La memoria y su devenir en los espacios: evidencias del pasado en algunas experiencias cartográficas
DOI:
https://doi.org/10.17227/ppo.num20-8158Palabras clave:
inclusión, voces del profesorado, diversidad, auto-revisión, mejora escolarResumen
En este artículo de investigación presentamos algunas elaboraciones conceptuales y metodológicas logradas por el Semillero de Investigación en Arte y Memoria Incandescencias: del Recuerdo a la Creación, de la Licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Pedagógica Nacional. La reflexión central gira en torno a la relación que encontramos entre las memorias (sobre todo la individual) y nuestra experiencia con el espacio. Asimismo, nos detenemos en las cartografías artísticas como estrategias metodológicas para hablar de esta correspondencia espacio- memoria. Nuestra discusión se basa en varios ejercicios cartográficos desarrollados por los y las integrantes del semillero.
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Recibido: de noviembre de 2017; Aceptado: de enero de 2018
Resumen
En este artículo de investigación presentamos algunas elaboraciones conceptuales y metodológicas logradas por el Semillero de Investigación en Arte y Memoria Incandescencias: del Recuerdo a la Creación, de la Licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Pedagógica Nacional. La reflexión central gira en torno a la relación que encontramos entre las memorias (sobre todo la individual) y nuestra experiencia con el espacio. Asimismo, nos detenemos en las cartografías artísticas como estrategias metodológicas para hablar de esta correspondencia espacio-memoria. Nuestra discusión se basa en varios ejercicios cartográficos desarrollados por los y las integrantes del semillero.
Palabras clave:
memorias, espacio, cartografía artística.Abstract
In this research paper we present some conceptual and methodological elaborations achieved by the research incubator in art and memory "Incandescencias: del Recuerdo a la Creación" from the Visual Arts Program at Universidad Pedagógica Nacional. The central reflection revolves around the relationship found between memories (especially the individual) and our experience with space. We also focus on artistic cartographies as methodological strategies to discuss this space-memory correspondence. Our discussion is based on several cartographic exercises developed by the members of the research incubator.
Keywords:
Memories, space, artistic cartography.Resumo
Neste artigo de pesquisa apresentamos algumas elaborações conceituais e metodológicas realizadas pelo Grupo de Pesquisa em Arte e Memória Incandescências: da Lembrança à Criação, da Licenciatura em Artes Visuais na Universidade Pedagógica Nacional. A reflexão centra-se na relação que encontramos entre as memórias (especialmente a individual) e nossa experiência com o espaço. Assim mesmo, analisamos as cartografias artísticas como estratégias metodológicas para falar desta correspondência espaço-memória. Nossa discussão está baseada em diversos exercícios cartográficos desenvolvidos pelos integrantes do grupo.
Palavras-chave:
memórias, espaço, cartografia artística.Introducción
Al usar la palabra incandescencia estamos hablando de una propiedad física que algunos metales o el carbón tienen al exponerse al calor; al llegar a una determinada temperatura, emiten una luz de color blanco o rojo. Si comparáramos esta idea con el actuar de nuestra memoria, entenderíamos que el acto de recordar haría las veces de "aplicar calor" sobre nuestro pasado, y que la luz emergente correspondería a aquellos recuerdos que iluminamos para hacerlos aparecer en el presente. Podríamos pensar también que la experiencia del arte actuaría como "ese calor", ese proceso que posibilita que los recuerdos aparezcan de manera dinámica y móvil en un tiempo que transcurre y se altera constantemente. Como lo señala Félix Vázquez (2001) en el epígrafe que da inicio a este texto: el paso del tiempo pasa por nuestras acciones, en el hacer haciéndose, tal y como lo hacemos en el arte.
De esta analogía surge el nombre del Semillero de Investigación en Arte y Memoria de Licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Pedagógica Nacional: Incandescencias: Del Recuerdo a la Creación. El semillero nace en el segundo semestre del 2016, a partir de los intereses investigativos y creativos de un grupo de estudiantes y un docente que acompaña el proceso. Incandescencias aparece como un espacio abierto de problematización, producción artística y construcción teórica desde las preguntas y propuestas que nos planteamos de forma individual y colectiva. Además de fortalecer habilidades y herramientas investigativas, nos interesa la relación entre el arte y la memoria desde una perspectiva amplia, que articule procesos de investigación y de creación, tomando como base ejes temáticos en torno a las posibles relaciones entre las memorias personales, familiares, sociales e históricas y sus vinculaciones con el espacio y la cotidianidad.
Metodológicamente, el semillero se basa en ejercicios de investigación-creación a partir de lo experimental y la interdisciplinariedad. Actualmente, exploramos metodologías construidas desde cartografías artísticas que vinculan la memoria y los espacios desde una perspectiva que valide la experiencia personal, en función de unas memorias individuales situadas en contextos socioculturales particulares y sus conexiones con memorias más amplias, como las colectivas e históricas.
En este contexto, en el presente texto queremos dar a conocer algunos desarrollos conceptuales y metodológicos logrados desde las búsquedas del semillero, alrededor de la memoria y su devenir en los espacios, y la manera como se evidencia esta experiencia en algunos ejercicios cartográficos que narran parte de los recorridos hechos por los integrantes del grupo. De esta manera, comenzamos con algunas aproximaciones conceptuales sobre la memoria y el espacio; luego, hacemos algunas precisiones sobre las cartografías artísticas como estrategia metodológica del semillero; en el siguiente apartado presentamos varias cartografías realizadas por el grupo a partir de recorridos cotidianos y una experiencia llevada a cabo en la ciudad de Cali en el marco del "I Encuentro de Semilleros de Investigación en Educación Artística". Finalmente, elaboramos algunas conclusiones y reflexiones sobre la pertinencia de las cartografías artísticas como una forma de acercarse a la memoria y los espacios.
Entre las memorias y los espacios
Recordamos individualmente mediante un proceso o una acción mental, pero siempre, en el acto de recordar, existen marcos de referencia, hechos en los cuales seguramente han participado más personas. A esto se refiere Maurice Halbwachs (2004), uno de los primeros sociólogos que conceptualizó sobre la memoria colectiva, al señalar: "Para que la memoria de los demás refuerce y complete la nuestra, es necesario, [...] que los recuerdos de estos grupos no carezcan de relación con los acontecimientos que conforman nuestro pasado" (p. 78). Así, reconocemos que somos seres de relaciones sociales, nos construimos como sujetos cuando sabemos de la existencia del otro, un otro con quien tenemos diferencias y similitudes, afectos y desafectos, con el que compartimos un pasado.
Podríamos decir que las imágenes de los hechos vividos están enteramente acabadas en nuestra mente, como páginas impresas de un libro que podrían abrirse aun cuando nunca lo hayamos hecho. Aun así, lo que persiste no son imágenes totalmente confinadas en alguna galería subterránea de nuestro pensamiento, sino en lo social. Todas las indicaciones necesarias para reconstruir esas partes de nuestro pasado que concebimos de forma incompleta o indistinta, o que, incluso, creemos enteramente salidas de nuestra memoria, están en nuestro exterior, en el grupo humano o en la sociedad a la que pertenecemos.
Todos los individuos pensamos y recordamos en común, como bien nos señala Halbwachs:
Cada uno tiene, como es natural, su punto de vista, pero en una relación y una correspondencia tan estrecha con los de los demás que, si sus recuerdos se deforman, basta con situarse en la perspectiva de los demás para rectificarlos. (2004, p. 79).
Esta es una de las tensiones que da base a los procesos desarrollados por el semillero Incandescencias. La memoria individual, por formar parte de un entramado con las memorias de los demás, se halla inmersa dentro de memorias colectivas o sociales que a su vez, y como lo enfatiza Vázquez (2001), son construcciones sociales, producto de procesos de comunicación, acciones y prácticas que configuran nuestro pasado de forma común.
Sumada a esta tensión entre memoria individual y memoria colectiva, hay que hablar de una tercera relación que nos lleva a pensar una memoria mucho más amplia: la memoria histórica, relacionada con procesos históricos más generales y pasados institucionalizados, que se construyen desde las particularidades, vivencias y, por supuesto, memorias de los sujetos y colectividades, pero también desde acontecimientos que se muestran como hitos para la memoria de grupos sociales más amplios, por ejemplo una nación.
Si por memoria histórica entendemos la lista de los acontecimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella la que representa lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva, pues esta última tiene sus propias lógicas y características según el grupo que la configura desde lo subjetivo y el contexto. Siguiendo a Halbwachs (2004), entendemos que existe una memoria histórica, creada por los Estados para homogeneizar la cultura y los recuerdos sociales, de manera que los individuos se sientan identificadas con los proyectos de la nación. Esto obvia una multiplicidad de recuerdos y relaciones que la sociedad construye en su trasegar, en su trascurrir, en su andar. Relaciones y recuerdos de los sujetos y grupos concretos (comunidades, minorías, grupos al margen, etc.), cuya importancia permite que las sociedades encuentren sus propios proyectos políticos, acordes a sus necesidades y que, en la mayoría de los casos, se contraponen a los proyectos oficiales de los Estados.
Para el caso del semillero Incandescencias, nuestras reflexiones y experiencias cartográficas se sitúan en la tensión de estas tres memorias, pero, como se verá, hacemos énfasis en evidenciar nuestras memorias individuales, sin desconocer que nuestros recuerdos forman parte de memorias colectivas e históricas.
Cualquiera que sea el pasado que abordemos, ya sea el personal, el colectivo o el histórico, no debemos dejar de lado que la memoria no es un proceso inacabado; no recordamos de forma cerrada para reconstruir fielmente un hecho en el presente. Los procesos de la memoria tienen que ver con una mirada hacia el futuro de los sujetos y las colectividades. Para Vásquez (2001), esta sería una de las funciones que tiene la memoria, pues permite construir y resignificar nuestro pasado, los recuerdos y también los olvidos, pues "La memoria como vehículo que provee de continuidad, permite la proyección en el futuro. El futuro se construye con elementos del presente y del pasado que se consideran con un espacial significado" (Vásquez, 2001, p. 25).
Sumado a lo anterior y retomando la apuesta teórica de Halbwachs (2004), las memorias colectivas -y por consiguiente las individuales-, tienen unos marcos que se construyen socialmente para dar sentido y servir de referencia a los recuerdos personales y grupales. "Cada grupo se divide y se afianza en el tiempo y en el espacio" (Halbwachs, 2004, p. 79), de ahí que lo temporal y lo espacial sean esos marcos para la memoria. Espacio y tiempo: la memoria colectiva, la individual y la histórica se apoyan en estas dos características para ser narradas.
El aspecto que nos interesa desarrollar aquí es el espacio. Nuestras vivencias siempre se inscriben en marcos espaciales; los espacios configuran nuestras experiencias con el mundo material y las significaciones que le damos tienen que ver con aquellas memorias. Podemos asegurar que la manera como nos relacionamos con el espacio constituye gran parte de nuestra memoria. Siempre que recordamos nos remitimos a escenarios físicos, no solo porque allí acontecieron las experiencias, sino porque el pasado necesita de la estabilidad que los espacios ofrecen para lo recordado. En palabras de Halbwachs (2004),
[...] no es totalmente cierto que para recordar haya que transportarse con el pensamiento fuera del espacio, ya que, al contrario, es sólo la imagen del espacio la que, por su estabilidad, nos ofrece la ilusión de no cambiar en absoluto a lo largo del tiempo y encontrar el pasado en el presente; pero así es como podemos definir la memoria, y el espacio es el único que resulta lo suficientemente estable para poder durar sin envejecer ni perder ninguna de sus partes. (p. 161).
La estabilidad del espacio para la memoria dialoga con los significados que las personas les otorgamos a esos "contendores" donde trascurre nuestra existencia. "Nuestro entorno material lleva a la vez nuestra marca y la de los demás" (Halbwachs, 2004, p. 132), ya que el espacio se constituye desde las personas que lo recorren y habitan; son esas personas quienes le dan sentido y lo ajustan a sus deseos o necesidades. El paso del tiempo y el habitar un espacio hacen que poco a poco lo apropiemos, de tal manera que dejemos huellas que hablen de quien lo habita. Pareciera que el espacio empieza a ser parte de nosotros.
Para generar las memorias que relatan experiencias en común, es necesario comprender la relación entre el espacio y los individuos; siempre estamos unidos afectivamente a los lugares, y es en el espacio donde se construyen experiencias y acontecimientos que se convierten en recuerdos. De forma colectiva e individual, reflejamos sueños, experiencias, recuerdos, miedos, manías, rutinas, en aquello que nos rodea; esta sería una forma de apropiarse del espacio.
Creamos y creemos que los espacios nos ayudan a darles sentido a nuestros mundos personales y sociales, pues "No se trata de una simple armonía y correspondencia física entre el aspecto de los lugares y la gente, sino que cada objeto encontrado, y el lugar que ocupa en el conjunto, nos recuerdan una forma de ser común" (Halbwachs, 2004, p. 132). Cada elemento que configura el espacio forma parte de un pasado que se aloja en los lugares, convirtiéndose en huellas del grupo humano y de los sujetos que se encuentran allí.
Para Halbwachs (2004), los miembros de un determinado grupo crean sentidos respecto a cada aspecto y detalle de los lugares en los que se encuentran, gracias a que
... todas las partes del espacio que han ocupado corresponden a otros tantos aspectos distintos de la estructura y la vida de su sociedad, al menos en su faceta más estable. Cierto es que los acontecimientos excepcionales vuelven así a situarse en este marco espacial. (Halbwachs, 2004, pp.133-134).
Ahora bien, al separarnos de los espacios y trasladarlos a otros nuevos, ocurre un proceso de adaptación anclado a esos significados y sentidos construidos desde la memoria. Cuando nos vemos obligados a trasladarnos a un nuevo entorno material, antes de que ocurra la adaptación, pasamos por un periodo de incertidumbre que refleja la manera como "las imágenes habituales de nuestro mundo exterior son inseparables de nuestro yo" (Halbwachs, 2004, p. 131). Este es un ejemplo claro de la importancia de los marcos espaciales para las personas en relación con la memoria.
Una buena manera de ilustrar lo dicho hasta aquí tiene que ver con los vínculos que establecemos con los objetos , que, como elementos que configuran los espacios, permiten dar estabilidad a nuestros recuerdos desde los significados que creamos con ellos. La familiaridad que nos dan, nos ayuda a concretar y servir de dispositivo del pasado. La estabilidad de los espacios y los objetos contenidos en ellos son evidencias y huellas del tiempo, un tiempo que se muestra congelado en la materialidad, la cual lucha contra el devenir, no para señalarnos un pasado que se añora, sino para hablarnos de una sociedad cambiante y unos sujetos en constante transformación.
Lo anterior tiene relación con lo dicho por Halbwachs (2004):
No nos equivocamos al decir que están [los objetos] alrededor de nosotros como una sociedad muda e inmóvil. Aunque no hablen, les comprendemos, ya que tienen un sentido que desciframos de manera familiar. Son inmóviles en apariencia, ya que las preferencias y costumbres sociales se transforman y, si nos cansamos de un mueble o de una habitación, es como si los propios objetos envejeciesen. (p. 132).
Se podría hacer una lista de cada objeto de nuestra casa, de nuestro espacio; podríamos encontrar allí diferentes lugares de origen de estos objetos, o tal vez algunos solo estén allí por azar. En este ejercicio de clasificación, podemos identificar diferentes sentimientos y recuerdos. Regalados, encontrados, robados, comprados, cada uno tiene mucho que decir; cada objeto relata una anécdota, nos arroja al pasado y nos muestra que son el puente entre nosotros y un momento, un tiempo distinto al actual. Si el objeto perdura, con él se mantiene una pequeña historia; asimismo, su ubicación en el espacio determina su importancia y el afán por verlo todos los días o la necesidad de tenerlo o no recordarlo, también refleja la experiencia que tenemos con nuestro pasado a través de ellos.
El espacio como contenedor de los objetos y de recuerdos puede ejemplificarse con nuestra casa. A lo largo de nuestra vida cambiamos de lugar, nos movemos, caminamos, transitamos, podríamos hacer un recuento de las casas donde hemos vivido, donde moramos con nuestra familia, luego solos, diferentes ciudades, tal vez países.
"… [L]a casa es nuestro rincón del mundo. Es […] nuestro primer universo" asegura Gastón Bachelard (2000, p. 28), y en cada una queda un pasado que se va haciendo borroso, fantasmal en algunos casos, o vigente y muy presente para otros. Pasar por la casa donde vivimos con nuestros padres, es darnos la oportunidad de fantasear con el pasado, pero también con la posibilidad de lo que habría pasado si no nos hubiéramos mudado, si la casa no se hubiera vendido: ¿Quién habita ahora la casa?, ¿cómo disponen los cuartos?, ¿cuántas personas son?, ¿cómo era el cuarto?, ¿cuál es nuestro primer recuerdo allí?
Entendiendo esta espacialidad de la memoria, identificamos la necesidad de relacionar nuestros recuerdos con los objetos, las personas y los hechos que vivimos dentro de los espacios. Ya sea de forma individual (retomemos el ejemplo de la casa), colectiva con los grupos sociales en los que estamos (creamos referencias espaciales en nuestro barrio, la universidad, nuestra familia, etc.) y de forma más amplia con la nación (fabricamos monumentos para conmemorar los grandes hechos de la historia), tenemos la necesidad de situar temporal y espacialmente nuestro pasado.
Documentar, pero también resignificar, estas relaciones que creamos con el espacio y la memoria es la tarea central de las cartografías artísticas que hacemos en el semillero Incandescencias. Como estrategia metodológica, los ejercicios cartográficos se muestran como vía para hablar de experiencias pasadas desde el ejercicio de recorrer el espacio. En el siguiente apartado profundizaremos en ello.
Mapas cartográficos: de los recorridos a los recuerdos
Como recurso metodológico basado en la exploración para la creación, pero también para la investigación, en el semillero Incandescencias hemos empleado las cartografías artísticas en la realización de mapas que evidencian algunos recorridos y nos han permitido aproximarnos a la experiencia del espacio y la memoria.
Cuando hacemos cartografías, encontramos el pasado en el presente materializado y documentado en mapas vividos. El acto de cartografiar implica la creación de relaciones y la experiencia que establecemos con los espacios; una experiencia que se recrea a partir del ejercicio creativo y se reactiva con los observadores que se relacionan posteriormente con el mapa. Una cartografía es particular, se sitúa precisamente en experiencias subjetivas, nuestra cotidianidad y las maneras particulares de narrar nuestras memorias. No solo buscamos contener nuestros recuerdos señalados desde los espacios, buscamos reactualizarlos, recrearlos y resignificarlos, esperando construir otras formas del pasado en el presente y, por tanto, otras formas de pensar nuestro futuro.
Lo anterior, siguiendo a Deleuze y Guattari, es lo que Stephen Zepke (2009) refiere cuando afirma
…una cartografía artística es un mapa de relaciones, relaciones que constituyen una topografía de las fuerzas invisibles que lo animan y que el arte expresa en una sensación. [...] una cartografía artística crea un cuerpo de sensación, un cuerpo que, hablando estrictamente, no es ni un objeto (obra de arte) ni un sujeto (su experiencia), sino una actualización de fuerza que acompasa obra y espectador, emergiendo de acuerdo con sus condiciones locales. Explorar este cuerpo de sensación es nuestra tarea contemporánea. Una tarea que es a la vez política, filosófica y estética, pues exige que el pensamiento y el arte aporten algo nuevo al mundo y transformen nuestro ser y nuestro devenir. Una cartografía artística, por lo tanto, es una cartografía del futuro, un diagrama para la producción de futuro. (p. 295).
Este lugar político de las cartografías artísticas que recae en su posibilidad para transformar el ser, el mundo y el devenir, dialoga con la función política de la memoria en la reflexión sobre los futuros personales y colectivos. Asimismo, lo político de las cartografías abre caminos para la creación a partir de la introspectiva, permite el relato de los recuerdos y la identificación de los olvidos, convirtiéndose en un canal de comunicación que llega al espectador para dejar en él una huella del ser e invitarlo a la búsqueda de su memoria.
Ahora bien, los mapas, como espejismo del espacio, tienen algo de realidad y al mismo tiempo carecen de ella. No se puede afirmar que un espacio es igual a un mapa, lo que parecería obvio: lo que en un mapa son diez milímetros en el espacio real podrían ser kilómetros. Un mapa es solo una representación. Pero, más allá de documentar, reproducir y copiar fielmente la realidad espacial percibida, los mapas cartográficos son formas que dan cuenta de las vivencias que tenemos con los espacios. Los caminos y recorridos de cada persona no son los mismos, las formas de tránsito tampoco, por lo tanto las direcciones, los pasos, las distancias, los referentes de un trayecto, nunca son los mismos para dos personas. Lo anterior sería un ejemplo de la construcción de múltiples percepciones del espacio, un espacio que es distinto para cada uno de nosotros. De allí que un mapa cartográfico jamás será igual a otro.
La subjetividad se contrapone a la objetividad con la que tradicionalmente se ha leído el espacio para representarse desde disciplinas herederas del positivismo, es el caso de la geografía o la historia. A diferencia de un mapa geográfico basado en la representación bidimensional del espacio, "los mapas también tiene que ver con los seres, las cosas, los cuerpos; hasta podemos trazar un mapa de algo que no conocemos [...], se trata de singularidades, identidades, individualidades, infinitamente alejados de toda ley, se trata de la existencia" (Serres, citado por Arbeláez, 2015, p. 79).
Hacer cartografía es un proceso individual en el cual cada quien pone en relación cada aspecto del espacio habitado, para darle un significado propio que al ponerse en diálogo con otras personas se constituyen percepciones que le dan sentido al espacio que se habita. Hacer cartografía va más allá de reconocer un espacio, es construirlo y reconstruirlo con lo que se ha vivido (pasado), lo que se vive (presente) y lo que se vivirá (futuro); sobre todo con lo que se vivirá, porque la experiencia vivida nos permite configurar lo que puede ser, configurar espacios y asimismo el modo de habitarlos.
Pensemos en los mapas que hemos visto desde que éramos niños: siempre representan montañas, ríos, la necesidad de dividir, fraccionar, sectorizar. Pero ese tipo de mapas no representan nuestras experiencias, son la ficción de lo que se ve desde fuera. Esos mapas no nos identifican porque no estamos en ellos, no están nuestros amigos o familiares, no hay personas. "El mapa clásico", aquel que es descriptivo, muestra la posibilidad del mundo sin habitantes, no hay casas, no hay carros, no hay fábricas, no hay edificios, no hay animales, no hay techos... no hay humanidad.
Las maneras en que se perciben los espacios no carecen de subjetividad, nuestra percepción va acompañada de lo que somos y de las diferentes formas en que habitamos el espacio. Ya sea físicamente o desde el recuerdo, la experiencia que se obtiene de los espacios da para realizar una construcción mental y transitarla sin necesidad de estar allí a partir de los relatos. Del mismo modo en que configuramos los espacios, ellos nos configuran en un ir y venir; la información que se obtiene de ellos nos dice cómo habitarlos. Así mismo, construimos dentro de ellos modos de vida, imágenes y recuerdos. Narrar nuestro existir en y con los espacios, es la tarea última de hacer una cartografía a partir de lo sencillo, lo cotidiano, lo inmediato y lo particular.
Habitar un espacio desde lo colectivo es configurarlo desde diferentes miradas, desde diferentes percepciones, es darle significaciones individuales que pueden convertirse en colectivas. Las cartografías por su parte muestran miradas individuales que se constituyen desde la experiencia vivida y el tiempo en que se habita. Por esto, las cartografías se pueden interpretar desde quien las realiza y quien las observa, generando sentidos y significados diferentes puesto que las interpretaciones se realizan desde las conexiones que se establecen con la experiencia que se ha vivido tanto particular como grupalmente.
La experiencia personal presente en los mapas cartográficos dialoga con su apertura, multiplicidad y constante transformación. Al respecto, María José Arbeláez (2015) asegura que
Un mapa tiene múltiples entradas, su trazado no está orientado por la búsqueda de un origen. No existe un mapa único, verdadero, anterior y origen de los mapas; por el contrario, el mapa habla, insinúa desplazamientos, hace conexiones. La naturaleza del mapa tiene que ver con trayectos y devenires, con la movilización de objetos y con un amplio espectro de posibles situaciones relacionadas directamente con la particularidad del lugar. (p. 86).
Esta definición de cartografía se relaciona con lo expuesto por Giles Deleuze y Félix Guattari (2002) cuando presentan el concepto de rizoma. Las ideas de estos autores, según Arbeláez (2015), tienen que ver con la distinción entre árbol y rizoma, conceptos filosóficos tomados de la biología, que funcionan como formas de comprender el pensamiento, como un modo de disposición social y como método de conocimiento. Para Deleuze y Guattari (2002), contrario a la estructura del árbol que es vertical, jerarquizada, dicotómica y genealógica, la estructura del rizoma es horizontal, heterogénea, múltiple, indefinida, abierta y en constante ruptura y transformación.
Desde esta lectura, podemos decir que un mapa cartográfico es un rizoma, que se contrapone al calco y a la reproducción de los mapas convencionales. Siguiendo a Deleuze y Guattari (2002), en esta oposición, el mapa está orientado a la experimentación sobre lo real, pues no reproduce, sino que construye de manera abierta para conectar varias dimensiones desde su carácter alterable. Por eso un mapa cartográfico
…puede ser roto, alterado, adaptarse a distintos montajes, iniciado por un individuo, un grupo, una formación social. Puede dibujarse en una pared, concebirse como una obra de arte, construirse como una acción política o como una meditación. Una de las características más importantes del rizoma quizá sea la de tener siempre múltiples entradas […] Contrariamente al calco, que siempre vuelve "a lo mismo", un mapa tiene múltiples entradas. (Deleuze y Guattari, 2002, p. 18).
Desde esta perceptiva rizomática, al igual que las cartografías en las cuales la experiencia con el espacio se muestra de forma abierta a la hora de mapearse, la memoria es el proceso donde conectamos, señalamos y expandimos el pasado de forma abierta y múltiple. Por ello, en la exploración como base para los mapas cartográficos en torno a nuestro pasado, nuestros olvidos y recuerdos, se muestra su posibilidad para vernos y ver al otro de modos diversos. Lo múltiple, lo cambiante, lo infinito y lo inacabado se entrecruzan para poner en tensión lo individual y lo colectivo. Memoria y espacio, en cuanto construcciones sociales, se vivencian y documentan en la experiencia cartográfica.
En el ejercicio cartográfico no solo se hace un recuento de objetos y descripciones de espacios, allí también está la posibilidad de generar un conocimiento a través de la experiencia, de lo vivido. Las cartografías artísticas, en cuantos mapas cartográficos, no solo nos permiten narrar descriptivamente los espacios y las memorias que allí acontecen, también nos facultan para comprender, analizar e interpretar los acontecimientos. Asimismo, las cartografías son la posibilidad de resignificar y transformar el espacio y nuestros recuerdos, y por tanto, nuestra experiencia.
Pero ¿cómo hacer mapas cartográficos? "Uno de los principales problemas del arte de andar es la traducción de dicha experiencia a una forma estética" (Careri, 2002, p. 150). Describir espacios podría ser sencillo, pero describir y plasmar la sensación del lugar, llegar a comunicar el olor, la temperatura, la textura de las paredes, es complejo, aún más cuando tratamos de documentar las sensaciones y sentimientos que estas percepciones nos evocan a través de una cartografía. Esto se problematiza aún más cuando buscamos provocar en otro esa experiencia, para que la resignifique y la amplíe en un espacio-tiempo distinto a aquel en el que se produjo la cartografía. Sin el ánimo de resolver este problema, en el siguiente apartado presentamos los ejercicios cartográficos del semillero, esperando que sirvan para ejemplificar nuestros planteamientos y generar en el lector nuevas preguntas y reflexiones.
Algunas experiencias cartográficas
Hasta aquí hemos presentado la perspectiva teórica en torno a algunos conceptos de memoria y espacio, y hemos descrito una apuesta metodológica construida a partir de las implicaciones de hacer mapas cartográficos como formas artísticas y de conocimiento. En este apartado queremos mostrar algunas experiencias cartográficas que hemos desarrollado dentro del semillero Incandescencias. Las imágenes que vienen a continuación dan cuenta de distintos ejercicios cartográficos hechos por los y las integrantes del semillero. Desde la combinación de lo visual con lo narrativo, más allá de ser imágenes ilustrativas, presentamos nuestros mapas como resultado investigativo y creativo.
El semillero realizó varios ejercicios de exploración alrededor de la elaboración de cartografías personales a lo largo del primer semestre de 2017, dando cuenta de recorridos y/o experiencias cotidianas con el espacio (particularmente en la cuidad de Bogotá) y las memorias (sobre todo las individuales). Asimismo, varias de estas cartografías son resultado de la participación del grupo en el I Encuentro de Semilleros de Investigación en Educación Artística, realizado en la Universidad Icesi en Cali, entre el 24 y 28 de abril de 2017; allí los integrantes del grupo partimos de la experiencia del viaje y los recorridos realizados en la ciudad. La mayoría de las propuestas se materializaron en libro-objetos que hacen referencia a la memoria del viaje desde la forma de percibir los espacios y señalar la cotidianidad.
Enhebramos la aguja para poder empezar a recorrer lo que ya nos es reconocido en el camino de la vida de mi madre, enhebramos nuestros recuerdos pero sobre todo aquellos que vienen de su parte. Este recorrido aún no finaliza y pareciera que en las anteriores palabras se queda corto, su vida configura la mía y son sus narraciones de memoria las que me ayudarán a darme cuenta de aquellos aspectos que en el camino transitado he dejado de lado. Si lo pienso bien, pueden ser más puntadas, más huellas; si lo pienso bien, faltan puntadas por imaginar y pensar, pero son el espacio que transitemos y el tiempo quienes poco a poco irán configurando dichas huellas y puntadas en nuestras vidas.
Conclusión
Cartografiar el espacio es hablar desde el tiempo en que se habita, cartografiar un lugar es hablar de nuestra relación con ese espacio, de los aspectos que lo caracterizan y que lo configuran y lo reconfiguran con el paso del tiempo. Cartografiar es establecer relaciones con lo que hay y no hay en dicho lugar, es disponerse a establecer relaciones con el tiempo habitado, con huellas que tienen los lugares y que, por ende, nos hablan, nos cuentan y narran su tránsito en el tiempo imaginando así el pasado, pensando el presente desde lo que posiblemente vivenciamos y así mismo proyectarlo en un futuro.
Desde esta perspectiva, las memorias pensadas a partir de un ejercicio cartográfico las podemos entender como un repaso, pero también como una forma de comprensión, resignificación y transformación de las huellas del recuerdo, pues transitamos y reconstruimos los espacios que habitamos a través de la experiencia. De allí que las cartografías artísticas, en cuanto mapas cartográficos, son formas de conocimiento que nos permiten acercarnos a nuestra realidad.
Día a día, paso a paso, generamos nuevos datos para nuestro archivo memorístico, la cartografía se convierte en una herramienta para la organización de ese archivo, una metodología del recuerdo que vincula al tiempo y al espacio en la emergencia de recorridos sensibles.
En medio de este proceso, abrimos caminos a las distintas memorias: las individuales, las colectivas y las históricas. Construimos intersubjetividades que dialogan con el otro generando vínculos de sentido, lazos que nos hacen re-pensar aquello que creemos cierto, comprender que cada quien construye su memoria del pasado en relación con la experiencia vivida y, aunque estas experiencias puedan ser compartidas por distintas personas, cada quien generará construcciones de sentido distintas. En definitiva, una memoria propia que interpreta el pasado desde sus apuestas de vida y sus políticas de existencia.
La cartografía artística documenta y evidencia la memoria a la luz de sus vínculos con el espacio. El archivo que guardamos de algún evento pasado se ve mediado por herramientas plásticas para materializarlo y hacerlo comprensible a quien lo observa; los procesos de creación permiten ampliar el campo de posibilidades para la expresión y crear y ampliar rutas de diálogo con los otros. Fuera de las concepciones tradicionales de los mapas como calcos, los mapas cartográficos transgreden los límites de la representación, generando un tipo de conocimiento ligado a lo sensible, el cual se hace comunicable desde la memoria y la experiencia con el espacio de quien produce el objeto cartográfico, hasta llegar a quien lo observa. El productor de un mapa cartográfico realiza un ejercicio comunicativo íntimo que se abre a la mirada del otro.
En el caso de las cartografías artísticas que, como semillero, realizamos en la ciudad de Cali, partimos de espacios desconocidos y recorridos experienciales, sentimos los lugares, agudizamos la vista, el tacto, el gusto, el oído y el olfato para ir más allá de un ejercicio turístico. Éramos ajenos al espacio y por ello nos acercamos con precaución, no buscamos que los ejercicios cartográficos contaran la historia del lugar, una semana era un tiempo muy corto para comprender las lógicas sociales que interpelan el espacio, de ahí que partiéramos de nuestra experiencia personal para iniciar. La cartografía artística fue una metodología exploratoria que se construyó mientras avanzábamos en el recorrido; esto nos llevó a tomar la experiencia como productora de significados y conocimiento y, en este sentido, la cotidianidad como un espacio para una reflexión profunda.
En los procesos de creación cartográfica se generan cruces entre la teoría y la práctica, por eso pensamos en denominar esta apuesta metodológica "práctica artística cartográfica". Sumado a esto, las ciencias sociales y el campo del arte dotaron de herramientas al grupo para reflexionar sobre cuál y por qué estábamos construyendo unas memorias específicas del espacio. Es claro que los mapas cartográficos son una construcción interdisciplinaria.
Desde la práctica artística cartográfica es posible identificar los momentos en los que la memoria oficial dictamina las formas en las que debemos comprender el espacio, pero la experiencia desafía esos significados establecidos. A partir de nuestras cartografías hechas en Bogotá y en Cali, las ciudades dejaron de ser un "imaginario pintoresco" para convertirse en un espacio real; observamos el territorio presentado, no las representaciones hegemónicas del mismo.
En este sentido, la práctica artística cartográfica se convierte en una alternativa para resistir a la memoria histórica hegemónica, resignificando lo cotidiano y lo sencillo, abordando una memoria emergente desde lo político donde múltiples miradas del grupo recrean la ciudad y el espacio. Lo anterior puede ejemplificarse en apuestas sensibles como cartas a un botánico imaginario que nunca ha salido de su hogar y cuya única conexión con la realidad es aquello que le cuentan cuando le escriben, flores cristalizadas que le envían para que pueda apreciar las especies del lugar y anécdotas del día a día que lo invitan a formar parte de la memoria colectiva. Repasos de las huellas de la infancia, haber vivido y habitado la ciudad para volver después de muchos años y encontrarla transformada, despertando la memoria y comprendiendo por qué se construyen los recuerdos. Recoger retazos del camino, objetos encontrados, perdidos o robados que perdieron su vida útil en el tiempo para darles nuevos significados como una cartografía de anticuario. Realizar ejercicios autómatas de creación, revivir métodos surrealistas para crear imágenes del lugar que visitamos. Construir una bitácora de viaje, como un diario de campo de una antropóloga de antaño que toma nota de aquello que vive en el día a día, resaltando objetos y acciones para que no se pierdan en el archivo memorístico y examinando su trasegar en el camino. Construir puentes de sentido entre una nueva ciudad y la que habitamos normalmente, para comprender los conceptos comunes y las realidades lejanas, comparar cómo un ejercicio permite vincular nuestra experiencia del pasado con el paso por lo desconocido.
Estas son acciones posibles, metodologías aplicables para habitar un espacio desde una práctica artística cartográfica. Se trató para nosotros de una experiencia para entender que la memoria se construye desde la diferencia. El carácter exploratorio brinda diversas posibilidades al semillero en temas de investigación, construcción teórica y metodologías de investigación-creación. Las prácticas artísticas cartográficas se muestran no solo como un lugar para la exploración metodológica, sino como una posibilidad reflexiva que permite hablar de la memoria y los espacios reinterpretando el pasado, el presente y el futuro a partir de documentar y reflexionar sobre nuestras experiencias.
Citas
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