¿La pandemia nos regresó a la escuela tradicional?

Autores/as

  • Gloria Sofía Vergara-Rodríguez Universidad Pedagógica Nacional

DOI:

https://doi.org/10.17227/nyn.vol8.num54-19112

Palabras clave:

interacciones, escuela tradicional, maestro, escuela, pandemia

Resumen

Las interacciones sociales se vieron alteradas durante la pandemia; por lo tanto, nos enfocamos en dar respuestas a las exigencias curriculares y olvidamos uno de los objetivos principales de la escuela: relacionarnos con el otro. Así, el contacto con los estudiantes se limitaba a recibir correos que contenían los trabajos realizados, de allí que era muy difícil establecer una relación docente-estudiante como la generada antes de la pandemia. La socialización enmarcada en el contexto escolar se vio transformada en un espacio discursivo en el que el estudiante no tenía participación, sino que era un agente pasivo del cual se esperaba que entregara las guías a tiempo y que fuera obediente. El maestro, entonces, sin la voluntad de hacerlo, era el único actor que decidía respecto al proceso académico y su opinión se convirtió en ley y verdad casi absoluta, haciéndonos evocar aspectos de la escuela tradicional. Por lo anterior, el proceso académico luego de la emergencia sanitaria debe propender por brindar herramientas a nuestros estudiantes, que permitan crear espacios de relación e interacción que contribuyan a ser tolerantes ante la diferencia.

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Recibido: 27 de abril de 2023; Aceptado: 17 de octubre de 2023

RESUMEN

Las interacciones sociales se vieron alteradas durante la pandemia; por lo tanto, nos enfocamos en dar respuestas a las exigencias curriculares y olvidamos uno de los objetivos principales de la escuela: relacionarnos con el otro. Así, el contacto con los estudiantes se limitaba a recibir correos que contenían los trabajos realizados, de allí que era muy difícil establecer una relación docente-estudiante como la generada antes de la pandemia. La socialización enmarcada en el contexto escolar se vio transformada en un espacio discursivo en el que el estudiante no tenía participación, sino que era un agente pasivo del cual se esperaba que entregara las guías a tiempo y que fuera obediente. El maestro, entonces, sin la voluntad de hacerlo, era el único actor que decidía respecto al proceso académico y su opinión se convirtió en ley y verdad casi absoluta, haciéndonos evocar aspectos de la escuela tradicional. Por lo anterior, el proceso académico luego de la emergencia sanitaria debe propender por brindar herramientas a nuestros estudiantes, que permitan crear espacios de relación e interacción que contribuyan a ser tolerantes ante la diferencia.

Palabras clave:

interacciones, escuela tradicional, maestro, escuela, pandemia .

ABSTRACT

Social interactions were disrupted during the pandemic; therefore, we focus on providing answers to curricular demands and forget one of the main objectives of school: relating to others. Thus, contact with students was limited to receiving e-mails containing their completed assignments, making it very difficult to establish a teacher-student relationship like before the pandemic. Socialization within the school context transformed into a discursive space where the student had no participation, becoming a passive agent expected only to submit assignments on time and be obedient. Therefore, the teacher, unintentionally, became the sole actor deciding about the academic process, and their opinion turned into almost absolute law and truth, evoking aspects of the traditional school. This is the reason why after the health emergency, the academic process must tend towards providing students with tools that facilitate the creation of encounter and interaction spaces that promote tolerance towards the difference.

Keywords:

interactions, traditional school, teacher, school, pandemic .

RESUMO

As interações sociais foram perturbadas durante a pandemia; portanto, concentramo-nos em atender às demandas curriculares e esquecemos um dos principais objetivos da escola: relacionar-nos com o outro. Assim, o contato com os estudantes se limitava a receber e-mails contendo os trabalhos realizados, tornando muito difícil estabelecer uma relação professor-aluno como a gerada antes da pandemia. A socialização no contexto escolar transformou-se em um espaço discursivo no qual o estudante não tinha participação, tornando-se um agente passivo esperado apenas para entregar os trabalhos no prazo, que fosse obediente. O professor então, sem intenção, tornou-se o único ator decidindo sobre o processo acadêmico, e sua opinião tornou-se quase uma lei e verdade absoluta, evocando aspectos da escola tradicional.

Palavras-chave:

interações, escola tradicional, professor, escola, pandemia.

¿La pandemia nos regresó a la escuela tradicional?

El año 2020 trajo consigo un giro inesperado en la vida como la conocíamos. En el mes de marzo, durante las noticias de la noche se comunicó la decisión tomada por el Gobierno acerca de las cuarentenas obligatorias para evitar la propagación del virus SARS cov2, causante del covid-19. En ese momento se pensó que sería algo temporal y que no afectaría tanto nuestra cotidianidad o salud, pero pasaban los días y continuábamos en casa sin poder salir a cumplir con nuestras labores escolares, hecho que derivó en que la escuela como espacio físico fuera cerrada. ¿Qué pasaría con todos los niños, niñas y adolescentes, y con sus procesos académicos y de socialización? ¿Qué pasaría con nosotros los docentes y con nuestro quehacer? Se hizo necesario que, a través de reuniones virtuales con compañeros y directivos, ya con el año escolar en curso, se empezara a organizar la nueva normalidad académica que nos permitiera reemplazar el aula de clase física como la conocíamos, por cada uno de los hogares y espacios íntimos de las familias de cada estudiante.

Para tomar decisiones acerca de qué y cómo continuar esta nueva normalidad, analizamos el contexto, las posibilidades de conexión de nuestros estudiantes, los recursos con los que contaban la institución para tener comunicación asincrónica con la comunidad, como la página web, y emprendimos la travesía de la educación remota, con la que mantuvimos contacto hasta los procesos de alternancia. Como colectivo docente, conociendo la situación de algunas de las familias de Ciudad Bolívar optamos por las guías quincenales, las cuales empezaron a ser diseñadas con especial cuidado dando prioridad a los temas más importantes dentro del currículo, pero que no lograban abarcar todos los contenidos propuestos. Con ellas se pretendía dar continuidad a los procesos académicos y formativos que ya se habían empezado, pero que debían seguir con el apoyo de las familias.

Se tenía solución para la secuencialidad de los procesos académicos, pero en ningún momento se pensó en las consecuencias que traían consigo el aislamiento, la ausencia de socialización entre pares y docentes, la falta de atención por parte de los padres, la situación económica, la tensión por la cantidad de contagios del virus y la dependencia de los dispositivos móviles. Estos factores vinieron a convertirse en los detonantes de las situaciones de conflicto y tensión que se trasladaron al aula en el momento del esperado regreso presencial.

Durante el proceso, luego de unos meses de entrega de guías quincenales, surgieron cuestionamientos acerca de las interacciones sociales con los estudiantes. El contacto con ellos se limitaba a recibir correos que contenían los trabajos realizados y algún mensaje ocasional que indagaba por el bienestar del otro, de allí que era muy difícil establecer una relación docente-estudiante como la que tenía lugar antes de la pandemia. El maestro, entonces, contrario a su voluntad, era el único actor que decidía respecto al proceso académico, y su opinión se convirtió en ley y verdad casi absoluta, lo que hizo evocar aspectos de la escuela tradicional. De acuerdo con Beltrán (1995)

La escuela tradicional privilegiaba la interacción profesor-alumno la cual era desarrollada de manera unidireccional, allí se daba importancia a la transmisión de saberes por encima de lo que el estudiante quisiera o pensara, dejando de lado sus necesidades e intereses, desconociendo su contexto y minimizando las relaciones entre pares las cuales eran tomadas de forma negativa y en contravía de los procesos de aprendizaje. (p. 438)

Durante la pandemia recordamos estas dinámicas de la escuela tradicional, ya que la asincronía y la falta de interacción ocasionaron ensimismamiento en los procesos pedagógicos. La interacción entre docente y estudiante se hizo menos presente, los maestros decidían qué enseñar y cómo elaborar las guías, pero no se hacía una observación y reflexión de los sentires de los estudiantes, no se veían sus rostros expresando emociones; en algunos casos solo se veían las iniciales de sus nombres a través de Teams (plataforma usada para encuentros sincrónicos), de manera que la educación y la interacción se hacían cada vez más impersonales.

No obstante, como lo plantea Saldarriaga

Lo que ha hecho perverso todo este proceso, es que esta tensión constitutiva se ha visto inscrita y manipulada, por la falsa distinción entre pedagogía tradicional y pedagogía moderna, un dispositivo políticomercantil [sic] que introduce la quimera de que lo más nuevo y moderno es lo mejor, y que debe desplazar y excluir a lo que es viejo, pasado y, por supuesto, negativo. (2006, p. 104)

¿Y acaso rememorar y aplicar dinámicas de la pedagogía tradicional no nos ayudó a continuar con los procesos académicos durante el tiempo de pandemia? ¿Valdría la pena retomar la instrucción y el autoritarismo para mantener la concentración de esta nueva generación de estudiantes inmersos en ambientes virtuales? ¿Debemos dejar de lado los procesos de socialización que son fundamentales en el aula de clase y centrarnos en la transmisión de conocimiento sin tener en cuenta el contexto?

Y mientras los maestros nos pensábamos la educación y la continuidad de la escuela, sin escuela, los jóvenes pasaban horas inmersos en sus dispositivos, realizando consultas para solucionar las guías propuestas desde el colegio e interactuando en redes sociales. Pocos conocían a sus compañeros, lo cual no permitía tener una interacción constante con individuos de sus mismas edades, solo se encontraban rodeados de sus familiares, quienes en muchas ocasiones tampoco se involucraban de manera directa en los procesos de aprendizaje. A veces durante los encuentros sincrónicos se escuchaban los gritos y peleas de los acudientes, sin mostrar recato o pena por la situación, lo cual irrumpía la dinámica normal de los pocos encuentros que se realizaron. Sin querer, perdimos el terreno ganado en torno a la convivencia, los procesos de autocontrol y sociabilidad que son fundamentales en la escuela. Cabe recordar que una de sus principales funciones es la de desarrollar procesos de socialización e interacción entre los estudiantes y todos los miembros de la comunidad educativa, objetivo que se vio obstaculizado con la aparición de la emergencia sanitaria y que fue reducido a su círculo familiar próximo. Como lo plantea Enriquez:

La educación virtual reveló nuevas formas de subjetivación y nuevos lazos que se requieren replantear hoy. La subjetividad desde la violencia domiciliar, la desaparición de la presencia física, y la sobrecarga laboral de alumnos y docentes se insinuaron en las clases. (2022, p. 435)

De esta manera, las relaciones se vieron modificadas en la esfera social; si tenemos en cuenta la afirmación de Muñoz (2021) según la cual: "Los vínculos o amistades que se producen en el colegio son relaciones que permiten al estudiante mantener un sentido de sí mismo y conocer su rol en el mundo gracias a su posición en un círculo social" puede entenderse que cuando los estudiantes del Colegio Técnico Cedid Guillermo Cano Isaza IED regresaron a la presencialidad y a compartir nuevamente en un salón de clase con sus pares tuvieran bastantes dificultades para relacionarse con ellos, para escuchar atentamente otros discursos, para respetar la diferencia y hasta para moderar su vocabulario en situaciones cotidianas. Cada vez más se conocían casos de muchachos con depresión, con intentos de suicidio, hasta estudiantes que estuvieron recluidos en clínicas especializadas en el tratamiento de enfermedades mentales. Jóvenes que no veían ni mostraban interés por su vida y mucho menos por su desempeño académico. Como lo plantea Beltrán (1995), "El individuo aprende a controlar sus impulsos, deseos, afectos, etc. en la interacción con compañeros de semejantes características a las suyas" (p. 441). A la luz de esta investigación, es en este proceso donde el estudiante logra desarrollar autocontrol, autonomía y responsabilidad frente a sus acciones, pero esto se vio truncado por el año y medio de confinamiento.

Es en este sentido que el estudiante se construye día a día en la escuela. Durante el tiempo de alternancia en la institución, estas transformaciones en la socialización e interacción derivaron en el incremento de situaciones de agresión verbal, física y hasta psicológica, que hicieron que los procesos de aprendizaje se tuvieran que dejar de lado una vez más para solucionar conflictos. Así, el rol del docente se vio reducido al de un mediador, que quedaba en medio de situaciones complejas que, en muchos casos, extralimitaban sus funciones. Durante las sesiones de clase una opinión o una simple mirada de otro compañero desencadenaban agresiones, golpes, insultos, actitudes desafiantes que rompían la armonía en el aula y por ende la tranquilidad en el ámbito académico. Se perdió el respeto y la tolerancia a la diferencia; el maestro ya no solo debía guiar a los estudiantes en su desarrollo cognitivo, sino que se convertía en mediador de conflictos, arriesgando aun su propia integridad. Esto lleva a pensar e imaginar cómo son los contextos familiares en los que estos jóvenes estuvieron inmersos durante el tiempo de pandemia y qué situaciones se enfrentaron en cada uno de estos hogares, lo cual permite inferir que dentro del núcleo fundamental de la sociedad se afrontan las diferencias sin respeto y prevalece la agresividad.

Además de la falta de interacción y la presencia de situaciones conflictivas entre pares, surgieron otras interacciones que desataron dificultades en el devenir académico de la institución, las cuales estuvieron mediadas por la utilización excesiva de los dispositivos móviles durante las clases, lo que puso en evidencia la dependencia que se creó durante el tiempo de confinamiento. El celular pasó de ser una herramienta que posibilitaba la sincronía de los encuentros virtuales a ser el objeto de distracción que no permite la concentración en una lección presencial. Así, a raíz del uso continuo de redes sociales, juegos en línea, chats, plataformas, entre otros, los estudiantes comenzaron a interactuar dejando de lado los límites de respeto, tolerancia y empatía hacia el otro. En muchas ocasiones preferían escribir un mensaje de texto por chat que levantarse al puesto de su compañero a conversar o interpelar sus ideas. Durante los meses en los que se permaneció en presencialidad en el 2022, se vivió una constante lucha para que los jóvenes, desde su autonomía, fueran conscientes de las dificultades de atención que presentaban con el continuo uso del celular. Es en esta coyuntura en la que se sigue reforzando que la tecnología no puede convertirse en un enemigo, sino en la herramienta que puede acompañar los procesos pedagógicos en la era de las nuevas tecnologías, y de esta manera no retornar al uso exclusivo del tablero, la tiza y el cuaderno de hojas amarillas que caracterizó la educación hace algunas décadas.

Este fenómeno también alteró la manera como se relacionan el estudiante y el maestro, ya que al volver a la presencialidad los docentes vimos la necesidad de hacer cambios en las dinámicas que se venían realizando antes y durante la pandemia; la escuela no podía ser la misma. Es por esto por lo que se indagó acerca de lo que a los estudiantes les interesaba y los motivaba para aprender; aun así, teniendo en cuenta las sugerencias y los esfuerzos continuos por hacer innovación en el aula, los resultados académicos no fueron los esperados. Algunos de los jóvenes no se comprometieron con sus responsabilidades académicas, solo esperaron que el sistema los cobijara con sus porcentajes de aprobación y reprobación, y la escuela se convirtiera en un espacio alejado de lo que la sociedad le exige. Asisten sin querer aprender, sin querer socializar, sin querer cumplir horarios y sin motivación hacia el conocimiento.

El panorama suena un poco desalentador, pero ¿qué motiva a los jóvenes aparte de estar absortos en un celular? Es probable que el hecho de haber vuelto al aula nos llene de situaciones complejas que debemos afrontar, guiar y mediar desde nuestro rol como maestros. Depende de nosotros volver a crear espacios de aprendizaje que les muestren a los estudiantes que existen otros mundos análogos y digitales desde una educación moderna que continúe aplicando dinámicas de la educación tradicional. Como lo plantea Saldarriaga (2003):

[...] nuestras prácticas pedagógicas nunca dejarán de estar hechos [sic] de fragmentos variados y heterogéneos de estas matrices. Pero tal vez el deseo de vernos a nosotros mismos como más cercanos a una matriz u otra -la tendencia es a adherirnos o a hacernos adherir cada vez a la "más nueva", pretendiendo borrar los rastros de las anteriores- [...] (p. 26)

nos permita aprender nuevas formas, brindar herramientas a nuestros estudiantes y así crear espacios para relacionarse con el otro, en sus entornos, con las situaciones de la vida diaria , que los haga ser tolerantes frente a la diferencia, respetuosos desde su corporalidad hasta su lenguaje, y que revivan la emoción por conocer o aprender algo nuevo diariamente en un aula de clase.

Referencias

  1. Beltrán, J. (1995). Psicología de la educación. Gráfiques 92.
  2. Enriquez G. (2022). Enseñar tras la pantalla: Narrativas de jóvenes docentes y maestras durante la pandemia del covid-19. En A. Cotán y K. Álvarez (coords.), Construyendo identidades desde la educación (pp. 419-436). Dykinson.
  3. Muñoz, D. (2021). Interacción social: La gran pérdida de los niños, niñas y adolescentes en pandemia. Universidad de San Sebastián. http://www.uss.cl/blog/interacción-social-pares/ [Link]
  4. Saldarriaga Vélez, O. (2003). Oficio de maestro, saber pedagógico y prácticas culturales en Colombia, siglos XIX a XXI. https://www.academia.edu/1255794/Del_oficio_de_maestro_Pr%C3%A1cticas_y_teor%C3%ADas_de_la_pedagog%C3%ADa_moderna_en_Colombia [Link]
  5. Saldarriaga Vélez, O. (2006). Pedagogía, conocimiento y experiencia: Notas arqueológicas sobre una subalternización. Nómadas, 25, 98-108.
Vergara-Rodríguez, G. S. (2024). ¿La pandemia nos regresó a la escuela tradicional? Nodos y Nudos, 8(54), 44-49. https://doi.org/10.17227/nyn.vol8.num54-19112

Citas

Beltrán, J. (1995). Psicología de la educación. Gráfiques 92.

Enriquez G. (2022). Enseñar tras la pantalla: Narrativas de jóvenes docentes y maestras durante la pandemia del covid- 19. En A. Cotán y K. Álvarez (coords.), Construyendo identidades desdela educación (pp. 419-436). Dykinson.

Muñoz, D. (2021). Interacción social: La gran pérdida de los niños, niñas y adolescentes en pandemia. Universidad de San Sebastián. http://www.uss.cl/blog/interacción-social-pares/

Saldarriaga Vélez, O. (2003). Oficio de maestro, saber pedagógico y prácticas culturales en Colombia, siglos xix a XXI. https://www.academia.edu/1255794/Del_oficio_de_maestro_Pr%C3%A1cticas_y_teor%C3%ADas_de_la_pedagog%C3%ADa_moderna_en_Colombia

Saldarriaga Vélez, O. (2006). Pedagogía, conocimiento y experiencia: Notas arqueológicas sobre una subalternización. Nómadas, 25, 98-108.

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Publicado

2023-01-01

Cómo citar

Vergara-Rodríguez, G. S. (2023). ¿La pandemia nos regresó a la escuela tradicional?. Nodos Y Nudos, 8(54), 44–49. https://doi.org/10.17227/nyn.vol8.num54-19112

Número

Sección

ROLLOS NACIONALES

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