Folios
0123-4870
Universidad Pedagógica Nacional
https://doi.org/10.17227/folios.60-16222

Recibido: 26 de febrero de 2022; Aceptado: 8 de febrero de 2024

¿Para dónde vamos? Consideraciones en torno a la razón teleológica desde El Hoyo


Where do We Go? Considerations Regarding the Teleological Reason from The Platform


Para onde vamos a partir daqui? Considerações sobre a razão teleológica na perspectiva de O Poço

W. Riaño-Casallas, 1*

Magíster en Estudios Sociales por la Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Coordinador académico en Academic Partnerships. Docente ocasional, Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Integrante del grupo de Investigación Estudios en Educación y Experiencia Corporal y del semillero de investigación libera. Universidad Pedagógica Nacional Universidad Pedagógica Nacional Colombia

wyrianoc@upn.edu.co

Resumen

A partir de la película El Hoyo (2019), el presente artículo de reflexión problematiza la presencia e influencia de los metarrelatos y las proyecciones teleológicas -los cuales se asumen como la idealización de ciertos estados de cosas hacia los cuales se han de dirigir colectivos sociales y cuerpos singulares- en el proceder social. Para ello, el texto se divide en cuatro apartados en los cuales se realiza un diálogo intertextual entre la metáfora audiovisual presente en el filme y parte de la dinámica sociocultural en la actualidad. En el primer apartado se realiza una breve contextualización de la película y se delimitan los conceptos principales para la problematización. En el segundo, se abordan cuatro metarrelatos que han sido relevantes en la historia reciente y se destacan sus principales ejes de interés, así como sus limitaciones de concreción en la actualidad. En el tercero, se resalta el auge de las proyecciones teleológicas y sus dificultades de materialización ante la presencia e influencia de cuatro fuerzas intensivas que moderan las dinámicas socioculturales. Se cierra este apartado con la problematización de la temporalidad y la relación entre causas y efectos en cuanto sustratos que influyen en la materialización de las idealizaciones que pretenden moderar el proceder social. Para finalizar, se destaca la necesidad de asumir el componente agonístico del acontecer cotidiano, pues este exalta la capacidad de obrar de los sujetos y, por tanto, invita a la constante revaloración del porvenir que construyen cuerpos singulares y colectivos sociales.

Palabras clave:

metarrelato, teleología, modernidad, sociedad, lucha.

Abstract

This essay critically examines, using the film The Platform (2019), the presence and impact of metanarratives and teleological projections on social behavior, which are construed as the idealization of certain states of affairs toward which social groups and individuals aspire. To achieve this, the text is divided into four sections, facilitating an intertextual dialogue between the audiovisual metaphor in the film and contemporary sociocultural dynamics. The first section provides a brief contextualization of the film and outlines the key concepts that will underpin the analysis. In the second section, four metanarratives of recent historical significance are explored, emphasizing their central themes and current limitations. The third section highlights the emergence of teleological projections and the challenges in their realization due to the presence and influence of four intensive forces that moderate sociocultural dynamics. This section culminates in a discussion on temporality and the intricate relationship between causes and effects, which shape the materialization of idealizations aimed at regulating social behavior. Lastly, the essay underscores the necessity of acknowledging the agonistic nature of everyday events as a prerequisite for individuals to act, thereby inviting a continual reassessment of the future constructed by both individuals and social collectives.

Keywords:

metanarrative, teleology, modernity, society, struggle.

Resumo

Baseado no filme O Poço (2019), este artigo reflexivo problematiza a presença e a influência de metanarrativas e projeções teleológicas -que se apresentam como a idealização de determinados estados de coisas até os quais grupos sociais e coletivos devem se direcionar- no proceder social. Para ilo, o texto está dividido em quatro seções nas quais se faz um diálogo intertextual entre a metáfora audiovisual presente no filme e parte da dinâmica sociocultural hoje. Na primeira seção realiza-se uma breve contextualização do filme e delimitados os principais conceitos para a problematização. Na segunda, são abordadas quatro metanarrativas que tiveram relevância na história recente e são destacados os seus principais eixos de interesse, bem como as suas limitações atuais. Na terceira, destacasse a ascensão das projeções teleológicas e suas dificuldades de materialização perante a presença e influência de quatro forças intensivas que moderam as dinâmicas socioculturais. Esta seção encerra com a problematização da temporalidade e da relação entre causas e efeitos como substratos que influenciam a materialização de idealizações que buscam moderar o proceder social. Para finalizar, destaca-se a necessidade de assumir o componente agonístico dos acontecimentos cotidianos, pois este exalta a capacidade de ação dos sujeitos e, portanto, convida à constante reavaliação do futuro que os corpos singulares e os coletivos sociais constroem.

Palavras-chave:

metanarrativa, teleologia, modernidade, sociedade, luta.

Introducción

La teleología, entendida como el análisis de las causas finales, ha sido un aspecto de debate y controversia que ha atraído tanto fervientes defensores como vehementes detractores. Aristóteles, al presentar las cuatro causas que fundamentaban la usiología; capaz de explicar la substancia suprasensible -que por sus características (eterna, inmóvil, entelequia pura e inalterable) es capaz de atraer y movilizar todas las esferas concéntricas hacia un mismo fin-, promovió una visión del mundo en la cual, la razón se consideraba el sustrato que revelaba el propósito inmanente de las diversas substancias que conforman el mundo.1

Esta forma de análisis en torno a los preceptos ulteriores que subyacen al acontecer de los fenóme nos generó una confianza considerable en aquellos que, por providencia o atribución, orientaban el rumbo de diferentes colectivos sociales. En la medida en que justificaran de forma suficiente las motivaciones últimas por las cuales tomaban sus decisiones, podían augurar prometeicos desenlaces que “beneficiarían”, en diferentes grados, a las personas que estaban bajo su responsabilidad. Así pues, por ejemplo, se anticipaba el uso de recursos y se utilizaba todo excedente bajo el augurio de que las próximas cosechas solventarían los tiempos

venideros (Harari, 2014), se consolidaron dispositivos de regulación capaces de promover en los individuos una actitud de renuncia al mundo por ideales de trascendencia y matrimonio espiritual (Foucault, 2019), entre otros prometeicos proyectos bajo el augurio de la expansión y la bonanza.

En la historia reciente, ha ido ganando cada vez más fuerza la idea de que estos metarrelatos ya no tienen vigencia o han ido caducando por su carácter aspiracional. Ahora bien, si los grandes ideales que moderaban u orientaban el accionar de los diversos grupos sociales han sido declarados como inconsistentes y están en vías de fenecer, ¿qué motiva a seguir aunando esfuerzos para intentar asir ideales que se han declarados fallidos? O, desde otra perspectiva más fatalista, ¿está tan subsumida la humanidad a la dinámica autómata del mercado al punto que nos hemos alineado con su único fin autorreplicante y, por tanto, podemos prescindir de toda justificación última que modere a cuerpos singulares y colectivos sociales? Esbozar posibles respuestas a estos interrogantes sugiere la presencia de ciertas valoraciones teleológicas que subyacen al proceder sociocultural. En función de ello, en este texto, a partir de la metáfora audiovisual de la pelí cula El Hoyo (Gaztelu-Urrutia, 2019), se resalta la influencia de algunas idealizaciones que pretenden moderar el proceder social.

Para ello, en primer lugar, se contextualiza la película destacando su acogida por el público y se presentan algunos términos clave que guiarán la argumentación. Luego, se presentan algunos de los metarrelatos abordados en el filme relacionados con el humanismo, la institucionalidad, el progreso y la tecnologización, en cuanto idealizaciones que se superponen a diferentes colectivos sociales. Posteriormente, se examinan las condiciones modernas que han otorgado relevancia a las proyecciones teleológicas (las cuales, aunque se enfocan en lo singular, redundan en las colectividades), seguido de una problematización sobre los límites de su realización (a partir de la exaltación de cuatro fuerzas intensivas presentes en la dinámica sociocultural). Finalmente, se presenta el panorama agonístico en el que se desarrollan estos metarrelatos y las proyecciones teleológicas, destacando la importancia de reconocer la lucha como una tensión de base que modera las posibilidades de realización y los modos de proyectar lo por venir.

Con respecto al modo en que se abordó la película, se tomó como base lo propuesto por Aumont y Marie (2002) con respecto al análisis fílmico. Ellos señalan que no existe un método que permita analizar cualquier obra audiovisual. Más bien se requieren análisis singulares, adaptaciones y vinculaciones que faciliten el diálogo intertextual entre la obra analizada y el contexto o momento histórico que se pretenda problematizar. Para ello, sugieren (y es la manera en que se ha procedido) que el abordaje del filme se debe basar en “disociar ciertos elementos de la película para interesarse especialmente en ese momento particular, en esa imagen o parte de la imagen, en esta situación” (Aumont y Marie, 2002, p. 19). Con esto, lo que se busca es generar pausas que permitan vincular conceptos o ejes de problematización que realcen tanto el valor estético y compositivo del filme como la comprensión de elementos que tensionan las condiciones sociales (como es la razón teleológica en la actualidad).

Contextualización del filme y delimitación conceptual

La película El Hoyo, dirigida por Galder Gaztelu Urrutia, fue estrenada en el Festival Internacional de Cine de Toronto en 2019. En este contexto, logró importantes nominaciones y premios en las categorías de Director revelación y Mejores efectos especiales. Tras su lanzamiento en salas comerciales al final del mismo año, fue incorporada al catálogo de streaming de Netflix, donde se ubicó entre las diez producciones con mayor cantidad de reproducciones hasta julio del 2020, demostrando ser un filme de considerable aceptación por parte del público. Esto ha dado lugar a una amplia variedad de interpretaciones que van desde la preferencia por el cine bélico y sanguinario, hasta interpretaciones “teológicas” que señalan la presencia de los pecados capitales y tratan de demostrar cómo diferentes personajes encarnan ciertas figuras divinas, como el mesías (Goreng), la administración divina (las personas de la cocina que son responsables de ‘crear’ la comida suficiente para todos) y la presencia del demonio (Miharu), como figuras encarnadas que forman parte de nuestra realidad social cotidiana. Esto es solo un ejemplo de las múltiples interpre taciones que se pueden encontrar en las reseñas de los críticos que han evaluado la película.

En este análisis, se partirá de lo que el director ha señalado en diferentes entrevistas con respecto al eje central del filme: el comportamiento de las personas en relación con la distribución de recursos y las repercusiones que esto puede tener en la sociedad2, relacionándolo con las posibles finalidades que subyacen a dicho accionar. Para ello, es necesario comenzar por delimitar el marco conceptual desde el cual se abordará la película. En este sentido, se tomará como base la razón teleológica, entendida, de forma sintética, como la justificación para realizar algo en función de su alcance o posibilidades de concreción. Por ejemplo, la justificación para integrar alerones en un vehículo con el fin de optimizar la fricción del aire, o las razones para ajustar un formulario y así mejorar el registro de información. De esta manera, se centra en la solución de una problemática o necesidad específica y se presenta como el abordaje de las razones por las cuales se han de tomar ciertas decisiones que repercuten en el continuum social.

Ahora bien, las justificaciones en torno al proceder social pueden adoptar dos dimensiones o concreciones que, aunque complementarias, difieren en su alcance. Por un lado, están los metarrelatos, que se entienden como la expresión discursiva de un proyecto global que busca dirigir el accionar colectivo hasta alinearlo o, cuanto menos, enrutarlo, hacia un objetivo común, ya sea la emancipación, la libertad, la igualdad, entre otros referentes de realización. Son, pues, estados de cosas que se consolidan como ideales de realización para los colectivos sociales. Para que estas tentativas sean consideradas alcanzables, se basan en una relación secuencial y mensurable entre causas y efectos -permitiéndoles entender el proceder social como una acumulación progresiva de acciones previsibles y maleables- e incorporan un alto grado de certidumbre autorre ferencial que se sintetiza en consignas cercanas a un orden legislativo universal -capaces de augurar idoneidad categórica a través de términos valiosos per se-, incluso cuando los medios para lograrlos sean inciertos o poco factibles.

La segunda dimensión o forma de concreción está relacionada con lo que llamaremos “proyecciones teleológicas”, entendidas como visiones particulares que representan ideales de realización individual. Son, por tanto, estados de cosas que se consolidan como ideales de realización de cuerpos singulares. Con esta clarificación como base, a continuación, se establecerá un diálogo intertextual entre diferentes escenas de la película y algunos metarrelatos que han sido dominantes en áreas o ejes comunes que han influido en la configuración de nuestro presente, a saber: el humanismo, la institucionalidad, el progreso y la tecnologización, con el fin de resaltar cómo esta obra audiovisual realiza el diagnóstico de algunas de las dificultades más importantes para la concreción de estos proyectos de realización colectiva.

Metarrelatos en El Hoyo

El primer metarrelato que pone en tensión la película se vincula con el humanismo. Allí, se nos presenta como fin superior que cobijaría al colectivo: la solidaridad espontánea. Esta se refiere a la posibilidad de que todas las personas asuman su responsabilidad en las condiciones de vida de los otros y, a partir de ahí, moderen su conducta, en cuanto estrategia que propiciaría un alto grado de armonía entre todas las personas que habitan el Centro Vertical de Autogestión (cva). En ese sentido, la solidaridad espontánea se impone como el principio común que se ha de materializar a través de la interiorización y cumplimiento de ciertos preceptos que fueron presentados a cada persona al momento de ingresar a dicho escenario. Para su materialización, se brindan ciertas condiciones de base que se asumen como suficientes para la consecución del estado de cosas presupuesto (dispuestas por los mismos que delimitaron el estado de cosas idealizado): la inclusión de los platos favoritos de las personas, tiempo equitativo de permanencia de la plataforma en cada nivel y la aplicación generalizada de la prohibición de retener alimentos.

Tal situación se vincula de forma directa con los metarrelatos más axiológicos que han pretendido lograr, por medio del cultivo y modelación de la conducta de los individuos, el ser humano verdadero o ideal. Ante tal tentativa, el polémico ensayo Normas para el parque humano (2006) de Peter Sloterdijk es un recurso bastante esclarecedor. En esta obra, el filósofo alemán analiza la telecomunicación escrita como esencia y función del humanismo. También resalta que, desde antes de la Era Común, los textos se han presentado como un aliado que contribuye a la alfabetización y al fortalecimiento de los

vínculos afiliativos. No obstante, tal aportación, en particular desde la segunda mitad del siglo xx, se ha visto limitada en su alcance y realización tras el establecimiento mediático de la cultura de masas, con lo cual, “las sociedades modernas solo ya marginalmente pueden producir síntesis políticas y culturales sobre la base de instrumentos literarios, epistolares, humanísticos” (Sloterdijk, 2006, p. 28).

Ahora bien, dicha condición no representa la desaparición del humanismo. Sloterdijk señala un nuevo florecer tardío, un surgimiento posbélico que radicalizó su lectura de los clásicos y que además se articuló con los textos bíblicos, para así afianzar su “compromiso en rescatar a los hombres de la barbarie […] [y dejar de manifiesto que] el tema latente del humanismo es, pues, la domesticación del hombre; su tesis latente: una lectura adecuada amansa” (Sloterdijk, 2006, pp, 31-32. Énfasis del original). Este es el punto culminante a partir del cual se ratifica la importancia del humanismo en la actualidad, puesto que relanza su participación en la moderación del proceder social y la delimitación del designio ulterior del hombre. Este se valora como un animal que se debate entre influjos asilvestradores y, por tanto, es preciso contribuir en moderar y hacer llegar solo aquellos que se conside ren correctos. De este modo, el “‘humanismo’ nos recuerda -en su falsa candidez- la perpetua batalla por el hombre que se viene librando en forma de una lucha entre tendencias embrutecedoras y amansadoras” (Sloterdijk, 2006, p. 33).

En este sentido, a través de planes o propuestas desde las más diversas instituciones, se buscó formular el expedito proceder que permitiera el desarrollo de tal referente que se supone estaría en capacidad de distinguir los influjos malsanos para así suprimirlos y actuar de acuerdo con lo que fuera exaltado por la tradición epistolar. Accionar pastoril que busca la candidez universal a través de valoraciones que resuenan en los más diversos planos de acción en los que puedan estar vinculados los sujetos, a fin de asegurar la homeostasis social que termine de eliminar la animalidad presente en las repudiables acciones que denigran el proceder social.

Ahora bien, sobre este metarrelato es preciso señalar dos aspectos que limitan su consecución: los vínculos comunicacionales que se presentan hoy en día, gracias al auge de las redes sociales con sus potentes algoritmos, se caracterizan por ser frases cortas basadas en la imagen y, en la mayoría de los casos, sin articulación explícita. Con lo cual, el formato y tipo de mensaje, centrado en la problematización filosófica del hombre y su vínculo con todo lo que le rodea, que se extendía por medio del vínculo comunicacional temprano, dista de forma significativa del que presenciamos en la actualidad y, por tanto, se limita de forma directa su realización. Por otro lado, no se puede perder de vista que bajo el título de humanismo se ha presentado una amplia serie de metarrelatos que se han ido reterritorializando al punto de que hoy por hoy, solo pueden generar desconfianza e incitar a que se preste un alto nivel de atención a todo lo que se quiera justificar bajo su designación. Baste recordar lo que resumió Foucault (2014) al respecto:

Hubo un humanismo que se presentaba como crítico del cristianismo o de la religión en general, hubo un humanismo cristiano en oposición a un humanismo ascético y mucho más teocéntrico (el del siglo xvii). En el siglo xix hubo un humanismo desconfiado, hostil y crítico hacia la ciencia, y otro que (al contrario) ponía su esperanza en esa misma ciencia. El marxismo fue un humanismo, el existencialismo y el personalismo también lo fueron; hubo un tiempo en el que se sostenían los valores humanistas del nacionalsocialismo, y en el que los mismos estalinistas decían que eran humanistas. (p. 54)

Así, con respecto al humanismo y sus ideales axiológicos y comunicacionales, la película da cuenta de algunas de las tensiones que limitan su realización, tales como: limitarse a informar a las personas y determinar lo que se considera adecuado sin una mayor aproximación a las situaciones o condiciones de desarrollo que puedan estar presentes en el con texto; no asegurar la comprensión y correspondencia del colectivo con respecto a lo que ha sido considerado como el fin último; la centralización en los vínculos contractuales y la subsecuente indiferencia con respecto a las situaciones inesperadas o fortuitas durante la ejecución de lo pactado. Todas estas tensiones dan cuenta de las grandes dificultades que puede integrar el metarrelato humanista.

El segundo metarrelato que cuestiona la película está relacionado con el auge de las instituciones estatales. En diferentes escenas se hace referencia a la administración como la autoridad garante de la idoneidad en los procesos de ingreso al cva, la atención y seguimiento a las condiciones de permanencia acordadas y el otorgamiento de las retribuciones correspondientes tras el cumplimiento de los tiempos de permanencia establecidos (obtención de un título homologado, eximir de una sanción carcelaria, etc.). Así, se presenta una figura institucional que se hace cargo de asegurar las condiciones vitales para que las personas, por su subordinación a las condiciones determinadas por la misma institución, puedan alcanzar cierto bienestar o beneficio.

Esta forma de moderar el proceder social se vincula directamente con el metarrelato derivado de la formalización institucional. Las instituciones surgieron como los órganos garantes no solo de delimitar las normas y los modos como podían operar los diferentes acuerdos que se daban en la cotidianidad, sino como los centros regulatorios encargados de promover el equilibrio entre los diferentes recursos y servicios, para así garantizar el bienestar de los diferentes colectivos sociales. Esto dio lugar a la idealización de determinadas prerrogativas vinculadas con la salud, la educación, la seguridad social, el desarrollo personal, etc., que, siendo valiosas y de necesaria atención, se vieron coartadas por las deficiencias en la necesaria subvención que asegurara su cobertura. Además, gracias a las fluctuaciones derivadas de los cambios en los gobernantes de turno, se fueron generando interrupciones y giros en las estrategias de atención, lo cual afectó su materialización.

Esta situación motivó, como bien lo expresa Wallerstein, “una pérdida de convicción en la capacidad de las estructuras del Estado de lograr el objetivo primordial de mejorar la mancomunidad” (2003, p. 33). El caso colombiano resulta bastante ilustrativo en este sentido. La pujanza entre ideales de gobierno, especialmente durante la segunda mitad del siglo xx, gestó una sociedad fragmentada y poco correspondida por sus dirigentes políticos, dando lugar a una suerte de anomia social caracterizada por el entorpecimiento de la capacidad moderadora tanto de las instituciones como de las normas que regulaban los modos de interacción entre los sujetos.3

Este desencanto de las instituciones y, en general, del Estado como garante de la materialización de sus propios metarrelatos integra una amplia variedad de tensiones que se resumen de manera acertada en Ospina (2010). A su vez, Reyes (2016) presenta un buen espectro de situaciones en las cuales la anomia social está presente y coloca en tensión diferentes espacios y tiempos en los cuales las condiciones sociales no se corresponden con las normas que pretenden moderar la realidad social, lo cual evidencia que la anomia social es un fenómeno recurrente. Aquí, por ahora, solo se destaca que ha habido cierta fragmentación entre los ideales de realización presupuestos por las instituciones y las condiciones presentes en la realidad social.

Con lo anterior como trasfondo, el filme realiza una suerte de diagnóstico de algunas de las situaciones por las cuales se genera tal fragmentación en la actualidad: distanciamiento de la administración respecto al día a día de las personas; la inconsistencia entre las reglas de ingreso y quienes se encuentran al interior del cva (como es el caso de la niña que se halla en el último nivel, aun cuando la representante de la administración es categórica en tal prohibición); la sorda convicción con respecto a la “igualdad de condiciones” en que se encuentran las personas (con lo cual se deja de lado que el objeto personal que se permite ingresar puede alterar de forma radical las condiciones de vida de algunas personas). Todas estas tensiones recrudecen las inconsistencias entre el bienestar que augura la administración y la realidad social evidenciada.

El tercer metarrelato que cuestiona el filme tiene que ver con la idealización del progreso. Este se ha presentado como la posibilidad de que, a través de cierto esfuerzo personal que irradia a la colectividad, haya acceso equitativo y universal a los bienes de consumo, los cuales se asumen como garantes de un mejor estilo de vida generalizado. Y, como una suerte de mímesis de lo anterior, el cva brinda las condiciones básicas para que todas las personas tengan sus necesidades básicas cubiertas a cambio de cierto esfuerzo: moderar su ingesta. En la medida en que esto se logre, todos tendrán un buen estilo de vida -sin importar si se encuentran en niveles superiores o inferiores-.4 En este sentido, tenemos personas con la misma cantidad de espacio dispo nible, mismo mobiliario y acceso generalizado a la plataforma que transporta los alimentos. Son condiciones mínimas necesarias que permitirían que todos cumplan sus tiempos de permanencia correspondientes y así avancen en el cumplimiento ya sea de sus aspiraciones personales o salden las sanciones adquiridas, contribuyendo en la evolución tanto singular como colectiva.

Este marco general, en el cual viven las personas que habitan el cva, pone en tensión la senda del progreso que, con su bandera de autonomía y libre desarrollo, ha afianzado el metarrelato del acceso equitativo y universal a los diferentes recursos y servicios a través del trabajo duro y el mérito, consolidándose como el referente común al que deberían dirigirse los Estados y el mercado. Es la fuerza dominante capaz de beneficiar a todos los individuos o, cuando menos, brindar acceso generalizado para alcanzar las condiciones suficientes que permitan un mejor vivir. Esta situación ha derivado en una irrefrenable carrera de consumo en que la competencia, bajo patrones no predictivos (aunado a la vigilancia permanente de los consumidores), modera el ritmo de su continuación.

Así, el metarrelato del progreso propuesto por la industrialización ha fomentado un modelo evolucionista que se sustenta en la idealización de un estado superior al actual y para el cual “el individuo es rey, pero es un rey desnudo al que todo el mundo quiere vestir, alimentar, sanar, embellecer, según el alcance, según todo el alcance (para eso está el crédito) de sus medios” (Augé, 2015, p. 127). Esta perspectiva modera el porvenir de los colectivos sociales, como se evidencia en la creciente tendencia innovativa que, además de alimentar la generación de deuda necesaria para el sistema de producción capitalista, ha permitido pensar que podemos estar mal bajo la certeza de que nos reinventaremos y estaremos mejor. Con lo cual, en últimas, el mundo se reduce a un modelo computacional que opera en función de ciertas necesidades a satisfacer.

Cabe señalar que este cuestionamiento al metarrelato del progreso no representa un ataque a los logros humanos; antes bien, es preciso seguir fortaleciéndolos. Incluso auguramos que el avance en el sistema industrializado podrá generar importantes cambios en las formas de vivir de los sujetos (al liberar tiempo vital para la exploración de las facultades creativas de la humanidad). Sin embargo, es preciso resaltar que esta forma de sobrevalorar cierta fuerza (que afecta a todo colectivo) como aquella capaz de moderar el accionar social, no se ha de sostener en una previsión aparente de equidad que sirva para determinar el adecuado proceder, sino sobre la promoción de una sensibilidad inconclusa y movilizada por tensiones y desfases que moderan su realización. Además, como bien lo dijo Illich, “una sociedad que define el bien común como la satisfacción máxima por el mayor consumo de bienes y servicios industriales del mayor número de gente, mutila de forma intolerable la autonomía de la persona” (2006, p. 386).

La problematización de este metarrelato es tal vez la más explícita en la película. Cuando Trimagasi y Goreng comparten por primera vez en el nivel 48, el primero insiste para que coman en abundancia y aprovechen porque están en un buen nivel, luego podrán aparecer en un nivel inferior y las condiciones pueden cambiar de forma drástica. Así, la comida se utiliza como un referente común para cuestionar la desproporcional distribución de los recursos que se presenta hoy en día en la sociedad. Nos demuestra que, en contraposición a lo que ha sostenido el metarrelato del progreso, no basta solo con que los bienes de consumo estén disponibles para la mayoría de las personas; es preciso un alto grado de inmersión en las realidades de las colectividades para desde allí leer y atender sus necesidades y proyecciones -sin someterles además a una única escala de valoración como el referente universal al cual todos se deben dirigir-.

El último metarrelato a abordar es la tecnologización de la vida. Con los avances de la tecnología en los años recientes se han desarrollado objetos técnicos que, sin duda, expanden en proporciones titánicas el margen de acción del homo sapiens. Ante tal condición, la tecnología se ha convertido en un importante aliado capaz de solucionar gran variedad de limitaciones presentes en la cotidianidad y además augura un mayor grado de orden en el caótico mundo que habitamos. La película hace un guiño a lo anterior al mostrar una plataforma como la máxima expresión de orden y satisfacción ante las necesidades presentes en un contexto preciso. Esto se articula con sensores capaces de reconocer cuando queda comida en un nivel luego de que la plataforma ha descendido, con lo cual se nos muestran intervenciones tecnológicas que funcionan de forma precisa, sin dependencia de alguna intermediación directa y que son el sustrato que hace posible el funcionamiento del cva.

El papel asignado a estos recursos técnicos es un retrato de la fascinación y encumbramiento que integra en la actualidad el metarrelato de la tecnologización. Este se presenta como la añoranza por sobrepasar las limitaciones corporales y ser siempre ganadores ante la azarosa ruleta genética, se augura la posibilidad de hacer más eficiente la relación entre el cuerpo orgánico y la computadora (ahora cuántica) para poder almacenar ilimitados volúmenes de información, aprender cuanto se quiera a la brevedad y registrar información de forma instantánea con previo análisis comparado de las otras aportaciones dispuestas en la nube, además de confirmar la capacidad de implantar espacios hechos a nuestro arbitrio en lugares que están fuera de nuestras referencias terrenales, entre muchos otros ideales de realización respaldados en la tecnología. Aunque estos proyectos aún se encuentran en estado incipiente, nos muestran que, como bien lo señala Sloterdijk, “la técnica ha puesto en marcha un proceso civilizatorio que va mucho más allá de los que jamás puede conseguirse en los diálogos entre culturas y religiones” (2018, p. 118).

Así, ante el fervor que pueden generar las idealizaciones antes presentadas, es preciso señalar que, aunque en el plano analítico hay importantes avances que permiten justificar tales añoranzas, como bien lo señala Diéguez -quien hace un detallado análisis de los avances que se han presentado en los diferentes proyectos transhumanistas y poshumanistas-, es necesario enfriar las promesas, o mejor dicho, “los ideales han de ser ‘realistas’, valga el oxímoron” (2017, p. 184). Esta sentencia sugiere que el avance tecnológico debe ser visto no tanto desde esas grandes idealizaciones, que en la mayoría de los casos se centran en ganar adeptos y movilizar recursos que permitan la continuidad de los proyectos, sino como intervenciones que moderan una imagen autorreferencial de sus propios metarrelatos, es decir, justifican su mate rialización a partir de su idealización; aun cuando ello esté en desarticulación de las más importantes necesidades o urgencias que afectan a la biosfera y podrían ser atendidas por medio de los avances de la capacidad técnica.

De acuerdo con lo planteado, la película nos revela un aspecto decisivo de la relación entre el homo sapiens y los objetos técnicos: no es la presencia de los productos tecnológicos en nuestro proce der lo que resulta problemático; es nuestra forma de valorar y hacer uso de los objetos técnicos en el día a día lo que puede generar que se tornen despóticos o denigrantes en el proceder social. No se trata de juzgar cómo operan la plataforma o los sensores térmicos cuando quedan alimentos en los niveles, sino cómo las personas que están relacionadas con el cva hacen uso de estos recursos. Esto es lo que determina, en gran medida, las condiciones de vida en general. En este sentido, la película da cuenta de que, más que las limitaciones técnicas u operativas que puedan tener los avances tecnológicos, el metarrelato tecnológico precisa ser replanteado en función de nuestras formas de relacionarnos con los objetos técnicos.

Pues bien, el recorrido que hasta el momento se ha presentado deja en evidencia dos aspectos relevantes. Por una parte, es posible ver cómo los metarrelatos no son monolíticos, no tienen un único arraigo o un designio compartido capaz de asumirse como el referente que ha de orientar o consolidar la causa final que moderaría la globalidad de los sucesos sociales. De otro lado, estos se adaptan en función de las diferentes tensiones o ejes comunes que atraviesan a las diferentes organizaciones sociales (de los cuales apenas aquí solo se han abordado cuatro), condición para tener cuidado de quienes intentan descartarlos a través de juicios basados ya sea en su universalidad -asumiendo que por ser de amplia envergadura no son consistentes o tienen efectos irrelevantes en las colectividades- o en su ineluctable necesidad -al punto de que se insiste en que solo en la medida en que las colectividades asuman un mismo fin, sin saber con precisión cuál sea y por qué ese y no otro, podrán augurar un mejor porvenir-.

Ahora bien, no queda duda de que los metarrelatos, como también argumentó Lyotard (2004), han ido perdiendo su credibilidad. Su pretensión de concebir una sociedad ordenada y bien predispuesta para llegar a un estado ideal -el cual no depende del sujeto, puesto que este ha de limitarse a cumplir cierto papel-, trazado de antemano y consensuado por todos, está cada vez más marchita. Tras las guerras mundiales, el riesgo latente del fin de la vida por la activación de bombas nucleares, el resurgimiento de enfermedades virales que impactan a gran escala, los avances agigantados en el plano de la realidad virtual, el fracaso de los grandes ideales que se enarbolaron para configurar el orden social durante la segunda mitad del siglo xx, entre otros fenómenos sociales modernos, han sembrado una profunda incertidumbre con respecto al alcance que pueden tener los metarrelatos en la actualidad. Sin embargo, ello no quiere decir que estén ausentes o hayan perdido total vigencia, se han reformulado y moderado en su escala. Es aquí donde las proyecciones teleológicas cobran relevancia.

Proyecciones teleológicas en la modernidad

Anthony Giddens (1997), en su libro Modernidad e identidad del yo, ha realizado un importante análisis de algunas de las tensiones sociales más relevantes en la actualidad. Destacó que la sucesión temporal entre generaciones está desarticulada, lo cual influye en el afianzamiento del proyecto reflejo del yo. En función de ello, presenta argumentos que evidencian cómo se han difuminado los vínculos de parentesco -en los cuales cada generación redescubría y revivía sus antecesores-, se han fortalecido los círculos de intimidad no filiales y se han suprimido u ocultado ciertos aspectos fundamentales de la experiencia de la vida social -relacionados con las formas de organización social y la planificación de la vida a largo plazo-, evadiendo así dilemas morales de máxima importancia. Esto obliga al individuo a estructurar su estilo de vida a partir de experiencias abiertas y no de situaciones de paso ritualizadas.

En la modernidad, el individuo está llamado a construir su yo, según Giddens (1997), a través de la autorreferencialidad (sistemas de valores con una moralidad distinta a la heredada) y la reflexividad (interiorización de rutinas a partir de la reflexión de estas), que son sustratos básicos para la construcción reflexiva del yo, núcleo esencial para comprender la naturaleza de la vida social moderna. Es sobre este trasfondo que se vislumbra el ascenso de proyecciones teleológicas que buscan dar sentido a la construcción del yo. En este contexto, los medios de comunicación masiva y diversas aplicaciones promueven valoraciones existenciales aparentemente singulares que, no obstante, resultan ser de amplia cobertura. Günther (2011) lo sintetizó de la siguiente manera:

Para la implantación del tipo de hombre masa, que hoy se desea, ya no se exige la efectiva masificación en forma de confluencia de masas. […] La despersonalización de la individualidad y el uniformismo de la racionalidad se llevan a cabo en casa. Está de más la dirección de masas al estilo de Hitler: si se quiere convertir al hombre en nadie (incluso hacer que se esté orgulloso de ser nadie), ya no es necesario ahogarlo en las avalanchas de masas, ni incrustarlo en una construcción de hormigón, producida masivamente a partir de la masa. Ninguna despersonalización, ninguna pérdida de poder del hombre en cuanto hombre es más eficaz que la que salvaguarda aparentemente la libertad de la personalidad y el derecho de la individualidad. (p. 111)

Con lo cual se superponen una serie de estímu los que promueven ideales de realización personal hechos a molde (etiquetados bajo la originalidad), que, no obstante, son masivos y tienen una impor tante influencia en la modelación de las colectivida des. Esta situación, a su vez, da lugar a una amplia gama de ideales de realización a nivel individual y colectivo -que son irreductibles unos a otros-, y que movilizan los impulsos o las condiciones de interacción social que experimentan los sujetos. Asistimos, como bien expresa Chaparro (2020), a

una gradación de universales concretos que no termina de alcanzar su ‘verdadera’ universalidad. Comunidad, pueblo, nación, género, sociedad civil, multitud, humanidad, especie, entre otros, flotan en el espacio de la abstracción sin que puedan ordenarse jerárquicamente y sin que haya una lógica de conjunto que justifique su pertinencia al mismo campo político. (p. 523)

Así pues, el carácter ficcional de las diversas proyecciones teleológicas (que en parte se relacionan con algunos de los metarrelatos ya mencionados) se presentan y se reformulan en versiones personalizadas, moldeadas según los intereses o deseos de los sujetos. Ante esta condición, es preciso hacerle frente, problematizar su alcance y, en suma, enfriar su influencia en las formas de vida tanto individuales como colectivas. Aquí, nuevamente, la película adquiere relevancia. En su metáfora audiovisual,muestra a un grupo de personas que, bajo lógicas de interacción “básicas”, tienen diferentes intenciones personales5 que se redirigen y que en gran medida reflejan las condiciones de posibilidad de las proyecciones teleológicas en la actualidad. A continuación, se analizarán las tensiones por las cuales dichas intenciones son limitadas.

Fuerzas intensivas y proyecciones teleológicas

Con el surgimiento de idealizaciones o referentes de realización singular capaces de orientar la construcción reflexiva del yo en la modernidad, se ha buscado mitigar la persistencia de algunas de las tensiones sociales más recurrentes que influyen en el porvenir tanto de cuerpos singulares como colectivos sociales. En este sentido, la película se presenta como un recurso bastante ilustrativo, ya que evidencia algunas de las tensiones presentes en la dinámica sociocultural actual, al menos en aquellas sociedades con un modelo de vida occidentalizado, y a su vez, pone de manifiesto la realidad contrafáctica de las proyecciones teleológicas.

A continuación, abordaremos cuatro tensiones que atraviesan y moderan la dinámica interna del cva -las cuales se asumen como fuerzas intensivas- e iremos realizando cierta transposición de cómo estas fuerzas se evidencian en el contexto sociocultural. Con esto buscamos destacar que las proyecciones teleológicas, fundamentadas en una perspectiva aspiracional futura alejada del análisis contextual inmediato, son proyecciones que precisan ser revaloradas en su alcance.

La primera fuerza que ilustra de forma recurrente la película es el antagonismo. Como se puede evidenciar, hay una completa disparidad entre las condiciones de vida que se informan a las personas al momento de ingresar y el acontecer cotidiano que se experimenta en el hoyo. Además, se manifiestan constantes rivalidades, especialmente verbales, entre las personas que comparten nivel y entre los diferentes niveles. Esto evidencia diversas contradicciones que, aunque poco deseables, se presentan de forma recurrente y moderan la dinámica social. En cuanto al contexto sociocultural, esta fuerza intensiva puede encontrarse en la esfera gubernamental, entre las diferentes concepciones políticas, las discrepancias en las valoraciones de género, los propósitos y medios de acción que tienen lugar, especialmente a nivel escolar, entre otras contradicciones que se integran en diferentes niveles de interacción social.

La segunda fuerza intensiva que destaca la película es el azar. Como se puede evidenciar, cada mes las personas despiertan en un nivel distinto y no tienen ningún tipo de control sobre ello. Los cambios entre niveles ocurren de forma aleatoria y sin ninguna certeza sobre el lugar en el que las personas despertarán al próximo mes. Además, la asignación de parejas no sigue un patrón predefinido, sino que ocurre de manera fortuita y con perfiles muy distintos en la mayoría de los casos, mostrando cómo cambia el comportamiento de los individuos en función de los cambios de nivel. Esta segunda fuerza puede ser evidente en ámbitos como la movilidad entre clases sociales, especialmente cuando el beneficio desmesurado está vinculado al uso efectivo de una red social, así como en el alto riesgo de las fluctuaciones bursátiles, la devaluación o el sobreprecio de las materias primas, la inflación y el aumento desmesurado de la deuda en el sistema bancario, las variaciones climáticas y los desastres naturales, entre otras situaciones que pueden cambiar radicalmente la vida de millones de personas de manera imprevista.

La tercera fuerza intensiva que presenta la película es la desigualdad. Se evidencia que las personas ingresan con un objeto que eligen por razones personales y no tanto en función de la dinámica interna que presenta el cva. Sin embargo, dicha elección se convierte en un aspecto determinante con el paso del tiempo. Aquellos que poseen cuchillos o sables tienen ventajas marcadas sobre aquellos que ingresaron con tablas de surf o fajos de dinero: ante las recurrentes situaciones bélicas y los enfrentamientos constantes a muerte, los primeros tienen mayores posibilidades de imponer su voluntad sobre los segundos. Ubicar la desigualdad en nuestro contexto sociocultural no es difícil. El punto de partida inevitable está en la distribución genética, a lo que podemos añadir el contexto sociocultural o el nivel educativo del círculo social cercano. Además, las condiciones socioeconómicas actuales están lejos de propiciar un plano de igualdad para todos los seres humanos.

Como última fuerza intensiva que ilustra la película, tenemos la indiferencia. Esta se observa cuando Imoguiri revela que ha estado internando personas en el cva durante ocho años y da a entender que quienes están a cargo tienen conocimiento de las condiciones nefastas del lugar, pero siguen confiando en que surgirá la solidaridad espontánea en algún momento. Esto es solo un ejemplo, ya que en general, todas las personas muestran un alto grado de indiferencia al saber que si consumen en exceso cuando están arriba, los de abajo no tendrán con qué alimentarse y aun así se desentienden de las repercusiones. Para ubicar este aspecto en el plano sociocultural, tomaremos una de las dimensiones más relevantes de la actualidad: la medioambiental. No son pocos los informes, investigaciones y recursos de difusión que han alertado sobre el grave daño a la biosfera. Esta situación amenaza la permanencia de la vida en la tierra, y las reacciones se han caracterizado por ser displicentes y limitadas, es decir, indiferentes.

Hemos presentado cuatro fuerzas intensivas que ilustra la película, las cuales pueden ubicarse en nuestro contexto sociocultural y afectar el proceder existencial de los individuos en la modernidad. Para iluminar nuestro punto, podemos presentarlo de la siguiente manera: la dinámica sociocultural en la que estamos inmersos es una hechura compuesta por fuerzas intensivas (de las cuales hemos presentado apenas cuatro: antagonismo, azar, desigualdad e indiferencia) que tienen diferentes grados de afectación en diversos planos y, por tanto, son potencias inmanentes que en gran medida determinan los límites de lo posible. Estas fuerzas moderan el cumplimiento de las idealizaciones de realización, pues están presentes en gran cantidad de situaciones que conforman el día a día.

Ahora bien, asumir la dinámica social cotidiana de los individuos como base de problematización implica abordar también dos dimensiones que la moderan: la temporalidad y la relación entre causas y efectos, las cuales se articulan tanto en los metarrelatos como en las proyecciones teleológicas. Respecto al tiempo, se nos presenta en la película de manera cotidiana: pequeñas escenas de situaciones pasadas que influyen en los sucesos de la línea temporal principal. Este juego de escenas nos sugiere un aspecto importante: no hay linealidad inalterable en la secuencia temporal. Así, asumir que el tiempo no es una secuencia indefectible de temporalidades que se encadenan para propiciar el cumplimiento de los metarrelatos o las proyecciones teleológicas, es un buen punto de partida para empezar a asumir nuestra participación en la reconfiguración del contexto social. Es una invitación a asumir la modernidad no como el resultado forzoso de una premodernidad, sino, siguiendo lo propuesto por Chaparro (2020), como

ese tiempo inédito, pleno de superposiciones y desfaces, [con lo cual] el tiempo lineal progresivo […] se ralentiza, desnaturaliza su férrea ineluc tabilidad, y empieza a revelar repeticiones que lo comprometen con los tiempos que acuden a la superficie de una historia desprovista ya de una única finalidad previsible y/o deseable. (p. 61. Énfasis propio)

Ahora bien, esta valoración en torno a las formas en que apreciamos nuestra relación con el tiempo se articula con lo que Foucault llamó la actitud moderna. Esta actitud consiste en recapturar algo eterno que no está más allá del instante presente, ni detrás de él, sino en él. Se trata de la indagación histórica a través de los acontecimientos que nos han llevado a constituirnos y a reconocernos como sujetos de lo que hacemos, pensamos y decimos. Ejercicio en el que la extrema atención a lo real se confronta con la práctica de una libertad que, al mismo tiempo, respeta y viola lo real (Foucault, 2014). Esta perspectiva hace frente a la problematización del presente definitivo que paraliza al sujeto (Augé, 2015), ya que invita a la constante reevaluación del proceder histórico y los modos en que este ha influido en lo que somos.

Con respecto a la desestructuración de la temporalidad como secuencia inalterada, hay un último aspecto por abordar: la relación entre causas que remiten de forma secuencial a efectos predeterminados. Este aspecto ha sido problematizado desde diferentes perspectivas. Günther (2011), tras los acontecimientos bélicos del siglo xx, resaltó que la relación causal ha dejado de asumirse como una consecutiva previsible. Nos encontramos en un momento histórico en el que los efectos sobrepasan las causas. Por otro lado, la física cuántica ha demostrado que los fenómenos integran cierto grado de indeterminación y constante superposición, lo que impide generalizar el intento de anticipar la forma en que se desencadenarán las diferentes interacciones de la materia. Como tercera perspectiva, que da cuenta de una valoración alternativa a nuestra forma de relacionarnos y, por consiguiente, de concebir nuestras formas de vivir, está lo propuesto por Deleuze (1994):

Todos los cuerpos son causas, causas los unos en relación con los otros, unos para otros. La unidad de las causas entre sí se llama Destino, en la extensión del presente cósmico. [Los efectos son de naturaleza distinta,] no son cuerpos, sino ‘incorporales’ estrictamente hablando. No son cualidades y propiedades físicas, sino atributos lógicos o dialécticos. No son cosas o estados de cosas, sino acontecimientos. No se puede decir que existan, sino más bien que subsisten o insisten, con ese mínimo de ser que convienen a lo que no es una cosa, entidad inexistente. No son sustantivos ni adjetivos, sino verbos. No son agentes ni pacientes, sino resultados de accio nes y de pasiones, unos ‘impasibles’: impasibles resultados. (p. 28)

Con esta base, el proceder social ya no se asumiría a partir de causas que repercuten de forma inmediata en efectos medibles o valorables. Más bien, sería necesario abordar nuestro accionar social a partir de lo que podríamos llamar la causa inmediata. Es decir, asumir que cualquier acción tiene una causa próxima la cual ha de ser nuestro eje primario de interés, no tanto las posibles aspiraciones o expectativas que se presentan distantes. Esta perspectiva invita a asumir que las causas generan otras causas y estas, a su vez, provocan otras en un constante agenciamiento. Por su parte, los efectos se producen en el plano de la subjetivación y su realización se vincula con el tipo de sujeto que se va configurando.

Se trata entonces de desvanecer la relación consecutiva y mensurable entre causas y efectos (sin negarla, pues sigue siendo un factor importante) para abordarla desde el agenciamiento. Esta perspectiva resalta el análisis de las interacciones entre acciones (o relaciones de poder en términos de Foucault) que se dan en el acontecer cotidiano y las maneras en que se van desencadenando en su cercana realización. Así, los metarrelatos y las proyecciones teleológicas basadas en causas finales, donde el sujeto se asume como un ente pasivo o apenas parte de un engranaje que le modera, son constantemente relanzadas y problematizadas. Esta condición nos lleva a dudar de su lógica interna, en la que el fin justifica los medios y que podemos evidenciar en diferentes proyectos “revolucionarios” en su contenido, pero regresivos en su forma y realización.

Suspensión

La problematización que hasta el momento se ha presentado en torno al alcance e influencia de los metarrelatos y las proyecciones teleológicas sugiere que la interacción entre cuerpos humanos, arte factuales, cósmicos, animales y vegetales requiere ser interpretada en términos de lucha. Ahora bien, como lo ha señalado Deleuze (1996),

hay que distinguir la lucha contra el Otro y la lucha entre Sí. La lucha-contra trata de destruir o de repeler una fuerza (luchar contra “las potencias diabólicas del porvenir”), pero la lucha-entre trata por el contrario de apoderarse de una fuerza para apropiársela. La lucha-entre es el proceso mediante el cual una fuerza se enriquece, apode rándose de otras fuerzas y sumándose en un nuevo conjunto, en un devenir. (p. 184)

Este llamado a que la interacción entre los diferentes actantes que integramos la dinámica sociocultural sea valorada en términos de lucha exalta la necesidad de centrar nuestra atención en lo que hemos denominado la “causa inmediata”. Invita al análisis inusitado y continuo de lo próximo, al constante relanzamiento de nuestras posibilidades de acción ante el influjo de las fuerzas.

Donde los metarrelatos y las proyecciones teleológicas dicen “Todo será mejor”, consideramos que es mejor asumir: “En función de las luchas que afrontemos, iremos construyendo algo distinto al estado actual”. Los metarrelatos (en mayor grado) y las proyecciones teleológicas (en menor grado) nos hacen huir de la contingencia, evadir la lucha, postergar el accionar o, lo que sería más preciso, intentan que huyamos del presente, que evitemos su condición volcánica e indeterminada bajo la alegoría de un aparente orden por venir; como la promesa de la solidaridad espontánea o la adquisición de un título homologado en el filme. Así pues, la cuestión no es ¿para dónde vamos como colectivos sociales o cuál es el horizonte ideal hacia el cual deberíamos empujar?, sino ¿cómo nos movemos en este inevitable espacio de lucha que habitamos? Este sustrato nos ayuda a interpretar la realidad que habitamos, en la cual se mezclan diversas tensiones caóticas y multiformes que son relanzadas gracias a las constantes e inmediatas realizaciones que se efectúan en el plano físico, configurando el rumbo de la realidad sociocultural que habitamos.

Asumir la condición de lucha que hemos pro puesto es la oportunidad de abordar con arrojo la posibilidad de sobrepasar los límites de la trillada afirmación del liberalismo mercantil: “Puedes ser quien tú quieras”6, para batirse en medio de las diferentes fuerzas que conforman el día a día y propiciar, de manera incesante, una compulsión vitalista que actualice nuestras formas de ser-con-el-mundo. Se busca, pues, la afirmación de la capacidad de obrar de los sujetos, la valoración del accionar social como condición proclive a la realización de otras formas de vivir. Simpoiesis deseante que busca actualizarse en innumerables posibilidades de realización. En la medida en que asumamos el presente de lucha al que estamos abocados, será posible forjar posibles escenarios capaces de beneficiar al conjunto social.

Ahora bien, esto no quiere decir que se deba suprimir todo propósito o intención que delimiten los cuerpos singulares y colectivos sociales. Sin duda, son necesarios y son una condición propia del hecho mismo de actuar. Sin embargo, estos deben ser comprendidos no tanto como aspiraciones universales, globales, masificadoras o donde el sujeto se asume como ente pasivo, sino como dependientes del carácter agonístico, inmediato y circunstancial que de forma constante se reformula en función de la causa inmediata que condiciona el cumplimiento de dicha aspiración. Aquí el filme vuelve a presentar un claro ejemplo: Gorent, al ingresar al cva, tiene una intención (dejar de fumar y obtener un título homologado), cuando está en el piso seis y decide descender con Baharat, tiene otra (el reparto “equitativo” de los alimentos) y, una vez se encuentra con el hombre en la silla de ruedas, cambia de nuevo (enviar un mensaje a los que trabajan para la administración). Así, estaríamos propiciando una pragmática social circunstancial y contingente, capaz de delimitar consensos con posibilidad de cumplimiento limitado y posibilidad de reformulación a partir del sentido que se va sig nando. En síntesis, se trata de forjar las topías y no de sobrevalorar el espeso y lejano vaho de la utopía.

Es necesario destacar que los metarrelatos y las proyecciones teleológicas no son dadas por una mano invisible y coordinada que se mueve en fun ción de los intereses de unos pocos para afectar o hacer que los demás pierdan de vista su presente: son efecto del incesante flujo informacional en el cual estamos inmersos. Por ello, es necesario proyectar situaciones de cambio razonable. En palabras de Villoro (2007), serían

cuando se adecuan a la situación existente, en todas sus limitaciones históricas, cuando toman en cuenta las consecuencias reales de las acciones políticas y económicas, cuando, en suma, ponen especial cuidado en ejercerse conforme a las condiciones cambiantes que el contexto social impone. (p. 217)

Una aclaración final. Exaltar aquí la condición de lucha como una característica propia de nuestro acontecer cotidiano de ninguna manera representa un llamado a la violencia o una tendencia a la acción bélica. Con esta valoración de la lucha nos acercamos de forma directa a lo que bien sintetizó Zuleta: “Una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De conocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente con ellos” (2017, p. 88). Así, pues, se trata de promover una valoración jovial que danza entre el placer y el displacer, que asume las turbias condiciones de la vida para, desde ahí, extraer su máximo brillo, su impasible potencia, y propiciar variadas posibilidades de recrear -de forma incesante- nuestra relación con lo Otro y, por tanto, con la vida misma en su inevitable complejidad.