Cognición social y religión en docentes en formación de Colombia
DOI:
https://doi.org/10.17227/rce.num92-17356Palabras clave:
cognición, religión, sexismo, amor, ColombiaResumen
La violencia de género constituye un problema de salud pública a nivel global, aunque en algunas regiones la prevalencia supone un mayor riesgo para las mujeres como consecuencia de distintos agentes de socialización. El objetivo del presente estudio de investigación es analizar las creencias distorsionadas sobre las mujeres y el uso de la violencia, las actitudes sexistas y los mitos de amor romántico en una muestra de 443 docentes en formación de universidades de Colombia. Los resultados reportan diferencias entre quienes profesan una religión y quienes no respecto a la aceptación de las creencias distorsionadas sobre los roles de género y el uso de la violencia, de actitudes sexistas y de mitos del amor romántico, de modo que quienes profesaban una religión, presentaron un mayor acuerdo hacia tales concepciones. Por último, el modelo a través de ecuaciones estructurales muestra la relación entre la idealización del amor, la vinculación amor-maltrato y el sexismo hostil con una mayor aceptación de las ideas distorsionadas sobre las mujeres y el uso de la violencia en personas que se identificaron como religiosas. La detección de los procesos de cognición social y la identificación de sesgos cognitivos resulta crucial entre quienes van a ser responsables de educar a las nuevas generaciones en favor del desarrollo de la equidad, así como visibilizar las variables que han influido en tales creencias con el objetivo de deconstruir la igualdad de género.
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Recibido: 24 de septiembre de 2022; Aceptado: 3 de abril de 2023
Resumen
La violencia de género constituye un problema de salud pública a nivel global, aunque en algunas regiones la prevalencia supone un mayor riesgo para las mujeres como consecuencia de distintos agentes de socialización. El objetivo del presente estudio de investigación es analizar las creencias distorsionadas sobre las mujeres y el uso de la violencia, las actitudes sexistas y los mitos de amor romántico en una muestra de 443 docentes en formación de universidades de Colombia. Los resultados reportan diferencias entre quienes profesan una religión y quienes no respecto a la aceptación de las creencias distorsionadas sobre los roles de género y el uso de la violencia, de actitudes sexistas y de mitos del amor romántico, de modo que quienes profesaban una religión, presentaron un mayor acuerdo hacia tales concepciones. Por último, el modelo a través de ecuaciones estructurales muestra la relación entre la idealización del amor, la vinculación amor-mal trato y el sexismo hostil con una mayor aceptación de las ideas distorsionadas sobre las mujeres y el uso de la violencia en personas que se identificaron como religiosas. La detección de los procesos de cognición social y la identificación de sesgos cognitivos resulta crucial entre quienes van a ser responsables de educar a las nuevas generaciones en favor del desarrollo de la equidad, así como visibilizar las variables que han influido en tales creencias con el objetivo de deconstruir la igualdad de género.
Palabras clave:
cognición, religión, sexismo, amor, Colombia.Abstract
Gender-based violence is a global public health problem, though its prevalence poses a greater risk for women in some regions due to various socialization agents. The objecti ve of this study is to analyze distorted beliefs about women, the use of violence, sexist attitudes, and myths of romantic love among a sample of 443 teachers in training at uni versities in Colombia. The results report differences between those who profess a religion and those who do not regarding the acceptance of distorted beliefs about gender roles and the use of violence, sexist attitudes and myths of romantic love. Specifically, tho se who professed a religion presented a greater agreement towards such conceptions. Furthermore, the model using structural equations shows the relationship between the idealization of love, the love-abuse dynamic, and hostile sexism with a greater acceptance of distorted ideas about women and the use of violence among individuals identifying as religious. The detection of the processes of social cognition and the identification of cognitive biases is crucial among those who will be responsible for educating the new generations. This is essential for fosteringthe development of equity, as well as making visible the variables that have influenced such beliefs with the goal of deconstructing gender equality.
Keywords:
cognition, religion, sexism, love, Colombia.Resumo
A violência de gênero é um problema global de saúde pública, embora em algumas re giões sua prevalência represente um risco maior para as mulheres, devido a diferentes agentes de socialização. O objetivo deste estudo é analisar crenças distorcidas sobre as mulheres e o uso da violência, atitudes sexistas e mitos do amor romântico em uma amostra de 443 professores em formação em universidades na Colômbia. Os resultados relatam diferenças entre os que professam uma religião e os que não professam, quanto à aceitação de crenças distorcidas sobre papéis de gênero e uso de violência, atitudes machistas e mitos do amor romântico. Assim, aqueles que professavam uma religião apresentaram maior concordância para tais concepções. Por fim, o modelo por meio de equações estruturais mostra a relação entre a idealização do amor, a relação amor-abuso e o sexismo hostil, com maior aceitação de ideias distorcidas sobre a mulher e o uso da violência em pessoas que se identificavam como religiosas. A detecção dos processos de cognição social e a identificação de vieses cognitivos é crucial entre aqueles que serão responsáveis por educar as novas gerações em prol do desenvolvimento da equidade, bem como tornar visíveis as variáveis que influenciaram tais crenças com o objetivo para desconstruir a igualdade de gênero.
Palavras-chave:
cognição, religião, sexismo, amor, Colômbi.Introducción
Aunque se han dado importantes pasos hacia la igualdad que desafían la hegemonía del sistema patriarcal, persiste la inequidad de género que se manifiesta en violencia contra las mujeres en múltiples contextos (Mimbrero et al., 2017). La violencia de género es definida como aquella ejercida contra las mujeres por el hecho de serlo, por lo que este fenómeno global tiene un origen y naturaleza social derivado de las relaciones desiguales de poder entre mujeres y hombres (Rivas-Rivero et al., 2022). De ahí que sea importante analizar los sesgos cognitivos, las creencias y las actitudes compartidas socialmente que mantienen el comportamiento abusivo contra las mujeres, ya que son la raíz de su normalización (LópezSáez et al., 2020).
Uno de los desencadenantes de la existencia de tal desigualdad podría relacionarse con los procesos de cognición social. Esta se refiere al conjunto de operaciones y mecanismos mentales que subyacen en las interacciones sociales (Navarra-Ventura et al., 2018), y dado que los seres humanos son una especie social, emplean procesos mentales sociales sobre identidades, roles, acciones sociales e interacciones (Wellman, 2016). Dicha cognición social incluye una amplia variedad de procesos cognitivos que determinan el comportamiento en un contexto (Jansen et al., 2020), favoreciendo que el mundo se pueda decodificar. Vale la pena resaltar que los procesos de cognición social desencadenan actitudes hacia los grupos (Wolf et al., 2017). En este sentido, el género, como construcción social, incluye la representación interna en relación con las normas de género; es decir, cómo este se interpreta a través de la apariencia externa y los roles que se asumen en diversos contextos (Turkstra et al., 2020). La comunicación que se genera en un contexto social da lugar a estereotipos y roles, de modo que la masculinidad y la feminidad se crean para establecer estándares a través de los roles de género con los que se percibe, categoriza y evalúa la propia conducta y la de los demás (Bem, 1974). De esta forma, surgen las distorsiones cognitivas que son sesgos o formas erróneas de interpretar la realidad que suponen un importante factor de riesgo para que se produzca violencia de género (Echeburúa et al., 2016), ya que descargan la culpa de quien agrede y dirigen la responsabilidad hacia las mujeres que sufren este tipo de violencia (Rivas-Rivero et al., 2022). La detección e identificación de estos procesos y sesgos cognitivos ha resultado ser muy efectiva en los programas de tratamiento con hombres perpetradores de violencia de género, y con jóvenes y adolescentes en el marco de la prevención en entornos educativos (Echeburúa et al., 2016).
Según la teoría de la identidad social, se ha desarrollado un constructo psicológico explicativo de las relaciones intergrupales que influyen en el desarrollo de actitudes y prejuicios que originan el sexismo (Etchezahar, 2014).
En este sentido, cada cultura sustenta un sexismo más o menos encubierto que conduce a la interiorización de muchos de los roles y estereotipos discriminatorios hacia las mujeres. Esta actitud negativa hacia lo femenino, por pertenecer a una categoría sexual biológica (Rodríguez-Castro et al., 2010), ha inducido a las mujeres a la asimilación de un rol de género que proyecta su competencia hacia actividades del ámbito privado y que limita su participación en otros contextos. Este fenómeno actitudinal ha sido estudiado desde la teoría del sexismo ambivalente, que se compone del sexismo hostil y del sexismo benévolo (Glick y Fiske, 1996), con lo cual se genera un entramado de premios y castigos que legitiman la superioridad masculina (Rivas-Rivero et al., 2021). Es decir, ante la coexistencia de sentimientos positivos y la antipatía sexista, la actitud negativa hacia las mujeres adopta un nuevo formato ambivalente en el que se integran componentes tanto hostiles como benévolos (Mikolajczak y Pietrzak, 2014). En particular, el componente hostil, fortalecido por los valores del patriarcado, se basa en la supuesta inferioridad de la mujer (Vaamonde y Omar, 2012), propio del sexismo tradicional (Rodríguez-Burbano et al., 2021). Por otro lado, el componente benévolo permite encubrir la hostilidad hacia las mujeres -dado el tono aparentemente positivo- y hacer invisible la discriminación social hacia estas (Cárdenas et al., 2010; Rivas-Rivero et al., 2022). De este modo, el sexismo hostil y el benévolo convergen, y ambas formas de sexismo perpetúan la desigualdad hacia las mujeres (Rivas-Rivero et al., 2022).
Otro conjunto de sesgos cognitivos derivados de la cognición social son los mitos del amor romántico, que se han aceptado socialmente y derivan en una serie de mandatos en función del momento histórico y la cultura que los promueve (Bonilla y Rivas, 2018). Dichos mitos del amor romántico se definen como el conjunto de creencias compartidas por un grupo social sobre la verdadera naturaleza del amor (Yela, 2003). Se basan en la búsqueda obsesiva de la pareja perfecta para encontrar la felicidad, de modo que se ha llegado a asumir socialmente que el sufrimiento es inevitable si no se encuentra una pareja que nos complemente (Pascual-Fernández, 2016; Rivas-Rivero y Bonilla-Algovia, 2020). En opinión de algunos autores, los mitos del amor romántico se asumen con mayor intensidad en Latinoamérica (Ariza-Ruiz et al., 2022; Echeverría, 2021; Tronco y Ocaña, 2012), y justifican situaciones de abuso, manipulación y distintos tipos del maltrato en nombre del amor (Massolo, 2003).
Algunas investigaciones han estudiado este tipo de construcciones sociales y su relación con variables como edad, sexo, nivel de estudios o nivel socioeconómico (Garaigordobil y Aliri, 2011; Rodríguez-Castro y Magalhaes, 2013; Zakrisson et al., 2012). En menor medida, se han adelantado trabajos en los que se aborda su relación con la religión (Arciniega et al., 2008; Mikolajczak y Pietrzak, 2014; Rivas-Rivero et al., 2022); aunque se ha hallado que la práctica de la religión está asociada a mayores niveles de sexismo en muestras españolas y latinoamericanas (Moya et al., 2002). Según Mikolajczak y Pietrzak (2014), la relación entre la religión y el sexismo podría ser directa porque se encarga de transmitir los roles tradicionales de género. Además, los valores prosociales que se encuentran en el discurso religioso sobre el papel de las mujeres esconden creencias respecto a la inequidad hacia estas (Saroglou y Cohen, 2011), de ahí que la afiliación religiosa se haya vinculado en mayor medida con el sexismo benevolente que con el hostil (Haggard et al., 2019; Rivas-Rivero et al., 2022).
Otros estudios añaden que, independientemente del tipo de religión, la fuerza de la religiosidad es la que predice las actitudes sexistas hacia las mujeres y las niñas (Hannover et al., 2019). Dentro de los valores que promueve el patriarcado, la feminidad se asocia con el rol de esposa y madre, y, como resultado, con proporcionar cuidado, afecto y amor a los demás (Martín-Salvador et al., 2021).
En cuanto a los mitos del amor romántico y su vínculo con la religión, según Ferrer et al. (2010), estos serían defendidos por distintos estamentos religiosos que promueven valores como la fidelidad, la exclusividad y la castidad en diferentes momentos históricos y sociales. Los mitos del amor romántico han heredado, de dichos estamentos, valores como la sumisión, la entrega y el perdón. Además, diversos estudios han demostrado la relación entre los mitos del amor romántico con el conflicto en la pareja y la normalización de comportamientos agresivos (Borrajo et al., 2015; Orosz et al., 2015). Hay que añadir que, en el estudio de la violencia de género, la religión no ha sido una de las variables prioritarias en esta problemática pese a que las creencias religiosas han podido tener relación con la imposición de normas y roles de género en los que predominan normas de carácter emocional y afectivo (Sepúlveda, 2016), en favor del mantenimiento del sistema patriarcal (Osborne, 2009).
Específicamente, en Colombia, algunos autores reportan que el 40 % de las mujeres han sufrido alguna forma de violencia física, y el 22 % la habían padecido en los últimos 12 meses previos a la obtención de tales datos (Friedermann-Sánchez y Lovatón, 2012). El porcentaje asciende al 44,1 % en el caso de las mujeres casadas (Kishor y Johnson, 2004). Estudios más recientes reportan que, en 2019, una mujer es asesinada por su pareja o expareja cada tres días; una mujer es agredida por su pareja actual o anterior cada 13 minutos y una mujer sufre violencia sexual cada 24 minutos (Rodríguez-Burbano et al., 2021). Cabe señalar que en Colombia no abundan los estudios sobre la violencia contra las mujeres en el contexto universitario, aunque este grave problema ha estado presente durante mucho tiempo (Quintero, 2019)
Ante esta situación, es preciso abordar la igualdad entre hombres y mujeres desde el contexto educativo, principalmente porque muchos sectores se han encargado de socializar a la población para mantener la inequidad y privación de los derechos de mujeres y niñas. En este sentido, la educación formal y los profesionales que la componen tienen una importante labor para reconstruir los modelos de feminidad y masculinidad que se han venido reproduciendo, según los patrones promovidos por el sistema patriarcal y las instituciones que los legitiman. Hay que añadir que la educación es fundamental para prevenir la violencia de género, y favorecer el desarrollo de capacidades que cuestionen las enseñanzas rígidas, los mitos, las creencias y las conductas que han legitimado la desigualdad hacia las mujeres (Martín-Salvador et al., 2021).
Con todo, el objetivo del presente trabajo es analizar las diferencias entre personas que se autodefinen como religiosas y como no religiosas con respecto a los sesgos cognitivos que derivan de los procesos de cognición social, como son los pensamientos distorsionados sobre los roles de género y el uso de la violencia contra las mujeres, el sexismo y los mitos del amor romántico en una muestra de docentes en formación de Colombia.
Metodología
Participantes
La muestra está constituida por 443 estudiantes universitarios (71,6 % mujeres y 28,4 % hombres) de distintas titulaciones relacionadas con estudios en ciencias sociales y educación. La obtención de la muestra se llevó a cabo a través de un muestreo no probabilístico en distintas universidades de Colombia. La edad media de los participantes era de 20,64 años (DT = 3,91). El 54,4 % de ellos tenían pareja en el momento del diligenciamiento del cuestionario. La edad media a la que iniciaron por primera vez una relación sentimental fue a los 15,48 años (DT = 2,17). Cabe señalar que en 2 de cada 3 casos se producía violencia de género en el entorno cercano (67,9 %). Finalmente, el 26,9 % se autodefinieron como personas religiosas y el 73,1 % como no religiosas.
Variables e instrumentos
1. Características sociodemográficas. Se diseñaron preguntas ad hoc para identificar el sexo de los y las participantes, su edad, tenencia de pareja, así como la consideración de identificarse como persona religiosa.
2. Inventario de pensamientos distorsionados sobre la mujer y el uso de la violencia. Revisado (IPDMUV-R): propiedades psicométricas (Echeburúa et al., 2016). La escala se conformó por 21 ítems en respuesta dicotómica (Sí/No), cuyo rango osciló entre 0 y 21 puntos, en el que se midieron creencias irracionales sobre los roles de género y la violencia contra las mujeres. Cuanta mayor era la puntuación obtenida en el sumatorio de los distintos ítems, mayor era el número de pensamientos distorsionados. La validación del IPDMUV-R presenta un alfa de Cronbach de .74, el cual, para el presente estudio, fue de.72.
3. Inventario de sexismo ambivalente (ASI) (Glick y Fiske, 1996). El inventario mide un conjunto de actitudes sexistas ambivalentes en sus diversas manifestaciones (hostiles y benevolentes). Se utilizó la versión reducida y traducida al español deRodríguez et al. (2009), que consta de 12 ítems en escala Likert (de 0, totalmente en desacuerdo, a 5, totalmente de acuerdo). Planteaba dos factores: sexismo hostil y sexismo benévolo. El alfa de Cronbach obtenido en la muestra (misma puntuación que en la validación española) indicó una adecuada consistencia interna ( α= .83).
4. Escala de mitos hacia el amor (Bosch et al., 2007), en su versión abreviada y validada con estudiantes españoles de Rodríguez-Castro y Magalhaes (2013). Esta escala estuvo conformada por 7 ítems. Tiene un rango de respuesta tipo Likert de 5 puntos (1, completamente en desacuerdo; 5, completamente de acuerdo). Contaba con una estructura de dos factores: idealización del amor y vinculación amor-maltrato. El alfa de Cronbach oscila entre .62 y .87, y para este estudio fue de α = .64, lo que indica un nivel bajo de consistencia interna, por debajo de lo que algunos autores admiten para instrumentos validados α = .70) (George y Mallery, 2003).
Procedimiento
Para la investigación, de enfoque cuantitativo y diseño ex post facto, se contactaron universidades colombianas (de enseñanza aconfesional), a las que se les informó de los objetivos del estudio. Este trabajo forma parte de una muestra más amplia de distintos países de Latinoamérica y España, y los datos se obtuvieron entre 2018 y 2022. El muestreo, no probabilístico, fue incidental. Como criterio de inclusión, se consideró que las personas integrantes de la muestra fuesen estudiantes de titulaciones relacionadas con ramas de educación. Se entregaron los permisos correspondientes respecto al consentimiento informado y hoja de información al participante. Los datos fueron procesados estadísticamente; se aseguró la confidencialidad de las respuestas y se preservó el anonimato de las personas participantes. Para la obtención de los datos se proporcionó un cuestionario autoaplicado con una duración de entre 30 y 45 minutos. El trabajo de investigación contó con la aprobación de la comisión encargada para tales fines.
Análisis de datos
La base de datos fue creada con el programa SPSS (IBM SPSS Statistics 22.0). Para las variables de respuesta dicotómica se empleó el estadístico ji al cuadrado. Las variables continuas se analizaron a través de la prueba t de Student para muestras independientes. Para conocer la relación entre los constructos de las escalas se utilizaron correlaciones bivariadas a través de ro de Spearman. Para adoptar la significatividad de los resultados en las tres pruebas mencionadas se adoptó la probabilidad de cometer un error tipo I de p ≤ .05. Se estimaron dos modelos de predicción de los pensamientos distorsionados sobre la violencia de género, a partir de variables indepen-dientes (sexismo hostil, sexismo benévolo, mitos idealización del amor y mito vinculación amor-maltrato). Se diseñó un modelo con la muestra de personas religiosas y otro con las personas no religiosas. En el análisis de regresión lineal múltiple se empleó el método por pasos y se tuvieron en cuenta los siguientes estadísticos: factor de inflación de la varianza (FIV), valores de Durbin-Watson, Anova, coeficiente de regresión, coeficiente de determinación, t de Student e intervalos de confianza del 95 %. Para analizar la idoneidad del modelo de predicción, se empleó la metodología SEM (structural equation modeling) con el software AMOS (IBM AMOS 24.0). A través del método de estimación de máxima verosimilitud (maximum likelihood (ML), se analizaron la significación de los coeficientes estimados, el coeficiente de determinación y la calidad de ajuste del modelo. La bondad de ajuste se calculó a través de los siguientes indicadores: c2, gl, p, c2/gl, GFI (índice de bondad de ajuste); AGFI (índice ajustado de bondad de ajuste); CFI (índice de ajuste comparado), con un punto de corte de .95, y SRMR (raíz cuadrada media estandarizada), con un punto de corte de < .08 (Medrano y Muñoz, 2017).
Resultados
La tabla 1 recoge el porcentaje respecto a los pensamientos distorsionados sobre las mujeres y el uso de la violencia. Los mayores porcentajes se encuentran en afirmaciones relacionadas con la existencia de problemas psicológicos en la víctima o en el agresor, así como la consideración de que la violencia es una muestra de la preocupación del hombre por la mujer.
La tabla 2 muestra las diferencias entre personas religiosas y no religiosas, respecto a las creencias distorsionadas sobre los roles de género y el uso de la violencia. En general, quienes profesan una religión están, en mayor medida, de acuerdo con cada una de esas creencias. No obstante, las diferencias estadísticamente significativas se hallaron en los sesgos que hacen referencia a los roles tradicionales del género asociados a las mujeres, respecto al cuidado y responsabilidad de la familia y el papel de la mujer en el hogar, así como el rol del hombre como principal responsable de la economía doméstica. También se hallaron diferencias respecto a que lo que sucede dentro de la familia incumbe únicamente a la familia. Cabe destacar diferencias entre ambos grupos respecto a la exculpación de quien ejerce violencia contra las mujeres por tener problemas psicológicos y no saber lo que hace.
Como se indica en la tabla 3, el número promedio de distorsiones cognitivas sobre los roles tradicionales y la violencia de género es de 4,79 (DT = 2,93). La escala muestra una fiabilidad aceptable tanto para personas religiosas como no religiosas. Además, presentan puntuaciones superiores quienes se consideraban religiosas (M religiosas = 5,66; DT = 3,63 vs. M no religiosas = 4,47; DT = 2,56).
Las relaciones entre las distorsiones cognitivas sobre la violencia de género y los mitos del amor romántico se analizaron a través de un análisis de correlación de Spearman (tabla 4). Los datos indican que una mayor puntuación en el inventario de distorsiones cognitivas implica una mayor aceptación de los distintos tipos de sexismo y de mitos del amor romántico.
Sin embargo, en las personas que no profesan ninguna religión, la correlación entre el IPDMUV-R y el amor-maltrato es muy baja y no significativa. En las diferencias en función de la religiosidad, los coeficientes son superiores en personas religiosas en sexismo y mitos románticos.
Se han efectuado dos análisis de regresión lineal múltiple (método por pasos) para predecir las creencias distorsionadas sobre la mujer y el uso de la violencia, uno con la muestra de personas religiosas y otro con las no religiosas. La variable dependiente fue la puntuación obtenida en el IPDMUV-R y las variables predictoras fueron: sexismo hostil, sexismo benévolo, mito idealización del amor y mito vinculación amor-maltrato. Como se muestra en la tabla 5, en las personas religiosas, los pensamientos distorsionados se pueden predecir a partir del sexismo hostil, del mito idealización del amor y del mito vinculación amor-maltrato (coeficiente de regresión = .51; Anova, F = 13,77, p = .000). La idoneidad del modelo de medida se calculó con metodología SEM, y el método de estimación de máxima verosimilitud (ML). El modelo predice el 25 % de la varianza del número de sesgos cognitivos y los coeficientes estimados son significativos (figura 1). Los estadísticos de bondad de ajuste reportan un ajuste adecuado del modelo de predicción (χ2= 2,23; gl = 1; p = .135; χ2/gl = 2,23; GFI = .99; AGFI = .90; CFI = .97; SRMR = .05). En síntesis, los pensamientos distorsionados sobre la violencia de género reciben un efecto significativo del mito idealización del amor (β = .21, p < .05), del sexismo hostil (β= .32, p < .05) y del mito vinculación amor-maltrato (β= .18, p < .05).
La tabla 6 muestra los resultados del análisis de regresión lineal múltiple para las personas no religiosas. El modelo hallado por el sistema estima el 12,8 % de la varianza (coeficiente de regresión = .35; Anova, F = 23.58, p = .000). La figura 2 ilustra los coeficientes estandarizados y las correlaciones del modelo. En este sentido, el sexismo hostil (β = .21, p < .05) y el sexismo benévolo (β= .23, p < .05) impactan significativamente en las distorsiones cognitivas sobre la violencia contra las mujeres.
Discusión y conclusiones
En este estudio se examina la relación entre la religión y los pensamientos distorsionados sobre los roles de género y la violencia contra las mujeres, así como su relación con el sexismo y los mitos del amor romántico. De acuerdo con investigaciones previas (Mikolajczak y Pietrzak, 2014; Saroglou y Cohen, 2011), los resultados parecen confirmar el vínculo entre religión y el desarrollo de sesgos cognitivos y actitudes discriminatorias hacia las mujeres, y añaden información a la escasez de trabajos. Es de señalar que la asociación entre la religión y los procesos de cognición social, como variables influyentes en el desarrollo de la desigualdad de género y la consecuente violencia, no ha sido prioritaria en el análisis de esta problemática (Sepúlveda, 2016), por lo que se ha de contemplar la diversidad de factores asociados a un fenómeno de carácter multicausal (Calderón-Uribe et al., 2022). Sin embargo, factores sociopolíticos y culturales, como las normas tradicionales de género o la religión, podrían retroalimentar las estructuras patriarcales de la jerarquía de género (Rodríguez-Burbano et al., 2021).
Entre las características generales de la muestra, más del 70 % de las personas participantes se definieron como no religiosas. Este porcentaje parece indicar que, a pesar de que los valores de la religión están fuertemente arraigados en la región latinoamericana (Carter, 2015; Moya et al., 2002), en la muestra de docentes en formación de Colombia se aprecia poca religiosidad. También hay que señalar de la muestra que, en dos de cada tres casos, se producía violencia de género en el entorno próximo, datos que sobrepasan la estimación del 40 % en este país (Friedermann-Sánchez y Lovatón, 2012; Kishor y Johnson, 2004). Aunque se estima que, en el mundo, el 30 % de las mujeres de al menos 15 años han padecido violencia de género (OMS, 2016), los resultados parecen coincidir con estimaciones de estudios previos en los que se ha encontrado que la prevalencia de esta problemática es mayor en Latinoamérica, donde determinadas construcciones sociales y creencias se encuentran fuertemente arraigadas (Carter, 2015). El origen explicativo de los procesos de construcción social se encuentra en la asunción o asimilación del reparto diferenciado de hombres y mujeres en distintas actividades sociales que dan lugar a expectativas hacia cada uno de esos subgrupos, siendo contenidos instrumentales/agentes los asociados a los hombres y expresivos/ comunales los vinculados con las mujeres (Carmona y Garrido, 2023). Además, el desarrollo de actitudes y prejuicios contra las mujeres son el resultado de las interacciones intergrupales que se encuentran bajo el marco epistemológico de la teoría de la identidad social (Etchezahar, 2014).
Los resultados reportan diferencias estadísticamente significativas entre quienes profesan una religión y quienes no respecto a los pensamientos distorsionados sobre la mujer y el uso de la violencia en su contra. Un mayor porcentaje de personas religiosas estaban de acuerdo con los roles tradicionales de género, según los cuales la mujer es la encargada de la casa y el hombre el principal proveedor de la economía doméstica (Rodríguez-Castro et al., 2010). Siendo él cabeza de familia, se normaliza la creencia de que la mujer ha de estar subordinada (Arciniega et al., 2008). En línea con Mikolajczak y Piertrzak (2014), este mayor acuerdo con las creencias basadas en los roles tradicionales de género parece proceder de la enseñanza de valores de índole religiosa que mantienen al hombre como dueño de la familia y en una posición jerarquizada respecto a la mujer (Ferrer et al., 2010). Además, creencias como “lo que ocurre dentro de la familia es problema únicamente de la familia”, que mantienen la desigualdad en el ámbito privado, preservando la unidad de la familia, así como ítems que exoneran la responsabilidad del agresor ante el maltrato (“no saben lo que hacen”), constituyen un riesgo para las víctimas de violencia de género al legitimar este tipo de creencias y sesgos la invisibilidad de su situación (Rivas-Rivero y Bonilla-Algovia, 2022).
El “Inventario de pensamientos distorsionados sobre la mujer y el uso de la violencia. Revisado (IPDMUV-R)” correlaciona con el sexismo ambivalente y con los mitos del amor romántico. Los resultados reportan que un mayor número de sesgos cognitivos aumenta la aceptación del sexismo y de los mitos del amor. Por consiguiente, estas construcciones sociales parecen mantener la desigualdad en las mujeres (Garaigordobil, 2013; Rivas-Rivero et al., 2022). Vale la pena señalar que estos sesgos se mantienen en el tiempo, además de poseer una enorme carga afectiva que lleva a conductas discriminatorias y a que se mantenga el desempeño de roles y comportamientos diferenciados para mujeres y hombres (Hellmer et al., 2018). Asimismo, no solo tendría graves repercusiones para las mujeres, sino para quienes se alejen de la masculinidad hegemónica (Gil et al., 2021). En este sentido, Duc et al. (2016) han señalado que las mujeres, especialmente las más jóvenes, tienen mayor probabilidad de justificar la violencia en las relaciones de pareja en Latinoamérica (Ariza-Ruiz et al., 2022; Echeverría, 2021). Así, algunos estudios han encontrado la aceptación de los mitos de amor romántico y la compatibilidad del vínculo entre el amor y el maltrato (Lara y Gómez-Urrutia, 2019; Nava-Reyes et al., 2018).
Además, en las personas no religiosas, la relación entre los sesgos cognitivos y el amor maltrato es baja. Sin embargo, la relación entre las creencias distorsionadas, el sexismo y los mitos del amor romántico es significativamente superior en las personas que profesan una religión. Los resultados coinciden con los de investigaciones previas que ponen de manifiesto que la religiosidad parece predecir actitudes discriminatorias hacia las mujeres (Carrasco et al., 2021; Haggard et al., 2019; León y Aizpurúa, 2020). Esta interacción entre sesgos, actitudes y creencias sobre el amor parecen ser compatibles con los modelos de relación que se generan en las interacciones sociales y que son transmitidos a través de distintos agentes de socialización en los que se romantizan esquemas de dominación-sumisión (Bonilla-Algovia y Rivas-Rivero, 2021), modelos compatibles con los ideales religiosos (Glick y Fiske, 2011). Los resultados coinciden con los obtenidos por Rodríguez-Burbano et al. (2021), quienes encontraron en su investigación, desarrollada con población universitaria de Colombia, que la religión era uno de los determinantes de las creencias o actitudes sexistas, ya que quienes albergaban creencias religiosas obtenían mayores puntuaciones en sexismo. De ahí la importancia de estudiar esta variable en la población, pues también se ha encontrado que niveles más altos de religiosidad se asocian a tasas más elevadas de violencia contra las mujeres en la pareja en otros contextos, como el estadounidense (Lynch y Renzetti, 2017).
Los análisis de regresión lineal y los path analisis (structural equation modeling (SEM) corroboran las diferencias entre quienes profesan una religión y quienes no. En la muestra de personas religiosas, el modelo compuesto por el sexismo hostil, el mito idealización del amor y el mito vinculación amor-maltrato parece predecir el 25 % de la varianza de los pensamientos distorsionados sobre la violencia de género, y mostrar unos índices de ajuste adecuados (c2/gl > 3; GFI, AGFI y CFI > .90; Standardized RMR < .08). En el caso de las personas no religiosas, el análisis de regresión parece explicar el 12,8 % de la varianza, excluyendo los mitos del amor romántico e incorporando a la ecuación tanto el sexismo hostil como el benévolo. Estos datos señalan las diferencias en función de la religiosidad e inciden en que la transmisión de valores patriarcales (Vaamonde y Omar, 2012), la subordinación social de la mujer (Cárdenas et al., 2010) y la discriminación hacia esta, aún disfrazada de amor, suponen un riesgo en la erradicación de la violencia de género.
En definitiva, las personas religiosas presentan un mayor número de pensamientos distorsionados sobre la violencia de género, lo cual podría deberse al papel que ejercen sobre ellas el sexismo hostil y los mitos románticos (idealización del amor y vinculación amor-maltrato). Tal y como señalan otros autores, el sistema patriarcal defendido por algunos sectores de la sociedad promueve que las mujeres sean percibidas como complementos de otros (Medrano, 2012), normalizando su discriminación. Además, las creencias sobre el amor romántico imponen sobre las mujeres pasividad, renuncia, entrega y sacrificio, por lo que podrían desarrollar dependencia hacia la pareja, abandonando su propia identidad y justificando todo en nombre del amor (Rivas-Rivero y Bonilla-Algovia, 2020). Hay que añadir que tal y como señalan Duc et al. (2016), la justificación de la violencia en nombre del amor es muy frecuente en Latinoamérica.
En cuanto a las limitaciones, en el presente estudio no se utilizó un muestreo probabilístico, por lo que no se trata de una muestra representativa y los resultados no son generalizables, pues se circunscribió a estudiantes de Educación Superior. Hay que añadir la susceptibilidad de ampliación de la muestra, además de la deseabilidad social que ha podido darse en las respuestas. Por otra parte, la variable relacionada con la religión no se midió a través de un instrumento validado, por lo que de cara a futuras investigaciones habría que solventar estas deficiencias para seguir indagando en la influencia de la religión y de la religiosidad como variables importantes en el desarrollo de la cognición social y de los ideales que parecen socializar en la asimetría y desigualdad entre géneros. De cara a futuros estudios, también sería interesante ampliar el enfoque metodológico, para así dar cabida a la opinión de las personas participantes, incorporar una perspectiva cualitativa de este y de otros agentes encargados de socializar a la población, en aras de minimizar el desarrollo de los arquetipos que limitan la equidad entre mujeres y hombres, que habrán de ser contrarrestados desde la labor educativa con el objetivo de contribuir a la creación de sociedades más igualitarias. Por ello, es pertinente identificar los sesgos cognitivos de quienes se van a encargar de educar a las nuevas generaciones y formarles en valores basados en la coeducación que eliminan las jerarquías de género.
Con todo, la educación basada en la igualdad entre hombres y mujeres es crucial en la eliminación de la violencia de género. Por ello, se han de identificar distorsiones y creencias sobre la mujer que continúan justificando su discriminación y que son resultado de los procesos de socialización. Si bien la familia constituye el primer sistema encargado de transmitir las normas sociales, otros agentes de socialización tienen un papel fundamental en la eliminación de la violencia ejercida contra las mujeres y las niñas, por lo que han de ser analizados.
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