A propósito del papel de la pedagogía desde Immanuel Kant
DOI:
https://doi.org/10.17227/pys.num59-17639Palabras clave:
pedagogía, educación , método de formación, carácter , KantResumen
El propósito de este artículo de reflexión, el cual es derivado de una investigación, busca centrar la pregunta por el papel de la pedagogía en Kant. En este sentido, los esfuerzos de la pedagogía han de estar orientados hacia lo que se espera que pueda alcanzar la especie humana; es decir, el despliegue del carácter de índole moral. Dicho carácter se comprende a lo largo del texto como el último fin de la educación. De forma puntual, se presentan algunos apuntes alrededor de estas tres preguntas: ¿Cuál es la relación entre antropología y metafísica de las costumbres en el corpus kantiano? ¿Qué es la pedagogía para el filósofo de Königsberg? Y por último, ¿cuál es el papel de la pedagogía frente al carácter de índole moral? Finalmente, se concluye que el carácter inteligible es un elemento fundamental en la pedagogía de Kant y se plantea que es susceptible de ser formado mediante el método dialógico.
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Recibido: 3 de noviembre de 2022; Aceptado: 29 de mayo de 2023
Resumen
El propósito de este artículo de reflexión, el cual es derivado de una investigación, busca centrar la pregunta por el papel de la pedagogía en Kant. En este sentido, los esfuerzos de la pedagogía han de estar orientados hacia lo que se espera que pueda alcanzar la especie humana; es decir, el despliegue del carácter de índole moral. Dicho carácter se comprende a lo largo del texto como el último fin de la educación. De forma puntual, se presentan algunos apuntes alrededor de estas tres preguntas: ¿cuál es la relación entre antropología y metafísica de las costumbres en el corpus kantiano? ¿Qué es la pedagogía para el filósofo de Königsberg? Y por último, ¿cuál es el papel de la pedagogía frente al carácter de índole moral? Finalmente, se concluye que el carácter inteligible es un elemento fundamental en la pedagogía de Kant y se plantea que es susceptible de ser formado mediante el método dialógico.
Palabras clave:
pedagogía, educación, método de formación, carácter, Kant.Abstract:
The purpose of this reflection article, derived from research, aims to focus on the question of the role of pedagogy in Kant. In this sense, the efforts of pedagogy must be oriented towards what the human species expect to achieve that is, the deployment of the moral character. This character is understood throughout the text as the ultimate goal of education. Specifically, some notes are presented around these three questions: What is the relationship between anthropology and metaphysics in the Kantian corpus? ¿What is pedagogy for the Königsberg philosopher? And, finally, what is the role of pedagogy to moral character? Lastly, this article concludes that the intelligible character is a fundamental element in Kant’s pedagogy, and it shows that it is possible to build it through the dialogical method.
Keywords:
pedagogy, education, training method, character, Kant.Resumo
O objetivo desde artigo de reflexão, que é derivado de uma pesquisa, procura centrar a questão sobre o papel da pedagogia em Kant. Nesse sentido, os esforços da pedagogia devem ser orientados para o que se espera que a espécie humana possa alcançar; ou seja, o desenvolvimento do caráter de índole moral. Esse caráter é entendido ao longo do texto como o objetivo final da educação. Especificamente, são apresentados alguns apontamentos em torno dessas três questões: Qual é a relação entre antropologia e metafísica no corpus kantiano? O que é pedagogia para o filósofo de Königsberg? E, finalmente, qual é o papel da pedagogia em relação ao caráter moral? Por fim, este artigo conclui que o caráter inteligível é um elemento fundamental na pedagogia kantiana e mostra que é possível formar o caráter pelo método dialógico.
Palavras-chave:
pedagogia, educação, método de treinamento, caráter, Kant.Introducción
En 1803, Friedrich Theodor Rink, uno de los colaboradores de Immanuel Kant, publica la obra Sobre pedagogía que recoge gran parte de los pensamientos de su mentor. Nada raro era que a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX los maestros de la Universidad de Königsberg, así como los intelectuales de la época, integraran en sus lecciones conocimientos aludidos a la filosofía, las artes, la pedagogía e inclusive las “ciencias exactas”, en otras palabras, no existía la separación, la fragmentación y la subespecialización posmoderna que se ha dado frente al conocimiento.
El filósofo de Königsberg hace énfasis en el papel de la pedagogía, el cual está orientado hacia la formación moral, en tanto busca que los hombres se hagan a sí mismos mejores, desarrollando las disposiciones otorgadas por la naturaleza, tales como la razón, el entendimiento y el juicio1. Se trata de una pedagogía que busca promover -pese y a la vez gracias a la característica antropológica de la insociable sociabilidad- el respeto hacia las leyes, no por temor al castigo o por un cálculo de la conveniencia sino por una virtud intrínseca. Por esta razón, para este filósofo se hace necesario que la pedagogía se centre en algo más allá que la instrucción y la disciplina, esto es, en una formación que busque más que un cambio de las costumbres, un cambio de las intenciones del corazón. Lo anterior muestra que para Kant la educación está orientada hacia la libertad, en el sentido que las personas puedan hacerse ellas mismas un carácter y por tanto tiendan a adoptar libremente los principios que les permitan vivir en una comunidad política regida por reglas.
Por lo anterior, el propósito de este artículo estriba en centrar la pregunta por el papel de la pedagogía en Kant, ya que, como diría Guillén (2003) , inspirado en este autor, dicha teoría no se ocupa de lo que ya está siendo, sino que trabaja enfocada en el proyecto de la especie humana; lo que debería ser. En este sentido, los esfuerzos de la pedagogía han de estar orientados hacia lo que se espera que pueda alcanzar la especie humana, es decir, el despliegue del carácter de índole moral. Dicho carácter es, en términos de Holly Wilson (2006) , basándose en Kant, el último fin de la educación.
Por lo anterior, se sostiene la siguiente tesis: uno de los papeles fundamentales de la pedagogía está vinculado con la formación del carácter de índole moral. Para sustentar esto, se abordará la relación entre antropología moral y metafísica de las costumbres, posteriormente algunos apuntes sobre la pedagogía y, por último, el papel de dicha pedagogía a propósito del carácter.
Apuntes acerca de la antropología y su relación con la metafísica
La Antropología en sentido pragmático es una obra publicada en 1798 que recoge las notas que utilizó Kant para su curso sobre antropología. Tema al que se dedicó por 24 años durante su quehacer docente en la Universidad de Königsberg y que alimenta la pregunta que, según él, es la más importante de la filosofía, esta es, qué es el hombre2, razón por la que este trabajo antropológico no debe ser menospreciado en comparación con sus obras aludidas a la fundamentación filosófica de los principios morales3.
La Antropología en sentido pragmático se ocupa de todo aquello que el hombre haga de sí mismo, esto es de la inteligencia del ser humano, la cual le permite auto determinarse. Su objeto de estudio es la forma como el hombre puede modificarse a sí mismo. Se trata de una práctica, que hace alusión a la creación de nuevas reglas de conducta -sin que existan algunas previas- a partir de la experiencia. Se estudian así en esta obra, las características del ser humano y su comportamiento, las formas como busca proporcionarse bienestar con su habilidad e inteligencia. En este sentido, incluye la prudencia “la habilidad en la elección de los medios para el mayor bienestar propio” (Kant, 1996, p. 161/ AA IV: 416 ) y también la moral, aunque no se reduzca a esta4, aquella capacidad del ser humano de “obrar respecto de sí y de los demás con arreglo al principio de la libertad bajo leyes5” (Kant, 1991, p. 278).
Se comprende que el enfoque pragmático si bien no se limita al campo moral sí se ocupa de este. Kant en esta misma obra “escribe una antropología en sentido pragmático [y] sugiere una antropología moral” (Saldarriaga, 2015, p. 72 )6. La antropología moral se centra en los mecanismos subjetivos que posibilitan o no, la aplicación de las reglas que son fruto de la razón pura y hacen parte de la metafísica. En este punto se ve el carácter complementario que tiene la metafísica con la antropología moral:
El complemento de una metafísica de las costumbres, como el otro miembro de la división de la filosofía práctica en general, sería la antropología moral, que contendría, sin embargo, sólo las condiciones subjetivas, tanto obstaculizadoras como favorecedoras, de la realización de las leyes de la primera en la naturaleza humana, la creación, difusión y consolidación de los principios morales (en la educación7 y en la enseñanza escolar y popular) y de igual modo otras enseñanzas y prescripciones fundadas en la experiencia. (Kant, 2012, p. 21 / AA VI: 217).
Por lo anterior, se puede decir que no basta, por ejemplo, con llegar a la conclusión por medio de la razón de que el cumplimiento de las leyes es un deber ético, es decir, se requiere mirar las condiciones subjetivas que ayudan a que un ciudadano las acate o, por el contrario, las transgreda. La pedagogía adquiere en este sentido un papel importante, ya que, como parte de la antropología moral, tiene la tarea de crear, difundir y consolidar aquellos principios morales considerados como valiosos dentro de determinada sociedad y para ello requiere como complemento la metafísica. Teniendo presente esto, vale preguntarse qué se entiende por pedagogía desde una perspectiva kantiana.
Sobre el concepto de pedagogía en Kant
Son dos las invenciones de los hombres que se pueden considerar las más difíciles: la del arte de gobernar y la del arte de educar; y sin embargo se sigue disputando aún respecto a la idea de ellas. ImmanuelKant (2008, p. 36)
Teniendo en cuenta el apartado anterior, se comprende que la pedagogía hace parte de la antropología en tanto promueve la búsqueda de principios a partir de las lecciones de la experiencia. Ahora bien, tal y como se enuncia en el epígrafe, para Kant el arte de la educación es una de las invenciones más difíciles que han construido los seres humanos, razón por la cual requiere ser tratado con seriedad. Puntualmente, este filósofo en Sobre pedagogía -libro editado por Theodor Rink- plantea la necesidad de que la pedagogía se convierta en una teoría que se ocupe de una reflexión juiciosa sobre la educación8 y para esto muestra que la educación es un arte que puede ser mecánico, es decir, llevado a cabo por mera costumbre o que puede ser juicioso, quiere decir esto, que es acorde a un plan, ordenado y conforme a principios. A esta última forma de entender este arte se le llamaría pedagogía. El mismo filósofo de Königsberg, lo dice así:
Todo arte de educar que resulta sólo mecánicamente, tiene que llevar muchos errores y defectos, porque no se basa en ningún plan. El arte de la educación, o pedagogía, tiene que llegar a ser por lo tanto juicioso, si es que ha de desarrollar a la naturaleza humana de tal manera que alcance su destino. (…) La pedagogía ha de llegar a ser un estudio; de lo contrario no se puede esperar nada de ella, y el que ha sido echado a perder por la educación, educa no más a los otros. El mecanismo en el arte de educar tiene que transformarse en ciencia; pues sino nunca llegará a ser un esfuerzo coordinado; y cada generación va a querer demoler lo que haya erigido la otra. (Kant, 2008, p. 37 ).
Lo anterior quiere decir que la pedagogía debe ser un esfuerzo coordinado y un experimento que dé lugar al cultivo de las potencialidades del ser humano. Este asunto está en sintonía con la tesis que Kant (2009) plantea en relación con el avance moral de la especie humana, no de una forma lineal y en términos fácticos sino como un dictado con el que manda a cumplir la razón9. De esta forma, se busca el fomento de un sentimiento de corresponsabilidad con las generaciones del futuro. De ahí el compromiso tan alto que la pedagogía ha de tener al enfrentarse al reto de la mejora de la especie humana. Por este motivo, el autor afirma que “los niños deben ser educados no de acuerdo con el estado presente del género humano, sino de acuerdo con el posible y mejor estado futuro, es decir: según la idea de la humanidad y todo su destino” (Kant, 2008, p. 38).
Ahora bien, Kant menciona que la pedagogía o doctrina de la educación es física o práctica. La primera alude al cuidado, a la formación del alma, al cuerpo y al cultivo de una razón conducida. La segunda se refiere a la moral, a la formación de la personalidad y de una razón autónoma, por tanto, va más allá de la doctrina de la educación física. En otras palabras, la pedagogía práctica tiene que ver con la moralidad, que se vincula con el carácter, el cual se nombra, de acuerdo con este capítulo, como uno de los papeles fundamentales de la pedagogía.
El papel de la pedagogía frente al carácter de índole moral
El carácter de índole moral hace alusión no a lo que la naturaleza hace del hombre sino a lo que este hace de sí mismo partiendo de las disposiciones que esta le ha dado10. El carácter de índole moral es definido por Kant (1991) en la Antropología en sentido pragmático de la siguiente manera: “pero tener simple mente un carácter significa aquella propiedad de la voluntad por virtud de la cual el sujeto se vincula a sí mismo a determinados principios prácticos que se ha prescrito inmutablemente por medio de su propia razón” (p. 238).
Quien tiene carácter es aquella persona que rea liza el pacto consigo mismo de cumplir los mandatos internos que se ha fijado, es decir, aquel sujeto que tiene “fuerza de voluntad”, que tiene principios fijos, confía en aquellas promesas que se hace a sí mismo y le hace a los demás. En Sobre pedagogía, Kant (2008) define el carácter en un sentido similar como “la capacidad de actuar según máximas. Al comienzo son máximas de la escuela y después máximas de la humanidad (…) las máximas son también leyes, pero subjetivas; resultan del propio entendimiento del hombre” (p. 92). Esta última parte hace énfasis en el carácter autónomo que tiene el seguimiento de los principios fijados, es decir, no son mandatos externos, sino máximas internas.
Kant no solo expone el significado del carácter, sino que precisa algunos de los principios que deben seguirse, los cuales enuncia a modo de prohibiciones, ya que se podría pensar que un principio señala un límite, una barrera que por lo general comienza con la expresión “No…” que una persona establece por sí misma para no realizar determinada acción, juzgada mediante la razón como perjudicial para sí mismo o para los demás. En palabras del filósofo de Königsberg:
Lo mejor es, pues, exponer negativamente los principios que conciernen al carácter. Son estos: a) No decir mentira de propósito; de aquí también el hablar con circunspección, a fin de no atraer sobre sí la afrenta de la mala fama. b) No adular apareciendo por delante bien intencionado y siendo por detrás malévolo. c) No quebrantar las promesas (lícitas); lo que, a su vez, implica seguir honrando la memoria de una amistad ya rota y no usar mal posteriormente de la anterior confianza y franqueza del prójimo. d) No dejarse arrastrar a la amistad y familiaridad con las personas de malos sentimientos y recordando el noscitur ex socio, etcétera, limitar el trato con ellas a los asuntos indispensables. e) No adherirse a la murmuración nacida del juicio superficial y malvado de los demás; pues el hacerlo delata ya flaqueza; como también moderar el temor a chocar contra la moda, que es una cosa fugaz y mudable, y si ha con seguido ya una influencia de alguna importancia, no extender, al menos, su imperio hasta la moralidad. (1991, pp. 240-241).
Sin embargo, seguir estos principios no es una tarea fácil, si se tienen en cuenta los obstáculos que se presentan debido a la característica antropológica del ser humano, la insociable sociabilidad. El carácter no salvará al hombre de su propensión al mal; esta propiedad de la voluntad solo podrá prohibirle, evitarle, restringirle ciertas acciones al ser humano y sin embargo no podrá exterminar el deseo inferior y necio de destruir y dominar.
Además, en La Religión dentro de los límites de la mera razón,Kant (2016) plantea que existen dos tipos de carácter en el ser humano, a saber, el empírico y el inteligible. Kant, citado por Isabel Vallejo (2020), afirma que “se puede ser virtuoso, conforme a un carácter inteligible: según máximas acordes con la ley -moralidad- o ser virtuoso, conforme a un carácter empírico: según lo que se muestra en congruencia con la ley -legalidad-, cuando se guía por máximas que le permiten el cumplimiento del deber, aunque el móvil no sea dicho deber” (p. 450). Además, se comprende que el carácter empírico “se adquiere poco a poco y para algunos designa una larga costumbre (en la observancia de la ley) […] para ello no es necesario un cambio de corazón, sino solo un cambio de las costumbres” (Kant, 2016, p. 85). Por el contrario, frente al carácter inteligible el autor plantea:
Un hombre que, cuando conoce algo como deber, no necesita de otro motivo impulsor que esta representación del deber, eso no puede hacerse mediante reforma paulatina, en tanto la base de las máximas permanece impura, sino que tiene que producirse mediante una revolución en la intención del hombre (un paso a la máxima de la santidad de ella); y sólo mediante una especie de renacimiento, como por una nueva creación (Juan, III, 5; cfr. I Moisés, I, 2) y un cambio del corazón, puede el hombre hacerse un hombre nuevo. (Kant, 2016, p. 86)
Esta revolución es factible y necesaria en cuanto al pensamiento se refiere. Debido a que no es paula tina en el tiempo, alude a una única decisión que ha de ser inmutable, y, por tanto, radical. De ahí viene la firmeza en el principio que lo llevará a progresar de mal hacia mejor. Un cambio del corazón es entonces la revolución del fundamento supremo de la acción, que modifica el carácter inteligible en un estallido, pero en cuanto a su carácter empírico solo de una forma paulatina se logra percibir ese cambio hacia mejor. Es así como un hombre según el carácter empírico requiere un cambio de costumbres, pero aquel hombre de carácter inteligible ha de convertir su corazón, lo cual requiere, según el autor, una formación moral:
La formación moral del hombre tiene que comenzar no por el mejoramiento de las costumbres, sino por la conversión del modo de pensar y por la fundación de un carácter; aunque de ordinario se procede de otro modo, y se lucha contra vicios en particular, pero se deja intacta la raíz universal de ellos. (Kant, 2016, p. 87)
Hasta el momento queda claro que, la firmeza en principios no se adquiere poco a poco sino por medio de un “estallido” que produce el querer salir del estado del instinto. Se trata de volverse un hombre mejor, pero esto está mediado por una decisión que la persona toma autónomamente y tal y como lo plantea Vallejo (2020) se requieren unas condiciones políticas que posibiliten tal firmeza en los sujetos, y “el camino más idóneo para favorecer el carácter de índole moral [en un sentido kantiano] es el republicanismo” (p. 451).
De todas formas, falta mucho para que la especie humana comprenda que ha de obrar conforme a principios a los cuales ha dado su consentimiento, ya que, su propensión al mal, al ser innata y a la vez ser una característica antropológica del ser humano, pondrá en jaque los principios forjados, en especial en circunstancias inusuales. De ahí que, por ahora, la pedagogía “no puede producir la firmeza y perseverancia en los principios” pero sí puede formar las facultades humanas que permiten actuar con forme a la promesa interna de distanciarse de las molestias del instinto, “pues si la ley moral ordena que debemos ahora ser hombres mejores, se sigue ineludiblemente que tenemos que poder serlo” (Kant, 2016, p. 91).
Por lo anterior, la pedagogía debe formar al hombre para que él mismo bajo su autonomía pueda “hacerse un carácter”, por esta razón, la pedagogía está llamada a reflexionar de una forma juicioso sobre la educación y sus fines. Al respecto, Holly Wilson (2006) afirma que el último fin de la educación en la teoría kantiana es la formación de dicho carácter. Existen para Kant, según Wilson, cuatro fines de la educación que se corresponden con las cuatro predisposiciones de la naturaleza humana (la predisposición a la animalidad, la predisposición técnica, la predisposición pragmática y la predisposición moral). El primer fin es la disciplina11, que borra la animalidad por medio del cuidado y las reglas; el segundo la cultura, que alude a la instrucción, es decir a la enseñanza de los conocimientos priorizados por la cultura; el tercero -que depende de los dos anteriores- es la prudencia, relacionada con las habilidades que se adquieren para conducirse en la sociedad, en beneficio de la propia persona (se trata de un comportamiento civilizado que permite ganarse el honor y aprobación de las otras personas) y el cuarto, la formación del carácter moral que sería el fin último de la educación. Wilson (2006) lo dice así:
El fin último de la educación es la “formación del carácter moral”. Donde el desarrollo de nuestras habilidades es importante para ser adaptable a cualquier final, se necesita entrenamiento para que uno elija sólo buenos fines, “los que son necesaria mente aprobados por todos, y que pueden ser al mismo tiempo el objetivo de todos”. (p. 89)
Lo anterior, lo dice el mismo Kant (2008) de la siguiente manera: “lo último es la formación del carácter. Este consiste en el firme propósito de querer hacer algo; y luego en la real ejecución de lo mismo” (p. 103). Teniendo en cuenta esto, según el autor, no se puede esperar nada de quien posterga sus propios propósitos, en otras palabras, la persona que se propone hacer algo y no lo cumple, termina por no confiar ni en ella misma.
De esta forma, se muestra explícitamente que el carácter es susceptible de ser formado. Al respecto, afirma Kant que “el primer esfuerzo en la educación moral es poner el fundamento de un carácter” (p. 92).
No obstante, al quererse poner dicho fundamento, aparece una gran paradoja de la educación. Se educa para la libertad bajo la coacción, ya que para lograrlo al principio se requiere limitarla porque de otra manera no se haría un buen uso de la misma12. El problema es cuando no se da una coacción legítima13 que busque esto, que los suje tos se sirvan más adelante de su propia razón. Así, estos terminan encontrando en la educación una resistencia para su emancipación, quedando a la dependencia de otros y por tanto en una minoría de edad14. Esto sin duda lleva a la carencia de carácter15 en tanto los principios se imitan por hábito y por temor y no se fundamentan en las leyes subjetivas de la razón práctica que cada uno se da a sí mismo, conforme a un carácter inteligible. Frente a esta paradoja surge la pregunta, ¿cómo formar el carácter inteligible o de índole moral?
En Sobre pedagogía, Kant habla de tres rasgos para consolidar el carácter en un niño:
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“Si en los niños se quiere formar un carácter, mucho depende de que se les haga notar en todas las cosas cierto plan, ciertas leyes que han de ser seguidas con la mayor exactitud” (p. 92).
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“Un segundo rasgo importante para consolidar el carácter de los niños es la veracidad” (p. 97).
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“Un tercer rasgo en el carácter de un niño tiene que ser la sociabilidad” (p. 98).
Frente al primer rasgo, se ofrecen ejemplos sobre la formación en hábitos y disciplinas (alrededor del tiempo para dormir, trabajar y divertirse) a fin de que los niños luego interioricen esta ley y se les convierta en una segunda naturaleza. En relación con el segundo rasgo, se habla del valor de la veracidad y de no castigar cuando se incurre en la mentira, pero sí privar de la estima a aquel que miente. Por último, en lo que tiene que ver con el tercer rasgo, se presenta el de la sociabilidad, que se refiere a la amistad; el compartir los unos con los otros.
Además, dice Kant (2008) que para “poner en los niños el fundamento de un carácter moral, tenemos que observar lo siguiente: por medio de ejemplos y disposiciones tenemos que hacerles comprender los deberes con los que han de cumplir” (p. 104). De esta forma, se puntualiza en la formación de los deberes hacia sí mismo y en los deberes hacia los demás. Los deberes hacia sí mismo se vinculan con el respeto hacia la propia dignidad humana, mientras que los deberes hacia los demás se relacionan con el derecho, es decir, con aquellos vínculos jurídicos que regulan el comportamiento entre los seres humanos. Kant (2008) lo dice así:
Por medio de ejemplos y disposiciones tenemos que hacerles comprender los deberes con los que han de cumplir. Pues los deberes que el niño tiene, son sólo los habituales para consigo mismo y para con los otros. Estos deberes se tienen que deducir de la naturaleza de las cosas. (p. 104)
Lo anterior sugiere que para Kant la formación del carácter debe estar dotada del cultivo de la razón misma, para que sea el sujeto quien por medio de preguntas reflexivas pueda deducir lo que se ha de hacer en cada situación. No se trata de esta forma de imponer y prohibir las normas, sino de llevar a los estudiantes a deducir la necesidad de actuar de determinadas maneras bajo preguntas como el imperativo categórico “¿qué pasaría si todos se guiaran por mi misma máxima?”. La metodología para la formación del carácter ha de ser, por tanto, el método dialógico del que habla Kant en la segunda parte del libro Metafísica de las costumbres, enfocada a la doctrina de la virtud. Para Kant, la virtud es una doctrina que “puede y debe enseñarse”. De acuerdo con este filósofo, el método doctrinal de la virtud puede darse mediante un modo de enseñar dialógico de preguntas que promuevan el pensar por sí mismo16:
puede ser o bien acroamática cuando todos aquellos a quienes se dirige son meros oyentes, o bien erote mática, cuando el maestro pregunta a sus discípulos lo que quiere enseñarles; y este método erote mático es o bien el modo de enseñar dialógico, cuando el maestro pregunta a su razón, o bien el catequético, cuando pregunta únicamente a su memoria. Porque si alguien quiere preguntar algo a la razón de otro no puede hacerlo más que dialógicamente, es decir, de modo que el maestro y los discípulos se pregunten y respondan recíprocamente. El maestro preguntando dirige el curso del pensamiento de su discípulo, al desarrollar en él solamente la disposición para determinados conceptos proponiéndoles casos (es la partera de sus pensamientos) (…). (Kant, 2012, pp. 353-354 / AA VI: 478).
Esto se complementa con la siguiente forma de llevar al cultivo del carácter planteada en Sobre pedagogía:
A nuestras escuelas les falta casi siempre algo que, sin embargo, favorecería mucho la formación de los niños en la rectitud o la honestidad, es decir, un catecismo de derecho. Debería contener casos que fueran populares, que ocurrieran en la vida común y en los que siempre se planteara la pregunta, espontáneamente, de si algo es o no justo. (Kant, 2008, p. 107 )
Lo anterior plantea un horizonte interesante de formación del carácter bajo una metodología de casos basados en la vida real de los estudiantes, que posibiliten la pregunta y la reflexión, bajo interrogantes como ¿es eso justo? Para llegar a la conclusión por medio de la razón sobre lo que se ha de hacer, a su vez, logrando el cultivo de una razón autónoma y una obediencia voluntaria, pero también crítica con aquella normatividad que transgrede los deberes hacia sí mismo y los deberes hacia los demás. Con todo lo anterior, queda claro lo que afirma el traductor Oscar Caeiro en el libro de Kant (2008) Sobre pedagogía: “la tarea principal de toda pedagogía es formar un carácter de acuerdo con los conceptos de lo justo” (p. 90).
Ahora bien, a la luz del papel de la pedagogía, se dejan aquí unos interrogantes que se podrían considerar para otros estudios. De acuerdo con las tendencias actuales en la educación que muestran un nuevo pragmatismo y utilitarismo, un enfoque en las habilidades, la prudencia, la eficiencia, la eficacia y la utilidad para el mercado laboral, al tiempo que abandonan la idea de la formación moral o Bildung tal como Kant lo imaginó (Cavallar, 2014), ¿en qué medida la formación del carácter es tenida en cuenta por los maestros en los diferentes escenarios educativos de Colombia? ¿Qué relevancia tiene la formación del carácter de índole moral para la resolución de problemáticas contemporáneas (por mencionar algunas, bullying, exclusión, toma de justicia por las propias manos y conflicto armado)? y por último, teniendo en cuenta los procesos de inclusión-exclusión que se viven en la educación, ¿Cómo puede contribuir la formación del carácter de índole moral en los procesos de respeto y por tanto dignificación de los diferentes actores educativos?
A modo de conclusión
En definitiva, para abordar la relación entre antropología y metafísica de las costumbres en el corpus kantiano, es necesario resaltar que, desde la perspectiva de Immanuel Kant, la metafísica permite una comprensión más profunda de los principios morales y sus fundamentos filosóficos, mientras que la antropología moral, no muestra a priori lo que el sujeto debe ser y hacer, sino que se encarga de los principios que emanan de la experiencia. La pedagogía, como parte de la antropología moral, también extrae principios de las vivencias y devela las dificultades para poder avanzar hacia los horizontes que traza la metafísica.
Partiendo de lo anterior, la pedagogía para el filósofo de Königsberg no debe ser ajena a la metafísica de las costumbres, ya que tiene la tarea de posibilitar la consolidación de los principios morales decanta dos como valiosos. Su búsqueda debe ser, desde la visión kantiana, la de convertirse en una teoría que se ocupe de la reflexión juiciosa sobre la educación, de tal manera que pueda obedecer a un estudio planificado y guiado por principios para posibilitar que cada generación siembre el interés, tanto en ella como en las venideras, por avanzar hacia la formación del carácter de índole moral. De ahí que se concluya que no solamente el cultivo del carácter inteligible es uno de los papeles de la pedagogía, sino que, como se citaba en el texto, es el último fin de la educación (Wilson, 2006). En otras palabras, uno de los papeles fundamentales de la pedagogía es la formación del carácter de índole moral, es decir que las personas se guíen con máximas cuyo móvil sea el mismo deber.
Por todo lo anterior, queda claro que el papel de la pedagogía está orientado hacia la formación moral, en tanto busca que los hombres se hagan a sí mismos mejores, desarrollando las disposiciones (tales como la razón, el entendimiento y el juicio), que les ha dado la naturaleza para el bien. Se trata, como ya se dijo, de una pedagogía que busca promover -pese y a la vez gracias a la característica antropológica de la insociable sociabilidad- el respeto hacia las leyes, no por temor al castigo, por un cálculo de la conveniencia o inclusive por el deseo de aprobación social, sino por voluntad, pero también asumiendo una posición crítica frente a la normatividad que socava los debe res hacia sí mismo y hacia los demás. Debido a esto, se piensa que la pedagogía se ha de centrar en algo más allá que la instrucción y la disciplina, esto es, una formación que busque más que un cambio de las costumbres, un cambio de las intenciones del corazón.
El carácter inteligible se convierte así en un elemento crucial en la pedagogía, ya que permite en primer lugar, que las personas sean libres en el sentido de “no obedecer a ninguna otra ley más que a aquella a la que se ha dado su consentimiento” (Kant, 2012, p. 143 / AA: 314); en segundo lugar, promueve la sociabilidad y por tanto la posibilidad del mantenimiento del pacto social, y en tercer lugar, ayuda a saber qué puede esperarse de la especie, así el carácter permite reconocer por adelantado el destino de la humanidad.
En relación con los caminos trazados para pensarse el cultivo del carácter de índole moral, se encuentran en el libro Sobre Pedagogía de Kant, los siguientes apuntes: los tres rasgos para la formación del carácter (en los niños se muestran los planes y leyes a seguir, la veracidad y la sociabilidad) y el método dialógico que se da por medio de preguntas a la luz de ejemplos basados en casos, especialmente en relación con los deberes hacia sí mismo y hacia los demás.
Por último, se sugieren algunas preguntas para futuros investigadores que quieran retomar este trabajo y ponerlo a dialogar con problemáticas con temporáneas: ¿cómo la pedagogía puede contribuir a superar esta falsa disyuntiva entre metafísica de las costumbres y antropología moral?, si la pedagogía ha de ofrecer un estudio juicioso alrededor de la educación, ¿Qué esfuerzos se requieren para posibilitar su legitimación? ¿Cómo visibilizar el papel que tiene la formación del carácter de índole moral en la pedagogía? y por último, ¿de qué manera podría pensarse el “método dialógico” en las investigaciones relacionadas con la pedagogía?
Citas
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