Kant e Itard y la “educación” de un “niño salvaje”
DOI:
https://doi.org/10.17227/pys.num61-20085Palabras clave:
Educación, interacción social, cuidado, disciplina, instrucciónResumen
Este artículo es una reflexión que surge del análisis realizado en la tesis presentada para obtener el título de Magíster en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. En 1799, en Francia, un niño de 11 años fue encontrado en estado salvaje, las personas que lo hallaron se refirieron a él como “niño salvaje” para luego llamarlo “Víctor”. Jean Itard conoce a este “niño salvaje” e intenta educarlo, ya que, a diferencia de los académicos de la época que especulaban que el niño era un idiota sin remedio, Itard reconoce en Víctor a un niño normal, que, por eventualidades desconocidas, no había tenido contacto con otros humanos. Por la misma época se publica el Tratado de Pedagogía de Kant, en el que algunas posturas coinciden con las de Itard: 1) ambos destacan que la socialización temprana es condición necesaria para la concepción de la racionalidad y posteriormente de la moralidad en un individuo; 2) al igual que Kant, Itard rechaza la existencia de “ideas innatas” 3) los dos piensan que el cuidado, la disciplina y la instrucción son necesarios en la educación del sujeto (Kant como idea, Itard como práctica).
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Recibido: 27 de septiembre de 2023; Aceptado: 19 de abril de 2024
Resumen
Este artículo es una reflexión que surge del análisis realizado en la tesis presentada para obtener el título de Magíster en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. En 1799, en Francia, un niño de 11 años fue encontrado en estado salvaje, las personas que lo hallaron se refirieron a él como “niño salvaje” para luego llamarlo “Víctor”. Jean Itard conoce a este “niño salvaje” e intenta educarlo, ya que, a diferencia de los académicos de la época que especulaban que el niño era un idiota sin remedio, Itard reconoce en Víctor a un niño normal, que, por eventualidades desconocidas, no había tenido contacto con otros humanos. Por la misma época se publica el Tratado de Pedagogía de Kant, en el que algunas posturas coinciden con las de Itard: 1) ambos destacan que la socialización temprana es condición necesaria para la concepción de la racionalidad y posteriormente de la moralidad en un individuo; 2) al igual que Kant, Itard rechaza la existencia de “ideas innatas” 3) los dos piensan que el cuidado, la disciplina y la instrucción son necesarios en la educación del sujeto (Kant como idea, Itard como práctica).
Palabras clave:
educación, interacción social, cuidado, disciplina, instrucción.Abstract
This article is a reflection arising from the analysis conducted in the thesis presented to obtain the Master’s degree in Education at the National Pedagogic University of Colombia. In 1799, in France, an 11-year-old boy was found in a wild state; those who found him referred to him as a“wild child” and later named him “Victor”. Jean Itard met this “wild child” and attempted to educate him, as unlike the scholars of his time who speculated that the child was a hopeless idiot, Itard recognized Victor as a normal child who, due to unknown circumstances, had not had contact with other humans. Around the same time, Kant’s Trea tise on Pedagogy was published, in which some positions align with those of Itard: 1) both emphasize that early socialization is a required condition for the conception of rationality and subsequently morality in an individual; 2) like Kant, Itard rejects the existence of “innate ideas”; 3) both believe that care, discipline and instruction are necessary in the education of the subject (Kant as an idea, Itard in practice).
Keywords:
education, social interaction, care, discipline, instruction.Resumo
Esse artigo é uma reflexão que surge da análise feita na tese apresentada para obter o título de Mestre em Educação pela Universidade Pedagógica Nacional da Colômbia. Em 1799, na França, uma criança de 11 anos foi encontrada em estado selvagem, sendo chamado de “menino selvagem” pelas pessoas que o encontraram, e posteriormente de “Víctor”. Jean Itard conhece esse “menino selvagem” e tenta educá-lo, pois, ao contrário dos acadêmicos da época que especulavam que a criança era um idiota irrecuperável, Itard reconhece em Víctor um menino normal que, por eventualidades desconhecidas, não teve contato com outros humanos. Na mesma época, Kant publica o Tratado da Pedagogia, no qual algumas posturas coincidem com as de Itard: 1) Os dois destacam que a socialização precoce é uma condição necessária para a concepção da racionalidade e subsequentemente da moralidade emn um indivíduo; 2) assim como Kant, Itard rejeita a existência de “ideias inatas”; 3) os dois acreditam que o cuidado, a disciplina e a instrução são necessários na educação do sujeito (Kant como ideia, Itard como prática).
Palavras-chave:
educação, interação social, cuidado, disciplina, instrução.El caso de Víctor
Hacía un tiempo, los vecinos del bosque de La Caune habían avistado a un niño desnudo que buscaba bello tas o raíces para alimentarse (Itard, 1801, p. 11). Más tarde, en 1799, unos cazadores se toparon con él y, al tratar de atraparlo, los atacó con dientes y uñas, de manera que tuvieron que someterlo. Después lo llevaron a un caserío y lo confiaron al cuidado de una viuda (Itard, 1801, p. 11). Pero el caso cobró revuelo, por lo que el muchacho fue llevado a la capital. Allí, los expertos verificaron en su cuerpo las severas secuelas de la vida a la intemperie, calcularon su edad (tenía aproximadamente once años) y lo enviaron a un centro de rehabilitación de niños “sordomudos” (expresión de la época), pues carecía de lenguaje, toda vez que parecía no haber tenido contacto con otros seres humanos. Es más, lo diagnosticaron como ‘idiota’, es decir, como volcado sobre sí mismo (hoy diríamos ‘autista’).
En ese centro de rehabilitación, Jean Itard conoció a Víctor, pues trabajaba allí como médico. Sin embargo, Itard no estaba de acuerdo con el diagnóstico que se le dio a Víctor. Le parecía un niño normal que, sencillamente, no había tenido contacto con otros humanos. Entonces solicitó un estipendio para su criada, mientras él intentaba educar al niño en su vivienda campestre. Para corresponder al apoyo oficial otorgado, escribió Memoria e informe sobre Victor de I´Aveyron (Itard, 1801), donde daba su concepto sobre el niño y explicaba las acciones educativas que llevó a cabo. Pues bien, los conceptos que allí expone se pueden relacionar con los que Immanuel Kant expuso durante sus cuatro seminarios sobre pedagogía. Estos seminarios fueron “sintetizados” por un estudiante en el libro Pedagogía, que vio la luz dos años después de la Memoria de Itard (1803), y un año antes de la muerte del filósofo.
En el Proemio de la Memoria, Itard (1801), p. 7 plantea que el ser humano no tiene ideas innatas (o sea, que ninguna idea es congénita en él), que está “arrojado al mundo” —como diría Heidegger— sin las fuerzas físicas de otros animales y careciendo de las “leyes constitutivas de su organización” (entiendo por esto: carecer de instintos). ¿Cómo se compensan estas carencias?: gracias a la sociedad, sin la cual el ser humano estaría condenado a ser un ejemplar débil, poco inteligente y sin la “dignidad” propia del hombre. Si bien Víctor había nacido humano, no tenía tales rasgos porque, según Itard, no había tenido vínculo social.
Kant suscribiría estas ideas, pues dice que el hombre no tiene instinto y que, en consecuencia, debe construir una razón propia, un plan de conducta (Kant, 1803, p. 30). Por oposición, los animales ya tienen una especie de “plan de conducta”, que sería el instinto; no es exactamente un plan de conducta, como cuando pensamos en el ser humano, pues se trataría de una manera “ciega” de orientarse en relación con el alimento, con la protección y con la reproducción: aunque “saben” qué hacer, no tienen opción. Ahora bien, en el caso del ser humano, el plan no podría proporcionárselo el mismo sujeto sin pasar por los otros seres humanos que componen la socie dad. Por eso Kant, aunque propone que el sujeto debe hacerse su propio plan, entiende que, siendo niño, no está en posibilidad de hacerlo. Dado que carece de instintos, el filósofo considera que “viene inculto al mundo” y que, entonces, el plan depende más de los otros que de él mismo (Kant, 1803, p. 30). ¡Esa es la razón por la cual existe la educación! En el caso de los seres humanos, la educación no puede faltar, pues es constitutiva de la vida social.
De acuerdo con el Proemio de Itard, es muy difícil concebir a un “hombre natural”, en ausencia de relaciones con otros, o concebido como un miembro más de una horda de primates no civilizada (Itard, 1801, p. 7). Pero, para el ser humano no se presentaría la dicotomía de civilizado o no-civilizado, si es que se define por estar en una cultura, independientemente de los logros técnicos de su sociedad, de la época o del lugar. Itard corrobora su idea afirmando que “el hombre no es sino aquello que se le hace ser”, más allá de que pertenezca a un grupo nómada o a una nación “avanzada”; será educado por otros como él y, entonces, tomará de cierta manera sus costumbres; de esta forma, habrá conquistado la más alta prerrogativa de su especie, según Itard: “desarrollar su entendimiento” (Itard, 1801, pp. 7-8).
Idea semejante tiene Kant: la cultura en la que el hombre se involucra es enseñada por sus congéne res: “Únicamente por la educación el hombre puede llegar a ser hombre. No es, sino lo que la educación le hace ser” (atención a la cita anterior de Itard: “el hombre no es sino aquello que se le hace ser”). Y esos hombres que educan a su vez han sido educa dos por otros hombres (Kant, 1803, pp. 31-32). De tal manera, la educación no es un acontecimiento de época, contingente, sino un componente fundamental para dar lugar a la vida social (con formas específicas en cada época y lugar, claro está). Es muy interesante esta idea, pues sostiene que la educación “hace ser”, es decir, que el ser humano no tiene una especificidad cuando nace, sino que la conquista como efecto de la relación con los otros. En consecuencia, de acuerdo con Kant, el ser humano que nace “no es” todavía, hay que hacerlo ser. O, si se quiere, solo es un homo sapiens recién nacido, susceptible de ser transformado en un ser social, es decir, aquel que reconocemos como “ser humano”.
En este contexto, Víctor es un desafío para Itard: no conoce casos semejantes, es decir seres huma nos que no hayan tomado nada de sus semejantes (Itard, 1801, p. 8). Por lo tanto, a la hora de intentar educarlo, debe inventar. En efecto, para la época se conocían casos de niños que habían permanecido sin contacto social, pero eran casos tratados con “especulación de gabinete”, como dice Itard (1801, p. 8): se recogieron retazos insignificantes, se hicieron explicaciones rápidas e hipótesis azarosas; no se tuvo en cuenta la peculiaridad de los orígenes de estos niños y se los sometió al sistema habitual de la enseñanza (Itard, 1801, p. 8). Como si todo ser humano tuviera que llegar a una “perfección” prevista por la educación, se ingresó a estos niños a la educación regular. Panorama lamentable, pues se dejaron perder casos que tenían un gran valor para interrogar sobre lo que significa la especificidad humana y, en consecuencia, la educación.
Quizá se consideraba que el ser humano es un dato de entrada, no que habrá de ser producido (como piensa Kant) y, de esta manera, se considera ron secundarias las situaciones que debieron atravesar tales niños. Desde la idea de socialización, presente en ambos autores, la situación de aislamiento y falta de contacto no era un albur como cualquier otro (nacer sordo, por ejemplo); de tal forma, era un desatino hacerlos participar de los ámbitos sociales como si lo ocurrido no afectara el lazo social. No es casual que Kant detecte que la educación es imprescindible en los primeros años (“ha de realizarse temprano”: 1803, p. 30), pues vemos que la intención social de educar siempre comienza temprano (con o sin dispositivos formalmente destinados para ello); quizá esperar un tiempo mayor sea contraproducente para la inserción del niño a la sociedad, que es lo buscado; y no importa lo que se enseñe (que varía notablemente de una época a otra, de un sitio a otro), el caso es que este proceso ha de iniciarse temprano. Y es justamente aquello que no había ocurrido con Víctor, pues ya tenía 11 años, aproximadamente.
Ahora bien, qué es lo que se realiza en esos primeros años. Kant lo tiene muy claro: se introduce la disciplina. Así las cosas, lo más importante en esos momentos no es que aprendan algo (aunque, por supuesto, lo que se hace incluye hablar de algo) sino —en términos de Kant (1803, p. 30)— que permanezcan tranquilos, que obedezcan. Hoy en día, esta afirmación puede ser polémica, pero tiene una explicación: para el filósofo, el niño está intranquilo y a merced de “los caprichos”. Esto precisa la idea del plan propio: no es un camino previsto, sino unas condiciones de posibilidad para poder hacer algo en la vida social. Es decir, en ese momento de la formación no es tan importante el contenido del plan como la posibilidad de tener uno. Esa sería la disciplina de la que habla Kant. Según él, cuando el niño atraviesa por un estado de intranquilidad y está sometido al capricho, no podrá hacer su propio plan, ni aceptará un plan venido del otro. De tal manera, la aparición del otro, de la educación, tiene que ver con crear esas condiciones de posibilidad. El ‘contenido’ del plan está subordinado a esta condición.
Así enunciado, puede parecer sencillo, pero ¿cómo lograr que el niño esté tranquilo, que preste atención, que domine sus caprichos? No se trata sencillamente de cantinela, pues entonces la disciplina sería una instrucción más. Para Kant, la disciplina es una parte fundamental de la educación, previa a la instrucción. En este punto, Kant e Itard tienen posturas similares: Itard reprocha el ingreso de los “niños salvajes”1 al sistema educativo regular del momento, pues carecen de esa disciplina de la que está hablando Kant; particularmente, Víctor no sostiene la atención y permanece inquieto todo el tiempo. Entonces, ¿cuál sería la práctica educativa capaz de aquietar y permitir una atención sostenida, sin la cual nada se puede aprender? Atención: la disciplina no “se aprende”, sino que es una condición para aprender.
Itard habla de una muchacha que fue hallada en Francia en 1731, en condiciones parecidas a las de Víctor. No obstante, más tarde ella pudo relatar parte de su vida silvestre y, en particular, la violenta muerte de su compañera (Itard, 1801, p. 8). Como tuvo una compañera, Itard infiere una socialización, con lo que nos enseña que la unidad mínima de la socialización es dos, más allá de la precariedad que pueda ser una “pequeña sociedad” así constituida. Como menciona Itard, la muchacha y su compañera “crearon imaginarios”. De esta forma, si la niña recordó sus experiencias en el bosque es porque tuvo memoria y esta solo es posible para los seres humanos cuando tienen lenguaje, el cual, a su vez, es posible cuando hay vida social (así sea de dos, como en este caso). Más adelante, Itard agrega un par de datos: después de ser “capturada”, se la educó en un convento donde, después de un tiempo, contó que había matado a su compañera mientras disputaban por un objeto de carácter religioso que habían encontrado (Itard, 1801, p. 9), objeto que solo tendría interés para seres hablantes. Entonces, no es que la muchacha hubiera “aprendido a hablar”, sino más bien que “recuperó el lenguaje” que ya tenía antes de ser encontrada, razón por la cual pudo recordar.
En las épocas en las que no había tanta integración social, era mucho más posible encontrar niños abandonados en el bosque, por ejemplo, robados y criados por animales, o dejados por los padres, como en el caso de Pulgarcito, que es una historia con fundamento en una práctica no infrecuente por aquella época. Por eso, en la Didáctica magna (vi, 6), Juan Amos Comenio trae un par de ejemplos. Y, así como Kant e Itard, también destaca el hecho de que la vida en común entre hombres transforma al individuo. De acuerdo con el filósofo y pedagogo checo, tales niños se comportaban como los animales entre los que vivían y nada sabían más que ellos; pero, final mente, los dos ejemplos de Comenio terminan siendo como el caso de la muchacha que recordó su vida en el bosque: después de un tiempo de permanecer en la vida social, los niños recordaron lo que les había acontecido (vi, 6); insisto: si pudieron recordar es porque tenían lenguaje, soporte del recuerdo humano (otro soporte tiene el recuerdo de los animales). Cuando Comenio plantea que un niño de tres años se perdió por inadvertencia de los padres, sabemos que a esa edad un niño ya ha adquirido el lenguaje y, en consecuencia, después podrá “recuperarlo”, si es que quedó aislado del resto de los hablantes.
Los ejemplos mencionados por Itard y Comenio tienen una diferencia con el caso de Víctor, pues este, una vez incorporado en la vida social, nunca habló. Es como si nunca hubiera tenido contacto con otros seres humanos o, mejor dicho, que lo tuvo a una edad en la que todavía no había aprendido a hablar. ¿Es esto posible?, ¿cómo habría podido sobrevivir? No lo sabemos. En cualquier caso, a diferencia de los otros niños, con él no se pudo saber cuáles fueron las razones por las que terminó viviendo solo en el bosque, pues nunca se incorporó al lenguaje.
En todos los casos se habla de “niños salvajes”, juzgando por el fenómeno empírico (el rechazo, el comportamiento, los aullidos, la postura, etc.), pero sin establecer las diferencias tan importantes entre unos y otros, por ejemplo, en relación con el lenguaje. A propósito de este punto, en la película Nell (1994), basada en el libro Idioglossia de Mark Handley, una mujer que aparentemente vivió sola en el bosque fue encontrada e investigada. Poco a poco se percibe que articula una especie de lenguaje incomprensible.
La científica que la está investigando al cabo de un tiempo percibe algunos rasgos de un inglés infantil muy deformado. Paulatinamente se logra incorporar a esta mujer a la vida social y ella aprende el inglés de la comunidad en la que está y relata lo ocurrido: vivió con su hermana hasta que esta murió, ahogada accidentalmente. La lengua que Nell hablaba cuando la encontraron era la que usaba con su hermana, pues estaban pequeñas. También en este caso, todo esto se supo porque ella tenía una lengua, así fuera para dos personas (y, en consecuencia, incomprensible en un primer momento por las personas que la encontraron y que la trataron), que le sirvió de soporte al recuerdo, la cual es traducible a cualquier lengua.
La Memoria que escribe Itard pretende ser sistemática, superar la manera tan superficial como los otros casos fueron registrados antiguamente. Ahí se pregunta cómo llevar a cabo la educación de Víctor, pues es un caso muy especial: no era sordo, no era un idiota, no se parecía a ninguno de los que llevaban su mismo apelativo (“niño salvaje”) y no podía insertarse en el sistema educativo del momento. Contra la “metafísica en pañales” disponible, que postula unas “ideas innatas” que Víctor no revela; y contra la medicina alicortada, precaria y prejuiciosa, Itard piensa que hace falta una filosofía de las enfermedades del entendimiento (Itard, 1801, p. 9), pues las ideas y las prácticas de su época no eran bases sólidas para concebir el trabajo que quería hacer con Víctor.
Realmente, Itard estaba haciendo una investigación cuyo único punto irrenunciable era la reali dad específica del muchacho, pues no se parecía a ninguna condición ideal de “estudiante” con la que pudiera trabajar, pero tampoco con la condición del “sordomudo” (como se decía), ni mucho menos era el idiota que proponía Philippe Pinel (Itard, 1801). ¿Dónde ubicarlo, entonces? No en la escuela regular, pues Víctor no cumplía las condiciones suficientes para ello: por ejemplo, los otros niños sí hablaban. Nada de lo presupuesto se cumplía en él. Esto le permitió entender que la condición de “estudiante regular” no es una condición dada, sino una condición que ha de ser producida como efecto de la vida en sociedad.
¿“Progresos” en Víctor?
Dado que vivimos en sociedad, no entendemos cómo este niño fue capaz de sobrevivir por sí mismo. Sin embargo, en tanto animales, nosotros tenemos la capacidad de sobrevivir en la naturaleza, prescindiendo de las comodidades de la vida social, con las implicaciones que esto tiene: no seríamos una especie pandémica, incluso podría ser que ya hubiéramos desaparecido ante los embates del medio. Dado que la cría de hombre está completamente indefensa en los primeros años, cabe preguntarse a partir de qué edad permaneció solo Víctor, sin que otro congénere lo hubiera cuidado.
Kant está entonado con esta inquietud, pues él ubica al cuidado como la primera dimensión de la educación. De hecho, el caso del cuidado en los animales le sirve para diferenciar a los animales del ser humano, pues mientras el cuidado de aquéllos es corto, el cuidado en este es tan extenso que se puede contabilizar en años, además de contar con rasgos muy particulares: según Kant (1803, p. 29), a diferencia de los animales, los niños hacen uso perjudicial de sus fuerzas, pues no son conscientes de riesgos y daños. Por esta razón, el cuidado humano es diferente, pues incluye que los adultos eviten que el niño se haga daño a sí mismo.
El instinto es todo lo contrario: utilizar las fuerzas en favor propio y de especie. Es decir, la cría de humano no necesita el cuidado natural propio de los animales (alimentación y protección), sino un cuidado extraño, contra natura. De manera que educar —según Kant— incluye ese cuidado especial. Sabiendo esto, y conociendo que Víctor sobrevivió, tendríamos que inferir que fue objeto de ese cuidado humano del que habla Kant. Dejado a su suerte, habría muerto en el bosque, pues habría empleado contra él mismo sus propias fuerzas. Cuando Itard le corta el cabello y las uñas a Víctor, cuando lo viste y lo calza (no sin protestas del lado del niño), no lleva a cabo propiamente el cuidado inicial del que habla Kant; este ya es un cuidado que más bien lleva las marcas de la sociedad en la que vive el preceptor. Ya Víctor sobrevivió, de manera que un cuidado inicial ya fue proporcionado. Ahora la pregunta es si puede introducir una transformación en el niño, es decir si lo puede disciplinar, en términos de Kant. Pero, poner atención ¿a qué?; contener ¿cuáles caprichos?
En términos de educación, recordemos, la disciplina crea las condiciones para que la instrucción sea posible. Eso ya es una respuesta a la primera pregunta: poner atención a las palabras de los otros. ¡Pero para eso se necesita estar incluido en el lenguaje! Porque podemos contener ciertos comportamientos de los animales, pero a eso no lo llamamos ‘educación’, sino ‘adiestramiento’. Necesitamos, entonces, ese ser humano del que nos habla Kant: aquel que ha perdido los instintos y este es, justamente, aquel que habla. Por eso, el insistir, una y otra vez, en la posición erecta, en volver a vestir a Víctor, el volverlo a calzar, va acompañado de palabras; finalmente, la educación de Víctor se va reduciendo a la necesidad de introducirlo al lenguaje.
Cuando los cazadores encontraron al niño, la versión que da Itard (1801), p. 11 nos permite pensar que, para el muchacho, sus semejantes representa ban un peligro; no es que no los reconozca, sino que, aun así, son una amenaza. Esto no nos extrañaría en el caso de un animal: a veces requieren evadir o incluso atacar a un semejante, pues este le disputa el alimento, las hembras en calor y el control sobre un territorio. Entre humanos también podría haber un recelo, pero también es esperable un intento de comunicación. El hallazgo de Víctor, en el relato de Itard, parece revelar que el muchacho no tenía trato con otros semejantes, de ahí que, al principio, intentara fugarse hacia los árboles y que, después de atrapado, agrediera físicamente.
Intentar sacarlo de un entorno que conoce y que, a su manera, domina es entendido como una agresión. No hay manera de explicarle, de convencerlo, porque no hay lenguaje. De tal forma, parecería una reacción de tipo instintivo; mientras que las personas que lo capturaron extrañarían en él otro tipo de reacción, como, por ejemplo, unas palabras, unas señas. La reacción de Víctor es exactamente la misma de un animal: no grita “¡Suéltenme!”, sino que aruña; no pregunta “¿Qué quieren?”, sino que muerde. Hubo que darle alcance, pues él no está alegando sus derechos, sino simplemente huyendo. Hubo que atarlo, pues las palabras que le dirigen son incomprensibles para él. Y si bien está en cautiverio, no cesa su ansia de recobrar la libertad de movimientos que tenía en el bosque, una “existencia errabunda y montaraz”, como dice Itard (1801), p. 11, pues estaba habituado a un hábitat natural; de hecho, logró escaparse a las montañas en pleno invierno; conservaba, eso sí, una camisa que le habían puesto, pero las condiciones brindadas por sus semejantes no eran su hábitat; prefería soportar las inclemencias del tiempo desde su manera de estar en el mundo. El hecho de que estuviera vivo probaba que podía sobrevivir por su cuenta.
Entonces, se ajusta a lo proporcionado por la naturaleza, pues no se encuentra en disposición de recibir lo que la sociedad podría ofrecerle. Mientras, para nosotros, una casa es un ámbito de protección, para él una casa es una jaula. Mientras, para nosotros, los zapatos nos protegen los pies, para él son un estorbo. En una de las historias que cuenta Comenio, ya mencionado, una manada de lobos “se robó” a un niño, al punto que este andaba en cuatro patas y rugía como lobo; suponiendo que esto fuera cierto, esa manada alimentó al niño y le dio abrigo. Evidentemente, se trataba de un alimento obtenido de la manera como lo obtienen los lobos, de un abrigo consistente en el contacto entre los cuerpos, de una protección dependiente de lo que los instintos correspondientes les permiten a los lobos. En cambio, el alimento que circula en las sociedades humanas no se obtiene de manera directa, pues presupone la siembra, la cosecha, la crianza —la caza— de ciertos animales, el fuego, los condimentos, y, generalmente, se consume con instrumentos (como los cubiertos) en el marco de rituales sociales; así mismo, el abrigo que brinda una sociedad humana tampoco es algo que se obtenga de manera directa, pues presupone la obtención de tejidos, la elaboración de las vestimentas, el calzado, las habitaciones con puertas y ventanas, las armas, las normas.
Entonces, la sociedad no podía darle cuidado, protección y alimento, pues las prácticas concomitantes no construyen el ámbito al que está acostumbrado Víctor. Podría pensarse que una comida distinta, que unas ropas distintas, que unas leyes distintas también harían inadmisible la protección que se le podría brindar a un ser hablante criado en otra cultura, pero lo que se produce en la persona es el acceso a las formas simbólicas de esas ofertas; por eso, un niño puede pasar de una sociedad a otra, de una lengua a otra, de unas culturas a otras. Pero no es el caso de Víctor, pues él no habla, no tiene acceso a esa dimensión simbólica. Cuando uno puede “recibir” esa oferta cultural, es porque está ubicado en un lugar simbólico, es decir, porque habla, porque se ha con tenido la inquietud y los caprichos ya no constituyen el único horizonte posible (la disciplina, en términos de Kant). La educación nos ofrece el canon literario, por ejemplo, pero a condición de que estemos en posición de recibirlo.
Después de haber escapado, Víctor es “recapturado”. Redoblaron entonces las precauciones. En todos los lugares a donde fue trasladado mostró impaciencia, se movía continuamente y no era sociable; siempre buscaba escapar (Itard, 1801, p. 11). Si, como asevera Kant, “El hombre es la única criatura que ha de ser educada” (1803), p. 29, en este caso tenemos ‘criatura’, pero no sabemos si es de las únicas. La frase del filósofo supone que el hombre puede ser educado, la pregunta es si Víctor puede ser educado. Le falta la educación y, como es un ser humano, Itard pretende proporcionarle eso que le falta. Pero también falta el lenguaje. De manera que podríamos complementar la frase: el hombre, si consigue hablar, es la única criatura que ha de ser educada. Hasta ahora, Víctor es un homo sapiens, pero no ha experimentado los efectos de la relación con otros semejantes, que, entre otras, viene acompañada de la enseñanza de la lengua. Por eso, la idea de que “ha de ser educado” no le aplica.
Entonces, se precisa que el lenguaje es el que permite a los sujetos adentrarse al mundo cultural creado por los hombres. Aunque Víctor realizaba pantomimas, ruidos y hasta llegó articular la palabra LAIT solo fue para satisfacer sus necesidades, en este caso para beber leche (Itard, 1801, p. 37); estas acciones no estaban en relación con la comprensión de la estructura del lenguaje, mientras que los humanos tocados por el lenguaje, sabemos que es un líquido de alimento, que proviene de un animal y le hemos dado unas características para poderlo identificar. Para especificar un poco más el asunto, existen animales que pueden emitir palabras, con el entrenamiento de los humanos, como es el caso de los loros, pero no significa que este realice actividades cognitivas. Es por eso que, en el Cuaderno azul, Wittgenstein (1933)-1934, p. 31 dice que “comprender una frase significa comprender un lenguaje”, o sea, que no se puede comprender una palabra si no se está dentro del lenguaje.
Retomando, cuando Víctor llegó a París, todo el mundo suponía, de un lado, que se asombraría de las maravillas de la ciudad, completamente inac cesibles en el bosque; y, de otro lado, que en pocos meses iba a ser educado. Los animales construyen habitaciones, a veces tan complejas como un panal o como un nido; pero nunca algo como una ciudad, lo cual presupone el soporte simbólico que permita anticipar todo lo que hay que construir y poner en relación para tener una ciudad. Es muy diciente que, mientras nidos y colmenas son prácticamente iguales desde que comenzaron a fabricarse, las ciudades están en transformación constante, porque varían en función de un saber (la arquitectura), es decir, que se relacionan con algo más que la mera protección.
Entonces, cuando se lleva a Víctor a la ciudad de París, se esperaba verlo deslumbrarse, porque su vida silvestre había sido muy distinta de la ciudad; pero para que nosotros nos demos cuenta de esa diferencia hemos tenido que pasar por la socialización, por el lenguaje; y como él no había hecho ese tránsito, ¡pues no se deslumbró! Y, de su lado, él no tendría nada que mostrarnos, pues la idea de “mostrar” no está incluida en su manera de relacionarse con la naturaleza.
De otro lado, según Itard, se esperaba que rápidamente Víctor se pusiera a tono con estos objetos culturales, es decir, que es educara, que se ubicara entre sus semejantes y que relatara las experiencias y los secretos de su vida montaraz (Itard, 1801, p. 12).
Ambas expectativas —el deslumbramiento y una rápida educación— se fincaban en el desconocimiento de la condición humana: un ser humano, del que esperamos el deslumbre o la educación, ha de ser producido, no es una cualidad que venga atada a la especie en tanto homo sapiens.
Si Víctor se movía espasmódicamente, se agitaba de un lado a otro, se balanceaba incesantemente, mordía, arañaba, no atendía a algo específico (Itard, 1801, p. 12), ni podía fascinarse por París (como tampoco se deslumbra un pájaro ante los coros de una misa de Bach), ni podía acceder velozmente a la educación. Más que presentar las características de un estudiante susceptible de ser formado, presentaba las características de algunos animales enjaulados.
Sin lenguaje, los secretos que permiten vivir en el bosque no pueden ser contados ni por Víctor, ni por las abejas, que manejan una comunicación compleja.
Entonces, desde la perspectiva de Kant, Víctor no había sido disciplinado, toda vez que la disciplina permite permanecer tranquilo y observar lo que se le ordena (Kant, 1803, p. 30). Y si la disciplina es una condición para ser instruido, pues a Víctor no solo le falta la disciplina, sino que no puede ser instruido: si no puede prestar atención, es imposible instruirlo, porque la instrucción viene con la palabra, que requiere de la atención del interlocutor. En otras palabras, Víctor no puede ser educado, no obstante tener nuestra morfología.
Estas expectativas estaban fundadas en un desconocimiento de la condición humana y, en consecuencia, de la educación y de sus requerimientos. Por eso, lo que se esperaba no ocurrió.
El público acudió multitudinariamente, “vieron sin observar, sin conocer juzgaron” y se perdió el interés por el caso (Itard, 1801, pp. 12-13). Es una manifestación de lo que ya había mencionado Itard: un tratamiento ligero; “vieron”, es decir, pasaron los ojos por el niño, pero “sin observar”, es decir, sin prestar atención. Si hubieran observado, hubieran generado discusiones sobre la condición humana, sobre la educación, sobre la socialización. Pero no entendieron, solo dijeron frases efímeras. El caso no cabía en sus representaciones y no se preguntaron por tales representaciones.
El tratamiento dado en el Instituto Nacional de Sordomudos, donde tuvieron internado a Víctor, no le sirvió a Itard como orientación (Itard, 1801), p. 13. Primero, consideraban que, si alguien es sordo, no podrá articular sonidos lingüísticos. Y por supuesto que son asuntos muy relacionados, pero hoy sabemos que son diferenciables, de manera que hay perso nas que padecen sordera y que, no obstante, pueden hablar, articular sonidos lingüísticos, mediante cierto entrenamiento. Por eso, es impreciso hablar de “sordomudos”.
Philippe Pinel, experto en enfermedades mentales y con gran talento en la observación, coordinó una “sesión científica” para examinar a Víctor y concluyó que sus sentidos estaban inhibidos: 1) ojos sin fijeza (divagan de un objeto a otro) ni expresión, poco ejercitados, sin coordinación con el tacto; 2) oído insensible a ruidos o melodías; 3) el órgano de la voz solo emite un sonido uniforme y gutural; 4) el olfato indiferente a perfumes o basuras; 5) el tacto limitado a una función mecánica de prensión de los objetos (Itard, 1801, pp. 13-14). Para Pinel, ¡Víctor era inferior a las mascotas!
Ahora bien, la caracterización es inconsistente, pues pone los sentidos en relación, unas veces con objetos naturales, y otras con objetos culturales: un objeto de bulto contra una pintura; ruidos fuertes contra una melodía; el hedor de las basuras contra un perfume. Solo en sociedad se pueden hacer esas diferencias y Víctor no dispone de una interpretación social que le permita hacerlo: la pintura es un producto cultural, producido en un contexto en el que hay arte pictórico; para un animal, no puede ser más que una tela manchada. Igual para el sonido: en la sociedad hay música, es decir, un universo cultural del sonido; los productos de este universo solo son ruido para un animal. Por su parte, el olfato es objeto de una percepción social; hablar de “hedor” es una valoración cultural (recordemos que el perfume se usa para despistar a los animales de buen olfato).
Cuando se socializa a un humano que nace, entre otras cosas, se le transforman sus sentidos con arreglo a clasificaciones lingüísticas que circulan en la sociedad. Por eso, Marx dice que “El ojo se ha hecho un ojo humano, así como su objeto se ha hecho un objeto social, humano, creado por el hombre para el hombre” (1844, p. 150). Hace una oposición entre “el ojo” (natural) y el “ojo-humano” (social). Así mismo, opone “objeto” y “objeto social”.
Como Pinel no consideró estos conceptos, es falso que los órganos de los sentidos del niño estuvieran “inhibidos”; operaban de forma normal, pero no social. Más bien, ¡la forma social podría ser considerada como anormal!, en el sentido de que hemos segregado olores que orientan a los animales (las materias fecales, por ejemplo), y hemos introducido olores que los desorientan (como el perfume).
Pinel echa en falta sentidos que han sido “estimulados” por la vida social, a nombre de los sentidos fisiológicos. Mirar con fijeza, no divagar de un objeto a otro, es una mirada educada, sometida a disciplina. Por su parte, los animales miran hacia el caos perceptivo y de ahí obtienen los “objetos” con los cuales pueden satisfacer el hambre, realizar el mandato de la reproducción, o protegerse (o proteger a la cría).
En su informe, Pinel afirma que Víctor era “inca paz de atención, salvo en lo que atañía a los objetos de sus necesidades” (Itard, 1801, p. 14); en este caso está otra vez la confusión entre los dos niveles de percepción: de un lado, todo animal (así sea un espécimen de homo sapiens) atiende a sus necesidades, sencillamente porque eso le permite sobrevivir, a él y a la especie; y, de otro lado, para un ser humano socializado, las necesidades ahora pasan por la demanda (lenguaje) al otro, lo que va permitir que aparezca una diferencia entre lo necesitado y lo efectivamente otorgado, cosa que da lugar a la aparición de algo más allá de la necesidad. Agrega Pinel que, en con secuencia, Víctor está sustraído de las operaciones del espíritu (Itard, 1801, p. 14), particularmente una ausencia de afección moral, pues los asuntos del “espíritu” —exclusivamente humanos— aparecen con el lenguaje.
Formas de discernimiento, memorización, imitación y pensamiento, están en los animales; pero las características concomitantes que echa de menos Pinel en Víctor son muy distintas, pues están aso ciadas al lenguaje. Ejemplos: solo algunos animales imitan, pero como un recurso instintivo para satisfacer sus necesidades; en cambio, todos los hombres imitan, no importa la lengua que usen, o la época y el lugar en que hayan vivido. Así mismo, el soporte de la memoria es distinto en animales y seres humanos, al punto que la memoria humana es social mientras que el animal es individual.
Pinel percibe que Víctor no tiene intención de expresión ni recursos comunicativos (ademanes o movimientos corporales), pero no relaciona esto con el resto de cosas que detecta. Y, no obstante, señala que Víctor está volcado sobre la satisfacción de sus necesidades, lo que requiere una intención.
Ahora bien, es justamente en relación con la satisfacción de las necesidades que se producirán cambios —aunque no educativos— en el muchacho.
La idea fisiológica según la cual “un estímulo aportado desde el exterior al tejido vivo es derivado hacia el exterior por medio de la acción” (Freud, 1993, p. 248) no atañe a los seres hablantes y sociales, sino a los animales. Es normal que el sistema nervioso haga algo con los estímulos que llegan desde el exterior. Por ejemplo, evitarlos mediante la fuga. Por eso, Víctor suprime el hambre buscando los alimentos, por eso se escapa cuando se lo atrapa, porque estar atrapado sería un estímulo externo que su sistema nervioso busca evitar. Finalmente, Pinel tiene razón allí donde no quisiera tenerla: la existencia de Víctor se reduce “a una vida puramente animal” (Itard, 1801, p. 14).
A diferencia de esta perspectiva fisiológica, etológica, un ser humano socializado puede no huir del dolor sino buscarlo: auto flagelarse por razones religiosas, por ejemplo. Algo comprensible, pues ahora está inscrito en la cultura y puede tomar decisiones incluso opuestas a las instintivas: ningún animal se autoflagelaría. Mientras el animal está regido por la homeostasis, el ser hablante también busca la satisfacción en la alteración del equilibrio, cosa que no tiene que ver con la satisfacción de las necesidades.
Finalmente, Pinel encuentra una identidad entre los historiales de idiotas incurables y Víctor; concluye, entonces, que el muchacho está aquejado de una enfermedad incurable y que “no habría de ser jamás capaz de sociabilidad ni aprendizaje alguno” (Itard, 1801, p. 14).
No entiende que el ser hablante es discontinuo en relación con un homo sapiens que no habla. Por eso, se contradice cuando sostiene que Víctor se reduce a una vida puramente animal y, al mismo tiempo, lo califica de “idiota”, es decir de persona volcada sobre sí misma. Con todo, recordemos que “idiota” viene del griego idioteces: aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos sino solamente de los asuntos privados. Idios significa “propio”, “singular”, “personal”; por eso aparece en palabras como “idioma”, “idiosincrasia”.
Quizá Pinel, alguien muy hábil para diagnosticar, no podía salirse de su esquema comprensivo y, ante un caso distinto a los que había conocido, no reconoce no saber, no intenta explicar, sino que emite un juicio por comparación con casos que a él se le parecen, por que no contempla los rasgos singulares y no quiere abandonar la idealización de la que parte.
De nuevo, tal como el mismo Itard señala en relación con los “niños salvajes”, el caso es tratado por Pinel de forma superficial. Itard percibe algo más, entiende que hay algo que falta. Entonces dice: “me resistí a compartir semejante conclusión y me atreví a dar aliento a la esperanza” (Itard, 1801, p. 15); y aquí ‘esperanza’ no es una idealización, sino un empeño educativo. Cuando asume el caso, se refiere a la “causa y la curabilidad de esta aparente idiotez” (Itard, 1801, p. 15), con lo que, de un lado, considera meramente aparentes los signos que orientaron el diagnóstico de Pinel; y, de otro lado, responde al pronóstico de ‘incurabilidad’ con la idea de una cura posible, estableciendo un tratamiento que constaba de cinco puntos:
El primero contempla la idea de incorporar al niño a la vida social, teniendo como premisa:
Que paulatinamente se fuese aficionando a la vida entre los hombres, haciéndosela más dulce y llevadera de lo que lo había sido hasta el momento y sobre todo más afín a la silvestre existencia que tan contra su gusto y condición se había visto obligado a abandonar. (Itard, 1801, p. 19)
Por ello, pone al servicio una institutriz llamada “Madame Guérin, a quien la administración confió a partir de entonces el cuidado especial de nuestro niño, viene empleando en sí abnegado cometido con la paciencia de una madre” (Itard, 1801, p. 20), En Víctor, este cuidado era tardío para su implementación, había sobrevivido a la vida salvaje en el bosque, a través de sus instintos había podido resolver sus necesidades (protegerse, alimentarse); tal cual como lo hacen los animales salvajes. Situación que no fue comprendida a cabalidad por el tutor y lo ubica como un niño nacido en la vida social, que necesita cuidados de sus semejantes, como se ha mencionado, páginas atrás.
El segundo punto busca restablecer sus sentidos: “Que por medio de estimulantes tan enérgicos como fuese menester, y aun a través de vivas conmociones de su alma, se fuera restaurando su embotada sensibilidad nerviosa” (Itard, 1801, p. 22). Se propone estimular la sensibilidad del niño teniendo en cuenta el diagnóstico de Pinel mencionado antes (Itard, 1801, pp. 22-27), el tutor no tutor no tiene en cuenta que sus órganos esta funcionado con normalidad para su estado de animalidad, solo que él esperaba que operaran bajo las manifestaciones culturales, donde el olor del perfume es de agrado a diferencia de la basura que se percibe como hedor. Por ello, somete al niño hacer varias acciones con el supuesto de “rehabilitar sus sentidos” entre estas prácticas están: “Jamás logré provocarle un estornudo llenándole las narices de rapé” (Itard, 1801, p.23). Otra práctica es hacerle pasar una descarga eléctrica con una botella de Leyden e intentar volvérsela a generar al siguiente día, el niño se niega, lo presiona, pero por accidente quien la recibe es el tutor (Itard, 1801, p. 23). Según Itard, el hecho de que Víctor se negara implicaba haber tenido cierta capacidad de inteligencia; pero esto también pasa con el ganado, que tocan la cerca y no la vuelven a palpar, no por eso indicamos que tiene procesos cognitivos, lo que se pone en cuestión; es un acto de protección por la vía del instinto. Víctor no dio respuestas diferentes a lo que podría presentarse en un animal, pues no está en disposición de realizar una acción con efectos culturales.
En el tercer punto el tutor busca ampliar las ideas de Víctor a partir de las necesidades: “Que fuese ampliando el radio de sus ideas, extendiéndolo a un campo de necesidades nuevas y aumentando sus relaciones con el prójimo” (Itard, 1801, p. 27). Pero ¿cuáles serían las necesidades de Víctor teniendo en cuenta su estado de animalidad? Itard al parecer desconoció la pregunta y la respuesta, por ello, le oferta juguetes, pero Víctor no mostró interés alguno, el tutor vuelve, insiste y el niño toma resistencia hasta el punto de esconderlos o destruirlos (Itard, 1801, p. 27). El tuvo en cuenta que los juguetes son para personas que son tocadas por una cultura, con previas explicaciones y requiere cierta inteligencia para hacer discriminaciones, para solucionar problemas donde ganar o perder tiene una satisfacción social. Y Víctor, que sabe de ello, solo conoce sus necesidades de sobrevivencia en la vida silvestre.
Otra de las acciones realizada por Itard fue esconder en unas tazas, unas castañas, para que Víctor las encontrara (Itard, 1801, p. 28). Este fruto había sido el alimento en el bosque, era obvio que no fuera desconocido y le generara interés, habían suplido su necesidad para ese entonces, ahora lo que se estaba estableciendo era un premio; si encontraba la castaña, se la podía comer para satisfacerse, también pasa con las mascotas se les esconde el alimento y lo buscan para comerlo, lo resuelven por el instinto, como también se ha observado que buscan el plato para que sus amos le sirvan el alimento, estas acciones requieren un poco de memoria, esta comprensión no fue ajena para Itard “Esto no demandaba, por su parte, más que un pequeño esfuerzo de memoria” (Itard, 1801, p. 28). Entonces, no se puede afirmar que estos actos son educativos, pues para ello debía haber desarrollado el cuidado, la disciplina y la instrucción, como se ha contemplado con Kant, estos actos están en relación con un adiestramiento. Así, fueron varias actividades propuestas por Itard, solo que acá tomo estas acciones para que se analice cómo pretendía Itard ampliar las supuestas ideas en el niño, dando siempre el mismo resultado, actuaba bajo sus instintos de animalidad.
El cuarto punto busca instaurar “el don de la palabra”: “Que bajo la imperiosa urgencia de la necesidad se viese obligado al ejercicio de la imitación, a fin de conducirlo al don de la palabra”. (Itard, 1801, p. 32). El tutor comprende la importancia del lenguaje en la educación, pero considera que esté se realiza a partir de la imitación, es un punto crucial porque sin lenguaje no hay posibilidad de alguna comprensión en la vida social, ya se había abordado precisamente por la misma importancia; fue cuando se indicó que Víctor había pronunciado la palabra lait2 sin alguna comprensión cognitiva, solo lo realizó para cubrir la necesidad de tomar la leche.
En el quinto punto el pedagogo busca “Que se emplease un cierto tiempo en proyectar las más simples operaciones anímicas sobre los objetos inmediatos de sus necesidades, para sustituírselos más adelante por objetos de enseñanza (Itard, 1801, p. 42). Con esta idea Itard observa que el niño desenvaina judías y selecciona granos (Itard, 1801, p. 43). Por este acto el tutor concibe que el niño esta usando la inteligencia, por supuesto existe una inteligencia pero no en una comprension social, puede que el niño interprete que es un alimento por su mismo instinto, tal cual como lo hacen los animales, en oposición a un hombre que es tocado por la cultura; va más alla cognitivamente, puede razonar que este alimento nos proporciona vitaminas, nos da energía, ayuda en nuestro crecimiento fisico y mental entre otras comprensiones, como tampoco Víctor podrá entender que existen formas de preparación en la culinaria. Otro de los ejemplos que considero que amplian la comprension en este punto es cuando Itard le implementa objetos para remplazarlos por las letras del abecedario y formar las palabras, con la idea de insistir en desarrollar en el niño el “lenguaje”, toma como prioridad las necesidades de Víctor, le oferta la leche, le muestra las letras y luego le pide que se las solicite usando las letras lait, en el primer intento falla en la organización de las letras, nuevamente se lo solicita para que el niño lo organice pero el niño se niega y después lo presiona para que lo realice, el niño termina por hacer el ejercicio, entonces, cada vez que el niño quería la leche, la solicitaba llevando las letras (Itard, 1801, pp. 44-51), no por ello, se afirma que el niño haya comprendido el lenguaje, por ejemplo: en el caso de la gorila Koko que fue adiestrada para usar el lenguaje de señas para solicitar sus necesidades a la investigadora Francine Patterson, pero este lenguaje no era el mismo que se usa para los humanos sordos, porque este lenguaje tiene una estructura gramatical social.
A pesar de todos los esfuerzos del pedagogo, Víctor no mostro una comprensión del lenguaje a causa de su aislamiento, pues la intervención del semejante en la vida de los niños debe darse a tempranas edades, como lo mencionó Kant, prueba de ello es el niño “salvaje de Aveyron” que le prevalece su condición de homo sapiens.
En la actualidad, este caso ha permitido actualizar los conceptos y analizar de diferentes perspectivas dentro de la educación y la psicología, entre otras áreas de conocimiento, porque el pedagogo realiza su informe minuciosamente; sin omitir sus fracasos y sus logros. Es de tener en cuenta que Itard no dispuso de estudios académicos o casos similares que tuvieran la misma condición de Víctor y realiza su tratamiento acorde a su experticia y experimentando con el niño, gracias a este legado se puede evitar generar esos ensayos en los niños(as)
Citas
Apted, M. (dir.). (1994, abril). Nell [DVD]. Egg Pictures PolyGram Filmed Entertainment.
Comenio, J. A. (1998). Didáctica Magna. Porrúa.
Freud, S. (1990). Malestar en la cultura. Amorrortu.
Freud, S. (1993). Los textos fundamentales del psicoanálisis. Altaya.
Itard, J. (1801). Memoria e informe sobre Victor de l´Aveyron. Alianza.
Kant, I. (1803). Pedagogía. Akal.
Marx, K. (1844). Manuscritos filosóficos y económicos. https://pensaryhacer.files.wordpress.com/2008/06/manuscritos-filosoficos-y-economicos-1844karl-marx.pdf
Wittgenstein, L. (1933-4). Cuaderno azul. Los cuadernos azul y marrón. Tecnos.
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