¿Existe una lengua de señas emergente en la isla de Providencia?
DOI:
https://doi.org/10.17227/folios.51-9764Palabras clave:
lengua de señas de la isla de Providencia, lenguas de señas, lenguas de señas emergentes, señas caseras, sordera hereditaria, sordera genéticaResumen
En el marco de los estudios sobre la emergencia lingüística, el presente artículo ofrece un panorama actual de la situación sociolingüística de la población sorda de la isla de Providencia, Colombia, en el Caribe colombiano. Para ello, se retoman las propuestas de lingüistas de la segunda mitad del siglo XX, quienes postularon la existencia de una lengua de señas en esta isla, denominada Providence Island Sign Language (PISL). Asimismo, se considera el aporte de los estudios de corte genético, que señalan la relación entre trastornos genéticos –entre los cuales sobresale la sordera– y prácticas endogámicas en esta isla. De esta forma, esta investigación busca, con datos reales y actuales, determinar si existe una verdadera comunidad sorda con una lengua de señas nativa en la isla de Providencia. Los resultados apuntan a que se trata aún de sistemas de señas caseras utilizados por grupos que solo recientemente están interactuando unos con otros y que tampoco están completamente escolarizados, por lo que no se puede decir que haya ya una verdadera lengua de señas emergente en la isla.
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Recibido: 29 de marzo de 2019; Aceptado: 25 de julio de 2019
Resumen
En el marco de los estudios sobre la emergencia lingüística, el presente artículo ofrece un panorama actual de la situación sociolingüística de la población sorda de la isla de Providencia, Colombia, en el Caribe colombiano. Para ello, se retoman las propuestas de lingüistas de la segunda mitad del siglo XX, quienes postularon la existencia de una lengua de señas en esta isla, denominada Providence Island Sign Language (PISL). Asimismo, se considera el aporte de los estudios de corte genético, que señalan la relación entre trastornos genéticos -entre los cuales sobresale la sordera- y prácticas endogámicas en esta isla. De esta forma, esta investigación busca, con datos reales y actuales, determinar si existe una verdadera comunidad sorda con una lengua de señas nativa en la isla de Providencia. Los resultados apuntan a que se trata aún de sistemas de señas caseras utilizados por grupos que solo recientemente están interactuando unos con otros y que tampoco están completamente escolarizados, por lo que no se puede decir que haya ya una verdadera lengua de señas emergente en la isla.
Palabras clave:
lengua de señas de la isla de Providencia, lenguas de señas, lenguas de señas emergentes, señas caseras, sordera hereditaria, sordera genética.Abstract
Within the framework of studies on linguistic emergence, this article offers a current panorama of the sociolinguistic situation of the deaf population of the island of Providence, in the Colombian Caribbean. To this end, the proposals of linguists of the second half of the 20th century -who postulated the existence of a sign language on this island, called Providence Island Sign Language (PISL)- are revisited. Likewise, the contribution of genetic studies is considered, which points out the relationship between genetic disorders -among which deafness stands out- and inbreeding practices on this island. In this way, this research seeks, with real and current data, to determine if there is a true deaf community with a native sign language on the island of Providencia. The results suggest that these are still home sign systems used by groups that only recently have started to interact with one another and who are not fully schooled either, so that it cannot be said that there is already a true emerging sign language on the island.
Keywords:
Providence Island sign language, sign languages, emerging sign languages, home sign, hereditary deafness, genetic deafness.Resumo
No âmbito dos estudos sobre a emergência linguística, este artigo oferece uma visão atual da situação sociolinguística da população surda da ilha de Providencia, Colômbia, no Caribe colombiano. Para isso, são retomadas as propostas de linguistas da segunda metade do sécul; XX, que postularam a existência de uma língua de sinais nessa ilha, denominada Providence Island Sign Language (PISL). Da mesma forma, considera-se a contribuição de estudos genéticos, que indicam a relação entre desordens genéticas - dentre as quais se destaca a surdez - e práticas endogâmicas nessa ilha. Dessa forma, esta pesquisa busca, com dados reais e atuais, determinar se existe uma verdadeira comunidade surda com uma linguagem de sinais nativa na ilha de Providencia. Os resultados sugerem que ainda são sistemas de sinalização doméstica usados por grupos que apenas recentemente interagem entre si e que também não são totalmente instruídos, portanto, não se pode dizer que já existe uma verdadeira linguagem de sinais emergente na ilha.
Palavras-chave:
linguagem de sinais da Ilha de Providencia, linguagem de sinais, linguagem de sinais emergentes, sinal em casa, surdez hereditária, surdez genética.Introducción
Varias fuentes en lengua inglesa presentan estudios sobre una posible lengua de señas vernácula en la isla de Providencia, en el Caribe colombiano (Washabaugh 1978, 1979, 1980a, 1980b,1981, 1985, 1986, 1991; Woodward 1978, 1979; Washabaugh, Woodward y De Santis 1978). Washabaugh, Woodward y De Santis (1978) son los primeros en afirmar la existencia de una lengua que ellos denominan "Lengua de Señas de la Isla de Providencia" (PISL, por sus siglas en inglés) y presentan información sobre aspectos sociales de la población sorda y características gramaticales de esta lengua. En relación con los primeros, para esa época estos autores señalaban que la lengua era empleada por aproximadamente 20 sordos, de un total de 3000 isleños, que estaban integrados en gran medida a las actividades diarias de la isla. Por otro lado, respecto a los datos gramaticales, se informa que esta lengua no estaba relacionada con ninguna otra lengua de señas u oral y presentaba un porcentaje significativamente alto de dependencia del contexto. Proponen que la PISL es altamente estructurada, aunque de una forma distinta de las lenguas orales, y que en el caso de Providencia los sordos señantes comparten significados culturales, valores y metas a pesar de que su lengua está ligada al contexto.
Posteriormente, Woodward (1978), ofrece un estudio que se caracteriza por ser, en primer lugar, de corte cuantitativo sobre las actitudes de los isleños oyentes hacia las personas sordas de la isla de Providencia. En segundo lugar, de corte comparativo, ya que establece un parangón con los resultados de un estudio de actitudes llevado a cabo en un centro de enseñanza para sordos en los Estados Unidos. Los resultados revelan que los isleños manifiestan actitudes relativamente positivas hacia las personas sordas de la isla. No obstante, señalan que estos resultados son preliminares y no se puede generalizar.
Washabaugh (1979) hace un acercamiento a las características geográficas y demográficas de la isla y encuentra 16 sordos en una población que para entonces oscilaba, según sus datos, entre 2500 y 3000 habitantes. Estas personas vivían dispersas en las siete aldeas de la isla y estaban integradas a las actividades cotidianas, aunque reporta un caso de aislamiento de un joven sordo por parte de sus padres. Observa, además, que los oyentes han aprendido la lengua de señas de los sordos y la lengua oral ha influido en la lengua de señas, en especial con la vocalización exagerada de algunas palabras (mouthing) que han adquirido valor lexical. Woodward (1979), por su parte, ofrece un análisis de orden gramatical y afirma que la PISL es abierta al contexto cultural y no simplemente un sistema cerrado e independiente, compuesto por unidades arbitrarias y definidas independientemente del contexto.
La postura hacia esta lengua cambia radicalmente con Washabaugh (1991), en un artículo publicado en un sitio web de recursos electrónicos adscrito a la Universidad de Wisconsin, en el cual este autor aborda la importancia de Providencia en la política internacional del siglo XVII debido a su ubicación estratégica en el Caribe occidental, situación que cambió en el siglo XVIII, pues el foco de la actividad económica y política se desplazó hacia el este, hasta las islas de las plantaciones. De esta manera, los isleños de Providencia quedaron aislados y, por ello, se dedicaron a la pesca. Fueron pocas las personas que llegaron a la isla y pocas las que emigraron. Por muchas décadas, la población de esta isla se mantuvo en alrededor de 2500 personas. Dadas estas circunstancias, Providencia se vio sometida a la endogamia, lo cual trajo como resultado el que "los cambios físicos comenzaran a producirse". Entre estos cambios físicos importantes se encuentra el dramático aumento en la tasa de la sordera congénita profunda. No obstante, como señala este autor, la adaptación de las personas sordas en la isla trajo consigo el desarrollo de una lengua de señas que facilitaba la comunicación. Washabaugh menciona, además, que los sordos de esta isla se remontan a tres generaciones que han mantenido el contacto y la transmisión de su lengua. Este autor informa que ninguno de los sordos de Providencia ha sido escolarizado y ninguno sabe leer ni escribir las lenguas orales del contexto. De hecho, no existe ni se emplea ningún alfabeto manual o alfabeto dactilológico y se presenta abundante variación lexical.
El que la lengua no contara con opciones para hacer un análisis metalingüístico llevó a Washabaugh a afirmar que no encontró oraciones bien formuladas. En oposición a sus propias afirmaciones de 1979, afirma que los oyentes no son capaces de interpretar correctamente los enunciados de los sordos y que la PISL es una lengua incompleta e inmadura, no porque los sordos carezcan de las facultades lingüísticas y mentales innatas del ser humano, sino porque están atrapados en extrañas relaciones sociales con los oyentes y su comunidad. Así las cosas, el autor llega a la siguiente conclusión:
[...] que los sordos de Providencia todavía no han tenido la oportunidad de estructurar una lengua madura. Son perfectamente capaces de estructurar una lengua de señas, pero no se ven obligados a hacerlo ni por los oyentes ni por los sordos. Por eso, su lengua está subdesarrollada. Los isleños sordos de Providencia siguen luchando día tras día con la tarea de comunicarse. Y, dado que están aislados, sus luchas siguen estando llenas de hipótesis creativas, aunque difícilmente piensen que lo sean (Washabaugh, 1991, párr. 22).
El desconocimiento sobre la situación de Providencia y la existencia de una posible lengua de señas, creada directamente y sin influencia alguna, es generalizado o desactualizado. Por esa razón, esta investigación tiene como propósito ofrecer un panorama del estado actual de la población sorda y determinar si efectivamente existe una lengua de señas que pueda denominarse emergente en dicha isla.
Referentes teóricos
La modalidad viso-gestual y sus recursos
Las lenguas de señas se realizan en la modalidad o canal de comunicación viso-gestual. Como lo presentan más recientemente Johnson y Liddell (2011), la diferencia de modalidad hace alusión a la diferencia en los mecanismos empleados en la producción y en la percepción del lenguaje:
Los hablantes de una lengua producida oralmente coordinan diferentes sistemas articulatorios dentro del tracto vocal para producir grupos de sonidos reconocibles como palabras. Los señantes coordinan movimientos de las manos, brazos, pecho, cara y cabeza para producir grupos de gestos reconocibles como señas. De la misma manera, se requieren conjuntos diferentes de receptores para comprender las señas. Por un lado, las variaciones en las ondas de sonido deben ser identificadas por el sistema auditivo; y por el otro, las variaciones en las ondas de luz deben ser identificadas por el sistema visual (Johnson y Liddell, 2011, p. 214).
En consecuencia, el lenguaje humano emplea más de un canal en la producción de la lengua, diferencia que obviamente se infiltra en el sistema lingüístico. Baker (2016) reafirma lo anterior y añade la especificidad acerca del uso del espacio en el caso de las lenguas de señas:
Las lenguas de señas son lenguas visoespaciales -se articulan utilizando las manos, la cara y otras partes del cuerpo, y todos estos articuladores son visibles. Las señas se articulan en el cuerpo o en el espacio cercano al cuerpo. Esto contrasta con las lenguas orales, que son lenguas auditivo-vocales. Asimismo, las lenguas de señas son claramente diferentes de la pantomima, ya que la pantomima hace uso del espacio alrededor del cuerpo y de todo el cuerpo por completo, mientras que las lenguas de señas utilizan un espacio de las señas limitado, generalmente el espacio que se encuentra frente a la mitad superior anterior del cuerpo y alrededor de la cabeza. (p. 2, el resaltado es del original).
Lo que es más importante es cómo emergen y qué finalidad cumplen. Hill, Lillo-Martin y Wood (2019) lo hacen ver desde un principio:
Las lenguas de señas emergen (no son inventadas) cuando las personas sordas forman una comunidad, a menudo a través de los sistemas educativos. Las lenguas de señas son, por lo tanto, primordialmente las lenguas de las personas sordas, que las estiman por su valor cultural y de construcción de comunidad (p. 1).
Stokoe (2000a; 2000b), propone la teoría viso-gestual como una de las hipótesis sobre el origen del lenguaje; en otras palabras, señala que el lenguaje fue, en sus inicios, de carácter viso-gestual y de allí evolucionó a la modalidad oral. Los gestos, entonces, son definidos como representaciones fácilmente manipulables de las cosas y de las acciones que se ven. El autor postula que fueron la base o el material necesario para que evolucionaran las capacidades cognitivas. En apoyo a su hipótesis presenta los argumentos de la anatomía del cuerpo humano y la vida en sociedad. Aun así, según Stokoe, no hay suficiente evidencia de que el lenguaje surgió con gestos y que de allí paso a la modalidad auditiva-oral, pero sí es posible comprobar que las lenguas de señas de las comunidades sordas han ido incorporando "muchísimas representaciones convencionales a las representaciones que están en la base de los gestos del lenguaje gestual" (Stokoe, 2000a, p. 395). Estos hechos acerca de las lenguas de señas han servido, de hecho, para revivir viejas polémicas que habían sido desterradas de la lingüística. Ahora bien, independientemente de las distintas hipótesis sobre el origen del lenguaje, las lenguas de señas están atestiguadas desde antiguo.
Pero es justamente con Stokoe (1960), cuando se asume que estas son lenguas naturales. Él propone que las señas tienen una estructura interna equivalente al nivel fonológico de las lenguas orales. Además, con el fin de marcar la diferencia de modalidad, acuña el término "querema" para referirse a una unidad estructural básica equivalente al fonema de las lenguas orales. En su sistema, una seña podía dividirse en tres partes o aspectos: ubicación (Tab), que se refiere al lugar de articulación; la configuración manual o mano activa (Dez); y el movimiento (Sig) o la acción de producir la seña. Las tres partes se daban simultáneamente. No obstante, Stokoe no logró ver el nivel secuencial en la articulación de las señas, propuesto más tarde por Liddell y Johnson (1989). Sin embargo, sus planteamientos son la base de la lingüística de las lenguas de señas y el punto de surgimiento de los distintos modelos que se han propuesto para su análisis lingüístico.
Pero el canal viso-gestual no es solamente empleado por las lenguas de señas, sino también por las lenguas orales, como se ha postulado desde antiguo (De Jorio 1832/1979, Darwin 1897 y, más modernamente, por Kendon 1975, 1980). De hecho, McNeill (1992, 2005) elabora el continuo de los recursos comunicativos empleados en el lenguaje (gestos, gestos que reemplazan el habla, pantomimas, emblemas, lenguas de señas alternativas, lenguas de señas naturales), al cual le da el nombre de "continuo de Kendon", en honor a Adam Kendon, quien inicio la discusión sobre la relación gestos-enunciados. Ofrece, en particular, un amplio panorama sobre los gestos, los cuales define como movimientos de brazos o manos que se realizan de forma espontánea en el espacio frente al torso, no son convencionales y se caracterizan por no poseer propiedades lingüísticas. Igualmente, por lo general, el habla y el gesto se realizan en un mismo momento. Este modelo teórico de comprensión del lenguaje humano es dinámico, contrario a la mirada estática que ha hecho que se releguen la gesticulación y la entonación, así como los aspectos visuales y espaciales, a un plano paralingüístico.
Ahora bien, se presentan, entonces, dos aspectos que cobran relevancia en el análisis de las lenguas de señas: el primero es el hecho de que estas lenguas emplean el mismo canal tanto para el componente lingüístico como para el componente gestual y saber distinguir uno del otro no siempre resulta tan fácil; el segundo apunta a que, en la formación de una lengua de señas, la influencia de los elementos de la oralidad cobraría un papel relevante.
Señas caseras
Goldin-Meadow (2003, 2012) propone el concepto de "señas hogareñas" o "señas caseras" (en inglés, homesign o home signs) para aquellos gestos que emplean los niños sordos criados en contextos de oyentes para poder comunicarse y que dejan de ser simples gestos y van asumiendo características que los hacen diferentes de las palabras o las señas. De hecho, estas señas hogareñas se encuentran en un estadio intermedio entre los gestos y las señas (como sistema o lengua), surgen en el momento en que los gestos asumen características lingüísticas y son sui géneris para cada situación en la que un niño sordo tiene que interactuar con oyentes o con otros niños sordos. Esta autora señala que los niños sordos emplean la gestualidad con sus familiares para varias funciones, entre las que se encuentran: solicitar objetos o acciones, hacer comentarios sobre las acciones o sobre los atributos de los objetos y personas de su contexto, hacer afirmaciones genéricas o resaltar cualidades de categorías o entidades. Incluso, informa que los niños sordos usan las señas caseras para hablar tanto de los objetos visibles de su entorno como de los que están retirados en el tiempo y en el espacio. Esta evidencia es una de las funciones más importantes del lenguaje, pues no es otra que el rasgo de "desplazamiento" propuesto por Hockett (1960), con el cual se hace referencia a objetos y eventos que no son perceptibles ni por el enunciador ni por el destinatario. En esta misma línea, propone que los niños sordos no solo producen señas caseras que siguen los estándares de su propio sistema, sino que las usan para imponerles esos estándares de señas a otros. Se debe hacer énfasis en la conclusión a la que llega Goldin-Meadow, cuando indica que estos sistemas gestuales no son lenguas completas, sino sistemas que surgen y son inventados por los niños sordos que no cuentan con una comunidad de habla con la que puedan comunicarse. Como hacen ver Lane, Hoffmeister y Bahan (1996) las señas caseras, no obstante su utilidad, son de todas maneras insuficientes para una comunicación verdadera, lo que produce mucha frustración en los individuos sordos que las utilizan. No obstante, cuando varios sordos con sus propias señas hogareñas comienzan a confluir e interactuar regularmente, es posible que se vayan dando procesos de acomodación semejantes a los descritos para los pidgins, los cuales, con su trasmisión a una nueva generación de sordos, se estabilizarán y surgirá una lengua criolla en señas, como se muestra más adelante.
Las investigaciones lideradas por Goldin-Meadow sugieren que esto ocurre solo cuando las señas caseras están llamadas a llevar toda la plena carga lingüística, toda la carga de la comunicación, a convertirse en la única modalidad del lenguaje disponible en estas circunstancias. Como lo hace ver en Goldin-Meadow (2005), poco a poco asumen la forma segmentada y combinatoria requerida para el lenguaje simbólico. En ese sentido emerge el sistema contrastivo del lenguaje humano. Como es de suponer, estos sistemas presentan un menor número de propiedades lingüísticas, aunque alcanzan a lograr la segmentación y la combinación en cadenas ordenadas tal como una lengua oral. Aun así, son prueba fehaciente de la predisposición del organismo humano para el lenguaje o, en palabras de Goldin-Meadow (2005), "de resiliencia en el desarrollo" (p. 215).
Las lenguas de señas como posible resultado de procesos de criollización
Una de las teorías que más ha cobrado peso respecto al origen de las lenguas de señas es el proceso de criollización. Al respecto, cabe citar la réplica de Meier (1984) al artículo sobre el bioprograma de Bickerton (1984), en la cual postula que las lenguas de señas surgen de forma análoga a los criollos. Para ello, analiza la comunidad sorda norteamericana, en la cual una variedad de factores demográficos, genéticos y educativos han creado una situación sociolingüística similar en muchos aspectos a la sociedad de las plantaciones en que se originó el criollo hawaiano descrito por Bickerton. Es decir, la comunidad sorda norteamericana está conformada por un 90 % de sordos que son hijos de padres oyentes: a estos, Meier les da el nombre de "señantes de primera generación". Lastimosamente, la exposición de estos hablantes a la ASL será muy a menudo tardía. El otro 10 % está constituido por sordos hijos de padres sordos, a los cuales les da el nombre de "señantes de segunda generación": Meier (1984) los considera señantes nativos de la ASL, puesto que ellos adquieren la lengua de señas de sus padres, aunque estos mismos no sean nativos.
Así mismo, Lane, Hoffmeister y Bahan (1996), hacen referencia al fenómeno lingüístico de los pidgins y las lenguas criollas como posible origen de las lenguas de señas. Estos autores señalan que las lenguas criollas y las lenguas de señas admiten semejanzas en lo que se ha denominado "procesos de criollización". En otras palabras, surgen por las necesidades de comunicación de colectivos y con el paso del tiempo se "nativizan" o se convierten en una lengua criolla. Al igual que los pidgins y los criollos, estas lenguas surgen de forma espontánea siempre y cuando las personas sordas tengan la oportunidad de reunirse. Sin embargo, para el surgimiento de una lengua de señas, se requiere previamente de la generación de códigos caseros o colectivos. En su formación influyen, además, la oralización, el deletreo manual y demás elementos de la oralidad.
Es innegable el papel del contexto escolar en la formación de las lenguas de señas, ya que permite la estabilización de los distintos códigos caseros en un pidgin y, posteriormente, en una lengua criolla. Fue el caso del American Asylum for the Education of Deaf and Dumb Persons (hoy American School for the Deaf), en Hartford, Connecticut, donde la lengua de señas francesa traída por Laurent Clerc, originalmente profesor del Instituto Nacional de Jóvenes Sordos de París se mezcló con variedades locales de los Estados Unidos y señas caseras de los estudiantes sordos, para dar origen a la American Sign Language (Lane 1984/1989). Sucedió lo mismo en otras partes. Oviedo (2001) lo postula para el caso de Colombia con la lengua de señas colombiana (LSC) y Kegl, Senghas y Coppola (1999) para el caso de Nicaragua con la lengua de señas nicaragüense (LSN). Por ejemplo, sobre esta última, aunque se creía que esta lengua se había generado de forma "espontánea" al congregarse a los niños sordos en un mismo lugar durante la revolución sandinista, Polich (2005) señala que "la LSN no surgió como una entidad independiente, es decir, no sucedió de repente, fue un proceso que duró varios años y fue alimentado por múltiples influencias; además, requirió de una comunidad de usuarios que emplearan esta lengua de forma regular y más allá de la infancia" (p. 12). Y, tal como enfatiza la misma Polich (2005), "la cadena de transmisión" no se ha roto desde 1946 hasta el presente. Esto trajo como resultado que, por último, durante la década de 1980, una comunidad de sordos señantes comenzara a surgir en este país.
La sordera genética y el surgimiento de lenguas de señas
Groce (1985) y Fox (2007) informan sobre casos de sordera congénita y su relación con el surgimiento de una lengua de señas en las comunidades de Martha's Vineyard (en la isla del mismo nombre en la costa de Massachussetts) y Al-Sayyid (en el sur de Israel, sin indicar con precisión la localización para preservar la privacidad del lugar) respectivamente. En el caso de Providencia también es evidente la influencia de la genética en la aparición de la mayor parte de los casos de sordera. Tamayo, M; Lattig, Tamayo, G y Bernal (2000), señalan que este tipo de estudios de la población de la isla de Providencia comenzaron en 1988, debido al conocimiento de que existía una alta tasa de sordera en esta región colombiana. Según estos investigadores, Providencia se caracteriza por ser "una comunidad aislada, con un alto nivel de consanguinidad, en donde aproximadamente 5 de cada 1000 individuos nativos son sordos". Esta es una frecuencia alta si se compara con las estadísticas en el área de la sordera, puesto que, según estos investigadores, se sabe que "1 de cada 2000 niños nace sordo". (p. 411). Se registran, en consecuencia, familias con sordera no sindrómica y familias con síndrome de Waardenburg. Lattig y Tamayo (1999) describen el síndrome de Waardenburg como una forma autosómica dominante heredada, lo que quiere decir que, si un individuo tiene el gen dañado, no solo manifestará la enfermedad sin excepción, sino que la transmitirá a su descendencia con una probabilidad del 50 % en cada embarazo. El síndrome se caracteriza
[...] distopia cantorum (desplazamiento lateral del canto interno ocular, lo que significa distancia aumentada entre los dos ojos), sordera o hipoacusia neurosensorial, anormalidades en la pigmentación de la piel y el cabello (como canas de inicio temprano -antes de los 30 años de edad-, o un mechón blanco de pelo llamado poliosis) y alteraciones en la pigmentación de los ojos (un ojo azul y otro café, una parte de un ojo café y la otra azul, o un iris azul intenso) (Lattig y Tamayo, 1999, p. 4).
Tamayo et ál. (2000) reportan que, para la fecha de su investigación, en la isla habían existido cerca de 32 personas sordas nativas, de las cuales se examinaron un total de "17 individuos, 13 casos genéticos y 4 con etiología no definida. Entre la población sorda, hay 8 individuos que presentan solo sordera autosómica recesiva neurosensorial (6 hombres y 2 mujeres) y otros 5 con hipopigmentación en piel, cabello y ojos" (p. 417). Finalmente, estos investigadores indican que las familias afectadas por sordera no sindrómica muestran un patrón de herencia francamente autosómico recesivo, mientras que las familias afectadas por el síndrome de Waardenburg pueden sugerir una herencia autosómica dominante de expresividad muy variable. Concluyen, en este punto, que lo que aún estaba por definir era si "se trataba de una misma patología en toda la isla, o si eran dos sorderas genéticas diferentes, hipótesis que se consideró dado que la sordera no se presentaba en todos los casos con el síndrome de Waardenburg" (Tamayo et ál., 2000, p. 420). Según los análisis, se comprobó que se trata de dos sorderas hereditarias distintas, no relacionadas. Los aportes de estos genetistas contribuyen a entender el panorama de Providencia, dado que, por su historia de aislamiento y endogamia, se encontró sordera hereditaria, tanto sindrómica como no sindrómica, así como casos considerados aislados. Los casos de sordera hereditaria abren una posibilidad de que se hayan generado sistemas de señas caseros de alta complejidad, así como la posibilidad de un pidgin.
Metodología
El trabajo de campo de corte mixto se realizó con las personas sordas de la isla y sus familiares oyentes, así como con rectores de colegios y algunas autoridades locales, durante el mes de marzo del 2016. A continuación, se describe brevemente en qué consistió el trabajo realizado.
Trabajo de campo con las personas sordas
Al momento de la investigación, en Providencia vivían 13 sujetos sordos de los 17 mencionados por Tamayo et ál (2000), ya que algunas habían muerto o habían dejado la isla. De estas 13 personas, se entrevistaron un total de 12. El trabajo consistió en:
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Recolección de historias de vida mediante conversaciones informales: este método de recolección permite que el hablante emplee su lengua para realizar descripciones y narraciones sobre sus asuntos.
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Entrevistas semiestructuradas: el objetivo es complementar la información de las historias de vida y obtener todos los datos necesarios para el propósito de la investigación.
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Encuestas léxicas en formato digital: se aplicó una lista en forma de imágenes de objetos y conceptos de los campos semánticos de la familia, los colores, el tiempo y la comida, con el fin de obtener corpus elicitados.
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Observación no participante: esta observación se llevó a cabo en algunos escenarios de la vida cotidiana de algunas de las personas sordas de la isla, específicamente en el caso de la familia con sordera por síndrome de Waardenburg.
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Diarios de campo llevados por la investigadora durante y después de cada entrevista, para consignar: el plan de trabajo o ideas respecto a las actividades relacionadas con la investigación; observaciones o descripciones; conversaciones sostenidas con diferentes personas o escuchadas; consultas documentales o resúmenes de lecturas hechas durante el trabajo de campo; reflexiones y comentarios personales, todas ellas referidas al objeto de investigación; y situaciones personales que afectaran la investigación.
Trabajo de campo con las personas oyentes
El trabajo de campo con las personas oyentes consistió en entrevistas semiestructuradas de la siguiente manera:
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Directivas de instituciones educativas: el objetivo era rastrear la inclusión de las personas sordas en el sistema educativo, los recursos o apoyos con los que han contado para atender a esta población, sus impresiones sobre la sordera y las lenguas de señas.
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Familiares: sirvieron para conocer las historias de vida de estas familias, las causas de la sordera de sus familiares, su percepción, ideologías o creencias sobre la sordera, y otros aportes a la investigación.
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Otros oyentes: se realizaron entrevistas abiertas a otros miembros de la comunidad, para conocer sus impresiones sobre la sordera, la historia de los sordos de la isla, la lengua o formas de comunicación de estas personas, entre otros aspectos.
Para el análisis de la información, tanto en las entrevistas de los sordos como de los oyentes, se empleó el sistema de glosa simplificada propuesto por Álvarez-Muro (2012), basado a su vez en Chafe (1980) y Hymes (1981). En concordancia, para el análisis se tradujo al español lo señado por los sordos y se transcribió lo dicho por los oyentes de una forma que traicionara lo menos posible los textos originales. Para ello, el corpus recolectado se segmentó a partir de las pausas que hacían los señantes o hablantes y obtener así unidades de información, las cuales se tradujeron o transcribieron en una sola línea horizontal, como lo indica Álvarez-Muro (2012). En otras palabras, se tradujo o se transcribió cada unidad de información en una sola línea horizontal y por bloques de información numerados (pausas prolongadas o cambio de tema), a la vez que se ponían entre paréntesis los gestos, señas o frases que no fue posible entender, cualquier traducción alterna, dificultades en la comprensión, explicaciones adicionales o descripciones de los gestos o señas.
Análisis y resultados
Población sorda en Providencia
Como se ha visto, en el trabajo de campo realizado se encontraron 13 personas sordas. El total de estas personas se subdivide de la siguiente manera: según el género, en 6 hombres y 7 mujeres; según el rango de edad, son 10 adultos y 3 niños (menores de edad), aunque uno de los niños no fue tomado en cuenta, pues no se comunica con señas ni gestos, ya que su pérdida auditiva permite que emplee las lenguas orales del contexto.
Los resultados de esta investigación muestran que, desde hace varios años, los trastornos hereditarios que originan la sordera en Providencia tienden a desaparecer: los sordos miembros de 3 de los 4 núcleos familiares reportados por Tamayo et ál. (2000) han muerto o envejecido sin dejar descendencia. Según Tamayo (comunicación personal, 20 de abril de 2016), estas sorderas se corresponden con una herencia recesiva no sindrómica. De la otra familia, cuya sordera se asocia con el síndrome de Waardenburg, se encontró que una de las mujeres de la primera generación (décadas de 1920-1940) tuvo hijos, pero ninguno de ellos nació sordo. Esta mujer ya murió, al igual que su hermano. Aún queda un hermano vivo, en la actualidad de edad avanzada, pero él nunca se casó ni tuvo hijos. En la siguiente generación (década de los años 1950-1970) nacieron dos mujeres (hermanas) sordas, una de ella todavía es soltera, sin hijos, y la otra se casó y ninguno de sus tres hijos es sordo. Ellas no son descendientes directas de las primeras personas sordas. Son sus padres quienes son primos en primer grado de consanguinidad de estas personas sordas. Con el fin de entender por qué se dio esta situación, Tamayo (2016) explica que las características genéticas que se presentan en esta familia sugieren que el síndrome de Waardenburg puede ser de herencia dominante, es decir, se trasmite el gen y este es dominante, se manifiesta y predomina, por ello la pigmentación en la piel, el color de pelo y de ojos. No obstante, la sordera es de herencia recesiva. Estos datos muestran que esta isla tuvo una tasa de sordera heredada sorprendentemente alta, pues se han identificado al menos 14 personas sordas nacidas de familias de la isla a lo largo de un siglo.
Ahora bien, según el trabajo de campo realizado, los isleños tienen poco o ningún conocimiento sobre la población sorda o sobre por qué la sordera apareció en algunas familias de la isla o la forma en que se transmitió de una generación a la siguiente. La excepción es la familia con el síndrome de Waardenburg, quienes tienen muy presente al equipo de la Doctora Tamayo y la explicación médica de la causa de sus características de piel, pelo y ojos, así como de la sordera de algunos de sus miembros.
¿Sistemas de señas caseras o lengua de señas?
Para establecer si en Providencia existe una lengua de señas o variedades de sistemas de señas caseros, se retoman los planteamientos de Meier (1984), quien señala que las lenguas de señas emergen de forma análoga a los criollos. En su formación influyen variedad de factores demográficos, genéticos y educativos. En las comunidades sordas se encuentra que el 90 % de sordos son hijos de padres oyentes, es decir señantes de primera generación, con adquisición tardía de la lengua de señas. El otro 10 % está constituido por señantes de segunda generación. Según los datos analizados, todos los sordos de Providencia son hijos de padres oyentes, es decir, hablantes de primera generación. Se podría, sin embargo, postular que el caso de las hermanas son síndrome de Waardenburg es distinto. En sentido estricto, ellas son hijas de padres oyentes, pero las condiciones sociales y familiares llevaron a que estuvieran en contacto frecuente con sus tres tíos- en segundo grado, sordos. En esta situación es posible pensar que los sordos de la primera generación -tres hermanos- crearon un sistema de señas caseras, el cual se trasmitió a los miembros de la segunda generación. Desde luego, al aplicar los planteamientos de Bickerton (1984), en los que los procesos de pidginización y criollización son similares al proceso de adquisición de una segunda lengua y al proceso de aprendizaje de una lengua materna, respectivamente, pero en condiciones inusuales en las que se tiene un deficiente acceso al modelo lingüístico; se tendría que en esta familia, entonces, con la primera generación surgió un pidgin, el cual se habría criollizado o nativizado en los nuevos hablantes sordos de la segunda generación. Sin embargo, su modalidad de lengua se podría considerar más arcaico y cercano al input recibido. De hecho, el mismo Washabaugh (1980a), indica que lo que él ha nombrado como PISL se caracteriza por el corto repertorio lexical, la ausencia de reglas sintácticas y la variabilidad en las expresiones.
No obstante, como lo señalan Groce (1985); Oviedo (2001); Tovar (2001); Polich (2005) y Fox (2007), para que una lengua de señas surja, se requiere de la presencia de suficientes personas sordas a través del tiempo para sistematizar y transmitir una lengua de una generación a la siguiente y en comunidades conformadas por familias diferentes. El resultado es el desarrollo de una lengua de señas integral y madura. En todos los casos documentados se requiere de la confluencia de los sordos en el sistema educativo, como se ve en los casos de la ASL (según Meier, 1984 y Lane 1984/1989), de la LSC (Oviedo, 2001) y de la LSN (Polich, 2005); o del incremento de personas sordas por causas genéticas al interior de la misma comunidad, como se observó en Groce (1985) y Fox (2007). Por su parte, las familias de sordos en Providencia que pudieron trasmitir la sordera genética no sindrómica murieron sin descendencia. Solo quedan tres miembros de la familia en la que la sordera (de características de herencia recesiva) está asociada al síndrome de Waardenburg, donde solo el azar decide si nace nuevamente un niño sordo o no. El trabajo de campo muestra, además, que solo unos cuantos sordos isleños han sido escolarizados, pero nunca en las condiciones descritas por Meier (1984); Lane (1984/1989); Oviedo (2001) y Polich (2005). Entonces, es posible afirmar que en Providencia no ocurrió un proceso de criollización de una lengua de señas completa y madura común a todos los sordos que habitaron la isla en un mismo periodo de tiempo y que, además, se trasmitiera de generación en generación, como sugieren los escritos de Washabaugh (1979; 1980a; 1980b; 1991); Washabaugh, Woodward y De Santis (1978) y Woodward (1978; 1979).
Aun así, es posible proponer que en la familia con síndrome de Waardenburg surgió un sistema casero de alta complejidad y con mayores funciones lingüísticas y comunicativas, el cual se trasmitió a dos miembros sordos no directos de una segunda generación. Denominarlo pidgin o criollo sobrepasa las posibilidades del corpus analizado y la imposibilidad de ver en interacción a todos los sordos de esta familia, tres de los cuales están muertos. Lo que parece probable, es que, por las condiciones anteriormente descritas, este sistema no sería común a todos los sordos y estaría coexistiendo con los demás sistemas de señas caseros creados en los hogares de las demás personas sordas, que no han interactuado históricamente entre sí, como se esperaría en el caso de una lengua de señas emergente.
Así las cosas, es indiscutible la presencia de sordos en esta isla y el uso de sistemas de señas caseros en su comunicación con su contexto inmediato, mas no de una lengua de señas emergente y, mucho menos, una lengua de señas compartida con el grueso de los oyentes. Por lo tanto, cabe preguntarse: ¿Cómo funcionan las personas sordas dentro de su sociedad, y cómo perciben su propio papel en la comunidad? Igualmente, ¿cuáles son los sistemas que emplean para su comunicación?
La comunicación entre los sordos y sus familias: Sistemas de señas caseros
En Providencia cada sordo y su entorno han desarrollado sistemas más o menos rápidamente, más o menos complejos, pero una característica que es homogénea a casi todas estas personas es que, aunque no han contado con un entorno lingüístico adecuado, han creado, en efecto, señas caseras. Esto comprueba los planteamientos liderados por Goldin-Meadow (2005, 2012), quien argumenta que la falta de un modelo de lengua utilizable no impide que el niño genere una lengua de representación segmentada y combinatoria, que es el sello distintivo del lenguaje humano, y que es innegable que la ausencia de un modelo convencional de lengua puede afectar algunas propiedades del lenguaje. Como señala esta autora, sin importar las especificaciones de las condiciones de adquisición, es posible que ciertas propiedades del lenguaje sean adquiridas, mientras que otras no.
Cada una de las entrevistas y observaciones a las personas sordas arrojó información sobre las señas caseras y las formas de comunicación con sus familiares. Así, por ejemplo, en la visita a uno de los sordos adultos de la isla, participó la hermana oyente, quien hablaba creóle, la lengua criolla de base léxica inglesa del archipiélago, y entendía muy poco el español -de hecho, se requiero de un "intérprete creóle-español" para poder interactuar con ella-.
En algún momento se observó que ella se dirige a su hermano vocalizándole las palabras en creóle y acompañándolas de gestos, como se observa en el siguiente ejemplo
Primero señala a una tercera persona (ella); posteriormente, ubica la mano palma abierta hacia abajo en sentido horizontal (indicando baja estatura) y luego, mano en configuración manual en 1 con orientación hacia el piso y movimiento repetitivo (arriba-abajo) haciendo alusión al órgano reproductor masculino.
Otro ejemplo de la interacción entre los miembros sordos y oyentes de las familias fue el caso de una mujer sorda con su hija oyente, una niña entre los 10 y 12 años. Sucedía que, al hacerle cualquier pregunta, ella miraba a su hija como pidiendo consentimiento para responder o solicitándole que respondiera ella. De hecho, se presentaron ocasiones, durante la encuesta léxica, en los que esta informante respondía con una seña, miraba a su hija preguntando si era la seña correcta o no, y la hija afirmaba. Sin embargo, sus respuestas no eran espontáneas, era como si tuviera que pensarlas demasiado. Por eso, tal vez, decidió entrar a la casa por un libro, el tomo 1 de Lenguaje Manual Colombiano (Mejía, 1993). Entonces dijo: "Ese libro es para estudiar señas, y me lo regalaron". Acto seguido, como esperando aprobación, optó por copiar las señas de este libro, con poco éxito. Sin embargo, fue posible la comunicación con ella gracias al uso de la gesticulación, la pantomima y señas de invención propia. Así, se logró entender parte de la historia de su vida.
En otro momento de la visita, en el que se estaba entrevistando a la mamá, se observó que mantiene comunicación fluida con la hija.
Cerca de esta persona sorda, vive otra mujer sorda que, de hecho, no frecuenta a ninguna otra persona que no sea su esposo o su hija, ni siquiera otro familiar. Es conocida entre sus vecinos y familiares por ser una persona "ermitaña y de mal genio". Sin embargo, se mostró con muy buena disposición para la entrevista. Durante la misma, ella usó el alfabeto dactilológico colombiano, así como la seña SEÑA de la LSC para presentarse. Posteriormente, la conversación fluyó en relación con la historia de su vida, su hija y su esposo. Un rasgo relevante de esta entrevista es que, cuando se le pregunto qué edad tenía, ella optó por dibujar (como si estuviera escribiendo) el número 40; cuando se le solicitó que lo hiciera con señas, respondió con una vocalización, four ('cuatro'), seguido de la seña CERO.
Un caso similar ocurrió con otra mujer sorda joven, ya que ella es también reconocida en la isla por sentarse frente a su casa durante todo el día y mirar "mal" a la gente (hacer mala cara todo el tiempo). Una vez más, ocurrió exactamente lo contrario: Su actitud fue amable y cortés, permitió, incluso, que la entrevista se hiciera en la sala de su hogar. Allí se tuvo la oportunidad de observar una conversación que sostuvo con la hermana, en los que al menos en los temas de los que hablaron (sobre algunos miembros y situaciones de su familia) se entendieron fácilmente. De igual manera, empleó el alfabeto dactilológico colombiano, la seña seña y señas caseras, para contar sobre su vida cuando vivía con la abuela y sobre el novio oyente que tiene.
Uno de los sordos adultos se sintió abrumado con la encuesta lexical, como si estuviera en un examen; trató de recordar algunas señas de los colores, en las que, para los colores amarillo, azul y café empleó las señas de la LSC, con leves variaciones. De hecho, durante la encuesta lexical sacó su celular, en el que guardaba una página del alfabeto dactilológico colombiano, empezó a repasar la seña de cada letra y señaló que acostumbra a estudiarlo. Sin embargo, cuando tuvo la oportunidad de hablar libremente, recurrió a señas caseras y pantomima para hablar sobre su trabajo, la relación con su mamá o la situación de su hermano, entre otros aspectos.
El sistema de señas caseras de otra de las mujeres adultas sordas resultó bastante rudimentario, puesto que ella emplea principalmente la vocalización. Sin embargo, ella mostró un cuaderno en el que, al estilo del proselitismo de los grupos religiosos, le han sido dibujadas algunas señas de la LSC, pero que apenas contenía la seña para seña, las señas de algunas personas y los colores; como se observa en la siguiente figura:
Al frente de cada casilla con color aparecen los dibujos de las señas de los colores en LSC.
Características lingüísticas de los sistemas de señas caseros
El trabajo de campo en Providencia permitió observar que las señas caseras para designar a los miembros de la familia, mamá, papá y hermanos (en ocasiones esta última también significa tía/o), y las empleadas para esposos, hijo-a, macho, hembra y novios (pareja) son comunes o con leves variaciones para la mayoría de sordos de la isla. En lo anterior, dada la transparente relación entre las señas y los objetos o sujetos a los que hacen referencia, se observa en consecuencia un alto grado de iconicidad que permite identificar el referente de estas señas caseras. A continuación, por ejemplo, se muestran tres variantes para la seña mamá:
Su realización es más gestual, con un mayor movimiento de las manos. Hace alusión a los senos de la mamá/mujer (acto de mamar).
Es una variante de la forma anterior, ha perdido su iconicidad, aunque se conserva la ubicación de la mano: el pecho del señante. Se realiza acompañada de la vocalización de la palabra mamá.
Emplea las dos manos, se mantiene la ubicación de la articulación, pero cambia la configuración manual, ahora en Q, y se acompaña de la vocalización de la palabra mamá.
Esta situación se repitió con tópicos referentes a los colores, los meses del año, los días de la semana, entre otros, en los cuales se encontró que las señas manifestaban características de iconicidad y deixis, que poco a poco se oscurecía. Por ejemplo, las siguientes gráficas muestran las señas empleadas por algunos de los sordos para el color rojo:
En la mayoría de los otros casos, los sujetos sordos entrevistados optaron por señalar o apuntar hacia algún objeto que fuera de color rojo o que lo contuviera. Estos ejemplos permiten ver que todavía no hay una verdadera convención entre estos sistemas de señas caseros, por lo menos en lo que se refiere a ciertos campos semánticos.
Se realiza en los labios: el dedo índice y pulgar agarran el labio inferior y se vocaliza en español la palabra "rojo".
El mismo hablante realiza otra forma para ROJO. En esta forma la mano derecha en configuración manual 1 se ubica en los labios (tiene como motivación el color de los labios).
Configuración manual derecha en 1 ubicada en el mentón realiza un movimiento con roce de derecha a izquierda (surge como préstamo de la LSC).
Otros aspectos lingüísticos de estos sistemas de señas, en concordancia con Goldin-Meadow (2003, 2012) es que cumplen varias funciones, entre las cuales están:
-
Solicitar objetos o acciones:
(1) por favor (me prestas) tu celular (señalando el celular) por favor yo (quiero) ver
(2) ven, mira ¿cuál es la seña? Dime
(3) ¡ay espérate! Déjame hablar, déjame
Hacer comentarios de las acciones:
eso (apuntando a un perro) fue un regalo me lo regalaron a mí de lejos de por allá ¿se va? lejos ¿cuándo vuelve por acá?
(4) cuando nací mis padres pidieron a Dios (gesto de pedir al cielo con las dos manos acompañado de gestos de tristeza) pero yo así sorda ellos (padres) me dieron el nombre (lo deletrea) esa soy yo
-
Hacer comentarios sobre los atributos de los objetos y personas de su contexto:
(5) mi mamá habla y habla sin parar se mueve para aquí y para allá se sienta a ver televisión y pasa los canales de mala gana
(6) mi pantalón tiene bolsillos a cada lado es café ("café" en LSC o el gesto de la taza de café) mi camisa es corta y mis sandalias son de material elástico
(7) aquí (en Providencia) no sirve la situación económica no sirve (el emblema para plata acompañada del gesto dedo índice atravesando el cuello de izquierda a derecha)
En los anteriores ejemplos, los sujetos sordos incluso usan las señas caseras para hablar de los objetos no visibles en el entorno. Esto, según Goldin-Meadow (2003; 2012), es la función de hacer referencia a una entidad no presente, equivalente al rasgo de desplazamiento propuesto por Hockett (1960), una de las funciones más propias del lenguaje. Un ejemplo de esta situación aparece en un diálogo sostenido con uno de los sujetos sordos, dice: "cuando me encuentro con él, él es una persona bajita, hablamos en señas y nos entendemos bien".
Tal como se observó en el caso de la mayoría de los sujetos sordos, las señas caseras se emplearon para contar historias sobre eventos que podrían haber sido vividos por ellos, pero también completamente imaginarios. En esta misma línea, se comprobó el uso de estos sistemas caseros para hablar del lenguaje (función metalingüística). En especial, se encontró que para la mayoría de los sordos existen y se usan las señas para seña y nombre. Según Washabaugh (1991), para la fecha de su investigación, no era posible encontrar en la PISL señas con función metalingüística. No obstante, esta función sí es descrita por Goldin-Meadow (2003; 2012) como característica de los sistemas de señas caseros.
Otra de las características de estos sistemas es que muchas de las señas se emplean para señalar, es decir, son señas de señalamiento que dirigen la mirada de la persona con quien se dialoga hacia una persona, cosa o lugar en particular. Esto, según Goldin-Meadow (2003) no significa que sean parte del inventario léxico, solo son empleadas para llamar la atención sobre el lugar de ubicación de una entidad, pero no mencionan nada específico de dicha entidad. Pueden llegar a comportarse como las palabras pues, según esta autora, hacen referencia a objetos que en una lengua oral se nombrarían con sustantivos, pronombres e incluso acciones. La diferencia está en la descripción de las acciones. Esto se observó en el diálogo sostenido entre las dos hermanas sordas, una de ellas, dirigiéndose a la otra, señala una silla y luego un espacio al lado de ella. Así, lo que esta mujer está diciendo es "hermana, tu siéntate acá, pon la silla acá al lado mío".
Ser isleño, ser providenciano, ser sordo
Las entrevistas a las rectoras de los colegios de la isla muestran que los pocos procesos de inclusión de las personas sordas han sido casos aislados, no sistematizados. Las directivas, que al mismo tiempo son docentes, conocen las políticas de inclusión del Ministerio de Educación Nacional. Han incluido estudiantes sordos al aula regular, pero no han contado con el apoyo de servicios educativos de calidad, ni con el apoyo del Ministerio de Educación Nacional o del Instituto Nacional para Sordos. Por su parte, las entrevistas realizadas a los familiares de estas personas sordas muestran la otra cara de la moneda, pues señalan la lucha de los padres por brindar educación a sus hijos. En este aspecto, se encontraron diferentes casos: el paso por escuelas de educación especial o maestras personalizadas; sordos que pasaron por las aulas sin que se reconociera su singularidad y con ello se presentaba fracaso escolar; otro caso considerado "exitoso" es el de un joven sordo, hijo de una maestra de la institución en la que él estudió. En este último caso, en consecuencia, los profesores le colaboraron en la adaptación de los logros y desempeños escolares, así como en el uso de metodologías enfocadas a las condiciones de sordera de este estudiante, tales como el uso de imágenes y una dedicación semi personalizada.
Estas observaciones permiten reafirmar la conclusión de que en Providencia difícilmente se puede decir que ha surgido un pidgin o una lengua de señas común a todos los sordos de la isla, al estilo de la ASL y la LSN según Meier (1984) y Polich (2005). Mucho menos se puede afirmar que la lengua es compartida por gran parte de la población oyente. La razón principal es que en Providencia no se contó con la confluencia de varios sordos en el sistema educativo y las pocas experiencias de escolarización han sido casos aislados.
Finalmente, cabe señalar que, en relación con la vida en sociedad, la mayoría de las mujeres sordas de la isla han tenido relaciones sentimentales con parejas oyentes, incluso, relaciones formales. No obstante, muchos sordos murieron sin tener descendencia. Además, las personas sordas, como cualquier ser humano, han optado por buscar soluciones a la situación económica, lo que en Colombia se denomina "el rebusque"; las condiciones a nivel educativo que han experimentado los han limitado para acceder a los pocos cargos o labores mejor calificados que ofrece la isla. Se pudo constatar, también, que estas personas sordas no se reunían frecuentemente: Parte de sus vidas ha transcurrido en las actividades cotidianas y solo en ocasiones se producen algunos esporádicos encuentros o se reúnen (pero no todos los sordos) para disfrutar de celebraciones como las fiestas del pueblo o de la independencia. En otras palabras, las personas sordas de la isla, en su mayoría, siguen la vida normal de ser raizales, desempeñándose en labores propias de su contexto, pero no configuran una verdadera aldea señante como las descritas para otros lugares o como parecería desprenderse de los escritos de Washabaugh (1978; 1979; 1980a; 1980b; 1991), Woodward (1978; 1979) y Washabaugh, Woodward y De Santis (1978).
Consideraciones finales
El diálogo que se establece entre las investigaciones realizadas por los lingüistas con las de los genetistas, confrontando datos reales y actuales, contribuye a la discusión sobre la emergencia lingüística. En la misma línea, el gran aporte de esta investigación es que intenta poner en contexto lo que realizaron en una isla colombiana investigadores extranjeros, con el fin, sin embargo, de contribuir al reconocimiento de una población que ha sido marginada de la realidad sociolingüística del país. De esta forma, Washabaugh (1978; 1979; 1980a; 1980b); Woodward (1978; 1979) y Washabaugh, Woodward y De Santis (1978), proponían la existencia de una lengua de señas emergente por causas genéticas en esta isla. Las condiciones de aislamiento y endogamia fueron comprobadas por los estudios de corte genético (Tamayo, Lattig, Tamayo y Bernal, 2000), que hasta cierto punto eran desconocidos para los lingüistas. Si bien Providencia se caracteriza por ser "una comunidad aislada, con un alto nivel de consanguinidad, en donde aproximadamente 5 de cada 1000 individuos nativos son sordos" (p. 411), se creía que allí ocurría lo mismo que en la isla de Martha's Vineyard y en la aldea de Al-Sayyid, en el sur de Israel. Sin embargo, aunque en principio es posible encontrar similitudes, las diferencias radican en que las tasas de sordera tanto en Martha's Vineyard como en Al-Sayyid son sorprendentemente altas en comparación con Providencia.
Otra de las vías por las que surge una lengua de señas -distinta de la genética- que se señala en la literatura requiere de la confluencia de los sordos en el sistema educativo. Sin embargo, los datos de campo de Providencia permiten observar que los sordos de las primeras generaciones no confluyeron en un mismo y único entorno educativo que favoreciera el surgimiento de un pidgin y con ello la posibilidad de una lengua de señas. Sucedió lo mismo con los sordos de las siguientes generaciones.
No obstante, estas circunstancias no quieren decir que se deba desestimar lo que está pasando a nivel lingüístico en Providencia. En efecto, el análisis de los datos iniciales ya muestra la riqueza lingüística de los sistemas caseros empleados por las personas sordas de la isla. A partir de 2018, la Alcaldía de Providencia y Santa Catalina Islas ha comenzado, con el acompañamiento de la Secretaría de Desarrollo Social y Comunitario, y con el apoyo de entidades extranjeras (la University of the West Indies, el Programa de Documentación de Lenguas en Peligro de Extinción de la Universidad de Gotinga, el Lloyd Best Institute of the Caribbean de Trinidad y Tobago, y la Fundación Deaf Empowerment and Advance Foundation-DEAF, del mismo país), el proyecto denominado "Construcción de un modelo educativo (pedagógico) de inclusión para la comunidad de sordos y sus familias en el municipio de Providencia y Santa Catalina Islas". El objetivo es estudiar y preservar la PISL, y construir a partir de allí un modelo pedagógico de inclusión para los sordos. En este marco, se están generando acciones que fomentan la socialización de todos los sordos de la isla, así como la divulgación de la PISL entre los oyentes. La presencia de investigadores extranjeros y del continente, así como de algunos sordos de otras partes residentes en Providencia, está logrando que los usuarios de los sistemas señados descritos en este artículo interactúen con usuarios de la ASL y de la LSC principalmente, lo que augura la aparición de un pidgin, cuyo desarrollo tiene el potencial de acelerarse debido al contacto con lenguas de señas ya consolidadas. De esta manera, al cesar la situación de aislamiento relativo de los grupos de individuos sordos de la isla, se podrá dar, entonces sí, la emergencia de una PISL definitiva, que pueda incluso ser compartida en cierto grado con los oyentes.
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