El paisaje del antropoceno. Imagen y materia de creación y concienciación

Autores/as

DOI:

https://doi.org/10.17227/ppo.num23-10467

Palabras clave:

arte, paisaje, antropoceno, conciencia ecológica

Resumen

En la cosmovisión de una sociedad capitalista y antropocéntrica el paisaje es tanto territorio a poseer como imagen consumible, por lo tanto alberga códigos y huellas de nuestra actividad sobre él. Bajo este prisma, el paisaje se transforma en la ventana que nos muestra las relaciones que hemos tenido y tenemos sobre él, es un indicador real que nos alerta de los cambios fruto de nuestras acciones. Así mismo, es una herida abierta que habla de pasados, presente y futuros. El paisaje, por esta misma razón, es a su vez susceptible de transformarse en un territorio fértil para las prácticas artísticas de conciencia ecológica y nos sirve como escenario pedagógico desde el cual reflexionar.

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Resumen

En la cosmovisión de una sociedad capitalista y antropocéntrica el paisaje es tanto territorio a poseer como imagen consumible, por lo tanto alberga códigos y huellas de nuestra actividad sobre él. Bajo este prisma, el paisaje se transforma en la ventana que nos muestra las relaciones que hemos tenido y tenemos sobre él, es un indicador real que nos alerta de los cambios fruto de nuestras acciones. Así mismo, es una herida abierta que habla de pasados, presente y futuros. El paisaje, por esta misma razón, es a su vez susceptible de transformarse en un territorio fértil para las prácticas artísticas de conciencia ecológica y nos sirve como escenario pedagógico desde el cual reflexionar.

Palabras clave:

arte, paisaje, antropoceno, conciencia ecológica.

Abstract

In the worldview of a capitalist and anthropocentric society, the landscape is both a territory to own and a consumable image, therefore it houses codes and traces of our activity on it. Under this prism, the landscape becomes the window that shows us the relationships we have had and have on it, a real indicator that alerts us to the changes resulting from our actions. It is an open wound that talks about past, present and future. The landscape, for this same reason, is in turn capable of becoming a fertile territory for artistic practices of ecological awareness and it serves as a pedagogical scenario to reflect.

Keywords:

art, landscape, anthropocene, ecological awareness.

Resumo

Na visão de mundo de uma sociedade capitalista e antropocêntrica, a paisagem é um território a ser possuído e uma imagem consumível; portanto, ela abriga nela códigos e traços de nossa atividade. Sob esse prisma, a paisagem se torna a janela que nos mostra os relacionamentos que tivemos e mantemos, um indicador real que nos alerta para as mudanças resultantes de nossas ações. É uma ferida aberta que fala do passado, presente e futuro. A paisagem é suscetível de se tornar um território fértil para práticas artísticas de consciência ecológica e nos serve como um cenário pedagógico a partir do qual refletir.

Palavras-chave:

arte, paisagem, antropoceno, consciência ecológica.

Introducción

Cerremos los ojos e imaginemos un paisaje, ¿cómo es?, ¿qué imagen se construye en nuestra mente cuando escuchamos la palabra paisaje? Desde una visión romántica, el paisaje es horizonte, extensión, un punto de vista y un encuadre. El paisaje se conforma con elementos que no podemos tocar mientras lo contemplemos como tal, puesto que lo experimentamos desde afuera sin poder abarcarlo, solo la mente puede recogerlo como un todo: fragmentos de percepción, una imagen con emociones, olores, sonidos y sensaciones, que reconstruiremos en nuestra mente creando un paisaje no visible que será único en cada persona.

Comenzamos reflexionando sobre el paisaje desde el punto de vista estético-sensorial, visualizando un recuerdo construido a partir de la palabra. Y es que la palabra paisaje tiene un poder evocador inmediato, nos puede transportar mentalmente hacia algún lugar de nuestros recuerdos, nos lleva a generar una reconstrucción personal de la palabra, pudiendo recorrer algún espacio que está allí afuera o ahí adentro. Ahora bien, tras el viaje interior-exterior que hemos tenido con la palabra paisaje, ¿cuál es nuestro paisaje?, ¿se corresponde el paisaje que construimos mentalmente con los paisajes contemporáneos que nos rodean?, ¿o realmente la palabra aún se encuentra archivada dentro de una concepción romántica y bucólica?

La transformación del concepto paisaje

El concepto de paisaje es una construcción cultural que, como es sabido, ha ido evolucionando con el tiempo, se trata de un constructo, de una elaboración mental que los humanos realizamos a través de los fenómenos de la cultura (Maderuelo, 2005, p. 17). Siendo conscientes de la cantidad de estudios que existen sobre el concepto y la terminología de paisaje (Clark, 1971; Kessler, 2000; Maderuelo, 2005, 2007, 2008; Roger, 2007; Berque, 2009; Álvarez-Murrañiz, 2011), no utilizaremos este artículo para centrarnos en su concepción como término, en sus raíces o en su evolución, sino en su transformación estética sobre el territorio. Los escritos y tratados sobre el paisaje y su construcción se han multiplicado al igual que nuestras acciones transformadoras y generalmente degradantes sobre este, pero aunque haya podido ser objeto de estudio en los ámbitos académicos, filosóficos y conceptuales, la cuestión es la mirada, si el paisaje ha evolucionado en las consciencias.

El paisaje en la cultura occidental comenzó siendo tema estético de representación pictórica; el término concretamente emerge en el ámbito de la actividad artística de la pintura flamenca del siglo XVI para denominar dicha actividad (Maderuelo, 2007, p. 20). El paisaje siguió siendo objeto principal de representación en la época del Romanticismo, pero a pesar del necesario viaje que realizaban a lugares insólitos de la naturaleza con el fin de conseguir inspiración para sus interpretaciones pictóricas del paisaje, su modo de observar no procedía de un sentimiento de unión y comprensión con la naturaleza del lugar, sino de una emoción originada por la visión de dos entidades distintas y enfrentadas: individuo y naturaleza se presentaban separados. Esta cosmovisión se vio reforzada especialmente con los inicios del desarrollo científico en el siglo xvii, que se aceleró con la Revolución Industrial y a día de hoy aún se sigue sosteniendo como base de nuestro sistema (Aledo y Domínguez, 2001).

La sociedad dominante necesita transformar la naturaleza en un objeto cuantificable para utilizarla en sus procesos mercantilistas y en su expansión capitalista. Es por ello que el concepto de paisaje es un arma de doble filo, pudiendo alejarnos de las responsabilidades que nos atañen o, por el contrario, servir como una herramienta indicadora para observar el entorno y comprender las consecuencias de nuestra actividad sobre el territorio.

Lo que está claro es que actualmente no es posible pensar el paisaje como un lugar que contemplamos desde la distancia, desde lo ajeno o lo desconocido, como lo hacían las representaciones de los pintores del romanticismo o las intervenciones de los artistas estadounidenses del Land Art en los años sesenta. Asumimos que ahora nuestros paisajes son producciones materiales resultado de nuestras acciones, son parte de esa "tercera naturaleza" de la que nos habla Tonia Raquejo (2013), la cual comprende territorios cuyo aspecto y biodiversidad han sido modificados atravesando el umbral del equilibrio ecosistémico: es una naturaleza artificializada e insostenible que deja ver paisajes antropizados.

Ahora bien, hagamos otro ejercicio mental e intentemos recordar y reconocer el paisaje donde nos encontramos en este momento. Lo más seguro es que este, al igual que el 75 % de la superficie del planeta, haya sido construido o modificado por la actividad humana, ya sea por la urbanización, la agricultura, la ganadería, la minería o la deforestación como uso de alguna de las causas anteriores (Criado, 2018).

Por lo general, el paisaje que nos rodea es antropizado, que nada tiene que ver con esa ventana "al paraíso" que nos puede venir a la mente cuando imaginamos a partir de la palabra. Somos responsables de los nuevos escenarios que nos rodean, los cuales tienen consecuencias directas sobre el territorio y dejan una huella ecológica sobre todo el planeta. El calentamiento global, la pérdida de masa forestal, la disminución de biodiversidad, el agotamiento de recursos naturales, la extinción de especies, entre otras muchas problemáticas socioambientales dibujan el escenario oculto de nuestros paisajes actuales.

El paisaje antropizado en la creación contemporánea

Como advirtió Augustin Berque (2009), nos preocupamos del paisaje en la misma medida que este se ve amenazado: "[...] jamás se ha hablado tanto de paisaje como en nuestra época, [...] jamás hemos conocido un florecimiento semejante del pensamiento del paisaje... y jamás hemos asolado tanto los paisajes" (Berque, 2009, p. 21). Diez años después de esa afirmación seguimos destruyendo paisajes y con ello ecosistemas, con la velocidad y la inercia que llevamos no queda otra alternativa que la de abrir los ojos y actuar. En la era del mayor impacto del ser humano sobre la Tierra, también llamada la era del Antropoceno, no nos queda tiempo y, como apunta Jorge Riechmann, estamos en el "siglo de la gran prueba", puesto que si la especie humana quiere tener un futuro más allá de la crisis del siglo XXI, deberá adaptar la economía mundial a los límites biofísicos del planeta, lo cual supone enfrentarse a uno de los mayores retos de la humanidad (Riechmann, 2013). Es por ello que, dada la urgencia de las problemáticas socioambientales de las que somos responsables, el pensamiento y tratamiento del paisaje no puede ir desvinculado de la conciencia ecológica, y, por lo tanto, tampoco puede ir separado de su visibilización y acción para el cambio.

Dado el contexto de crisis socioambiental global que hemos generado, el concepto de paisaje debería cambiar sobre todo en nuestras consciencias para poder reflejarse en el exterior. Por ello, visibilizar su alteración es necesario para activar un nuevo concepto de paisaje directamente vinculado a nuestras responsabilidades como agentes transformadores de este. Quizás solo observando la realidad de nuestros paisajes antropizados podremos llegar a la conciencia ecológica necesaria para asumir nuestras responsabilidades y cambiar nuestras acciones. En este sentido, el ámbito artístico ofrece alternativas y herramientas indispensables para llegar a nuestro imaginario con el fin de arrojar una luz sobre los aspectos de nuestra actividad sobre la tierra, los cuales por lo general quedan a la sombra del sistema.

En el ámbito del arte contemporáneo el pensamiento se transforma en acción a través de la creación de estrategias artísticas para la preservación, recuperación y visibilización de las problemáticas medioambientales que afectan a los ecosistemas de nuestros paisajes. A través del arte es posible encontrar puentes de conexión que vinculan el concepto de paisaje con la conciencia ecológica por medio de diferentes estrategias capaces de visualizar el impacto de la continua transformación que sufre el paisaje y su naturaleza.

En el entramado relacional existente entre arte, naturaleza y paisaje, y en sus representaciones culturales a lo largo de la historia, debemos recordar lo que ya afirmaba Kenneth Clark (1971) sobre que el paisaje marca las etapas por las que ha pasado nuestro concepto de la naturaleza (Martínez de Pisón, 2009, p. 39). En ese sentido se han desarrollado estudios posteriores sobre una teoría culturalista de la naturaleza y el paisaje como función del arte, como el de Augustin Berque (2009). También cabe destacar los escritos de Alain Roger (2007), el cual trata de la percepción del paisaje a través de los modelos heredados de las producciones artísticas. Pero actualmente, centrándonos en nuestro campo de estudio, la cuestión es: ¿cómo se comporta el arte contemporáneo ante el paisaje antropizado?

Hasta ahora en los diversos estudios que hemos realizado (Soto-Sánchez, 2016 y Soto-Sánchez, 2017) llegamos a la conclusión de que el arte en su compromiso socioambiental y desde diferentes estrategias es capaz de presentarse como herramienta práctica y efectiva de reflexión y acción de aquello que muestra bajo su prisma. Esa naturaleza artificializada que deja ese paisaje antropizado precisa de un arte que dialogue con el territorio para orientarnos y descubrir diferentes formas de mirar capaces de ayudarnos a reequilibrarnos en nuestra relación con la Tierra. Según Raquejo (2013), p. 169),

necesitamos de éstos lenguajes, de estos sistemas simbólicos que traducen la realidad y de esos espacios alternativos, ya que funcionan como una brújula que orienta nuestras relaciones con las cosas y el entorno, pues nos hacen mirar de manera diferente abriéndonos -a través de las grietas/ mirillas que fracturan los patrones del entendimiento y la visión aprendida-, la posibilidad de ver y relacionarnos de otra manera.

Actualmente existe una gran variedad de artistas que trabajan reflexionando sobre los paisajes antropizados y muestran con sus obras cómo consumimos el paisaje, cómo lo transformamos, lo abandonamos y lo asumimos como natural a pesar de su evidente artificialidad. Muchos de los artistas que trabajan sobre la antropización del paisaje lo hacen a través de la fotografía como lenguaje fiel para mostrar los escenarios degradados.

Podemos encontrar artistas que exploran el mundo contemporáneo a través de sus objetivos y muestran la transformación del paisaje por la actividad industrial sobre la tierra. Como ejemplos encontramos la obra de Edward Burtynsky con su Shipbreaking (2000) o la serie de Paisaje sin retorno (1993-1994) de Carlos Cánovas (véase figura 1), un trabajo fotográfico en el que documenta la ría de Bilbao (España) en el momento en el que se desmantela su entramado industrial. Tanto la serie de Shipbreaking de Burtynsky como las imágenes de Paisaje sin retorno de Cánovas evidencian paisajes en transformación antropocénica. La fotografía trasciende de la mera documentación de los escenarios de la era del Antropoceno, puesto que estas imágenes van dirigidas a nuestras consciencias, nos atrapan visualmente a través de lo sublime que pueden generar esos paisajes y utilizan los títulos o textos que las acompañan para hacer reflexionar al espectador sobre el conflicto de la realidad que se muestra.

Paisaje sin retorno,

Figura 1: Paisaje sin retorno,

Los paisajes residuales que emergen de la especulación inmobiliaria son también objetivo de estudio de algunos artistas, como es el caso de la obra Guía de descampados del valle del río Lea (2009-2012) de la artista Lara Almarcegui (véase figura 2), la cual crea una guía a través de la localización y la documentación de doce terrenos vacíos y abandonados que estaban a la espera de su transformación para los Juegos Olímpicos de Londres 2012, acción que repite en el río Tévere con los descampados en espera de las Olimpiadas del 2020 de Roma. Esta es una serie de acciones con las que pretende hacernos reflexionar sobre la transformación del paisaje dado su uso especulativo originado por los cambios políticos y económicos. Con estas acciones, Almarcegui no solo localiza, mapea y fotografía estos lugares para crear guías con las cuales visualizar su existencia y problemática, sino que también activa procesos de protección temporal de dichos espacios. Estas acciones preservan los territorios no edificados de la ciudad de la continua especulación inmobiliaria con el fin de darle valor a la naturaleza silvestre que en ellos crece espontáneamente. Los descampados protegidos se convierten de este modo en islas de biodiversidad en las ciudades. En otros casos, Almarcegui obtiene permisos para abrir temporalmente solares al transeúnte con el fin de no transformar el lugar e invitar al público a cuestionar el uso del espacio público y la propiedad privada.

Guía de descampados del valle del río Lea

Figura 2: Guía de descampados del valle del río Lea

Fuente: Almarcegui, 2009-2012

En la línea del posible uso de los espacios temporales y residuales del paisaje antropizado cabe recordar las series fotográficas de Domingos (1994-1997) de Xabier Ribas o de Chongging IV (Sunday Picnic) (2006) de Nadav Kander, las cuales nos muestran la capacidad de adaptación de nuestras necesidades al paisaje del Antropoceno y nos invitan a reflexionar sobre los espacios residuales de la periferia como los nuevos lugares para el ocio. Por otro lado, y siguiendo con el paisaje como un objeto de consumo y apropiación, encontramos la serie Al Natural (2010) de Carma Casulá. Serie donde la artista muestra diferentes escenas de la transformación del entorno por el consumo turístico que hacemos del paisaje y en concreto de la explotación turística de los espacios naturales protegidos de España, como es el caso de la fotografía Al Natural_Praia das Catedrais, imagen con la que la artista da el punto de partida a la serie (véase figura 3). Dentro de esta serie se encuentra la obra Al Natural_prs (Parque Regional del Sureste), en la que la artista reflexiona sobre la extensión urbanística de las grandes ciudades, que, como es el caso de Madrid, llega a poner en riesgo los espacios naturales protegidos cercanos a la urbe. Tras un estudio de campo personal sobre la calidad visual y del suelo del PRS, Casulá como fase complementaria se pone en contacto con las comunidades locales para establecer diálogos acerca de su apreciación del entorno y su conexión con el lugar en términos estéticos, intelectuales y emocionales con el fin de reconstruir la memoria colectiva del territorio. Esta actividad continúa al realizarse talleres de fotografía de paisaje como método de expresión personal y experiencia del territorio. Además, Casulá organiza los llamados "Tours con mantel de cuadros" para poner en práctica el concepto del paisaje como territorio percibido y vivido, los cuales consisten en una serie de salidas colectivas para recorrer, experienciar y reflexionar las particularidades del paisaje del Parque Regional del Sureste (Casulá, 2015, pp. 343-361).

Al Natural_Praias das Catedrais

Figura 3: Al Natural_Praias das Catedrais

Fuente: Casulá, 2010

En relación con la experiencia estética del paisaje unida a la ecología política, cabe destacar la exposición (F)Actors en Route (2018) de la artista Elena Lavellés. Esta muestra recoge los viajes e investigaciones que la artista realiza en el 2017 en México, Brasil y Estados Unidos para documentar y denunciar la transformación del paisaje y sus consecuencias socioambientales como resultado de la explotación del territorio y los recursos humanos por las tres tipologías de "oro negro": el metal, el petróleo y el carbón (De la Torre, 2018). Lavellés utiliza los resultados de su investigación para realizar una exposición con la cual activar la conciencia y visibilizar las problemáticas halladas, muestra que resulta ser un libro abierto en el que nos explica a través de materia prima, instalaciones y fotografía las consecuencias socioambientales de la explotación del territorio investigado (véase figura 4).

Sin título

Figura 4: Sin título

Con la fotografía como documento pedagógico, desde el 2005 los artistas Susannah Sayler y Edward Morris trabajan con el proyecto History of the future con el cual visualizan diferentes lugares del planeta donde se pueden observar las consecuencias directas del cambio climático y utilizan las imágenes como herramientas pedagógicas para concienciar a la población. El proyecto History of the future no son las imágenes en sí mismas, sino la visualización y distribución de esas imágenes; los artistas en este caso trabajan como educadores y activistas para visibilizar la realidad (véase figura 5).

History of the future, Lago Parón, Perú

Figura 5: History of the future, Lago Parón, Perú

Conclusiones

Las creaciones que hemos presentado son solo una pequeña muestra de la diversidad de propuestas y estrategias artísticas que actualmente se están desarrollando con las temáticas que emergen del cambio climático y las problemáticas socioambientales generadas por el Antropoceno. Estos artistas nos muestran las heridas del paisaje y ahora ya no podemos hablar de este sin atender a la comunidad biótica que lo conforma, ni sin reconocer la naturaleza de esa área, la sociedad que lo habita, la política, la ecología y la cultura que hace que ese paisaje se construya o destruya como tal.

Esta idea de paisaje implica un modo de pensar que proviene de la conciencia del delicado equilibrio de la naturaleza y su interconexión con nuestra propia supervivencia. Dicha conciencia del paisaje consiste en pensar los problemas ecológicos sin separarlos de los problemas sociales, con el fin de llegar a una armonía tanto con la naturaleza como entre las personas. El análisis del paisaje entendido desde las acciones y huellas como resultado de la actividad humana es un método para comprender el vínculo de las poblaciones con el territorio, por lo tanto, el paisaje forma parte intrínseca de la identidad cultural (Álvarez-Munárriz, 2011; Martínez de Pisón, 2009; Amores y Rodríguez-Bobada, 2003).

Una vez llegados a este punto debemos cuestionarnos: ¿de qué paisajes somos responsables? ¿qué tipo de relación tenemos con nuestro paisaje cotidiano? Dejemos los enfoques perceptivos que pueden surgir de una concepción del paisaje que se basaba en la pura contemplación y comencemos a observar el entorno desde la comprensión de los acontecimientos que lo construyen. Aceptemos el paisaje como un lugar para la experimentación de los sentidos, pero también como un escenario para la comprensión de las interrelaciones existentes entre el individuo y la naturaleza. Es conveniente expandir la mirada, profundizar en la conciencia y contemplarlo dinámicamente, cuestionándonos sus pliegues y dejando a un lado una posición estática para reencontrarnos con la realidad física de un territorio cambiante que nos habla de nosotros mismos.

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Biografía del autor/a

Pilar Soto Sánchez, Universidad de Jaén

Doctora en Bellas Artes de la Universidad de Granada, Granada, España. Profesora interina de la Universidad de Jaén, Jaén (España).

Citas

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Publicado

2020-01-01

Cómo citar

Soto Sánchez, P. (2020). El paisaje del antropoceno. Imagen y materia de creación y concienciación. (pensamiento), (palabra). Y Obra, (23), 61–71. https://doi.org/10.17227/ppo.num23-10467

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