destaca que, según los docentes consultados, la enseñanza de la historia es central en la
construcción de referentes de identidad nacional, acervo cultural, sentido patriótico y conocimiento
del pasado, asuntos que se relacionan con la ausencia de una asignatura de historia de Colombia que
incide para que los jóvenes asuman referentes culturales exógenos que implica el “repudio o desdén”
de nuestras raíces.
El proyecto de ley llega a esta conclusión desconociendo la centralidad que los niños y jóvenes tienen
en los procesos de aprendizaje, en los cuales no solamente inciden los aspectos de orden cognitivo, sino
los entornos familiares y culturales, que complejizan
la manera como se configura la conciencia histórica
y la comprensión del pasado (Aguilera y González,
2009; Ibagón y Miralles, 2021). Esto implica que el
proyecto tampoco tuvo en cuenta los amplios procesos sociales y culturales que caracterizan la sociedad
colombiana, los cuales tendrían que ser objeto de
estudio de las ciencias sociales, no solo con una
sólida indagación histórica desde las aulas escolares,
sino desde las condiciones de la cultura actual que
implican comprender las juventudes y las infancias
en el ámbito de una cultura global y diversa.
En este apartado también se argumenta a partir
de la opinión de los docentes que los estudiantes desconocen el pasado de los colombianos y van siendo
enajenados culturalmente por la falta de formación
histórica. En el proyecto de ley esto se constituye
en una opinión sin fundamentación porque no se
tienen en cuenta los estudios acerca de los aprendizajes y conocimientos históricos que apropian
y desarrollan los estudiantes escolares (Higuera,
2016; Ibagón y Miralles, 2019; Meertens et al., 2017;
Ramos, 2017;), ni los procesos de formación política
que se hacen visibles en las prácticas pedagógicas de
los licenciados en formación (Aponte et al., 2020).
En el quinto apartado, titulado “Materialización
de los contenidos a través de los Lineamientos curriculares”, se plantea que se mantiene la autonomía
contemplada en la Ley General de Educación, al
no imponer contenidos y respetar el criterio de las
instituciones escolares en el diseño y desarrollo de
sus propuestas curriculares, asunto que se queda
en buenas intenciones, puesto que el proyecto
legislativo y la Ley 1874 del 2017 le apuestan a la
formulación de unos lineamientos curriculares para
la asignatura de historia que deben generar una
reforma normativa con la cual se busca alterar las
condiciones sociohistóricas de la escuela y modificar
de manera mecánica las prácticas de enseñanza.
El sexto apartado corresponde a la propuesta de articulado del proyecto de ley que buscaba restablecer la enseñanza de la historia como una asignatura obligatoria, reformar varios artículos de la Ley General de Educación y establecer responsabilidades y plazos para la formulación de lineamientos curriculares y la creación de una comisión asesora del Gobierno Nacional.
6 Configuración de la matriz discursiva dominante en la opinión pública acerca de la enseñanza de la historia
Desde el momento de su conformación como
saber escolar, la enseñanza de la historia ha estado
articulada a los procesos políticos que caracterizan
cada contexto histórico nacional. En el siglo xix
y por lo menos hasta mediados del siglo xx, se le
atribuyó un papel destacado en la construcción
de sentimientos patrióticos y en la configuración
de la identidad nacional. Desde los años sesenta
estuvo definida por los debates curriculares tanto
internos (selección de contenidos, definición de
materiales para la enseñanza, intensidad horaria)
como externos (tecnología educativa, modelos
instruccionales, articulaciones con las problemáticas
sociales) promovidos por el contexto internacional
y las conferencias mundiales de educación.
A partir de los años noventa se ha convertido
en un fructífero campo de debate en relación con la
prevalencia de la disciplina o la interdisciplina, o de
objetivos formativos ligados con la educación para
la convivencia y la democracia o de los procesos
cognitivos relacionados con las representaciones
sociales, las nociones sociales, las competencias
o los campos del conocimiento histórico. Esto ha
estado vinculado al contexto político ya que desde
allí se han definido como interés básico de las ciencias sociales y de la historia su articulación con las
competencias ciudadanas.
Más recientemente, y de manera precisa en lo que
va corrido del siglo xx, la enseñanza de la historia
y las ciencias sociales sigue presente en el debate
público, ya no solo en función de unos imaginarios
de nación, de su afinidad con ciertos valores y
símbolos articulados a la noción de patria o a los
requerimientos de las reformas educativas en el
ámbito internacional, sino en el marco de las exigencias de comprensión de los sentidos del pasado, que
se hacen visibles en la gestión de las políticas de la
memoria en el marco de las dinámicas del conflicto
armado y de los procesos de negociación y paz.
Los argumentos que sustentaron la formulación
de la Ley 1874 del 2017 no parten de este contexto,
aunque sí se convirtieron en una posición dominante, desde la cual se hacen valoraciones acerca de
la enseñanza de la historia. Dichas valoraciones se
discutieron en los ámbitos legislativo y de la opinión
pública, escenarios donde se privilegió la voz de un
conjunto de actores que se han autoafirmado como
expertos y que promovieron un “denominador
común” ampliamente compartido desde el cual
se configura una matriz discursiva de “memorias
dominantes”55
5
Según Paloma Aguilar, las memorias dominantes, son “las que más
representadas están en los medios de comunicación, las que cuentan
con los mayores y mejores medios de difusión” (2008, p. 24). que han privilegiado el supuesto de
la desaparición de la historia escolar del currículo
oficial desde la promulgación de la Ley 115 de 1994.
En el balance de capítulos de libro y artículos
periodísticos que pudimos ubicar en la elaboración
de este ejercicio de análisis, identificamos algunas
ideas reiteradas en la opinión pública que han
terminado por plantear tres problemáticas de la
enseñanza de la historia que, según los defensores
de esta posición, son verdades indiscutibles: la
enseñanza de la historia desapareció del currículo
escolar desde que se promulgó la Ley General de
Educación, se requiere una ley que modifique esta
situación para restablecer la enseñanza de la historia
de Colombia en los colegios y se debe conformar un
conjunto profesional de profesores de historia mejor
capacitado que el actual.
La primera busca recuperar la independencia temática de la historia de Colombia bajo el supuesto de su eliminación del ámbito escolar por efecto de políticas curriculares que se trazaron en la Ley General de Educación, al denominar el área como ciencias sociales, historia, geografía, constitución política y democracia (Ley 115 de 1994, art. 23). Un ejemplo de esta postura ampliamente difundida en los medios y acogida por un importante sector de profesionales que se desempeñan en el campo de la historia disciplinar, se expresa en la respuesta que dio el historiador Armando Martínez Garnica en marzo del 2020 al diario La Opinión en una entrevista acerca de la conmemoración de los 200 años del Congreso Constituyente que se llevó a cabo en Villa del Rosario durante los meses de mayo y octubre de 1821. Ante la pregunta sobre lo que pensaba de la enseñanza de la historia en Colombia, este historiador afirmó:
Como una representación orientadora del ciudadano, al igual que lo es la Geografía, la enseñanza de la historia nacional es una necesidad de todos. Fue una equivocación estatal haber difuminado estas dos enseñanzas en un cajón de sastre llamado ciencias sociales, pues solo se obtuvo una resistencia de las nuevas generaciones a la lectura de los textos y documentos históricos, o a los mapas, con sus consecuencias en la desorientación rampante de las generaciones recientes. (Martínez citado en Flórez, 2020)
Esta idea es tan recurrente que se plantea como
un hecho probado que el presidente César Gaviria
(1990-1994) suprimió la historia del currículo con
la expedición de la Ley 115 de 1994 y que a partir
de ese momento se dejó de enseñar historia. Los
artículos y los programas de opinión consultados
parten de la verdad indiscutible de la ausencia
de la enseñanza de la historia y no se preguntan
por lo ocurrido con el área de las ciencias sociales
desde la promulgación de la Ley 115 de 1994, a
pesar de que existe una comunidad académica
que ha llevado a cabo un importante número de
experiencias de innovación y sistematización de la
enseñanza de las ciencias sociales y de la historia,
así como de trabajos de grado, tesis, investigaciones,
materiales educativos y propuestas pedagógicas, que
no solamente han contribuido a construir referentes
para la definición de una didáctica de las ciencias
sociales y de la historia, sino que han identificado
enfoques de investigación que sustentan el trabajo
pedagógico del área desde hace más de treinta años.
La segunda problemática se relaciona con la necesidad de expedir una ley que modifique lo que ocurrió con la Ley 115 de 1994, porque parte del supuesto de que una reforma normativa se traslada de manera mecánica al currículo y a las prácticas de enseñanza. Esta problemática en la enseñanza de la historia se ha construido a partir de análisis históricos que muestran cómo en Colombia desde finales del siglo xix se determinó la enseñanza de la disciplina histórica por las reformas educativas. En Guerrero y Guerrero se evidencia esta postura, cuando los autores argumentan
[…] que la Enseñanza de la Historia es parte de un sistema cultural más amplio de discursos e imaginarios y de luchas en un escenario de debates públicos por la memoria colectiva donde se construyen ideas fuertes y hegemónicas en la sociedad y que de alguna forma se transforman paulatinamente en políticas de Estado que se vierten en la educación. (2020, p. 102)
Ahora bien, en este tipo de análisis se dan por
sentado supuestos que desde la producción académica de la didáctica de la historia son controvertibles. En las reflexiones de quienes participaron
en la redacción de la ley, se asumió que la historia
regulada, es decir, la que se establece en las normas
y políticas educativas es la misma historia enseñada
que acontece en las aulas escolares (Cuesta, 1997).
En la reflexión de Guerrero y Guerrero (2020) se
muestra que se ha dado una constante histórica
desde 1826 en donde unos sectores hegemónicos
y otros contrahegemónicos se han disputado permanentemente el control de la versión del pasado
en momentos particulares y en consecuencia se
expide una norma que resolvería el conflicto y
se aplicaría en el ámbito escolar. En este análisis
de los procesos históricos y culturales de la enseñanza de la historia se minimizan los saberes escolares, las condiciones particulares en las regiones en
las cuales se encuentran las instituciones educativas,
los procesos de formación de los maestros, las condiciones de producción de los dispositivos didácticos,
las apropiaciones de modelos pedagógicos, las
experiencias docentes, las distintas formas de aproximarse al pasado y las luchas por la hegemonía de
los saberes. Esta búsqueda de “un núcleo universal
de pensamiento histórico que pueda ser enseñado,
aprendido y evaluado”, como lo señala Sebastián Plá,
“está de hecho negando el derecho a la diferencia
epistemológica y, por consiguiente, corre el riesgo
de ser contraria a la justicia curricular” (2017 p. 42).
Otro supuesto que nos llama la atención en estas
reflexiones es la generalización que se da sobre las
prácticas de la enseñanza de la historia por fuera de
las condiciones sociohistóricas de la escuela y del
proyecto educativo. Lo anterior se evidencia en las
reflexiones de J. M. González que presupone que en
los métodos de enseñanza predominan “la memorización de datos, de nombres y fechas, especialmente
las acaecidas en el periodo de la Independencia”
(2020, p. 178).
Esta postura invisibiliza la diversidad de proyectos
educativos y experiencias pedagógicas que desde las
regiones y de acuerdo con sus condiciones particulares hacen posible otras formas de enseñanza de la
historia (Castellanos et al., 2012; Centro Educativo
Distrital Rural El Destino et al., 2004; Cortés et al.,
2018; J. G. Rodríguez, 2004). Por ejemplo, en el
libro Sistematización de experiencias pedagógicas
que transforman la escuela. Una apuesta por el reconocimiento docente, en el capítulo 2, se presentan
“las experiencias que transforman la escuela, desde
la historia, la memoria y la comunicación, como
formas de reivindicar las huellas dejadas por el paso
del tiempo en las experiencias y en los sujetos que
las conforman” (Londoño et al., 2019, p. 11).
La tercera problemática que se identifica desde esta posición plantea la necesidad de renovar el magisterio con profesionales formados en la historia disciplinar porque, en opinión de los promotores de esta postura, quienes optan por las licenciaturas reciben una formación deficiente. Así lo expresó en el 2013 el historiador Darío Campos cuando fue consultado acerca de la enseñanza de la historia en el país:
No saben qué enseñar ni desde qué disciplina hablar, pues la licenciatura en ciencias sociales es un área profesional despersonalizada, que no tiene un rumbo claro. Los licenciados en ciencias sociales se apoyan, entonces, en manuales de historia para tratar de enseñar lo que allí está, pero con deficiencia total. (citado en Linares, 2013)
La investigación educativa y pedagógica ha sistematizado y analizado la profesión docente y la formación profesional de licenciados,66 6 Por nombrar solo algunos trabajos, se pueden ver: Aguilera (2017), Arias (2018), Rodríguez (2013) y Arias (2018). pero estos trabajos no se han convertido en un referente válido por parte de quienes sostienen esta postura para abordar el perfil profesional de los educadores, pero sí citan las intervenciones como la que publicó el diario El Tiempo, para lamentar que los profesionales en educación que se desempeñan como maestros del área de ciencias sociales desde 1994 son fundamentalmente licenciados:
Además del eclecticismo de la nueva asignatura de Ciencias Sociales, uno de los principales problemas de esta transición curricular fue el cambio de perfil del docente que dictaría la materia. Hasta los primeros años de la década del noventa se privilegiaba a los profesores con formación como historiadores, a partir de entonces, se prescinde de ellos y se contratan licenciados en ciencias sociales. (Quintero, 2016, p. 630)
Aunque desde la expedición del Decreto 1278 del 2002 que regula la carrera docente de la educación básica y media se propuso que cualquier profesional puede ejercer la docencia y que solo requiere un curso de pedagogía que puede tomar en su año de prueba, no deja de ser preocupante que este debate se esté tornando en una competencia por el ámbito laboral de la docencia, inicialmente entre licenciados e historiadores, pero que también convoca a antropólogos, sociólogos, politólogos, economistas e incluso abogados, considerando que la experticia que requiere cada tipo de actividad profesional
se puede homologar a la que precisa el trabajo
docente en la educación básica y media. Algunos
profesionales de campos disciplinares distintos a la
pedagogía que se presentan a concurso de méritos
para ser maestros justifican su ingreso a la carrera
docente porque consideran que tienen vocación o
compromiso ético para el ejercicio profesional de la
educación escolar. Además, opinan que los campos
de la educación, la pedagogía y la didáctica aportan
saberes instrumentales y que el trabajo docente les
permite tener una cierta estabilidad laboral que no
encuentran en sus propios campos profesionales,
con respecto a los cuales sienten mayor afinidad
identitaria. En algunos estudios se ha mostrado que
estos profesionales prefieren ofertas laborales afines
a sus campos de formación y estarían dispuestos a
abandonar la docencia porque de ese modo mejoran
sus ingresos económicos y acreditan “el estatus social
de su profesión” porque “prefieren ser denominados
como lo indica su titulación y no que se les llame
docentes” (Cuervo, 2013, p. 145).
Sostener que la enseñanza desapareció de la escuela, que las normas transforman de manera mecánica las prácticas culturales y que la actividad profesional de los docentes no requiere un saber propio son ideas que constituyen una matriz discursiva dominante acerca de la enseñanza de la historia que no tiene en cuenta otras perspectivas inherentes al campo. Dichas ideas atribuyen a la escuela la responsabilidad del déficit de democracia que existe en el país, porque desconocen la cultura escolar a la que se refieren y las condiciones sociales y políticas en las que los jóvenes enfrentan los siempre polémicos e incompletos legados que les ofrecemos.
7 Contraargumentos basados en la caracterización de los enfoques de investigación y de las problemáticas del área
Existe una comunidad académica que se ha conformado en torno a la investigación e innovación en el campo de la enseñanza de las ciencias sociales y de la historia, cuya producción justamente no se tuvo en cuenta en la formulación de la Ley 1874 del 2017. Las dimensiones de esta comunidad así como las trayectorias investigativas en este campo se constatan en varios estados del arte que se han producido en los últimos veinte años que, además de sistematizar la producción académica con respecto a la enseñanza de la historia y las ciencias sociales, han contribuido a construir una cartografía de las experiencias pedagógicas de investigación e innovación, desde las cuales es posible identificar enfoques, conceptos y métodos, así como debates didácticos y articulaciones con el campo de la política educativa (Arias, 2018; Aguilera, 2017; Aguilera y González, 2009; González y Valencia, 2013; S. Rodríguez, 2014; S. Rodríguez y Acosta, 2007). En este apartado presentamos una propuesta de caracterización del campo de investigación e innovación de las ciencias sociales y de la historia y las problemáticas de la enseñanza escolar que se derivan de este análisis, que es justamente lo que se desconoció en la formulación del proyecto de ley y en la matriz discursiva dominante que se ha reiterado en la opinión pública, en algunos sectores de la comunidad académica e incluso en el gremio docente.
8 Enfoques de investigación
En los años ochenta la producción académica
referida a la enseñanza de la historia y las ciencias
sociales enfatizó la selección y ordenación de los
contenidos del currículo y el análisis de los textos
escolares. En el marco de los debates suscitados por
el Decreto 1002 de 1984 que propuso la integración
curricular de la historia y la geografía en el área
de ciencias sociales, se formularon propuestas
temáticas que articularon estos saberes escolares
mediante la construcción de categorías sociales
(Cajiao, 1989) o la alternancia temática. De manera
paralela surgió un interés por los textos escolares,
en particular motivado por los historiadores profesionales que, al examinar sus contenidos, encontraron la reiteración de una narrativa episódica y épica
propia de los manuales escolares que circularon y
se apropiaron en la primera mitad del siglo xx, lo
que generó un intenso debate que buscaba renovar
estos materiales educativos con los avances de la
historia profesional (Archila, 1985; De Roux, 1989;
Suárez, 1989). Esto condujo a la publicación de
nuevos manuales (De Roux, 1986; Kalmanovitz
y Duzán, 1986) que, aunque circularon en varios
colegios, no fueron acogidos ampliamente como
sí ocurrió con los textos escolares de las grandes
editoriales que en ese momento eran mayoritarias
en el mercado editorial.
A finales de los años ochenta ocurrió otro cambio
normativo que amplió el área de ciencias sociales
con la incorporación de “la educación para la democracia, la paz y la vida social”, que posteriormente se
precisó como “historia, geografía y cívica” según el
Decreto 1167 de 1989. Posteriormente con la promulgación de la Ley General de Educación (Ley 115
de 1994), se transformó de nuevo el área de ciencias
sociales, y a partir de ese momento se compone de
varios campos de saber: ciencias sociales, historia,
geografía, constitución política y democracia.
Como se aprecia, la comprensión del área de
ciencias sociales como un conjunto de saberes escolares en el cual se encuentra la historia no surgió con
la Ley General de Educación como se sostuvo en el
documento de exposición de motivos de la Ley 1874
del 2017, ya desde los años ochenta se propuso su
integración y los materiales para la enseñanza fueron
transformándose con este propósito, en el marco de
los cambios políticos que ocurrieron a principios de
los años noventa en el país, desde los cuales se asoció
al área la enseñanza de la Constitución Política y los
derechos humanos.
De este modo, en su trayectoria como saber
escolar, la historia quedó adscrita al área de ciencias sociales, lo que se expresa en la investigación
educativa con la configuración de cuatro enfoques:
cognitivo y del aprendizaje, curricular y de los
contenidos escolares, didáctico y de reflexión sobre
la enseñanza y el cuarto referido a la historia de los
saberes escolares. Tres de ellos se han perfilado desde
los años noventa (S. Rodríguez, 2014) y hoy se pueden considerar como tendencias en la investigación
acerca de la enseñanza de las ciencias sociales y de
la historia. Un cuarto enfoque se ha ido delimitando
a propósito del interés por establecer la trayectoria
histórica de este campo del saber escolar.
En el enfoque cognitivo y del aprendizaje, se
ubican las investigaciones que se ocupan de los
procesos de aprendizaje de los estudiantes escolares desde la psicología, las ciencias cognitivas, las
teorías del aprendizaje y los estudios históricos.
A finales de los años ochenta y durante los años
noventa, las primeras investigaciones inscritas
en este enfoque construyeron categorías para
entender el aprendizaje histórico desde la pedagogía conceptual, las representaciones y nociones
sociales, y la enseñanza para la compresión
(Rodríguez, 2014). A propósito de los requerimientos de las políticas educativas articuladas a
la evaluación, en los primeros años del siglo xxi,
las propuestas se concentraron en conceptualizar
las competencias ciudadanas como horizonte
formativo del área, definidas como “el conjunto de
capacidades y habilidades cognitivas, emocionales
y comunicativas” que articuladas a “conocimientos
básicos (contenidos, procedimientos, mecanismos)” orientan la acción ciudadana desde presupuestos morales y políticos (Ruiz y Chaux, 2005).
Este enfoque se nutrió más recientemente de los
análisis acerca de la construcción conceptual del
pensamiento crítico (Padilla y Bermúdez, 2016),
y del desarrollo de competencias y habilidades de
pensamiento histórico, tanto en la enseñanza como
en la formación de maestros (Bernhard, 2018),
con el propósito de lograr desempeños altos en
las evaluaciones tanto de los aprendizajes como
de la calidad educativa (Miguel-Revilla, 2020) o de
analizar desde enfoques cuantitativos la conciencia
histórica de los estudiantes escolares a partir de
la exploración de nociones como la relevancia
histórica (Ibagón y Miralles, 2021) o el interés
que expresan con respecto a su cultura histórica
(Ibagón y Miralles, 2022).
En el enfoque curricular se ubican los trabajos que
abordan los contenidos que se encuentran en los planes de estudio, los textos escolares y la formación de
docentes, que analizan las categorías, metodologías,
fuentes, enfoques y perspectivas historiográficas que
se incorporan y adoptan de la historia disciplinar;
así como los que estudian la trayectoria de la integración de la historia y la geografía desde los debates
de la alternancia temática hasta los que se inscriben
en la interdisciplinariedad (Rodríguez, 2014).
Varias investigaciones situadas en este enfoque abordan los contenidos de los manuales de enseñanza
para analizar desde posiciones críticas el tipo de
narrativa histórica que promueven y más recientemente la función de las imágenes (Escobar, 2017;
Gómez y López, 2014).
Por el tipo de preocupaciones que se expresan en
estas investigaciones, podría plantearse que se inscriben en una perspectiva que entiende el currículo
como una mediación cultural, que se caracteriza
por la selección de unos contenidos intelectuales y
axiológicos, ordenados según unos procedimientos
orientados al aprendizaje, e inscritos en un “proyecto
global educativo-cultural […] los cuales se estructuran o se organizan bajo claves psicopedagógicas
para ofrecerse como proyecto cultural-educativo en
la Institución” (Osorio, 2017, p. 147).
Este proyecto cultural es el que está en debate
en la actualidad, porque una propuesta curricular
implica explicitar un análisis de las características de
las instituciones escolares colombianas, de las particularidades de los docentes de ciencias sociales y
estudiantes escolares del país, así como de las comunidades regionales y locales y de las dimensiones
del saber escolar que se busca enseñar, porque
como afirma Osorio, las teorías del currículo no se
remiten a “un campo ‘puramente’ epistemológico,
de competencia entre teorías ‘puras’. Están activamente envueltas en la acción de garantizar el
consenso, de obtener hegemonía. Están situadas en
un campo epistemológico social. Están en el centro
de un territorio controvertido” (2017, p. 148).
El enfoque didáctico reúne investigaciones que en su mayoría se inscriben en el contexto universitario en particular en programas de formación de profesores que incentivan procesos reflexivos “acerca del ejercicio profesional” (Rodríguez, 2014, p. 112). Algunas de ellas son el resultado de trabajos de grado y tesis de maestría y doctorado o se derivan de la trayectoria de grupos de investigación que articulan la formación de maestros y el análisis de la práctica docente. Siguiendo a Pagés:
La Didáctica de las Ciencias Sociales y de la Historia se ocupa de estudiar las relaciones entre el profesor, el alumno y el saber escolar en el contexto de una clase y de un centro y en un momento histórico determinado, e investiga sus orígenes y tradiciones. (2004, p. 157)
Por tanto, este enfoque agrupa los trabajos que
analizan “los contenidos curriculares, las prácticas
de enseñanza, los procesos formativos o de aprendizaje de los estudiantes y las condiciones profesionales de los docentes” (Rodríguez, 2014, p. 112). La
integralidad de estos estudios permite apreciar
la complejidad que implica el saber que se construye en y desde la práctica, y que se somete a
ejercicios de reflexión, análisis y mejoramiento,
algunas veces derivado del mismo proceso de
investigación o de innovación y, en otras ocasiones,
producto de imposiciones burocráticas asociadas a
mecanismos de control y evaluación. Los aportes
de estos trabajos se pueden agrupar en dos grandes
categorías: 1) la didáctica analítica donde se ubican
los estados del arte ya citados y las investigaciones
conceptuales que buscan definir los problemas y
las tendencias de investigación de la enseñanza
(Plá, 2013), y 2) la didáctica reflexiva que se
deriva de las aproximaciones al ejercicio docente
para producir modelos comprensivos que permitan
caracterizar la historia enseñada.
En este enfoque consideramos pertinente ubicar varios de los trabajos publicados en los últimos años, que se orientan a analizar los problemas de la enseñanza de la historia reciente y de la historia del tiempo presente, de la memoria histórica y social y de la pedagogía de la memoria. Estas categorías remiten a propuestas en tres direcciones:
-
1.
Como contenido para la enseñanza a partir de los aportes de las investigaciones acerca del conflicto armado colombiano, de las cuales se derivan un conjunto de fuentes de análisis que pueden ser abordadas desde enfoques narra-tivos y desde las teorías de la subjetividad en el contexto escolar en el marco de la producción de materiales educativos (Rodríguez y Sánchez, 2009a; Rodríguez y Sánchez, 2009b) o de la formulación de proyectos pedagógicos de investigación e innovación en el contexto de experiencias de formación de maestros (Rodríguez, 2012; Aponte et al., 2014; Aponte et al., 2020). Varias de estas investigaciones, como lo muestran González y Aguilera (2019), evidencian un énfasis en las disciplinas.
-
2.
Como escenarios formativos asociados a compromisos éticos con el pasado reciente que se traducen en la incorporación de narrativas testimoniales (en su mayoría derivadas de la experiencia de las víctimas) para abordar los pasados traumáticos en la escuela con el propósito de incidir en las subjetividades políticas y en la construcción de posturas empáticas con quienes afrontaron pasados violentos a partir de distintos dispositivos formativos (Herrera, 2014; Herrera y Pertuz, 2016; Herrera y Pertuz, 2018; Ortega et al., 2015).
-
3.
Como ámbito de reflexión desde la práctica docente a partir del análisis de las experiencias pedagógicas y didácticas en la enseñanza de la historia, en unos casos desde enfoques etnográficos (Cortés et al., 2018; Londoño et al., 2015) y en otros mediante el análisis de narrativas producidas en el marco de entrevistas en profundidad con maestros en ejercicio, que muestran que el trabajo docente no puede considerarse solamente desde el saber que se enseña sino desde las condiciones de la cultura escolar, desde las características del currículo (tiempos escolares, temas priorizados, las fuentes para abordar las clases, los recursos metodológicos y la evaluación) y desde los propósitos formativos que orientan la acción de los docentes, generalmente definidos por “la necesidad [sic] que los estudiantes conozcan su historia, se genere conciencia crítica, se brinden elementos para la transformación social y se forme en liderazgo” (Arias, 2018, p. 117).
El cuarto enfoque corresponde a la historia de los saberes escolares, en el cual se concentran trabajos desde la segunda década del siglo xxi que analizan el proceso histórico que explica la configuración de las ciencias sociales y de la historia como disciplinas escolares en el contexto colombiano, con el propósito de analizar la manera como se articulan los saberes, sujetos e instituciones en la conformación del saber pedagógico (González, 2011); mostrar el papel de la enseñanza de la historia en la construcción de la memoria histórica (Rodríguez, 2017), trazar la trayectoria normativa oficial que regula la historia escolar (Acevedo Tarazona y Samacá Alonso, 2012), abordar la emergencia de las ciencias sociales escolares que sustentan las disciplinas profesionales (Álvarez, 2007) y reconocer las relaciones de saber-poder que durante el siglo xx delimitaron las ciencias sociales tanto en el ámbito escolar como en el campo epistemológico (Martínez, 2020; Silva, 2020).
9 Problemáticas de la enseñanza a partir de la investigación educativa y pedagógica
Al analizar el campo de la enseñanza de las ciencias
sociales y de la historia se derivan problemáticas
diferentes a las valoradas por la matriz discursiva
dominante que sostiene que la historia desapareció
de la escuela. En este apartado presentamos tres
problemáticas que pueden orientar los debates
acerca de las rutas que se pueden emprender para
contribuir a fundamentar y consolidar el área en el
contexto nacional.
La primera problemática es la persistencia de
subordinar la didáctica específica de la historia y
las ciencias sociales a las regulaciones de políticas
educativas y de la evaluación por competencias.
Aunque este saber escolar, como ya se anotó, ha
estado ligado a la construcción de los referentes
de patria, nación y ciudadanía, en la actualidad
reducir su complejidad a la formación ciudadana
implica que la construcción temática, conceptual
y epistemológica del campo de la enseñanza se
subordine a los presupuestos de una formación que
fundamentalmente está asociada a las competencias
ciudadanas, intimistas, castradoras de lo público y
desconocedoras de los contextos y la realidad del
país. La capacidad analítica acerca de las coordenadas espacio-temporales que caracterizan el presente
de los estudiantes escolares se subordina a este
requerimiento y limita la comprensión de la época
y la complejidad de los ritmos vitales del tiempo
actual y de la experiencia social (Rabotnikof, 2017).
Aunque se plantee la necesidad de promover una
ley que convierta en obligatoria la enseñanza de la
historia, el problema de los alcances de su enseñanza
no está ligado con su desaparición de la escuela, sino
con la asociación del currículo a la política educativa, lo que implica que su desarrollo esté orientado
fundamentalmente por lo que se establezca como
prioritario en las formulaciones gubernamentales.
Como lo hemos mostrado en otras investigaciones,
la didáctica de las ciencias sociales y de la historia
están fuertemente determinadas por las exigencias
políticas y por la construcción de alternativas que
mutan según los requerimientos del mercado y el
contexto (Rodríguez y Acosta, 2007).
La segunda problemática corresponde al escaso
reconocimiento interno y externo de la comunidad
académica conformada desde los años noventa en
torno al campo de la enseñanza de las ciencias sociales y de la historia. Este conjunto de profesionales
tiene pocos escenarios de debate aunque se han consolidado algunas redes de carácter nacional y otros
grupos de investigación que han aportado proyectos
fundamentales para la comprensión de este saber
escolar; no obstante, existe una atomización de las
investigaciones e innovaciones desde las cuales no
se han logrado establecer rutas de trabajo académico
que fortalezcan el campo, lo que explica en parte
que, en la opinión pública, los expertos consultados
difícilmente proceden de la investigación educativa
y generalmente se convoca a los especialistas de la
historia disciplinar, a pesar de que en Colombia y
Latinoamérica se ha configurado una trayectoria
investigativa que ha construido un objeto de estudio
propio (González y Pagès, 2014; Plá y Pagès, 2014).
rofesionales expresan por esta esta comunidad
académica se apoya en el desprecio que tanto los
historiadores como varios sectores de opinión
tienen con respecto a la profesión docente. Las
valoraciones desobligantes que algunos de ellos han
expresado contra los licenciados, y que ya citamos
en este trabajo, desconocen las condiciones políticas de este ejercicio profesional que en la historia
reciente ha implicado enfrentar un sistema nacional
de formación docente que hace de la profesión un
campo subsidiario de expertos provenientes de otras
disciplinas; unas medidas improvisadas como la
obligatoriedad de la acreditación de alta calidad de
las licenciaturas, que se impuso en el año 2015 y que
condicionó a los programas académicos dedicados a
la formación de maestros a cumplir con un requisito
obligatorio que se mantuvo como voluntario para
otras profesiones; y la atención mediática de los
resultados de las pruebas Saber Pro que presentan
los profesionales de todo el país como requisito de
grado y que destacan siempre el bajo desempeño de
los programas de educación, con enunciados como
este: “El resultado se puede deber a bajas habilidades
de los estudiantes que entran a estudiar licenciaturas
y a la baja calidad de los programas de licenciatura”
(Maldonado, 2012, s. p).
Con respecto al Sistema Nacional de Formación
Docente, hemos visto cómo se han incorporado
modelos como el de Singapur, que considera a los
maestros como el factor central de la calidad educativa, que debe intervenirse en varios momentos
de su ejercicio profesional (García et al., 2014). Este
sistema de control y evaluación permanente no va
acompañado de una efectiva mejora tanto en el
salario como en las condiciones en las que se ejerce
la docencia y, por tanto, no se afecta de manera
positiva la calidad de vida de los docentes, pero sí
exige que mejoren la calidad educativa, con fórmulas
ya ensayadas desde hace mucho tiempo que incluso
les exige formación posgradual con un sistema de
becas condicionadas y parciales y sin tiempo para
el desarrollo de las actividades académicas que les
demandan los niveles de maestría y doctorado.
Con respecto a la obligatoriedad de la acredita-
ción de las licenciaturas también se han realizado
varias investigaciones que han mostrado que algunas
universidades perdieron en esta ruta los programas
de educación. Luego se expidieron decretos de emergencia para salvar los programas que se desarrollan
en las zonas de los municipios pdet (Programas
de Desarrollo con Enfoque Territorial),77
7
Los Territorios pdet fueron creados en el 2017 en el marco del acuerdo
de paz con las farc-ep y se ubican en más del 30 % del territorio
nacional. El Gobierno nacional expidió el Decreto 892 del 2017 para
ampliar el plazo que debían cumplir las licenciaturas para tramitar
la acreditación obligatoria a tres años, que en el Plan de Desarrollo
Nacional se había definido a dos años. Esta decisión se tomó porque
“existían 9200 estudiantes procedentes de los municipios priorizados
para la implementación de los pdet” a quienes “el cierre de las
licenciaturas podría afectar de manera significativa” porque no
podrían ingresar a la educación superior. “[…] según el Observatorio
Laboral, más de 1600 jóvenes recién egresados de los programas de
licenciatura ingresan al sistema educativo, lo cual también afectaría
las oportunidades laborales de las nuevas generaciones de maestros
de estas zonas. Los cupos nuevos que se dejarían de ofertar cada año
en los programas de licenciatura de las instituciones ubicadas en los
departamentos con municipios priorizados para la implementación de
los pdet ascendía en ese momento a 13 250 y también se afectarían
los convenios de las 13 escuelas normales superiores ubicadas en
estas regiones, las cuales mediante el proceso de reconocimiento de
saberes contemplado en el Decreto 1075 del 2015 lograban que sus
estudiantes accedieran a la educación superior” (Rodríguez-Ávila
et al., 2021, p. 43). pero el
daño ya estaba hecho y no se mantuvo la oferta de
un importante número de licenciaturas. Aunque
el decreto del segundo Plan de Desarrollo de Juan
Manuel Santos (2014-2018) ya no está vigente, su
expedición vulneró la viabilidad de las licenciaturas.
En lo que tiene que ver con las pruebas Saber
Pro, desde hace ya varios años, los resultados de las
licenciaturas se muestran en los medios con resultados deficitarios, lo cual genera una opinión negativa
por el trabajo que desarrollamos en las licenciaturas
y por las condiciones académicas con las cuales se
ejerce la docencia. Ninguna de las columnas de
opinión que consultamos para este artículo discute
el tipo de medición de estas pruebas, ni analiza las
competencias específicas de los educadores, tampoco discrimina los resultados por universidades,
lo cual promueve una representación general según
la cual las exigencias del gremio docente siempre
son desproporcionadas porque supuestamente sus
profesionales no están bien formados ni en la fase
inicial ni en el ejercicio. Tampoco se plantean otros
indicadores como el valor agregado de las universidades en el cual nuestras instituciones siempre
tiene un desempeño destacado o dimensiones de la
vida social que no son susceptibles de la medición
cuantitativa mediante la cual el país ha trazado las
políticas educativas de calidad en función de los
requerimientos de la ocde (Arias y Torres, 2014).
Finalmente, después de este análisis, consideramos que posiblemente la ruta futura implique reconocer las diferencias entre el saber disciplinar y el saber escolar y, desde dicha diferencia, aportar al campo educativo sin que ello implique el desconocimiento de las trayectorias académicas que desde uno y otro ámbito se han construido. Hacia este escenario es que conminamos a quienes se interesan por el campo de la enseñanza de las ciencias sociales y de la historia, desde el ejercicio docente, desde las carreras de licenciatura, desde la investigación educativa y pedagógica, desde la formulación de políticas públicas, desde la formación de profesionales de otras carreras, desde la formación continuada y posgradual de educadores, y desde la investigación disciplinar e interdisciplinar.
Referencias
- [1] Acevedo, Á. y Samacá, G. (2012). La política educativa para la enseñanza de la historia de Colombia (1948-1990): de los planes de estudio por asignaturas a la integración de las ciencias sociales. Revista Colombiana de Educación, (62), 221-244. http://www.scielo.org.co/pdf/rcde/n62/n62a12.pdf
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